La creatividad ha venido para quedarse. Aprender, estudiar, emprender, cocinar, diseñar, escribir, el ocio o el turismo, entre otros, será creativo o no será. El término atraviesa, dimensiona y gobierna, en términos foucaultianos, buena parte de nuestras prácticas y actividades. La ciudad creativa emerge así como un paradigma de planificación, gestión e intervención que, a través del marketing urbano, pretende dar valor añadido a las ciudades e insertarlas en los circuitos y flujos del mercado. En este sentido, para una comprensión de la ciudad creativa, hemos de tener presente que sus principios descansan y dependen de la conocida economía creativa [i].
Las actividades, bienes y servicios que surgen de la economía creativa aterrizan en las zonas urbanas de las ciudades a través de diferentes representaciones. Por un lado, a través de la pintura, literatura, cine, fotografía, música, o el diseño (arquitectura, planificación urbana, estudio gráfico o editorial). También mediante la presencia del patrimonio cultural y la arquitectura. O incluso a través de actividades culturales en espacios urbanos específicos como eventos, festivales, exposiciones o conciertos. La cultura, por tanto, a través de las industrias culturales y creativas, tiene en la ciudad un marco privilegiado para sus actividades [ii].
Lo que nos interesa, por tanto, es analizar las formas en las que la creatividad aterriza en la ciudad y las configuraciones y reconfiguraciones que surgen y emergen en la vida urbana. Para ello, en un primer momento, limitaremos nuestra mirada a un evento concreto que se produce en un espacio y a una escala de barrio, aun cuando volveremos después sobre esta cuestión.
El escenario que se pretende analizar es conocido popularmente como Las Armas [iii]. Nos encontramos, por tanto, ante una forma de regeneración urbana a través de las industrias creativas y culturales en un espacio situado en el distrito del Casco Histórico de Zaragoza; que se encuentra en un proceso de transformación del espacio urbano en lugar de entretenimiento, ocio y locales de emprendedores creativos. Lo que parece claro es que estas estrategias de regeneración tienen en común la creencia en un proceso de globalización que está íntimamente ligado a un cambio desde la producción industrial a la producción cultural o informacional. Esta forma de desarrollo urbano depende fuertemente de unas políticas relacionadas con el post-fordismo, la sociedad red y de la información, la globalización y la movilidad (Slater y Aritztia, 2010).
¿Por qué hablar de burbujas, espumas y mareas en red? Cuando uno tiene en su cabecita un objeto de estudio, como el que aquí se define, o un concepto sobre el que se quiere dar cuenta de, como la creatividad (proveniente de la metanarrativa en torno a la ciudad creativa), su praxis analítica tiende a no descansar y a dejarse descubrir por otras miradas, por otras formas de hablar, que pueden decir algo (más) de lo que uno haya dicho. En este sentido, vaya mi agradecimiento por delante a este texto y a este otro. El primero me descubre la metáfora de la espuma de Sloterdijk. El segundo, me lo confirma. Hablemos entonces de burbujas, espumas, mareas y, por qué no, de arenas.
El fenómeno de las mareas, asociado fundamentalmente a los mares y océanos, proviene de una dinámica global, en la que se articula principalmente la fuerza gravitacional que ejercen la Luna y el Sol sobre nuestro planeta, y en la que intervienen también otros parámetros e inercias como las características de la costa, de factores climáticos o de si el mar es interior, entre otros. Así, la marea creativa respondería a esa suerte de inercia global [iv] que diferentes países, regiones y ciudades han pretendido incorporar y desarrollar con el fin de fomentar el potencial creativo, social y económico de las colectividades locales; cristalizándose a través de procesos de revitalización y regeneración urbana, o de programas que pretenden generar atractivo regional en los que las industrias culturales y creativas actúan como epicentro de flujos económicos, sociales, ciudadanos o del turismo.
Ahora bien, cuando sube o baja la marea, los efectos los vemos claramente en un contexto local. Cuando la ola con la inercia de la marea rompe en la orilla, deja tras de sí un rastro de espumas y burbujas. Esta imagen es importante para nuestros propósitos por un doble motivo. En primer lugar porque esta imagen nos evoca una concepción de lo urbano y de lo que ocurre en la ciudad que nos permite leerla en términos como lo efímero, lo resbaladizo, lo dinámico y lo inestable (hace poco acertaba a escribir, con más o menos fortuna, sobre la metáfora del tránsito en los estudios urbanos en este post). Esto es, lo urbano como un proceso transitorio que se actualiza y reactualiza de una manera continua.
En segundo lugar, y haciendo el ejercicio de cristalizar por un momento la imagen de la ola que acaba de romper antes de que vuelva sobre sus pasos, porque esa ola que ha llegado y se repliega está dejando tras de sí espumas y burbujas. Esta metáfora de la espuma, que adaptamos para nuestros propósitos, la tomamos prestada del filósofo alemán Sloterdijk, de su libro Esferas III. Fundamentalmente, bajo lo que él llama “principio de vecindad”, como principio de construcción de mundos, en la proximidad del estar-juntos, o del existir-uno-hacia-el-otro en espacios de proximidad, se van generando pliegues, interiores, atmósferas respirables como “estados colectivos de inmersión en aire sonoro y sistemas de signos” (Sloterdijk, 2009, p. 193). De esta forma, los interiores que se crean por acción de este principio tienen la textura de la burbuja: flexible, expansible, frágil y con una forma definida que encierra un interior. Las burbujas se relacionan con otras próximas, cuyos interiores habitados comparten una membrana que es a un tiempo pared y puerta: una interfaz que las aísla y las comunica, que las mantiene a la vez separadas y unidas (Cañedo, 2012). Es más, cada interior no es estático, sino que tiene capacidad de crecimiento, en el marco de una geometría de la co-fragilidad, puesto que el crecimiento de una burbuja empuja a la de al lado.
En nuestro caso de estudio, la espuma social (y creativa), como imagen de interiores diversos, simultáneos y ensamblados, nos ofrece una manera de dar cuenta de las producciones efímeras del espacio social en cuyo proceso de generación, unas burbujas empujan a otras, a la vez que se articulan entre sí para dar como resultado las espumas.
Esta mirada y sensibilidad antropológica que nos ofrece la espuma, nos preguntamos en qué medida nos puede ayudar para hacer etnografía de eventos efímeros como La Placica Vintage [v]. En este sentido, nuestras espumas emergen cuando las burbujas se ensamblan: la apertura de locales creativos, los distintos puestos del mercadillo, el bar que abre sus puertas, las actuaciones en directo de grupos y dj’s, las vecinas y vecinos de fin de semana que se acercan, empujados por el resto de burbujas, algunas mañanas de domingo en busca de un ocio y consumo creativo, gestores de los equipamientos públicos, u organizadores y técnicos de las instituciones municipales, entre otros. Así, entendemos que una espuma no es una esfera contenedor, ni las burbujas son sus partes; más bien cada burbuja es una imagen a otra escala de la espuma (Cañedo, 2012). Las burbujas se ensamblan en articulaciones híbridas donde emerge lo creativo.
Por último, conviene detener también nuestra mirada, por un momento al menos, en las arenas que se cubren cuando la marea hace llegar las espumas. Cabe preguntarse, por tanto, si estas burbujas responden también a una suerte de habitus, en términos bourdieanos, y a una tendencia de búsqueda incesante de novedad, lo contrario de una actitud blasé, en términos simmelianos, en los que los elementos de la vida cambiantes y efímeros ganan espacio. Así, podemos preguntarnos por quién hace uso de estos espacios, si tendrá algo que ver su capital social y cultural, y si se producen procesos de desplazamiento, exclusión y segregación, especialmente si lo comparamos con un día entre semana cualquiera. Este tipo de eventos, que vienen con la pleamar, parecen invisibilizar y cubrir las arenas que nos encontramos en un día de marea baja.
Ahora bien, nuestra mirada quedaría un poco limitada (como indicábamos anteriormente al centrarnos únicamente en un espacio) si no consideráramos, a priori, la posibilidad del establecimiento de redes [vi] entre las diferentes burbujas para la articulación de nuevas espumas. De la misma forma que en nuestro espacio producido el Centro Musical ocupa un lugar de centralidad como generador de usos y actividades culturales y como elemento de atracción urbana a una escala superior a la de barrio; sospechamos que las burbujas creativas permanecen en un estado latente estableciendo redes entre ellas que pueden emerger en distintos puntos de la ciudad a través de la conformación de otras espumas [vii]. Además, nos preguntamos también por la materialidad y los intermediarios arquitectónicos (fachadas intervenidas, solares recuperados, o la propia intervención urbanística, entre otros), y su capacidad semiótica para conformar y ensamblar articulaciones creativas.
A modo de conclusión. Follow the metaphor (Marcus, 1995). A esta invitación que nos hace el autor, hemos pretendido responder mediante la utilización de la metáfora de la espuma y la metáfora de la red. Bien apliquemos una mirada antropológica centrada en la producción del espacio social a través de eventos efímeros, o la apliquemos a seguir las pistas de la creatividad en la realidad urbana, nuestro trabajo etnográfico se va a ver sometido a una deslocalización clara. En este sentido, sospechamos que esta investigación nos va a introducir en un proceso de problematización (Gupta & Ferguson, 1997) del lugar donde llevamos a cabo el trabajo de campo, y un proceso de deslocalizar y multisituar (Marcus, 1995) nuestra etnografía urbana en un contexto sociohistórico caracterizado por múltiples conexiones e interacciones, donde lo global es inseparable de lo local y de lo cotidiano, y donde se articulan y establecen interconexiones en sitios, escalas y contextos diferentes.
La ciudad creativa espera el momento adecuado, entonces, para ser descubierta mediante las herramientas analíticas aquí adelantadas y darnos una respuesta sobre las prácticas, discursos, identidades, usos y procesos que la hacen configurarse y reconfigurarse en un movimiento continuo, simultáneo, múltiple, situado, de interacción, retroalimentación y de articulación de burbujas y esferas creativas cuando sube la marea.
[i] Actualmente, el centro de la economía creativa lo componen las industrias culturales y creativas, sectores cuya actividad se focaliza en la producción, promoción, difusión y comercialización de bienes, servicios y actividades de contenido cultural, artístico o patrimonial. Asimismo, es bien conocido que la producción cultural se ha convertido en un sector fundamental en la economía del conocimiento por su importancia económica (Kong, 2000; Landry, 2000; Pratt, 1997; Scott; 2000; Zukin, 1995). Adicionalmente, la utilización de actividades de ocio y consumo relacionadas con la producción cultural es una herramienta común en regeneración urbana (Evans, 2003).
[ii] Las ciudades han incorporado, entre otros, el sector cultural y creativo como motor de su desarrollo y crecimiento económico. En este sentido, será Henri Lefebvre (2013) quien nos recuerde a través de su triada conceptual práctica espacial, representaciones del espacio y espacios de representación, que cada sociedad produce un espacio, su espacio (p. 90). No perdiendo este horizonte de producción del espacio, la relación entre ciudad y las industrias culturales y creativas ha sido analizada de manera crítica señalando cuestiones como las consecuencias que se derivan de orientar las ciudades hacia el turismo (Urry, 1990, 2008), o la simplificación de la ciudad a una “marca”, que esconde nuevas formas culturales y definiciones de autenticidad y originalidad, con el fin de promocionarla y rentabilizarla a través de los flujos de capital de carácter internacional (Harvey, 2005). Adicionalmente, la geografía urbana de tradición marxista definió estos distritos creativos como enclaves gentrificados propios de los procesos de acumulación capitalista (Deutsche y Ryan, 1984; Mele, 2003; Podmore, 1998; Shaw, 2002; Smith, 2002; Zukin, 1989).
[iii] El espacio objeto de nuestro análisis está delimitado por las calles Casta Álvarez, Aguadores, Armas y Sacramento, del barrio del Gancho, que pertenece al distrito del Casco Histórico de la ciudad de Zaragoza. Este espacio ha sido objeto de un proyecto de transformación conocido como el Plan Especial de Reforma Interior (PERI) Armas-Casta Álvarez. Este proyecto pertenece a un proceso de regeneración urbana que comenzó en el año 1997 cuando se puso en marcha el Plan Integral del Casco Histórico (PICH). En lo sucesivo, se han ido aprobando planes plurianuales que continúan, retoman y definen nuevas necesidades de actuación para el conjunto del Casco Histórico de la ciudad. Concretamente, y a nivel urbanístico y arquitectónico, se han llevado a cabo las siguientes actuaciones: la construcción de una plaza pública entre las calles Armas y Sacramento, la construcción de un equipamiento público que sirva de elemento de atracción urbana en el frente de la plaza, la construcción de edificios residenciales con ochenta y dos viviendas de protección oficial, trasteros, garajes y locales; la creación de un espacio interior de manzana privado de uso público conectado a las calles y plaza circundantes; la adecuación de once locales comerciales para el emprendedor creativo construidos en las edificaciones residenciales con el fin de actuar sobre el tejido comercial de la zona y un centro musical. En caso de que el lector quiera conocer con algo más de detalle esta intervención, puede consultar aquí.
[iv] Sirva para ilustrar esta idea la Red de Ciudades Creativas de la UNESCO. O bien la plataforma euroamericana sobre creatividad, innovación y cultura en las ciudades.
[v] La Placica Vintage deviene un ejemplo paradigmático a través del cual emergen identidades híbridas en las que se fusionan lo global y lo local a través de nuestra particular subida de la marea. Placica, como diminutivo característico en las conversaciones cotidianas de las gentes de Zaragoza y Aragón. Vintage, como atmósfera cool y bohemia que evoca un imaginario social sobre los mercadillos de otras ciudades europeas. Así, a través de las burbujas y las espumas, se genera una identidad urbana colectiva en las que podemos ver cómo los valores locales se aplican a las prácticas globales, o dicho de otra forma, vemos cómo las prácticas identitarias no agotan su valor en el sentido interno que otorgan los diferentes agentes (en el interior de sus burbujas), sino que se insertan en una red de intercambios simbólicos (a través de sus membranas) y en un espacio mediático transnacional (Cruces, 1997, p. 48). Con el fin que el lector se pueda hacer una mejor idea del evento, ponemos a su disposición este vídeo.
[vi] La metáfora de la red es utilizada aquí en términos de Bruno Latour. París, ciudad invisible (1999), nos ofrece un método para hacer visible la ciudad a través de los mediadores que proliferan en la urbe y que la hacen posible: la ciudad es un objeto que permite acceder a la incesante formación de intermediarios (nosotros, los objetos y el medio arquitectónico). De Bruno Latour (2005), utilizaremos también la Teoría del Actor-Red para estudiar los ensamblajes que involucran aspectos heterogéneos (tecnológicos, legales, organizativos, políticos o científicos). Esto es, consideramos todo ensamblaje socio-técnico como un plano de relaciones materiales transversales que unen entidades semióticas, naturales, humanas, no humanas, tecnológicas y materiales que no tienen propiedades sustanciales o esenciales más allá de su rol en las redes.
[vii] Nuestras sospechas sobre la dispersión de la creatividad y sus espumas están fundamentadas, también, sobre la base del estudio en torno a la escena musical experimental de la ciudad de Santiago de Chile caracterizada por su dispersión, movilidad y multiplicidad (Tironi, 2010).
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