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Salvando las distancias: el locutorio como viaje y el viaje como lugar

María del Carmen Peñaranda y Andrés di Masso 2 julio, 2013

Algunos espacios son lo que son no tanto por cómo y para qué fueron pensados, sino por cómo sus habitantes se apropian de ellos y por las relaciones que se dan en su interior. Así ocurre con los locutorios que, aunque pensados en sus inicios como lugares de acceso a las tecnologías, han adoptado un nuevo papel social: sin perder este carácter tecnológico (finalmente, siguen conteniendo artefactos tecnológicos que permiten la comunicación y el intercambio de información), se han convertido en espacios de encuentro y relación en la ciudad, especialmente para el colectivo migrante. Un colectivo migrante que suele hacer uso de Internet y del teléfono para comunicarse con los familiares y amigos que quedaron en origen o que se movieron a otros destinos migratorios.

Los locutorios, que comenzaron a aparecer hace dos décadas, llenaron nuestras ciudades de pequeños enclaves de conexión a las tecnologías, facilitando el acceso a éstas gracias, en parte, a la asequibilidad de los precios que ofrecían. Este auge de los locutorios coincidió con el incremento de la llegada de migrantes al Estado español, en una época en la que tener Internet, teléfono fijo o teléfono móvil era prácticamente un lujo, especialmente para esta población en tránsito. Los locutorios vinieron, además de a facilitar este acceso a las tecnologías, a cubrir la necesidad de contacto y conexión que se tiene cuando la base afectiva está en otro lugar, cuando son océanos enteros o miles de kilómetros los que te separan de los tuyos.

Conectarse. Los locutorios contienen tecnologías que permiten la comunicación. Ordenadores con conexión a Internet que nos invitan a viajar por la red y, muy especialmente, a mantener el contacto, casi cotidiano, con los nuestros. A éstos, los vemos gracias a las videollamadas, y junto con las fotografías, nos devuelven imágenes actualizadas de ellos. Madres y padres que ven crecer a sus hijos e hijas. Hijos e hijas que ven cómo sus padres y madres se hacen mayores. Fiestas de cumpleaños y festejos navideños que se celebran simultáneamente en dos lugares, aquí y allí. Teléfonos con tarifas económicas y tarjetas telefónicas de prepago para llamadas internacionales, que permiten llamar casi a diario y escuchar la voz, esa voz que nos acerca al otro y que nos deja leer entre líneas cómo realmente está y se siente (la voz habla, nunca mejor dicho, y expresa a veces más con su tono e intensidad, que la propia palabra). Envío de remesas económicas, para contribuir y sostener la vida de la familia en origen.

Cerrar la puerta de la cabina y hacer una llamada de teléfono, entrar en Facebook, iniciar una videollamada en Skype, nos transporta a otro lugar; un lugar lejano pero próximo al mismo tiempo. Un lugar afectivo, a veces cálido, donde uno se encuentra con los suyos para hablar y compartir, donde se hacen planes para volver a ser familia de mano de la reagrupación, donde se habla de lo que duele y de lo que genera alegría, donde se cuida y se ama, donde se discute porque las cosas no salen como uno quisiera, donde a veces se oculta la preocupación y otras veces se expresa el desánimo, donde uno intenta ser y hacer familia y mantener la amistad desde lejos. Espacios lejanos que se sienten próximos por unos minutos. Puentes virtuales que se tienden con el origen y que nos hacen creer, por un momento, que los que están lejos, no lo están tanto. El locutorio como viaje. Viajamos, y transitamos entre el aquí y el allá.

Locutorio 02 - by Mamen Peñaranda

Transitando. Y no solo nos movemos entre el aquí y el allá. También se dan entradas y salidas en el locutorio. Constantemente. Lejos de ser un lugar inmóvil, todo se mueve en su interior. Llamadas puntuales, recargas de móviles, conexiones breves y algunas más largas, compra de tarjetas, impresión de documentos, conversaciones breves porque pasaba por ahí, hacen del locutorio un espacio dinámico, que se acercaría a la idea del no lugar de Marc Augé. Un no-lugar donde se transita, donde se permanece solo de forma temporal. La información circula en el mismo espacio (en el boca a boca, en los papelitos de colores y en el tablón donde se anuncian y comparten informaciones de interés, en todo lo que sabe –casi de cualquier tema- el encargado que suele esconderse tras el mostrador) y entre espacios, esto es, entre aquí y allí, entre allá y más allá (comunicaciones que circulan por los cables, en forma de palabras dichas, de palabras escritas, de fotos e imágenes que van y vienen). Y las personas también circulan, a veces sin apenas rozarse o sin intercambiar una palabra. Entran y salen y, antes de salir, pagan unas monedas por el servicio consumido. Lugar de paso. ¿O quizás no? A veces la temporalidad se convierte en permanencia. A veces uno apenas se mira, pero otras veces se coincide con el otro, y esta coincidencia nos invita a permanecer, a conversar y a regresar al lugar, una y otra vez.

Locutorio 03 - Mamen Peñaranda

Coincidir. A veces se coincide con el otro, con ese otro que es igual a nosotros. Ese otro migrante que utiliza el locutorio para comunicarse, pero también para encontrarse con esos otros con los que compartir esa experiencia que, siendo única, también es compartida. El locutorio se resignifica a partir de estas relaciones sociales que se establecen entre las personas que lo habitan, y se erige como lugar de encuentro y centro de reunión, donde activar la red de apoyo social. La red ofrece apoyo para encontrar trabajo, para buscar piso o habitación, para buscar asesoría para arreglar los papeles. En la red se comparten recomendaciones para hacer esto y aquello, para sobrevivir a la ciudad y a una burocracia que no siempre es sencilla de entender. La red facilita el compartir la experiencia y las dificultades, la precariedad y las posibilidades, la añoranza y las esperanzas. La red, por lo tanto, no solo permite el acceso a información útil y necesaria, sino que también ofrece posibilidades de afecto. La red no solo pone en juego recursos, sino que también articula contactos entre las personas. Es por esto que el locutorio se convierte en un centro de relaciones, en un punto de encuentro a partir del cual establecer una red de contactos. Contactos con esos otros iguales con los que nos identificamos, en los que nos reconocemos.

Reconocerse. En el otro y con el otro. En el locutorio se dan una suerte de interacciones que te permiten no solo conocer al otro, sino reconocerte en él. Migrantes que cuentan que van al locutorio porque se encuentran con otros con los que se identifican. Se reconocen en la historia común y compartida, en esas dificultades y pequeños/grandes triunfos cotidianos que dan forma al día a día, en la cotidianidad-atravesada-por-la-distancia, pero también en la forma de hablar y en la forma de nombrar a las cosas. Se reconocen en los otros, y se reconocen en el espacio. En el espacio locutorio suena música que les transporta al origen, y cuyas letras dan cuenta del vivir migrante lejos del hogar. En el espacio locutorio se aglutinan elementos, como banderas, imágenes y fotografías, acentos y frases hechas que resultan familiares, golosinas en pequeño formato que trasladan “allá” de la mano de las agujas de aquel reloj que marca la hora del país distante. Elementos, objetos y palabras con los que inventar un viaje afectivo transgresor de cualquier frontera material. Un viaje como lugar: un lugar con identidad propia y compartida; un lugar donde reconocerse y reconocer al otro; un lugar donde quedarse y construir vínculos; un lugar desde el que vivir, de otro modo, la distancia.

Locutorio 04 - Mamen Peñaranda

Epílogo. Las últimas noticias aparecidas en prensa sobre los locutorios nos cuentan que están en crisis. En los dos últimos años, ha aumentado el número de locutorios que ha tenido que cerrar, y hay quien apunta hacia esta tendencia. La crisis económica ha afectado de forma decisiva al colectivo migrante en España, devastando vidas y familias enteras. Frente a esta situación, hay inmigrantes que han optado por retornar, mientras aquellos/as que se quedan adoptan una economía del ahorro, que afecta también a sus dinámicas de comunicación con el origen, reduciendo la duración y espaciando sus llamadas. Lo mismo ocurre con el dinero que se envía a origen: la frecuencia y la cantidad han disminuido también de forma importante. He aquí una posible explicación a la “crisis” de los locutorios, aunque no es la única. Las nuevas ordenanzas municipales que regulan estos establecimientos están poniendo cada vez más trabas a la apertura y mantenimiento de estos negocios. Aunque algunos locutorios han intentado diversificar su negocio incorporando otros productos y servicios para afrontar esta situación de crisis, tienen también que competir con las grandes empresas de telecomunicaciones: ahora es más fácil y económico disponer de acceso a Internet desde casa, así como de un teléfono móvil. Fuertes competidores, y no solo a nivel económico, sino también a nivel de uso cotidiano. Como apuntan algunos migrantes, tener la tecnología en casa te permite recuperar una intimidad que el locutorio, quizás, nunca logró ofrecer completamente. Las conversaciones desde el hogar permiten tirarse en el sofá y dejarse llevar por la conversación, o dar las buenas noches antes de apagar la luz de la mesilla. Es una cuestión de intimidad, o quizás más de comodidad.

Sea cual sea el futuro de los locutorios, aunque desde aquí no dejamos de ser optimistas respecto a su supervivencia como negocio y como espacio de vinculación social, entendemos que los locutorios son espacios que, como otros muchos, nos dicen y explican cosas sobre la sociedad en la que vivimos. El locutorio no es un espacio vacío de contenido sino que en él confluyen aspectos macro y microsociales (condiciones económicas y legales, tecnologías y comunicación, redes sociales, identificación y construcción de la categoría de inmigrante, fronteras, familias migrantes, distancias y proximidades, etc.) que participan, como hemos pretendido mostrar, en la producción de nuevas realidades y relaciones sociales.

 

Otros textos para pensar más sobre los locutorios:

Feliu, J.; Peñaranda, M.C. y Gil, A. (2012). Comunidades imaginadas: nacionalismo banal en los locutorios de Barcelona. AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana, 7 (2), 199-226.

Íñiguez-Rueda, L.; Martínez, L.M.; Muñoz-Justicia, J.; Peñaranda-Cólera; M.C. y Vitores, A. (2012). Telecenters as Association Stations: The Role of Information and Communication Technologies in Migratory Processes. Migraciones Internacionales, 6 (4), 75-105.

Peñaranda-Cólera, M.C.; Vitores, A.; Martínez, L.M.; Muñoz-Justicia, J. e Iñiguez-Rueda, L. (2011). El acceso público a las tecnologías de la información y la comunicación: El lugar de los locutorios en los procesos migratorios. Papeles del CEIC, 2011/1, nº 70.

Peñaranda, M.C. (2008). ¿Tecnologías que acercan distancias? Sobre los “claroscuros” del estudio sobre la(s) tecnología(s) en los procesos migratorios transnacionales. En Enrique Santamaría (Ed.), Retos Epistemológicos de las Migraciones Transnacionales (pp. 135-167). Barcelona: Anthropos.

Peñaranda, M.C. (2005) El locutorio como espacio social transnacional: una mirada psicosocial. Athenea Digital. Revista de Pensamiento e Investigación, 8.

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About The Author

María del Carmen Peñaranda y Andrés di Masso

María del Carmen Peñaranda es profesora de psicología social en la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus intereses de investigación versan sobre el papel de las tecnologías de la información y la comunicación en la constitución y redefinición de las formas de relación y vinculación social en las sociedades contemporáneas, específicamente en aquellas en las que participan población migrante y/o en tránsito. Andrés Di Masso es profesor de psicología social y psicología política en la Universidad de Barcelona. Dedica su investigación al análisis ideológico de los procesos de subjetivación que configuran y regulan las relaciones "psicológicas", sociales y territoriales con/en el espacio, con especial atención al espacio público.

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