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La U en la Isla: Breve anatomía espacial de la chatarra

Blanca Callén 24 junio, 2014

El contenido de este post se enmarca en el proyecto de investigación “Políticas de la chatarra: innovación y experticia ciudadana en la reducción, reutilización y reciclaje de RAEE (residuos de aparatos eléctricos o electrónicos)”, desarrollado por la autora en la Lancaster University entre Enero del 2012 y Enero del 2014. La autora realizó su trabajo de campo etnográfico en las naves de la calle Puigcerdà, 127 entre el 15 de Noviembre y el 22 de Diciembre del 2012.

Ver: http://politicadechatarra.wordpress.com/

El 24 de Julio del año pasado, los habitantes de las naves de la calle Puigcerdà, 127, en el barrio del Poblenou, fueron desalojados. En un complejo de naves industriales ocupado, vivían y desarrollaban su principal actividad económica unas 300 personas, la mayoría de ellos inmigrantes ilegales venidos desde zonas subsaharianas. También vivían personas llegadas desde Marruecos, Rumanía, países Latinoamericanos, Europa o incluso Catalunya.

La vida en las naves giraba alrededor de la recolección, reciclaje y venta de chatarra y otros objetos y materiales encontrados en la calle. La principal labor de los habitantes de la nave consistía en recorrer las calles de la ciudad con sus carros de la compra y recolectar aquellas piezas de metal u otros objetos abandonados –pero quizás aún funcionales–, que se podían encontrar por las aceras y alrededor de los contenedores. Los habitantes de las naves desarrollaban una selección y reciclaje de residuos tan minuciosa y “al detalle”, y por parte de tantas personas simultáneamente, que difícilmente podría ser realizada a esos niveles contando con el actual número de trabajadores de limpieza o asumida bajo el actual presupuesto municipal. Mediante su actividad, estos recolectores informales recuperaban de la calle aquellos objetos y materiales desechados que escapaban de los circuitos institucionales de recogida selectiva y los re-introducían hacia otros circuitos de aprovechamiento donde eran de nuevo utilizados: ya sea en forma de materiales reciclados (como los metales que venden a chatarreros y llegan hasta las fundiciones para la posterior fabricación de nuevas piezas y componentes) o de objetos recuperados, reparados y puestos de nuevo en circulación en mercados de segunda mano, locales o internacionales, como los de sus países de origen en África.

De alguna manera, con su actividad, contribuían a un modelo de economía circular por el que materiales recuperados se reintroducían en el sistema de producción como nuevos recursos –materias primas recicladas– para la fabricación de nuevos componentes y bienes de consumo. En el caso de aquellos objetos que eran reparados y reutilizados, puestos de nuevo en circulación a través de mercados de segunda mano, el modelo económico que se ponía en juego iba un paso más allá y apuntaba a las denominadas economías de post-consumo. Así, al tiempo que se ganaban la vida a través de la basura y los residuos, de aquellos objetos y materiales que otros habían descartado como útiles, contribuían al fortalecimiento de una economía verde informal, del reciclaje y la reutilización, bajo esquemas de sostenibilidad y máximo aprovechamiento de los recursos.

Pero, ¿cuál era el lugar de esta actividad?, ¿cómo era su dimensión espacial?

01 Blanca 24062014Fotografía: Blanca Callén

La U

Las naves componían un antiguo complejo industrial en forma de U. En un extremo de la U se encontraba la entrada al recinto, rodeado por un muro. En el primer trazo de la U, siguiendo su grafía, encontrábamos a la izquierda los primeros almacenes de chatarra ocupados en su mayoría por población rumana y marroquí. Abundante espacio, una báscula electrónica y un cartel donde leer claramente las tarifas de cada tipo de metal –a euros por kilogramo– era toda la infraestructura necesaria para operar. De vez en cuando, se veían aparcados camiones de empresas cargando la chatarra acumulada en alguno de los almacenes. Los medianos chatarreros que ocupaban estos amplios almacenes compraban el material a los pequeños recolectores de la nave o de otros lugares y luego lo vendían a empresas de chatarra de la ciudad. Hacia el final de este primer pasaje, otra nave más grande alojaba numerosas viviendas y, en sus bajos, un almacén donde se compraba ropa, objetos de arte, zapatos, enseres, electrodomésticos… cualquier cosa susceptible de ser reutilizada. Muchos de los compradores eran los propios ocupantes de las naves pero también venía gente de fuera, habitantes de la ciudad. Frente a esta nave se abría un espacio, como una plaza, que reunía a unos y otros, invitaba al encuentro, a los saludos rápidos, a hacer un fuego durante el invierno. Muy cerca, otros almacenes más pequeños servían de bar-restaurante y lugares de reunión.

En la base de la U, en su trazado central, más naves servían de almacén para la compra de chatarra. Misma estructura: abundante espacio y una báscula electrónica que, en ocasiones, era facilitada por las propias empresas de chatarra a las que luego se les vendería material. Los precios eran iguales o muy similares entre todos los almacenes. Hacia el final del pasaje central, un taller de reparación de bicicletas. Las naves eran más elevadas que al comienzo de la U y las plantas de su interior se dividieron en viviendas de precaria infraestructura que acogían a casi 300 personas cada día, según los habitantes (más de 100, según el Ayuntamiento).

Girando, encontramos el último tramo de la U, sin salida en su final. A lo largo de ese último pasaje, más viviendas en las plantas superiores y espacios de ocio y almacenes de trabajo-viviendas en sus bajos. En uno de esos almacenes, en su interior, aparecían pequeñas barracas auto-construidas con materiales de la calle que servían de vivienda y pequeños almacenes de los recolectores. En su interior, camas, colchones, hornillos, enseres personales y bolsas con materiales o aparatos electrónicos acumulados –televisores, ordenadores, equipos de música– esperando a ser vendidos o enviados a sus países de origen para allí ser reparados y vendidos en mercados de segunda mano.

A este último tramo de la U, sin acceso en su extremo final, ya no llegaban los camiones que compraban la chatarra. Tampoco había grandes almacenes espaciosos para la compra y acumulación de la chatarra que llegaba a la nave. Básicamente, en el tramo final de la U, encontrábamos a pequeños recolectores que se afanaban en su trabajo por separar, extraer y seleccionar cuidadosamente el material recolectado durante el día anterior. Una vez separado según diferentes tipos de metal –cobre, hierro, latón, aluminio, chatarra general, etc.–, esta última era vendida inmediatamente a los intermediarios que ocupaban el trazado inicial y central de la U. Para el resto de materiales, se esperaba a acumular una mayor cantidad antes de venderlo dado que el precio que se pagaba por él era superior si su cantidad también lo era. La posición que se ocupaba en el trazado de la U condicionaba así la cantidad de espacio disponible para almacenaje, las opciones de disponer de una mejor infraestructura, la accesibilidad para vendedores y compradores externos a la nave y, en consecuencia, las posibilidades de hacer mejores tratos, ganar más dinero y acceder a un mayor estatus y categoría “profesional” dentro del comercio de la chatarra.

02 Blanca 24062014Fotografía: Blanca Callén

La Isla

Las naves ocupadas de la calle Puigcerdà pertenecen a Fincas Riana, cuya propietaria principal es la familia Iglesias Baciana. Esta familia preside y gestiona una fundación privada de carácter asistencial –Fundación Maite Iglesias Baciana– cuya finalidad es ayudar a mujeres sin recursos o en situación de riesgo para evitar la marginación social y mejorar su futuro. Tal y como se expone en el prólogo de un libro editado por la fundación y donde se relatan 15 historias ejemplares de mujeres asistidas por ella, su finalidad es “ayudar bajo todas las formas posibles a mujeres jóvenes menores de treinta años que sufren cualquier tipo de dificultad, fundamentalmente la económica, pero sin excluir la religiosa o moral”. Sus actividades han beneficiado a mujeres de países como Honduras, Etiopía, Tailandia o incluso España.

Durante el juicio celebrado contra los ocupantes de las naves, tras la denuncia interpuesta por la propiedad, la defensa de las personas que vivían en ellas alegaba razones humanitarias para parar el desalojo. Al menos, hasta encontrar un lugar apropiado donde reubicarlos bajo unas condiciones de vida digna. Una de las letradas de la defensa argumentaba: «El desalojo puede crear una crisis humanitaria. No tienen otra alternativa». Esto se justificaba por la supuesta incapacidad de los servicios sociales para hacerse cargo de la atención adecuada de sus ocupantes, la mayoría de ellos inmigrados ilegales. Otro de los argumentos de la defensa era el estado de abandono de las naves hasta la llegada de los ocupantes y la probabilidad de que fueran ocupadas de nuevo en caso de que quedaran vacías tras el desalojo. «Que los Derechos Humanos se impongan a los derechos de la propiedad», pedían a la jueza. El principal argumento de los abogados de los propietarios de la finca se basaba en el “peligro para la integridad” de sus ocupantes dadas las condiciones de ruina del recinto. Además, argüían que las razones humanitarias no eran objeto de ese juicio.

Antes del juicio, sin embargo, ya se sabía que el terreno que ocupaban las naves se encontraba afectado por un Plan Municipal de Urbanismo que planea construir en él una Isla Energética Autosuficiente. Aprovechando el solar de 12.000 metros cuadrados, el ayuntamiento prevé destinar una parte a la construcción de vivienda dotacional. El plan habrá de ser ejecutado en un plazo de tres años y se tiene prevista la construcción de más Islas Energéticas Autosuficientes en otras zonas de la ciudad. En palabras de Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, estas “súper-islas” se conciben como una “nueva célula urbana”, una “pequeña ciudad con carácter propio” que forma parte de una estrategia energética para regenerar la ciudad. La idea nuclear de estas islas es la autosuficiencia: una apuesta por la producción local y la autonomía energética desde la propia isla a través de una gestión de recursos más eficiente y sostenible. En la práctica, esto pasará por la instalación de cubiertas solares, usos mixtos de los espacios, calefacción conjunta para el barrio, reciclaje de agua o uso de vehículos eléctricos.

Desde el Ayuntamiento se habla de “barrios productivos y de velocidad humana” dentro de una red metropolitana “hiper-conectada” y de “emisiones cero”. Este plan urbanístico del gobierno municipal promete, siguiendo sus propios argumentos, una mayor calidad de vida, mejora social y valor añadido a los barrios, fomentando a su vez el desarrollo sostenible y la llamada economía verde. Este plan, junto con otras iniciativas municipales, como el Congreso y Exposición Mundial de Smart Cities; su programa de e-movilidad y el proyecto bicing; el uso de sensores para la medición de la contaminación acústica o aérea, la gestión del tráfico o la gestión de residuos (mediante la instalación de sensores en contenedores que avisan cuando el nivel de basuras llega al necesario para su recogida); o el impulso del 22@ –en el mismo barrio, Poblenou, donde se encontraban las naves–, han situado a Barcelona en el cuarto lugar del ranking de las ciudades más inteligentes de Europa, a juicio de Boyd Cohen, co-autor del libro “Capitalismo climático”. En palabras del propio ayuntamiento, la alianza entre el consistorio y empresas multinacionales de la telecomunicación como CISCO, “permitirá profundizar y exportar por todo el mundo el modelo de innovación urbana, económica y social que representa Barcelona”, convirtiéndose así en una Smart City de referencia mundial.

El máximo y primer exponente de ese intento de combinación entre una planificación urbana inteligente y la innovación empresarial en la ciudad lo ocupa, sin duda, el distrito del 22@. Tras un intenso proceso de gentrificación, el ayuntamiento consiguió reunir en su territorio a numerosas empresas, universidades e instituciones “punteras, dinámicas e innovadoras” dedicadas al campo de la comunicación, la investigación o la transferencia tecnológica, tal y como describe en su web el propio ayuntamiento. De ahí el sobrenombre oficial de “distrito de la innovación”. Bajo este proyecto, se transformaron 200 hectáreas de suelo industrial del barrio del Poblenou en “espacios modernos para la concentración estratégica de actividades intensivas en conocimiento”.

Las naves estaban situadas a sólo dos paradas en tranvía del 22@. Un año antes del juicio que llevó al desalojo, el consejero de interior, Felip Puig (CiU) aseguraba que los Mossos actuarían “tarde o temprano” para devolver a sus propietarios las naves. Y añadía: “Han cronificado en un espacio privado una actividad lucrativa que es el reciclaje de chatarra”.

03 Blanca 24062014Fotografía: Kat Ainger

Apuntes espaciales

En los párrafos anteriores hemos tratado de desplegar descriptivamente las múltiples dimensiones espaciales que, a diferentes escalas, articulaban las actividades de recolección y reciclaje informales de chatarra para los habitantes de las naves de la calle Puigcerdà, 127. Sin ser del todo completas ni pretendiendo agotarlas, hemos querido apuntar algunos lugares, disposiciones y dinámicas espaciales y urbanísticas que modulaban y condicionaban esta actividad económica: ya sea desde una micro-escala, como la de los interiores de los almacenes, o desde una escala de ciudad, como la de los planes urbanísticos que afectaban a su área de vivienda y trabajo. Así, los recolectores informales diferían en su capacidad para generar valor a partir de residuos según la posición relativa que ocupaban en este breve mapa multi-situado y escalar: según su posición en la U dentro de esa potencial Isla Energética Autosuficiente que representa el modelo de ciudad que trata de imponerse en la actualidad. Su agencia política y epistémica, su capacidad de acción en las actividades económicas en torno a la chatarra o en el terreno de la participación social, estaba condicionada y delimitada por este cruce de dimensiones espaciales que operaba en su día a día: desde las dimensiones físicas y la localización exacta de sus almacenes, hasta el lugar que ocupaban las naves en el entramado de la ciudad. Eso sin contar con otras dimensiones territoriales más obvias y contundentes como son las fronteras políticas y geográficas entre países.

Nuestro objeto de interés inicial, la basura y chatarra recolectadas de las calles, nos ha permitido conectar elementos aparentemente dispares y dotarles de cierta lógica y sentido explicativo: ¿qué relación podría haber entre una Fundación privada de carácter asistencial y la empresa de telecomunicaciones CISCO?, ¿qué conecta a un recolector informal con un sistema de cubiertas solares o un Congreso Mundial de Smart Cities? Las conexiones entre estos agentes, objetos y eventos tienen la capacidad de explicar, parcialmente, algo tan particular como es la recogida y reciclaje informal de los desechos de una ciudad. Y todos estos elementos en relación son, de alguna manera, constitutivos de dicho proceso. Pero lo que se nos hace más relevante de este ejercicio descriptivo es que, a partir del espacio y sus múltiples dimensiones, podemos visibilizar algunos órdenes sociales que operan en nuestra vida cotidiana, en la ciudad: ¿qué órdenes emergen, se establecen, persisten o cuáles se facilitan desde espacios institucionales?, ¿qué otros los resisten, subvierten, tratan de ocultarse o incluso se reprimen? Las relaciones de poder atraviesan entonces estos trazados espaciales en todas sus escalas y niveles. Encontramos jerarquías de diferente grado en todas partes y lugares, sin importar la posición que se ocupe en este mapa: al interior de la U y fuera de ella, al interior de la Isla y en la ciudad. Algunas actividades económicas son más accesibles para unos que para otros; algunas de estas actividades son tachadas de “lucro”, pero mientras para unos es simple supervivencia, para otros es enriquecimiento. Algunas actividades ilegales podrían ser legítimas mientras que otras actividades legales podrían no serlo. Un mismo almacén puede ser lugar de vivienda y trabajo pero también una oportunidad para la especulación económica o para desplegar y presentar un modelo de ciudad a ojos del mundo. Algunos procesos de innovación y de transferencia de conocimiento, como la creación de valor a partir de residuos, son acogidos por las autoridades y alojados en el “distrito de la innovación”, mientras que otros son perseguidos y desalojados del área.

Estos breves apuntes descriptivos sobre el espacio nos sugieren un mapa de la desigual distribución de recursos, derechos sociales, legitimidad epistémica y política o responsabilidades económicas que afectan a los habitantes de una ciudad, sean o no considerados como ciudadanos. Quién puede o no participar de la economía y del debate político, qué modelos particulares de economía se favorecen y qué otros se persiguen, qué significa una Smart City o la “economía verde” o qué y para quién una ciudad es o no sostenible, son cuestiones que podríamos responder, en gran parte, prestando atención a la dimensión espacial de nuestras acciones. O centrando nuestra mirada y tomando como referencia un elemento aparentemente tan vago e indefinido como es la basura y nuestros residuos.

Bibliografía consultada

Información sobre el plan de Islas Energéticas Autosuficientes: http://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20120720/54327943769/nave-inmigrantes-poblenou-hacer-pisos.html

http://www.sostenibilitatbcn.cat/index.php/superilles

Agencia de Energía de Barcelona: http://www.barcelonaenergia.cat

Noticias sobre Barcelona- Smart City:

http://www.elperiodico.com/es/noticias/barcelona-smart-city/barcelona-pasos-gigante-hacia-ciudad-inteligente-2944877

http://www.fastcoexist.com/3024721/the-10-smartest-cities-in-europe

Web del 22@: http://www.22barcelona.com

Información sobre la relación de colaboración entre el Ayuntamiento de Barcelona y la empresa CISCO: http://w110.bcn.cat/portal/site/HabitatUrba/menuitem.a12e447ae4a24b6272d572d5a2ef8a0c/?vgnextoid=9b2f17d4b8673410VgnVCM1000001947900aRCRD&vgnextfmt=formatDetall&vgnextchannel=cabfacea74317310VgnVCM10000072fea8c0RCRD&lang=es_ES

CISCO España: http://www.cisco.com/web/ES/index.html

Fundación Maite Iglesias Baciana: http://www.fmib.org

Declaraciones de Felip Puig: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/07/17/catalunya/1342553200_555820.html

Noticias sobre el juicio por el desalojo de las naves:

http://es.noticias.voxquo.com/noticia-detalhe-media.asp?id=578741&t=La-defensa-de-los-subsaharianos-de-Poblenou-alega-en-juicio-razones-humanitarias-para-no-desalojarlos

http://www.publico.es/actualidad/456971/el-juez-decide-hoy-si-desaloja-el-mayor-asentamiento-de-barcelona

Noticias sobre el desalojo de las naves:

http://www.eldiario.es/catalunya/nave-ocupada_0_156434445.html

http://www.publico.es/actualidad/459367/los-mossos-desalojan-el-mayor-asentamiento-de-inmigrantes-de-barcelona

http://www.elperiodico.com/es/noticias/barcelona/desalojo-nave-inmigrantes-calle-puigcerda-poblenou-2527209

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About The Author

Blanca Callén

Formada como Psicóloga Social en la Universitat Autònoma de Barcelona, donde realizó su tesis doctoral sobre tecnoactivismo y la producción de conocimiento tecnológico a través del Software Libre en Riereta.net. Interesada por la dimensión material de la tecnología, desarrolla un proyecto post-doctoral en la Universidad de Lancaster sobre experticia ciudadana y prácticas informales innovadoras frente al problema de la basura electrónica. Sus líneas de trabajo giran alrededor de la acción política colectiva y las relaciones de poder, los estudios sociales de la ciencia y la tecnología y las epistemologías feministas, desde metodologías cualitativas. Paralelamente, ha trabajado como docente de estas áreas en diferentes universidades.

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