Instalado desde 1510 en la Capilla de la Virgen de la Antigua de la Catedral Hispalense, el sepulcro de don Diego Hurtado de Mendoza, arzobispo de aquella ciudad y patriarca de Alejandría, representa uno de los ejemplos iniciales de la escultura española del Renacimiento, de tal manera que acabaría convirtiéndose en elemento referencial, tanto por sus novedades formales como simbólicas, para un número elevado de realizaciones de similar significado. De hecho, estas novedades junto con lo temprano de su ejecución, que lo convierte prácticamente en el primero de su naturaleza, lo sitúan como una de las obras más representativas de la escultura del Renacimiento español, hasta el punto de convertirse en modelo de una larga serie de monumentos funerarios de esta época.

El prelado había establecido en su testamento el deseo de ser enterrado en el Monasterio de Santa Ana de Tendilla (Guadalajara), aunque posteriormente sus restos fueron trasladados a la Catedral de Sevilla, quedando depositados en un espléndido sepulcro encargado por su hermano, don Íñigo López de Mendoza, segundo conde de Tendilla y primer marqués de Mondéjar. Sobre la participación del conde de Tendilla en la gestión de este encargo no sólo tenemos las referencias que encontramos en su registro de correspondencia, como veremos a continuación, sino que así queda puesto de manifiesto en el epitafio del propio sepulcro, redactado según han afirmado algunos por el propio conde y después traducido al latín por el humanista milanés Pedro Mártir de Anglería que vino con él tras su regreso de la embajada ante la Santa Sede, donde su afición hacia los modelos propios de la cultura renacentista y clasicista había quedado consolidada. Más allá de la fórmula acostumbrada, sobre todo cuando se trata de destacar las virtudes del difunto, hay en él una auténtica declaración de principios que, a través de una rebuscada fórmula latina, expresa la modernidad de quien se declara promotor de la obra, al señalar lo siguiente:

…INACHVS LOPEZ DE MENDOCA TENDILLE COMES, GERMANVS NATV MAIOR, GENERALIS GRANATENSIS REGNI CAPITANEVS AC ILLIBERRITANARVM ARCIVM PRIMVS PREFECTVS, HVNC FRATRI MARMOREVM TVMVLVM SATIS MAIORA MERENTI POSVIT…

El sepulcro es una obra al romano, expresión que se utilizaba en la época para referirse a la presencia en él de los caracteres que definían las ejecuciones procedentes de Italia. De hecho, en una carta del conde de Tendilla, escrita unos cinco años antes, para el maestro mayor de la Catedral de Sevilla, al referirse a este sepulcro, le dice lo siguiente:

Espeçial amigo:

… Çerca de lo que toca a lo [de la s]epoltura del señor cardenal, que aya gloria, ya creo que ay tanta piedra a cargadero que abra para una varcada. Yo escriuo al dotor Matienço y al contador Rodrigo de la Fuente, que pues yo he de dar mi dinero para esta lavor, quiero saber la forma y manera de la sepoltura y tenerla debuxada en mi poder, y pues hise quitar della las ymagenes que era lo principal y mas costoso de toda la obra, quiero tener debuxado lo que se a de hacer, en lugar de aquellas, porque mi voluntad es que no se mezcle con la otra obra ninguna cosa françisa, ni alemana ni morisca sino que todo sea romano, y que de lo otro que aya en el debuxado no se mude cosa ninguna, asy que esto hased por mi amor, segund que a los dichos doctor y contador escriuo. Y nuestro Señor os aya en su guarda.

Del Alhanbra de Granada, XV de otubre de 505”.

La obra, de una talla y factura extraordinaria, se atribuye tradicionalmente al escultor florentino Domenico di Alessandro Fancelli, cuya presencia y actividad cercana al conde de Tendilla se completará después con sus diseños para los sepulcros del príncipe Juan (Convento de Santo Tomás de Ávila) y de los Reyes Católicos (Capilla Real de Granada). En relación con este escultor de origen florentino, descartada la posibilidad de que llegara a España para trabajar con uno de sus parientes igualmente dedicado a la escultura, posiblemente se encontraba instalado en Carrara como otros tantos escultores de su época, a la espera de recibir allí algún tipo de encargo. Precisamente, en agosto de 1508 sabemos que compra cincuenta y cinco carretadas de mármol que bien podían haberse destinado al sepulcro de don Diego Hurtado de Mendoza. Asimismo, también es conocida su visita a Sevilla en 1510 para supervisar la instalación del sepulcro en su lugar definitivo. En ese mismo año consta que el cabildo acordó enviar a una comisión para convencer al escultor de que se instalara en la ciudad con el objetivo de poder hacer frente a la realización de nuevas obras para la sede metropolitana, lo que a todas luces no se consiguió pues desde 1511 ya residía en Granada donde habrá de acometer nuevos proyectos.

Se trata de un sepulcro en arcosolio adosado a una de las paredes laterales de la Capilla de la Virgen de la Antigua. Consta de dos arcos, el exterior, decorado en su frente con un revestimiento de motivos propios del arte quattrocentista a base de candelieri, flores y frutas. El arco interior presenta dos jambas con hornacinas aveneradas con altorrelieves de santos y una arquivolta que repite la decoración del arco externo que aparece de nuevo, aunque con una talla más fina y delicada, en los fustes de las columnas de orden compuesto que sostienen el arco.

La base de todo el monumento funerario está formada por un pedestal corrido decorado con paneles con relieves: en los extremos, motivos vegetales, y debajo de las columnas los escudos del arzobispo. En el centro, una gran cartela flanqueada por dos relieves con figuras femeninas de carácter alegórico.

En el interior del arco y apoyada sobre la base del sepulcro, se encuentra la urna con un diseño sencillo y elegante, que remite también a patrones ya ensayados en el Renacimiento italiano por otros artistas de su tiempo. Sobre ella descansa la figura yacente de don Diego Hurtado de Mendoza revestido de pontifical, como corresponde a su condición eclesiástica. El fondo del arco está decorado con relieves distribuidos en dos zonas: hasta la imposta, y ocupando la parte central, se disponen las representaciones de la Virgen con el Niño y Santa Ana enseñando a leer a la Virgen, y en el centro la escena de la Resurrección. Sobre ellos, paneles decorados con relieves y posibles retratos de los familiares del cardenal, a través de una composición que como ya han señalado algunos autores recuerda a otros monumentos funerarios contemporáneos como el Sepulcro del Obispo Thomas James de la Catedral de Dol-de-Bretagne, realizado por los escultores florentinos Antonio y Giovanni Justi con quienes Fancelli mantenía relaciones. Justo encima, en el medio punto del arco, un magnífico relieve con la escena de la Ascensión.

El intradós de los dos arcos se decora con florones esculpidos de inspiración renacentista. Todo el conjunto se encuentra rematado con una amplia cornisa con cabezas de querubines y pináculos o flameros decorativos, y bajo ella, en las enjutas, los escudos del cardenal encerrados en guirnaldas circulares con flores y frutas e hileras de flecos que penden a ambos lados.

El conde de Tendilla expresa con este encargo su afinidad con los modelos del Renacimiento italiano, en parte como consecuencia de su doble estancia en Italia, la primera acompañando a su padre y la segunda, ya como embajador, enviado por los Reyes Católicos a la corte pontificia de Inocencia VIII. De hecho, el sepulcro de don Diego Hurtado de Mendoza se encuadra dentro de una característica tipología de monumentos funerarios renacentistas cuyo modelo bien podría ser el del papa Paulo II, diseñado y ejecutado por Mino da Fiésole y Giovanni Dalmata. No es arriesgado apuntar la posibilidad de que el propio conde de Tendilla conociera personalmente esta obra durante su embajada italiana al frente de una importante misión diplomática. Todo ello no hace sino confirmar el papel del embajador en los procesos que conducen a la introducción del gusto por lo renacentista italiano en España.

Lo más importante de este primer encargo será su consideración de semilla para la recepción, primero, y difusión después, de la escultura del Renacimiento; unas veces a través de las obras que el propio Fancelli y otros artistas italianos realizan al amparo de un mecenazgo ejercido a cierta altura y otras veces en tanto que modelo que seguirán muy de cerca la nueva generación de escultores españoles formados en Italia o conocedores de estas primeras obras teñidas ya de modernidad y clasicismo.

Autor: Juan Manuel Martín García

Bibliografía

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MARTÍN GARCÍA, Juan Manuel, “Diplomacia y cultura en la Edad Moderna: Italia, España y la difusión del Renacimiento”, en CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario, ASENJO RUBIO, Eduardo y CALDERÓN ROCA, Belén (eds.), Creación artística y mecenazgo en el desarrollo cultural del Mediterráneo en la Edad Moderna, Málaga, Universidad de Málaga, 2011, pp. 597-616.

MORALES MARTÍNEZ, Alfredo J., “Italia, los italianos y la introducción del Renacimiento en España”, en ESTELLA MARCOS, Margarita (ed.) Reyes y Mecenas. Los Reyes Católicos, Maximiliano I y los inicios de la Casa de Austria en España, Toledo, Ministerio de Cultura, 1992, pp. 177-197.

MORALES CHACÓN, Alberto, Escultura funeraria del Renacimiento en Sevilla, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1996.