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CIUDAD, URBANISMO Y URBANIZACIÓN (y II)

Jorge Sánchez Naudín 20 septiembre, 2017

Hace unos días empezábamos un nuevo curso (uno más) en blogURBS. Con todo el año por delante, y expectantes de los respectivos diálogos con la ciudad y lo urbano que están por llegar, proponíamos un texto en dos partes con algunos apuntes teórico-metodológicos en torno a la cuestión de la ciudad el urbanismo y la urbanización. En la primera, recogía una serie de metáforas que han ido emergiendo al ritmo del avance sobre la cuestión urbana y contraponía dos maneras de entender la ciudad claramente diferenciadas. Por un lado, los estudios clásicos delineaban una ciudad “bicho bola”, oniscidea, cerrada sobre sí misma, estática y donde los límites son claros y están bien definidos, ahondando en una serie de polaridades y categorías como campo-ciudad o global-local. Por otro, emerge una concepción de la ciudad que se compone y ensambla a través de procesos dinámicos, conexiones múltiples y donde los límites y la realidad social urbana emergen de una manera efímera inestable e impredecible, difuminando las polaridades y categorías clásicas.

Tensiones teórico-metodológicas en torno a la etnografía urbana

¿Qué sentido le damos entonces a la condición de lo global y lo local? Anna Tsing (2000), nos propone un giro a la hora de entender y trabajar con lo global. Considerar la globalización como un proceso histórico transcultural, efectivamente, tiene la ventaja de proporcionar un marco predictivo para relacionarnos con los objetos/sujetos de estudio; pero, a la vez, puede estar generando una suerte de fantasía porque estaría dando una explicación fija, homogénea y un tanto limitada [1]. Para superar esa visión de lo global, o de los globalismos, la autora entiende lo global como un proceso continuo (que no acaba nunca) de trabajo en red y construcción de líneas de apoyo (Tsing, 2000, p. 331). Y es aquí donde aparece una de su ideas fundamentales: no hablamos de la globalización en singular, sino de proyectos particulares de globalización (Tsing, 2000, p. 347) en los que hemos de tener en cuenta las especificidades culturales y regionales de las que emergen diferentes ideas, agencias, prácticas y/o sujetos en tiempos y lugares específicos.

Arjun Appadurai (2013) da cuenta de la complejidad de los flujos culturales globales y los efectos profundos en lo que él llama producción de lo local y en la producción de la subjetividad local (p. 62-63). Los flujos y redes conforman viejos modos de aculturación, contacto cultural y mezcla, a la vez que traen nuevos materiales para la construcción de subjetividades. En este sentido, no hace falta tener demasiada sensibilidad para darse cuenta de cómo estos imaginarios globales transitan por la vida urbana movidos por el tráfico constante de imágenes globales. Un ejemplo claro serían las revoluciones conectadas Occupy Wall Street, 15M, o la Primavera Árabe, que se recogen bajo el epígrafe #globalrevolution.

Y esto tiene, al menos, una consecuencia evidente en cuanto al método. Sobre la base de que las historias, a través de los agentes, las instituciones, los actores y los poderes, son las que producen las geografías, y no al revés (p. 66), estamos asumiendo que éstas no preexisten, no son un marco apriorístico, sino que están históricamente (y socialmente) producidas [2]. De esta forma, Appadurai propone un método a través del cual no se requiera elegir entre la comparación (la vieja construcción de los objetos sociales a través de la diferencia) o la conectividad, sino que propone volver a las relaciones entre la circulación de las formas y las formas de circulación (pp. 67-69). Para escapar, por tanto, del problema polarizado de lo local o lo global, es preciso aceptar que lo global no es un mero lugar accidental en el que se funde y confunde la circulación de elementos globales: ese lugar será una transformación mutua de formas que circulan y que producen localidades, no a través de la hibridación de contenidos, sino a través de la negociación y las tensiones mutuas entre ellos. El trabajo de imaginación (p. 68) y la circulación de las formas, a través de la negociación, crearán situaciones de complejidad que darán forma a los contenidos actuales de la práctica local.

Go global, respect locals. Yogyakarta.

Siguiendo con esta inercia deconstructiva de la polaridad global-local, Doreen Massey (2012) recoge de forma muy acertada parte de las dos narrativas generales sobre la ciudad que hemos ido plasmando: “a la fragmentación y el desorden actual se contrapone una noción (idealizada) de una época en la que los lugares eran (supuestamente) habitados por comunidades cohesionadas y homogéneas” (p. 113). Sobre el pretexto de dar un sentido global del lugar, un concepto clásico en  antropología como el espacio-tiempo (referido al movimiento y la comunicación a través del espacio, a la extensión geográfica de las relaciones sociales y a nuestra experiencia sobre todo ello), debe ser leída como socialmente diferenciada (p. 116) y atendiendo a la geometría del poder en la comprensión espacio temporal: los diferentes grupos sociales y los diferentes individuos se sitúan de maneras muy distintas en los flujos e interconexiones (p. 117), como apuntaban Tsing y Appadurai. Por extensión, esta forma de acercarnos a la comprensión espacio-temporal nos lleva a la cuestión del lugar y del sentido del lugar. En un contexto en el que las relaciones sociales, culturales, políticas y económicas, con sus relaciones de poder y con estructuras internas de dominación y subordinación, se van expandiendo a muy diferentes niveles y escalas (barrio, hogar, local, regional o internacional), lo que conferirá a un lugar su especificidad “no es ninguna larga historia internalizada sino el hecho de que se ha construido a partir de una constelación determinada de relaciones sociales, encontrándose y entretejiéndose en un sitio particular” (Massey, 2002, p. 126). O, como hemos visto, en palabras de Appadurai, a través de la negociación y las tensiones mutuas. De esta forma, otro concepto clásico como el lugar quedará caracterizado por su sentido no estático; por la difuminación de fronteras, en el sentido de divisiones en espacios cerrados; por la ausencia de identidades únicas y específicas; y, por último, la confluencia de diferentes fuentes que dotan de un carácter específico-único al lugar: esto es, la convergencia de diferentes relaciones sociales, donde la globalización no sólo produce homogeneización, sino un desarrollo geográfico desigual y, por tanto, unicidad del lugar (pp. 127-129).

Imaginarios globales para reivindicaciones locales. Montañana

Por último, Francisco Cruces (1997) nos propone tres formas ideales de construir el espacio-tiempo local. Por un lado, aparecería el desbordamiento de las islas y los ciclos, haciendo referencia a las discontinuidades entre los espacios locales y la asincronía entre los ciclos para transcender ese modelo ”insular” caracterizado por el trazado de límites claros y definidos de los objetos de estudio. El modelo del desanclaje propuesto por Giddens [3] recoge una serie de cambios fruto de la modernidad y que han afectado a las categorías socioculturales del espacio y el tiempo: el control del tiempo y su universalización, la desterritorialización, y los cambios estéticos y éticos del sujeto moderno en su relación con el espacio-tiempo. Por último, el modelo cronotópico [4] nos invita a pensar in situ las construcciones de la globalidad en las estructuras locales, y hacer frente a la diversidad, o, dicho de otra forma, tal como apuntaban autores que hemos visto más arriba: “una aproximación cronotópica es situacional y dialógica en tanto no concibe el tiempo-espacio social como dados de una vez por todas, sino constituidos en las relaciones sociales mismas en virtud de procesos de poder, negociación y conflicto” (Cruces, 1997, p. 56).

Conclusión

¿Cómo hacer etnografía, entonces, en unos contextos socioculturales e históricos caracterizados por una serie de procesos de globalización?

Apelar a la imaginación y a la sensibilidad analítica de la metáfora no es algo naíf. En este sentido, como hemos ido trazando a lo largo del texto, nos vamos a ver inmersos en un conjunto de negociaciones y tensiones entre las concepciones arraigadas en su comodidad y aquellas categorías analíticas (global-local, lugar, localidad, escalas espacio-temporales, etc.) que utilizamos para abordar los objetos/sujetos de estudio de los que, como etnógrafos urbanos, pretendemos dar cuenta.

Así, parece evidente, además, que vamos a tener que problematizar (Gupta & Ferguson, 1997) el propio trabajo de campo; y vamos a tener que deslocalizar y multisituar (Marcus, 1995) nuestra etnografía urbana en un contexto sociohistórico caracterizado por múltiples conexiones e interacciones, donde lo global es inseparable de lo local y de lo cotidiano, y donde se articulan y establecen interconexiones en sitios, escalas y contextos diferentes.

Las metáforas, por tanto, de la transitividad (Amin y Thrift, 2002), entendida como tránsito, esto es, que pasa y se transfiere de un sitio a otro y, por esto mismo, adquiere su sentido de transitorio, de efímero, resbaladizo e inestable; la metáfora de la red que encontramos en Latour y Hermant (1999) para leer la ciudad como un lugar de interconexiones que permite actualizarse de una forma constante por la cantidad de flujos que penetran en y a través de ella; o la metáfora de la atmósfera (Cañedo, 2012), o la espuma (Sloterdijk, 2009), como imagen de interiores diversos, simultáneos y ensamblados que nos ofrece una manera de dar cuenta de producciones efímeras del espacio social en cuyo proceso de generación, unas burbujas empujan a otras, a la vez que se articulan entre sí para dar como resultado las espumas; nos ofrecen de manera cronotópica una serie de figuras que organizan y reconcilian el espacio y el tiempo, y nos proporcionan una estructura que permite la narración del mundo social del que queremos dar cuenta. La ciudad espera, entonces, ser descubierta a través de nuestra capacidad imaginativa.

Metáfora urbana. Imagen: Fernanda Chemale en flickr


Amin, A. y Thrift, N (2002). Cities. Reimagining the Urban. Cambridge/Malden: Polity Press.

Appadurai, A. (2013). How Histories Make Geographies: Circulation and Context in a Global Perspective. En The Future as a Cultural Fact: Essays on the Global Condition. Londres: Verso, pp. 61-69

Cañedo, M. (2012). Multitudes urbanas: de las figuras y lógicas prácticas de la identificación política. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, vol. LXVII, pp. 359-384.  http://rdtp.revistas.csic.es/index.php/rdtp/issue/view/24

Cruces, F. (1997). Desbordamientos. Cronotopías de la localidad tardomoderna. Política y Sociedad, 25, pp. 45-58. http://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/POSO9797230045A

Giddens, A. (1994). Consecuencias de la modernidad. Madrid: Alianza.

Gupta, A. y Ferguson, J. (1997). “Discipline and Practice: ‘The Field as Site, Method, and Location in Anthropology”. En A. Gupta y J. Ferguson (eds.), Anthropological Locations: Boundaries and Grounds of a Field Science, pp. 1-46. Berkeley: University of California.

Latour, B. & Hermant, E. (1999). París, ciudad invisible. http://www.bruno-latour.fr/virtual/CAST/index.html

Marcus, G. (1995). Ethnography in/of the World System: The Emergence of Multi-Sited. Ethnography. Annual Review of Anthropology, 24, 95-117.

Sloterdijk, P. (2009). Esferas III. Madrid: Siruela.

Tsing, A. (2000). “The Global Si tuation”. Cultural Anthropology, 15 (3), pp. 327-360.


[1] En este sentido, por ejemplo, si, como propone la autora, nos centramos en las posibilidades que genera la globalización en cuanto a la circulación y movimiento de personas, ideas, símbolos, capitales o instituciones, nuestra mirada antropológica quedaría limitada a estas cuestiones, pudiendo caer en la tentación de no tener en cuenta cómo este movimiento se produce porque hay una serie de condiciones (agencias, tipos de personas, condiciones sociales o razones políticas) que las permiten.

[2] Esto nos remite a la idea de que el espacio se convierte en y a través de ser un lugar practicado (De Certeau, 1999), o es el resultado de las prácticas sociales que se dan en el mismo, tal y como se encarga de recordarnos Henri Lefebvre (2013) a través de su triada conceptual práctica espacial, representaciones del espacio y espacios de representación, donde cada sociedad produce un espacio, su espacio (p. 90).

[3] Definido por el propio autor como “el ‘despegar’ las relaciones de sus contextos locales de interacción y reestructurarlas en indefinidos intervalos espacio-temporales” (Giddens, 1994, p. 32).

[4] Por cronotopo hacemos referencia al concepto propuesto por Mijaíl Batjin. Los términos griegos kronos, que hace referencia al tiempo, y topos, al lugar, señalan a través del término hacia las relaciones y el carácter indisociable del espacio-tiempo.


Imagen de portada: walking converse, de Borja AP en flickr

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About The Author

Jorge Sánchez Naudín

Psicólogo (de la Intervención) Social. editorURBS. Concibo el espacio y las ciudades como algo efímero que se articula en torno a prácticas, discursos, tecnologías, ideologías y relaciones sociales. Y sobre estas líneas intento ensamblar trabajos de investigación. Además, consulto y me consultan, e intento establecer diálogos con lo urbano a través de la fotografía. Esto hoy. Mañana, ya veremos. Twitter: / Instagram: onai_ram

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