Antes de comenzar es importante remarcar que la redacción del texto parte de dos hombres blancos occidentales, y pese a que se tratará de no representar a las mujeres saharauis y de transmitir su mensaje y su voz con la menor interferencia, puede haber defectos de interpretación. En todo caso, se hablará de las mujeres saharauis y no de la mujer saharaui, para no trazar un bloque monolito y reflejar la variedad de vivencias y posturas. Los campamentos saharauis se encuentran en la hamada (desierto rocoso) argelina y se construyeron tras el éxodo de la población a causa de la guerra contra Marruecos. Se organizan en wilayas (núcleos de población, ahora delimitados por un muro de arena, que incluyen subdivisiones más pequeñas al estilo de municipios llamadas dahira)que llevan el nombre de las provincias del Sahara Occidental. Por lo tanto, las personas que viven en los campamentos son refugiadas y llevan casi 45 años expulsadas de su tierra. Las condiciones climáticas, sobre todo en verano, son extremas y son frecuentes las tormentas de arena. Las casas son de bloques de hormigón o de adobe y es habitual encontrar una jaima familiar en los alrededores. En los últimos años ha llegado la electricidad a casi todas las wilayas, de modo que la calidad de vida ha mejorado (por ejemplo, con aire acondicionado para el tórrido verano).
El Frente Polisario es el máximo órgano político-administrativo saharaui y su Secretario General es también el presidente del país. La República Árabe Saharaui Democrática (RASD) sigue así el modelo que en su mayoría adoptaron los movimientos de liberación nacional de la segunda mitad del siglo XX al conquistar el poder del Estado.
La vida cotidiana
La lucha reciente de las mujeres saharauis comienza en los primeros momentos del exilio, cuando los hombres combatían en el frente y ante este vacío en la retaguardia ellas se hicieron cargo de la organización, construcción y gestión de los campamentos realizando tareas ajenas a su rol tradicional.
Sin embargo, desde entonces la situación de las mujeres se ha vuelto a precarizar. Después del alto el fuego de 1991 muchos hombres volvieron y se revertió el papel que las mujeres habían tomado en su ausencia. Hoy en día, y tras unos años en los que casarse no era una prioridad, las jóvenes vuelven a pensar en casarse como medio para realizarse y adquirir la deseada independencia y una socialmente concedida madurez y legitimidad. Bouba Salem parece confirmar este extremo, pues prefiere casarse a los 22 años, “cuanto antes mejor”.
En cualquier caso, la educación ha jugado un papel fundamental en el viraje a una mayor concienciación de las mujeres. Actualmente la educación básica ha dejado de ser obligatoria, pero siguen disponiendo de diferentes itinerarios que les permiten adquirir un nivel superior de formación. Muchas de ellas salen a Argelia o viajan a España para estudiar y en los mismos campamentos recientemente se ha abierto la primera escuela militar para mujeres. Sin embargo, como en toda sociedad, las posibilidades y aperturas familiares condicionan el acceso a la formación. Embatu Chreif y Tutu Ammi valoran mucho el poder de decisión y lo vinculan a poder labrarse su propio futuro por sus propios medios. Para ellas, igualdad es elegir su futuro y dotarse de sus propias herramientas sociales y laborales.
Hoy en día, las mujeres tienen la autonomía y legitimidad de llevar una conversación o de convocar a hombres en público y en privado. Incluso, aunque más raramente, pueden tomar la responsabilidad -una de las mayores- sobre los extranjeros (los dispositivos de seguridad o de coordinación encaminados a la protección de los visitantes, por ejemplo, están casi siempre compuestos por hombres). En este sentido, un proyecto liderado por la Universitat de Girona que forma a saharauis como guías para dar a conocer los campamentos a los visitantes y que éstos puedan ser embajadores de la causa saharaui, ayuda a que se normalice esta situación. Esta iniciativa la coordinan en terreno Shima Ahmadi junto con Neus Crous, y el número de mujeres que se presentan voluntarias a la capacitación es muy notable. Manha Sidi hizo el curso y está satisfecha por la confianza depositada en ella, ya que tiene que responsabilizarse de un grupo de extranjeros y es la voz autorizada. Además, y en ello convienen todas las participantes, la autonomía que les da el acceso a un trabajo y a las herramientas formativas es muy amplia y puede hacerse valer como razón de fuerza para reivindicar mayor independencia en el seno de la familia.
La presencia social y mediática de la lucha feminista a nivel mundial también contagia las reivindicaciones cotidianas de las mujeres saharauis. Así por ejemplo, Jadiya Ali Mohamed, que trabaja como intérprete, opina que la proyección internacional de su lucha es fundamental pero que hay que prestar atención asimismo a desarrollar más el ámbito nacional haciendo políticas que involucren más a la mujer en otros ámbitos más allá de los tradicionales. Por eso ve positivo cómo la sociedad saharaui no se cierra a otras tradiciones y concepciones de la vida, sino que trata de enriquecerse desde el respeto mutuo y sin perder de vista el propio marco cultural. Precisamente el deporte es uno de los escenarios donde la irrupción de la mujer está siendo más importante y en el que hace tambalear un terreno tradicionalmente masculino. El voleibol femenino por ejemplo, incipiente pero asentado, abre un camino muy prometedor. El atletismo es otro de los campos en los que las mujeres saharauis tienen un peso muy grande y que cuentan con referentes. Este año, en la edición solidaria del maratón del Sahara, Aicha Moh Lamin ha corrido en la categoría absoluta. Pese a que el recibimiento de su participación fue más bien fría, ella cree quesi las mujeres que viven en los campamentos ven a alguien de su misma cultura y procedencia correr y tomar unos roles atribuidos por lo general al género masculino, podrán recibir el mensaje mejor. Para ellas será más fácil sentirse identificadas y representadas pues sienten a Aicha más cercana y con mayor legitimidad para reivindicar su lucha.
Todas estas iniciativas muestran a las claras que la vida se abre paso necesariamente por la vía de una mínima permanencia. Crear un hábitat requiere una cierta estabilidad y la larga provisionalidad a la que han abocado a los campamentos no es obstáculo para que los refugiados se hayan ido entrelazando de diversas maneras con el territorio. Lejos de una posición derrotista de resignación, esta postura les permite apropiarse de su vida cotidiana y del territorio que ahora les toca habitar para, fortalecidos, continuar luchando por la restitución de su tierra.
El congreso de la UNMS
Una buena oportunidad para tomar el pulso a la situación de la mujer es el VIII Congreso de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis (UNMS) que se celebra cada cuatro años. En esta ocasión se celebró en la wilaya de Auserd entre el 23 y el 25 de febrero, y se eligió a Minetu Larabàs Suedàt como nueva Secretaria General.
El camino que lleva al edificio donde se celebra el evento está flanqueado por banderas de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y alguna de la Unión Africana (que reconoce la soberanía del Sahara Occidental). Tanto el interior como el exterior rebosa de gente y a las melfas se asoman las delegaciones extranjeras que han venido a mostrar su apoyo. Como saludo institucional (la UNMS es parte del entramado del Frente Polisario) habla el presidente de la RASD, Brahim Gali. Su intervención, desde el propio hecho ser un hombre quien abre un congreso de mujeres y de que su discurso sea uno de los más extensos, da que pensar.
Gali remarca que desde los primeros momentos de la revolución la mujer ha estado presente en todos los ámbitos (recuerda cómo las mujeres tomaron las riendas de los campamentos cuando los hombres estaban en la guerra). Quizá por eso evoca la imagen del bombardeo de la aviación marroquí de los pueblos con mujeres, niños y ancianos. En este estereotipo, las mujeres son presentadas como indefensas, junto a otros seres dependientes, pero su contribución fue activa, ya que se involucraron en la lucha armada. Otro de los roles recurrentes a los que se reducen las mujeres son el imaginario de madre, de hermana, de esposa. El presidente también busca estas caracterizaciones a la hora de reclamar la empatía con las mujeres. De nuevo, se oculta el polifacético y valioso encaje de las mujeres en la sociedad, más allá de sus consabidos papeles.
Desde el otro lado, Jira Bulahi Bad, Delegada Saharaui para España y miembro del Secretariado Nacional del Frente Polisario, señala cuatro elementos clave en la lucha actual de las mujeres saharauis: el empoderamiento individual, la necesidad de afianzar una arquitectura institucional que pueda proteger y garantizar sus derechos, la correspondencia con la ola feminista a nivel mundial y la vinculación que existe entre la lucha por la liberación de la mujer con la lucha de la liberación nacional. La lucha contra la ocupación marroquí y por la construcción de una soberanía efectiva que permita aplicar todas las medidas y aspiraciones es fundamental, aunque ello no pase por renunciar a que en el presente se avance hacia un mayor reconocimiento social y cultural de las mujeres. En opinión de Lehdía Mohamed Dafa, la «imagen idealizada de la mujer saharaui, como una de las mujeres árabes más libres y empoderadas» se ha convertido en un obstáculo en cuanto se autocomplace y oculta la realidad, frenando a su vez la creación de espacios de reivindicación propios más allá de las tutelas institucionales. En efecto, como dice Andrea Liba, en el Sahara no eres persona, solo refugiada, y eso complica todas las luchas, ya sea la lucha por la dignidad cotidiana o la lucha de las mujeres.
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