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La metáfora del tránsito en los estudios urbanos

Jorge Sánchez Naudín 28 abril, 2017

Ash Amin y Nigel Thrift (2002) conciben un nuevo urbanismo, una declaración de intenciones, en el que el énfasis se pone en entender las ciudades como formaciones espacialmente abiertas y atravesadas por muy diferentes tipos de movilidades, desde flujos de personas a mercancías e información. De esta forma, las barreras de la ciudad se han convertido en algo permeable y extenso geográfica y socialmente hablando: la ciudad necesita ser explicada atendiendo a su composición como amalgama de procesos desarticulados y caracterizados por su heterogeneidad social; un lugar de conexiones cercanas y lejanas, donde es preciso reconceptualizar lo local y lo global; y en las que se produce una concatenación de ritmos continuos. Esta lectura de la ciudad, en términos de tránsito y transitorio, se relaciona con lo dinámico, lo efímero, lo inestable y lo impredecible.

Para Michel De Certeau (1999), la ciudad se convierte en el escenario privilegiado para su propuesta del poder como una relación dialéctica entre disciplina y anti-disciplina. Sobre la base de la microfísica del poder de Foucault, el espacio social o habitado es el resultado de un conflicto permanente entre poder y resistencia al poder: la ciudad, desde la disciplina institucionalizada, será el lugar donde el poder es organizado y administrado racionalmente; desde la anti-disciplina, la ciudad es el espacio donde se producen y acogen transformaciones y apropiaciones de movimientos de resistencia al orden dominante. Las líneas del deseo [i] ejemplifican de una manera muy ilustrativa esta cuestión: la disciplina del urbanismo y los planeadores urbanos ordenan nuestros tránsitos para que los ciudadanos podamos subvertirlos mediante nuestras prácticas cotidianas como el caminar. En este sentido, el andar se concibe como un espacio de enunciación: una práctica significante capaz de inventar espacios (De Certeau, 1999). La ciudad, por tanto, para este autor, ya no parece tan predecible.

Fuente: http://www.yorokobu.es/las-lineas-del-deseo/

Siguiendo con nuestra idea del tránsito como horizonte de lectura y comprensión de la ciudad y lo urbano, Manuel Delgado (1999) recoge la idea de De Certeau de que el espacio es un texto que alguien escribe, pero que no se podrá leer, esto es, un discurso que sólo puede ser dicho y que sólo resulta audible en el momento de ser emitido. De esta idea subyace una cuestión fundamental en torno al tránsito: la ciudad se lee con términos como lo efímero y lo inestable; esto es, lo transitorio. La ciudad y lo urbano se actualiza y reactualiza de una manera continua.

Siguiendo con esta idea de lo transitorio, Manuel Delgado (1999) establece una diferencia fundamental entra la ciudad, entendida como “una composición espacial definida por la alta densidad poblacional y el asentamiento de un amplio conjunto de construcciones estables” (que, en mi caso, lo leo como un marco apriorístico material, esto es, un escenario); y lo urbano, entendido como “un estilo de vida marcado por la proliferación de urdimbres relacionales deslocalizadas y precarias” (Delgado, 1999, p. 23), y que está constituido y definido por oposición a cualquier cristalización estructural. Esta base epistemológica, le sirve a este autor para definir la antropología urbana [ii] y su objeto de estudio [iii].

Esta concepción de la ciudad y lo urbano rompe de una manera clara con los postulados de la Escuela de Chicago. Por ejemplo, Robert Ezra Park (1999), entiende la ciudad no sólo como un artefacto, sino con un organismo. Para ello, acuña la idea de regiones morales o áreas naturales en que podía ser dividida: la ciudad es una constelación de áreas naturales cada una de las cuales posee su medio característico y ejerce una función específica en la economía global de la ciudad. De esto subyace la idea de que la ciudad, con sus áreas naturales, constituye un marco de referencia, es decir, un dispositivo de control del comportamiento humano. Manuel Delgado (1999) incide en esta idea: se presupone que las áreas naturales se corresponden con la ubicación topográfica de comunidades humanas identificadas e identificables, culturalmente determinadas, segregables en su entorno y con un carácter endógeno, o lo que es lo mismo se hacían cuerpo encerrándose o siendo encerradas en sus respectivos guetos (Delgado, 1999, p. 42). La ciudad es vista entonces como un mosaico en el que cada una de las partes están separadas unas de las otras y dentro de las cuales cada comunidad podría vivir de manera autónoma e independiente.

La contraposición, por tanto, es clara. Si la ciudad se presenta zonificada en áreas en las que vivirán de una forma aislada sus comunidades, no ha lugar para estudiar una realidad más dinámica e inestable (Delgado, 1999), ni sus conexiones, su heterogeneidad social ni sus ritmos (Amin y Thrifth, 2002).

En este sentido, y siguiendo con las ideas que articulan una nueva manera de entender la ciudad, Amin y Thrift (2002), proponen el uso de la metáfora con el fin de captar prácticas recurrentes. Así, emerge la transitividad, entendida como tránsito, esto es, que pasa y se transfiere de un sitio a otro y, por esto mismo, adquiere su sentido de transitorio, de efímero, resbaladizo e inestable. Junto con esta idea de transitividad, emerge su cualidad de porosa, que permite a la ciudad actualizarse de una forma constante por la cantidad de flujos que penetran en y a través de ella. De esta forma, la ciudad se lee como un lugar de interconexiones e improvisación resultante de su porosidad al pasado y sus diferentes influencias espaciales. Parece claro entonces que ya hemos sentado las bases epistemológicas (al menos una ligera idea) de las nuevas lecturas que presentan las ciudades y los procesos urbanos contemporáneos. Ahora bien, ¿cómo nos acercamos metodológicamente para dar cuenta de esta(s) nueva(s) realidad(es)?

Empezaremos por la propuesta del urbanismo contemporáneo de renovar la tradición del flâneur [iv] para leer la ciudad desde los indicios que nos presenta a nivel de la calle: es precisamente la sensibilidad que presenta esta figura la que permite relacionar el espacio, el lenguaje y la subjetividad necesarios (Amin y Thrift, 2002). Una primera cuestión importante subyace de la idea del flâneur que transita a la deriva: el conocimiento que vamos a obtener de la ciudad va a ser parcial, no va a producir generalizaciones de la ciudad porque la lectura se hace de una posición de sujeto determinada [v].

Ahora bien, en un contexto en el que la ciudad contemporánea se extiende ilimitadamente y se caracteriza por conexiones múltiples y una actualización constante que la hacen adaptarse a flujos de mercancías, personas o símbolos, parece que el conocimiento poético del flâneur no es suficiente y la transitividad precisa ser captada mediante otros medios.

Paul Gavarni, Le Flâneur, 1842

Una primera dirección de respuesta la podemos encontrar a través de las posibilidades que nos proporciona la etnografía multisituada, y que pretende responder al reto que supone hacer etnografía en unos contextos sociohistóticos caracterizados por múltiples conexiones e interacciones, donde lo global es inseparable de lo local y de lo cotidiano, y donde se articulan y establecen interconexiones en sitios, escalas y contextos diferentes. Al fin y al cabo: “cómo construir el espacio multisituado que el etnógrafo recorre” (Marcus, 1995, p. 105).

Otra dirección de respuesta bien puede iniciarse en las aportaciones de la Teoría del Actor Red (ANT) a los estudios urbanos. Farías y Bender (2010), recogen las aportaciones de autores como John Law, Bruno Latour y Annemarie Mol. Así, proponen una manera alternativa de entender ese objeto de estudio resbaladizo que es la ciudad, a través de tres aportes fundamentales de la ANT: (a) las ciudades son un producto variable de prácticas concretas que se construyen in situ; (b) por tanto, la ciudad no se construye socialmente, sino que se representa en redes de cuerpos, materialidades, tecnologías, objetos y humanos; y (c) la ciudad deviene un objeto múltiple en el que diferentes realidades son representadas de una forma deslocalizada espacial y temporalmente. Para ello, proponen un desplazamiento del objeto de estudio: de la ciudad a los ensamblajes urbanos [vi].

Fuente: https://suzanneodonovan.wordpress.com/research-theory/performative-assemblages-_-m-arch-year-2-architectural-discussion/


[i] http://www.yorokobu.es/las-lineas-del-deseo/

[ii] La antropología urbana se presenta, por tanto, como una antropología de lo que define la urbanidad como forma de vida, esto es, “de disoluciones y simultaneidades, de negociaciones minimalistas y frías, de vínculos débiles y precarios conectados entre sí hasta el infinito, pero en los que los cortocircuitos [léase en forma de conflicto dialéctico como presentaba De Certeau] no dejan de ser frecuentes” (Delgado, 1999, p. 26).

[iii] El objeto de estudio de la antropología urbana serán “estructuras líquidas, ejes que organizan la vida social en torno a ellos, pero que raras veces son instituciones estables, sino una pauta de fluctuaciones, ondas, intermitencias, cadenas irregulares, confluencias, encontronazos…” (Delgado, 1999, p. 26).

[iv] Y de la que podemos seguir sus andaduras a través de los textos de Poe (1840), Baudelaire (1864) y Benjamin (1992).

[v] De nuevo, vemos la ruptura con la tradición de estudios urbanos de la Escuela de Chicago. Tal y como apuntaba Robert Ezra Park (1999), la comunidad urbana, en su crecimiento y organización, representa un complejo de tendencias y sucesos que pueden ser conceptualizados y objeto de un estudio independiente. Esto encierra la idea implícita de que la ciudad constituye una entidad dotada de una organización característica y de una historia típica, y que las distintas ciudades son lo bastante parecidas como para que, dentro de ciertos límites, lo que se sabe de una pueda suponerse como cierto en otras. Esto es, una tendencia hacia la generalización. Además, la ecología sociológica urbana heredera de la tradición chicaguense se concentró en los datos de conjunto y desatendió la visión interior: a pesar de los primeros estudios de Anderson (1923), Thraser (1927), Wirth (1928), Zorbaugh (1929) y Cressey (1932) considerados como antropología (Hannerz, 1993), la sociología urbana, se empieza a separar de la etnografía.

[vi] Para estos autores “la noción de ensamblajes urbanos, en plural, ofrece una base potente para captar de nuevo la ciudad, como un objeto que está siendo implacablemente ensamblado a emplazamientos concretos de la práctica urbana o, por decirlo de otra manera, como una multiplicidad de procesos en devenir, redes socio-tecnológicas de fijación, colectivos híbridos y topologías alternativas. Desde esta perspectiva, la ciudad se convierte en un objeto difícil y descentralizado, que no puede ya ser dado por hecho como un objeto claramente delimitado, ni como un contexto específico o un emplazamiento delimitado” (Farías y Bender, 2010, p. 2).


Amin, A. y Thrift, N (2002). Cities. Reimagining the Urban. Cambridge/Malden: Polity Press.

Baudelaire, C. (1864). “Los ojos de los pobres”, Poema número 26 de El spleen de París (Los pequeños poemas en prosa). Recuperado de https://es.wikisource.org/wiki/Los_ojos_de_los_pobres

Benjamin, W (1992). Nápoles. En: Cuadros de un pensamiento. Buenos Aires: Imago Mundi, pp. 13-26.

De Certeau, M. (1999). Andar en la ciudad. En L. Giard (ed.) La invención de lo cotidiano I: Artes de hacer. Recuperado de http://www.bifurcaciones.cl/007/reserva.htm

Delgado, M. (1999). El animal público. Hacia una antropología de los espacios públicos urbanos. Barcelona: Anagrama.

Farías, I. y Bender, T. (2010). Urban Assemblages: How Actor-Network Theory Changes Urban Studies. London: Routledge.

Hannerz, U. (1993). Etnógrafos de Chicago. En: Exploración de la ciudad: hacia una antropología urbana. México: Fondo de Cultura Económica, pp. 29-72.

Hurst, M. (17 de Noviembre de 2014). Las líneas del deseo nos ayudan a diseñar ciudades más humanas. Recuperado de http://www.yorokobu.es/las-lineas-del-deseo/

Marcus, G. (1995). Ethnography in/of the World System: The Emergence of Multisituated Ethnography. Annual Review of Anthropology, 24, pp. 95-117.

Park, R. (1999). La ciudad como laboratorio social. En E. Martínez: La ciudad y otros ensayos de ecología urbana. Barcelona: Ediciones del Serbal, pp. 115-126.

Poe, E. A. (1840). El hombre de la multitud. Recuperado de http://www.bifurcaciones.cl/006/reserva.htm

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About The Author

Jorge Sánchez Naudín

Psicólogo (de la Intervención) Social. editorURBS. Concibo el espacio y las ciudades como algo efímero que se articula en torno a prácticas, discursos, tecnologías, ideologías y relaciones sociales. Y sobre estas líneas intento ensamblar trabajos de investigación. Además, consulto y me consultan, e intento establecer diálogos con lo urbano a través de la fotografía. Esto hoy. Mañana, ya veremos. Twitter: / Instagram: onai_ram

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