Este retablo atrajo ya el temprano interés del viajero Ponz a finales del siglo XVIII, que en su Viaje a España destaca “La principal de las parroquias es la de Santa María, cuyo retablo principal es del estilo medio; esto es, coetáneo al reinado de Carlos V…es una gran fortuna que no haya venido abajo… para poner en su lugar despropósitos. En dicho retablo hay mucha escultura de los Misterios pertenecientes a Jesucristo y su Madre”.

Hasta mediados del siglo pasado no se tenía noticia de los artífices que intervinieron en su elaboración, pero gracias a las aportaciones documentales realizadas por López Martínez, y esencialmente por la labor de los redactores del Catálogo de la Provincia de Sevilla, se consiguió conocer con bastante detalle el proceso de su elaboración y la larga nómina de artistas que intervinieron en él. Posteriores contribuciones del mismo Hernández Díaz y de Palomero Páramo han servido para situar el retablo mayor de la prioral de Carmona en el puesto que merece dentro de la plástica renacentista sevillana.

Según los libros de cuentas de fábrica de la iglesia, la construcción del ensamblaje siguió dos fases consecutivas, realizadas respectivamente en los talleres de Nufro de Ortega, que entre 1559 y 1562 levantaba el banco y los tres primeros cuerpos del retablo. Las citas documentales de este maestro se extienden hasta dos años después, comenzando la intervención de pintores, doradores y estofadores en 1564, en la que la mayor parte de la mazonería y algunos relieves debió ya estar terminada.

En febrero de 1563 la fábrica de la iglesia, con el retablo adelantado y su mazonería casi acabada, envía a su mayordomo a Sevilla para concertar allí “el retablo tanto en su parte de talla como en el dorado”. Para ello se contrata en la capital hispalense a  Vázquez el Viejo, quien se obliga en el plazo de un año y por la cantidad de 600 ducados a completar la arquitectura del retablo –faltaban el último cuerpo y el ático- labor que debió iniciar al instante.

En julio de 1564 Vázquez y su equipo habían completado la arquitectura del retablo, contratando la parroquia su policromía con un equipo de pintores y doradores afincados en Sevilla, compuesto por Juan de Zamora, Antonio de Arfián, Pedro de Campos, Gonzalo Vázquez y Pedro de Villegas Marmolejo. Duran estos trabajos cerca de tres años, finalizándose en enero de 1569. Según parece, la labor de policromía de la escultura del retablo debió dilatarse hasta finales de año, realizándose en Carmona.

Vázquez, encargado de su conclusión y adaptación para la escultura, añadirá el último cuerpo al retablo, siguiendo miméticamente el proyecto anterior de Ortega, aunque alterando significativamente la traza del ático. Para éste seguirá esquemas propios, que como señala Palomero, arrancan del retablo de Giralte en la madrileña capilla del Obispo, posteriormente reelaborados por Vázquez. El precio de las obras ascendió a la suma de 6.000 ducados.

El retablo tiene una estructura arquitectónica similar al de Medina Sidonia, salvo el ático que ya se corresponde más con el estilo italianizante que se estaba comenzando a utilizar  en la Península y que está distribuido en un plano y no en tres como el de Medina. Checa dice, hablando de la mazonería, que las columnas abalaustradas que lo conforman, dotan al retablo de un sentido minucioso, aun plateresco. El uso del balaustre, heredado del diseño anterior, comenzaba a perder su proyección en Sevilla como soporte indiscutible del retablo, y la generación que había trabajado en otras obras con Roque de Balduque o Nufro de Ortega comenzaba a desaparecer.

La iconografía representada en el retablo se basa fundamentalmente en la corriente de origen medieval que enraíza su inspiración en los Evangelios Apócrifos, en la Leyenda Dorada, en las Meditationes vitae Christi y en los misteria medievales, consolidada y expandida por los grabadores alemanes y flamencos de finales del XV y de la primera mitad de la siguiente centuria.  Así en los cuerpos inferiores encontramos concentrados los episodios de los ciclos del Nacimiento e Infancia de Cristo, a los que siguen en los superiores los de la Pasión y Ascensión. La calle central, fuertemente resaltada en su estructura, se destina a la exaltación y glorificación de la Virgen, titular de la parroquia bajo la advocación de la Asunción; en ella se suceden la imagen entronizada de la Virgen con el Niño, un enorme relieve de la Asunción entre el Padre Eterno y los Apóstoles que se extiende por el cuerpo superior y en el remate del retablo la escena de la Coronación.

Los relieves del primer cuerpo, más cercanos al espectador –Encarnación, Visitación, Epifanía y Circuncisión Grupo de la Natividad y Virgen titular, son los fragmentos más cuidados y la  parte que más directamente acusa la mano del maestro. El resto son de menor calidad, en buena parte debido a su altura.

Estilísticamente, en el retablo pueden apreciarse  diferentes  formas y manos en lo que refiere a la escultura, aunque todo tiene el espíritu y  las pautas del maestro. La Madonna sedente recuerda obras anteriores de Vázquez y los ángeles que la acompañan recuerdan a los atribuidos al círculo de Berruguete en el retablo de Santiago en Cáceres. Esta  puede ser obra de Bautista Vázquez, así como los relieves de la primera calle: Encarnación, Visitación, Epifanía y Circuncisión. Muy bella también es la Asunción con Dios Padre que la recibe encima. Es muy semejante al realizado para el retablo de la Virgen de la Piña. Por último en el Calvario, el Cristo que corona el retablo es obra de buena factura y correcta composición, presentando características de otras obras de Vázquez. En las escenas de mayor calidad se muestra claramente el estilo de Vázquez, el más italianizado de los escultores del siglo XVI en Andalucía, quien sigue la línea de Sansovino.

La sustitución de Nufro de Ortega por Vázquez no solo significó un cambio tipológico al cambiar el plan inicial de un retablo pictórico por otro escultórico, sino que además dejó en manos del escultor el control de la policromía del retablo. Buscando un acabado uniforme en el que es difícil apreciar diferencias entre la policromía de la arquitectura del retablo y de su escultura, ambas realizadas en apenas cinco años, entre 1564 y 1569.

Autor: Jesús Ángel Porres Benavides

Bibliografía

HERNÁNDEZ DÍAZ, José, SANCHO CORBACHO, Antonio  y  COLLANTES DE TERÁN, Francisco, Catálogo Arqueológico y Artístico de la provincia de Sevilla II, C (Carmona), Sevilla, 1941.

HERNÁNDEZ DÍAZ, José, Imaginería del Bajo Renacimiento, Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas Instituto “Diego Velásquez”, 1951.

LÓPEZ MARTÍNEZ, Celestino,  Notas  para la Historia del Arte: Desde Jerónimo Hernández hasta Martínez Montañés, Sevilla, Imprenta de Rodríguez, Jiménez y Cª, 1929.

PALOMERO PARAMO, Jesús, El retablo sevillano del Renacimiento. Análisis y evolución (1560 –1629), Sevilla, Diputación de Sevilla, 1981.

PORRES BENAVIDES, Jesús, “Juan Bautista Vázquez y el retablo de  Santa María de Carmona”, en Archivo Hispalense, 92, 2009, pp. 279-328.