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El secreto y la ciudad

Francisco Javier Gallego Dueñas 9 noviembre, 2017

Entendemos el secreto en un sentido amplio pero preciso. Un secreto es una manera de relacionarse, una práctica social. ¿Qué hacer con un secreto? El secreto puede ser guardado, puede compartirse y puede desvelarse. Todo ello es hacer secreto (secrecy). Señalaba también Simmel (El secreto y la sociedad secreta, 1986a) cómo el secreto puede ser una cuestión de separación (insiders/outsiders), a la vez que ser un elemento de unión y solidaridad. Un secreto se define distinguiendo entre el contenido y el acto de ocultar, que es lo que nos interesa [1]. Un secreto es una práctica social en la que un actor o actores, en una determinada situación, evitan, limitan o modifican la comunicación de algo (acción, pensamiento, sentimiento…) a otro actor o actores, durante cierto tiempo, haciendo uso de ciertas tácticas, es decir, realizando un esfuerzo. Tácticas como pueden ser el silencio, la mentira, el engaño, el ocultamiento… (Francisco Javier Gallego Dueñas, 2012a)

El secreto, pues, no se define por una cualidad específica de la información, sino por el modo en que esa información se retrae, evita o transmite. No es información oculta (Sissela Bok, 1982), es información que se transmite de otra forma. André Petitat (1998) habla del “espacio de reversibilidad simbólica” para poner de relieve cómo son las propias palabras las que mostrando, ocultan el secreto. No es este el único punto en común con el Espacio-Tiempo Social (Gallego Dueñas, 2012b). La delimitación entre los que participan de él y a los que se les oculta puede tener un contenido físicamente espacial. Un espacio que influye y es influido por el secreto.

Monumento a los judíos de Europa asesinados. (Fuente: Autor.) El secreto de una ciudad, Berlín. El Monumento de Eisenman consiste en una serie de bloques que simbolizan los judíos asesinados en la shoah. Están recubiertos de una pintura que no permite grafiti. La empresa adjudicataria en primera instancia se descubrió que era la fabricante del Zyclon-B utilizado en los campos de concentración.

Por un lado, la ciudad prepara las condiciones de posibilidad de las dinámicas del secreto en varios sentidos: la ciudad es el lugar de la clandestinidad y la autonomía individual, es el lugar del anonimato y la indiferencia, es el amplio lugar de los espacios públicos compartidos, y es el lugar de la segregación de espacios. Es el escenario de los no-lugares y es el escenario de los barrios. En la ciudad se desarrolla un ethos de indiferencia y se desenvuelve el flâneur, es la masa fría de edificios y es el cotilleo de la barriada. Es el lugar del ruido y la ausencia de la vida social y el repliegue en el hogar, y es el lugar de miles de hogares. La ciudad puede exigir el secreto y puede permitirlo. La ciudad puede descubrir un secreto y puede ayudarlo. El secreto es ocultado y compartido, es ignorado y es desvelado. Hay secretos que crean lugares/espacios, así como hay espacios/lugares que crean secretos.

El secreto no consiste sólo en ocultar, es fundamental compartirlo, aún con uno mismo. Es un fenómeno comunicativo basado en la existencia del Otro, mejor, de los Otros. Otro significativo al que se le oculta; Otro significativo –o no– con el que se comparte. Otro no significativo, indiferente que garantiza su triunfo. Las prácticas del secreto incluyen ocultarlo, que es quizás lo más intuitivo. Al ocultar algo la ciudad cobra valor, habrá paisajes significativos para evitar no ser descubierto (la ciudad condiciona el secreto). Y a la vez, es dotada de sentido por los secretos: “este es el callejón donde…”, lo que en terminología de Kevin Lynch (2008), lo convertiría en un hito (el secreto condiciona el urbanismo) al menos emotivamente, en cuanto a Espacio-Tiempo Social. En la terminología de Luis Castro Nogueira (1997), el secreto actúa como un tensor del espacio, como un atractor extraño que diseña un dibujo dando sentido a las trayectorias erráticas de quienes ocultan, comparten o evitan un secreto.

El cuento viene a sostener una tesis de la que de algún modo ya sabíamos algo: que la ciudad que verdaderamente permanece, la que sobrevive a los cambios morfológicos, sociológicos o culturales, es la que van componiendo los acaeceres efímeros, las pasiones azarosas, los avatares infinitos que obedecen a una lógica desperdigada y sonámbula, cuyos protagonistas son un magma de desconocidos que viven toda su vida cruzándose unos con otros y, de vez en cuando –y hasta sin querer–, unos a otros. (Delgado, Manuel, 2004, p. 127)

En suma, el hombre es, como decía Simmel “ser fronterizo que no tiene ninguna frontera” (Simmel, 1986b, p. 34), entre la apertura hacia lo otro y un dentro, un cierre-de-su-ser-en-casa. La reserva, el secreto, la puerta aparecen como formas de sociabilidad, “objetos que delimitan la misma, expresan la profunda ambivalencia del individualismo moderno”. La ciudad ofrece una libertad desconocida en el mundo tradicional, allí se goza de un anonimato que, si bien amplía su universo vital, amenaza la consistencia de su intimidad. Una intimidad “amenazada, que expresa la dificultad de «vivir desde dentro»” (Helena Béjar, 1989, pp. 56-57). La ciudad es el sitio donde se sale del armario, donde uno puede quitarse las máscaras que en su pueblo no podía. Stadtluft macht frei. La ciudad, por otra parte, siempre está poblada de comunidades, que se cruzan, que se entrelazan en el mismo espacio urbano, cuyas trayectorias no sólo absorben como esponjas el habitus de Pierre Bourdieu, sino que se contaminan, transpiran juntas, se mezclan [2]

El orden urbano contempla una serie de ejes básicos: el ladrillo construido, diseminado y ordenado; un ideal de autonomía individual, que es el que implica la desatención cortés de Goffman o la actitud blasé de Simmel; a la vez, un ideal de unidad e integración, que deriva del carácter compartido de los espacios públicos; y ambos se funden en un ideal de distinción entre público y privado, entre la casa y el mundo (Francisco Cruces Villalobos, 2007, p. 131).

Nueva York desde el Empire State Building. (Fuente: Autor.) Como recordaba Michel de Certeau desde el World Trade Center, la ciudad desde arriba es un conjunto de pilares ordenados geométricamente que no tiene nada que ver con la vida que se desarrolla al nivel de la calle. Nótese el inquietante parecido con el monumento de Einsenman


El texto completo se publicó en URBS 3(1)


[1] Asumir una “sociology of secrecy”, más que una “sociology of secrets”.

[2] La ciudad impersonal, racionalista, numerada con cifras y letras no se corresponde siquiera con el Nueva York que conozco. Y aquel que conozca Sevilla no podrá nunca ver una ciudad como miles de habitantes como hormigas que se ignoran y siguen la fila.


Béjar, Helena (1995). El ámbito íntimo. Madrid: Alianza. (Orig., 1988)

Bok, Sissela (1982). Secrets. New York: Pantheon Books.

Cruces Villalobos, Francisco (2007). Símbolos en la ciudad. Lectura de antropología urbana. Madrid: UNED.

Delgado, Manuel (2004). La no-ciudad como ciudad absoluta. En Felix de Azúa, Félix Duque y otros, La arquitectura de la no-ciudad (pp. 121-153). Navarra: Cátedra Jorge Oteiza.

Gallego Dueñas, Francisco Javier (2012a). Jardinería del secreto. Esbozos para unos fundamentos bio-sociológicos del secreto. Empiria. Revista de Metodología de Ciencias Sociales, 23(enero-junio), 117-136.

Gallego Dueñas, Francisco Javier (2012b). Introducción a una teoría para una (micro)sociología del secreto. (Tesis doctoral inédita). UNED

Lynch, Kevin (2008). La imagen de la ciudad. Barcelona: Gustavo Gili. (Orig., 1984)

Petitat, André (1998). Secret et formes sociales. Paris: PUF.

Simmel, Georg (1986a). Sociología. Estudio sobre las formas de socialización. Madrid: Alianza. (Orig., 1908)

Simmel, Georg (1986b). El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura. Barcelona: Península.

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About The Author

Francisco Javier Gallego Dueñas

Doctor en sociología, licenciado en historia medieval y poeta. Mi ámbito abarca desde la sociología del secreto, la ciudad, la sociología folk, el humor, los imaginarios sociales y los esclavos en el medievo. Me fascina la capacidad de la socialidad humana de dirigirnos hacia prácticas que no siempre nos benefician.

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