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Cuerpo y espacio público desde la práctica de parkour

Miguel Sepúlveda Salazar 17 julio, 2020

Para comenzar a hablar de la relación “cuerpo-espacio público”, hay que enfatizar que nuestra existencia se caracteriza por ser fundamentalmente “corporal”, ya que el cuerpo es el «eje de la relación con el mundo, el lugar y el tiempo en que la existencia se hace carne» [i]. En este sentido, a través del cuerpo no solo nos relacionamos con otros individuos, sino también con el medio y los espacios en los cuales nos desenvolvemos y llevamos a cabo nuestras vidas cotidianas. En el caso de los espacios Abogado de deportacion dallas tx, se debe destacar que han sido (y son) construidos, por lo general, desde lógicas funcionales y productivas que tratan de limitar y predefinir la existencia y experiencia corporal de los individuos. Esto, debido a que, principalmente a través de convenciones sociales, se fijan prácticas, conductas y expresiones corporales “adecuadas” para este tipo de espacios en la ciudad [ii].

Sin embargo, igualmente existen intentos de “reivindicación corporal” en nuestras ciudades y espacios públicos por parte de las personas, lo que se reflejan en prácticas que representan distintas maneras corporales de hacer y de ser [iii]. Éstas se vuelven en una contraparte del orden disciplinario expresado en las convenciones sociales en torno a qué hacer, y cómo, en los espacios públicos, ya que les otorgan nuevos usos y sentidos, para los que no fueron diseñados y construidos.

Una de estas prácticas corporales que representan una manera distinta de hacer y ser en los espacios públicos es el parkour, el cual surge en Francia a fines de los años ochenta. Es definido por sus creadores y aficionados como el “arte del desplazamiento”, debido a que se caracteriza principalmente por el recorrido de diversos trayectos de la ciudad, y de sus espacios públicos, de la manera más fluida posible. Lo anterior se logra superando los obstáculos arquitectónicos a través de movimientos corporales, tales como: saltar, correr, trepar, escalar, y equilibrar, entre otros [iv]. En este sentido, el propio cuerpo es el principal y único recurso para lograr sus trayectos [v].     

Para realizar los recorridos por la ciudad y sus espacios públicos, los practicantes de parkour viven un proceso mediante el cual dejan de percibir los espacios públicos como tales, y comienzan a percibirlos de una manera distinta, viendo allí la posibilidad de realizar sus saltos y movimientos. En este sentido, se apropian de ellos y los experimentan como un espacio de entrenamiento corporal en el cual existen múltiples estructuras que saltar y utilizar para desplazarse.

Practicantes de parkour en la Plaza Cienfuegos de la ciudad de Talca, Chile

Esta experimentación de los espacios públicos tiene una fuerte base en lo utópico, en el sentido en que los practicantes de parkour constantemente imaginan y crean mentalmente los movimientos corporales y las formas en que utilizarían las estructuras de estos espacios. De esta manera, al realizar físicamente lo anteriormente imaginado, se producen “contraespacios” o “heterotopías”, es decir, espacios imaginados a nivel utópico que, al situarse físicamente, alteran lo corporal y espacialmente esperado [vi]. Es importante destacar que los “contraespacios” subsisten con los espacios presuntamente reales, es decir, subsisten diversas maneras de experimentar los espacios, siendo la práctica de parkour una de éstas.

Estos ‘contraespacios’ se caracterizan fundamentalmente por las diversas formas que van adquiriendo sus estructuras dentro de la imaginación de quienes los experimentan, debido a que los practicantes de parkour imaginan y crean constantemente obstáculos en sus mentes, los cuales luego deben superar corporalmente. En este sentido, los practicantes de parkour son quienes rediseñan los lugares para realizar su práctica y sus movimientos: le dan otro sentido a las bancas, a las escaleras, a las barandas y, en definitiva, a todas las estructuras, creando un “mundo de obstáculos”.

Practicantes de parkour realizando saltos y “piruetas” en el aire

Ese “mundo de obstáculos” imaginado por los practicantes de parkour para ser experimentado físicamente, requiere de características y movimientos corporales específicos, los cuales se caracterizan por ser cada vez más “salvajes”, ya que los practicantes de parkour realizan una imitación de movimientos de algunos animales, buscando alcanzar y adquirir sus características.

Por ejemplo, el cuerpo de un practicante de parkour es un cuerpo que es capaz de desplazarse fluida y ágilmente por obstáculos de los (contra)espacios, así como los animales en su hábitat natural. Además, se ve reflejado un cuerpo liviano, debido a que existen movimientos, en especial saltos, en los cuales los practicantes se suspenden en el aire un tiempo prolongado sin caer al suelo, para desplazarse de un punto a otro.

Sin embargo, lo más importante es el reflejo de un cuerpo libre a través de los movimientos. En la práctica de parkour se muestra un cuerpo libre capaz de desplazarse por la ciudad y sus espacios públicos, sin limitarse por las estructuras presentes allí, ni tampoco por cómo se espera que los individuos se muevan corporalmente en los espacios públicos.

Practicantes de parkour en la Plaza Cienfuegos de la ciudad de Talca, Chile

Considerando lo ya planteado, es que la experimentación de los ‘contraespacios’ requiere de dos aspectos fundamentales: por un lado, imaginación y percepción; y, por otro lado, movimientos corporales. Estos aspectos determinan la relación “cuerpo-espacio público” dentro de la práctica de parkour: el realizar determinados movimientos corporales repercute en la forma de imaginar/percibir los espacios públicos; y el imaginar/percibir los espacios públicos de una manera distinta requiere de determinados movimientos corporales. 

Finalmente, es interesante cómo a raíz de la experiencia corporal de los practicantes de parkour podemos cuestionar nuestra propia forma de experimentar los espacios públicos: cómo los percibimos, cómo nos movemos corporalmente en ellos. Y también podemos preguntarnos cuántos (contra)espacios conviven en nuestras ciudades, o con cuántas experiencias de ciudad y espacios públicos convivimos.


La imagen de portada es parkour, de Alex B, vía Flickr


[i] Le Breton, David (2002). La sociología del cuerpo. Buenos Aires: Nueva Visión. (Orig., 1992), pp. 7-8.

[ii] Foucault, Michel (2002). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI. (Orig., 1975).

[iii] De Certeau, Michel (2000). La invención de lo cotidiano. Artes de hacer. México D.F.: Iberoamericana. (Orig., 1980).

[iv] Scarnatto, Martín (2013). Itinerarios del cuerpo y la ciudad. El caso del Parkour. En Gabriel Cachorro (ed.), Ciudad y prácticas corporales (pp. 267–292). La Plata: Universidad Nacional de la Plata.

[v] Leyden, Jennifer (2015). El arte del extravío: corporalidades y afectos en el parkour. Revista Corpo-Grafías: Estudios Críticos de y Desde Los Cuerpos, 2(2), 194–211.

[vi] Foucault, Michel (2010). El cuerpo utópico. Heterotopías. Buenos Aires: Nueva Visión.

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About The Author

Miguel Sepúlveda Salazar

Sociólogo de la ciudad de Talca, Chile. Actualmente, investigador en el Centro de Estudios Sociales e Investigación Local Episteme(s). Interesado por la investigación etnográfica, las prácticas corporales y el espacio urbano.

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