La Plaza de la Corredera constituye uno de los enclaves más importantes de la historia urbana de Córdoba. Ubicada en el ámbito oriental de la ciudad, conocido por el nombre de la Ajerquía, su conformación tuvo lugar durante la Edad Moderna. No obstante, ya desde la época musulmana hay constancia de la existencia de amplios espacios interiores en la Ajerquía dedicados a las tareas de contratación y mercado, así como a la actividad de determinados artesanos. Funcionando a modo de plaza de arrabal, uno de dichos espacios fue la Corredera.

Tras la recuperación cristiana de la ciudad la Ajerquía fue consolidándose como nuevo ámbito urbano. La zona de la Corredera, que pasó a depender de la collación de San Pedro, fue intensificando su actividad económica. Precisamente, en el siglo XV sería conocida por el Rastro al convertirse en zona de venta de carnes y pescado. Asimismo, ya desde esta centuria su espacio abierto fue utilizado para la celebración de algunos festejos como los juegos de cañas o las corridas de toros, derivando de estas últimas el nombre de la Corredera.

Este espacio abierto e irregular sería sustanciosamente transformado durante las siguientes centurias. Si bien la constitución de la Plaza de la Corredera -tal y como ha llegado a nuestros días- es obra del siglo XVII, la regularización de la misma tendría lugar en el XVI. Fruto de la cultura humanista, en el transcurso de esta centuria se ponen en práctica una serie de medidas tendentes a la dignificación y al embellecimiento de un espacio destinado a la actividad económica, a la celebración de festejos y espectáculos públicos, así como a la reunión cívica.

La regularización de la plaza se inició a mediados del Quinientos con la construcción del Pósito en el testero sur. Junto a él se alzaría años después el edificio de la Cárcel, que englobaría también la casa del Corregidor. Obra del arquitecto Juan de Ochoa, se trata de un sobrio edificio manierista, si bien la imagen que hoy muestra es resultado de la reconstrucción efectuada por el arquitecto Arturo Ramírez en 1986.

A finales del Quinientos quedaba configurado el flanco meridional de la plaza, presidido por los edificios del Pósito, la Cárcel y unas casas que fueron realizadas también por Juan Ochoa. Partiendo de la alineación de dicho testero sur se irían ordenando los tres restantes hasta quedar trazado un espacio que, sin ser un rectángulo perfecto, resultaba bastante regular. A este respecto, el extremo más oriental de la plaza, que originariamente se prolongaba y estrechaba, fue acotado con el adelantamiento de la fachada correspondiente a dicho flanco. La alineación se aplicó también en los testeros occidental y septentrional de la plaza. Este último presentaba originariamente una gran irregularidad con acusados entrantes y salientes, siendo algunos vulgarmente conocidos como “la panza” y “el codillo” por las formas que presentaban.

La construcción definitiva de la Corredera se realizó a finales de siglo XVII. El Corregidor de la ciudad Francisco Ronquillo Briceño planteó la necesidad de que los edificios de la plaza ofreciesen firmeza y seguridad. Al parecer, la mayoría de los viejos edificios eran de madera por lo que se aconsejó el empleo del ladrillo para las nuevas construcciones. Antonio Ramos de Valdés fue el autor del proyecto concluido en 1687. Este arquitecto salmantino planteó una plaza rodeada de edificios del mismo estilo e igual altura y con una disposición simétrica de huecos y volúmenes. Los arcos marcarían el ritmo de los soportales del cuerpo bajo de los edificios, así como los accesos a la plaza. Asimismo, animó las fachadas con decoración polícroma de clara tendencia barroca. En tal remodelación se mantuvieron los edificios del flanco meridional, incluidas las casas de doña Ana Jacinto de Angulo -quien se opuso a su derribo-, situadas en el suroeste de la plaza.

Tales intervenciones transformaron considerablemente la Corredera, acercándola al modelo de plaza mayor castellana, tipología urbana surgida en la España de Felipe II. Al igual que la Plaza Mayor de Valladolid, o la de Madrid, la Corredera quedó convertida en un espacio cerrado y unitario, con dos accesos principales: el Arco Alto o Arco de la Espartería y el Arco Bajo o Arco del Socorro; además de la apertura de una vía en el flanco meridional y otra en el oriental, esta última la llamada calleja el Toril, en alusión a su función en los festejos taurinos.

A diferencia de las plazas mayores citadas en la Corredera no se erigieron las Casas Consistoriales, alzándose en su lugar la Cárcel-casa del Corregidor. La presencia de dicho edificio constituye una novedad, aproximándose con ello la Corredera al modelo de plaza mayor americana de la época colonial, enclave urbano en el que solía ubicarse la cárcel.

En lo sucesivo la Corredera fue consolidando su función comercial y artesanal, sin dejar de ser un espacio de reunión cívica y de celebraciones. No obstante, durante el siglo XIX sufriría una serie de cambios que afectarían tanto al uso de sus construcciones como a su propia imagen.

El edificio de la Cárcel sería destinado a cuerpo de guardia de la Milicia Nacional y de los Voluntarios Realistas. Ya en los años centrales de esta centuria el empresario José Sánchez Peña adquirió este edificio y el del Pósito -así como otros colindantes-, para la instalación de una fábrica de fieltros y sombreros. De este modo, la plaza asumiría también una función industrial. Posteriormente, en 1873, el antiguo edificio de la Cárcel fue adaptado en su interior para convertirse en Mercado de Abastos, función que por un tiempo compartió con la citada fábrica. Finalmente, la parte superior del mismo sería adaptada para viviendas de alquiler.

La mayor transformación se produciría durante la última década del siglo XIX, perdiendo la Corredera su imagen de plaza mayor. En el centro de la misma fue erigido un nuevo edificio para Mercado Central de Abastos, bajo el auspicio de José Sánchez Muñoz, hijo y sucesor de Sánchez Peña. Ocupando una gran superficie y con un alzado que sobresalía por encima de los edificios de la Corredera, se trataba una ambiciosa obra realizada en su mayor parte de estructura metálica. Tal construcción provocó un gran impacto tanto en la plaza como en su entorno urbano.

En el transcurso del siglo XX la Corredera seguiría cumpliendo la función comercial y artesanal de antaño, si bien sufriría una considerable degradación. A ello no sólo contribuyeron las transformaciones indicadas, sino también el surgimiento de un nuevo centro urbano con la apertura de la calle Claudio Marcelo y la creación de la Plaza de las Tendillas. Pese al derribo en 1959 del edificio del Mercado Central de Abastos, el estado de la Corredera siguió siendo bastante lamentable.

Afortunadamente, dos acontecimientos cambiarían el destino de la Corredera: la declaración de Monumento Histórico-Artístico, en 1981; y la aprobación de un Plan Especial de Protección y Mejora de la Plaza de la Corredera, en 1984. Éste último ha permitido la remodelación de la plaza y la rehabilitación de su arquitectura, recuperando parte de imagen barroca adquirida en el siglo XVII.

Autora: Yolanda Victoria Olmedo Sánchez

Bibliografía

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2018-01-26T15:06:34+00:00

Título: Excavaciones previas para la construcción del Mercado Central de Abastos en la Plaza de la Corredera (1893). Fuente: Fotografía de Eleuterio Almenara (reproducida por González Pérez, A.J., 2007; y por Naranjo Ramírez, J. y López [...]