Nacido en Córdoba en una fecha aún sin documentar entre 1538 y 1542, Pablo de Céspedes constituye un ejemplo excepcional y raro entre los humanistas y artistas españoles del siglo XVI que dirigieron su interés y sus pasos a Italia. Su condición familiar fue fundamental en su desarrollo vital. Sus padres eran originarios de Alcolea de Torote y Ocaña, al norte de Toledo y se habían asentado en Córdoba al calor de la prebenda eclesiástica del racionero Francisco López de Aponte, primo de la abuela materna de Pablo de Céspedes. Un puesto en el coro de la catedral que luego pasaría a diferentes miembros de la familia pese a la estricta normativa de prohibía expresamente que estos puestos fuesen transmitidos en modo alguno y de forma particular de una generación a otra, como si de un patrimonio propio se tratase, dentro de un mismo núcleo familiar. No obstante se habían extendido prácticas, que mediante resquicios legales, permitían precisamente eso, lo que se ha constatado a través de la documentación conservada.
Sea como fuere, esta buena posición condicionó la formación de Pablo de Céspedes, la cual hay que entender dentro de un plan familiar para preparar a quien presumiblemente por sus buenas aptitudes estaba llamado a ser el sucesor de López de Aponte y de su tío carnal el bachiller Pedro de Céspedes en el sitial del coro cordobés que éstos habían ocupado.
La primera parte de su periodo vital que incluye el inicio de su formación no ha sido documentado mucho más allá de lo referido por Francisco Pacheco y lo especulado por Francisco Tubino. Sí se conoce que en el testamento de López de Aponte se asigna una generosa cantidad destinada a sufragar la educación de Pablo de Céspedes. Tras unos primeros años en Córdoba, parece que pasó alrededor de 1556 a la Universidad de Alcalá de Henares, donde se formaría en las disciplinas humanísticas y tendría acceso a las más modernas posiciones frente a la cultura y al arte de la mano de Ambrosio de Morales, Jerónimo Zurita o Benito Arias Montano entre otros.
Para 1560 se encuentra presente en Roma donde permanecería hasta 1577. En la Ciudad Eterna, convertida en gran metrópoli de la cultura y el arte, tuvo acceso y participó del ambiente cultural y humanístico recogido en textos, ideas, teorías que circulaban y se desarrollaban en un momento en el que estaba en marcha un complejo proceso de transformación: la Contrarreforma derivada del Concilio de Trento. Parece que allí gozó de la protección y ayuda del también cordobés Francisco de Simancas, obispo de Zamora, quien le posibilitó el acceso a determinados ambientes humanísticos. También entró en contacto con círculos artísticos donde inició su formación como pintor en el círculo de Federico Zuccaro, con quien se adiestró en la teoría y práctica del dibujo y el estudio mediante el mismo de los grandes maestros. Su pericia y capacidad le valdría algunos encargos de los cuales se conoce documentalmente el que le llevo a decorar al fresco la capilla Bonfil de la Iglesia de la Santísima Trinidad en el monte Pincio, donde en otras capillas habían pintado los Zuccaro, Volterra o Vasari.
Su carrera como pintor en Roma se vio interrumpida por su propio destino, y habiendo realizado los trámites necesarios consiguió la bula por la que la Santa Sede le otorgaba licencia para ocupar una ración entera en la catedral de Córdoba. Paralelamente, su tío el Bachiller Pedro de Céspedes, había presentado solicitud de resignación de su ración argumentando no poder cumplir con todas las obligaciones del coro. Es así como el 8 y 9 de agosto se exhibieron las correspondientes cartas y bula en el cabildo de Córdoba, gestionándose a continuación el trámite para realizar la probanza de limpieza de sangre. Céspedes toma posesión de su prebenda el 7 de septiembre.
Este puesto en la catedral le permitió mantener un nivel de vida más que cómodo, a la vez que estuvo en contacto con lo mejor de la intelectualidad de la ciudad, a la vez que le proporcionó cierto estatus social. La vasta formación humanística de Céspedes y sobre todo sus aptitudes para el arte fueron apreciadas y empleadas por el cabildo de la catedral desde el principio cometiendo al racionero para emitir dictamen y hacer seguimiento de las empresas artísticas que se llevaban a cabo. Incluso, le encargó directamente la realización de algunas de ella. Esta actividad ha podido ser registrada ampliamente en la documentación catedralicia, registrándose numerosas obras pictóricas, diseños y otras obras, así como su constante y directa intervención en otros tantos empeños artísticos del cabildo, siendo especialmente reseñable su participación en los trabajos de terminación y decoración del nuevo coro y capilla mayor de la catedral cordobesa.
No obstante, la actividad de Pablo de Céspedes no se restringe a los muros de la catedral cordobesa, donde se han documentado al menos las pinturas de los velos del altar mayor (1579) y de los retablos de las capillas del Espíritu Santo, propiedad de los hermanos Simancas (Ca. 1580), San Marcos (1596), Virgen de La Antigua (1601), además de su pintura más conocida la Santa Cena (1595). En efecto, el racionero realizó pinturas para numerosos encargos de los cuales son destacables las pinturas para el retablo mayor de la iglesia del colegio jesuita de Santa Catalina de Córdoba (1590 – 1594) y trascendiendo el territorio de la vieja capital del califato, la pintura del retablo de la capilla de Santa Ana en el monasterio de Santa María de Guadalupe en Cáceres (1587).
Así mismo, Céspedes fue asiduo en Sevilla donde frecuentó los círculos humanísticos en torno al cardenal Rodrigo de Castro y a personajes de gran calado intelectual como los canónigos Francisco Pacheco y Luciano Negrón. En Sevilla realizó también algunas obras pictóricas para los jesuitas y la catedral, donde realiza el ciclo de alegorías y santos para decorar la nueva sala capitular en 1592.
No obstante, la importancia de Pablo de Céspedes en el plano artístico no radica tanto en sus obras como pintor como en su influencia en el proceso de transformación estética que conllevó el inicio del naturalismo en la pintura andaluza, y más concretamente la sevillana. En efecto, Céspedes había tenido acceso en Roma a los presupuestos teóricos de origen contrarreformista que indicaban que la pintura, especialmente la religiosa, debía acercarse cuanto más mejor al natural para favorecer así la identificación de los fieles con la imagen sagrada. Este planteamiento que tendrá un enorme predicamento y extraordinario éxito durante el siglo XVII tuvo sus inicios pictóricos y teóricos en los últimos años del siglo anterior cuando determinados artistas ensayaron fórmulas estéticas que más adelante serían desarrolladas y perfeccionadas, pero que tienen su inicio en pinturas como las que Céspedes realiza en Guadalupe y en la capilla de San Marcos de la catedral Cordobesa, o en la Sagrada Familia pintada por el racionero para la catedral de Sevilla, donde se ha querido ver uno de los puntos de partida de este naturalismo pictórico.
Una faceta no menos importante de Pablo de Céspedes es la que le caracteriza como uno de los teóricos más influyentes de su tiempo. Si bien es cierto que ninguno de sus textos fue llevado a imprenta y solo han sido impresos muy posteriormente, es conocida su prolífica actividad como teórico especulativo y diletante en materia artística, histórica, filológica y arqueológica, conservándose gran parte de sus manuscritos originales en la catedral de Granada.
En su faceta como escritor, Céspedes hace gala de un gran acervo de cultura y conocimiento, del que puede considerarse reflejo material los más de doscientos volúmenes de su biblioteca registrados en el inventario que se realizó en su casa tras su fallecimiento. Mantuvo una notable actividad epistolar correspondiéndose con humanistas como Pedro de Valencia, pero sin duda el grueso de su producción escrita, tanto en volumen como en importancia, radica en sus discursos y tratados. De entre ellos es destacable el “discurso sobre el Templo de Salomón” donde Céspedes hace un ejercicio de erudición filológica en busca del origen de la pintura y una sesuda propuesta de identificación de las proporciones del templo hierosolimitano y las de la catedral de Córdoba. Destaca también el “Discurso de la comparación entre la antigua y moderna pintura y escultura” donde se establecen toda una serie de bases teóricas de justificación de los presupuestos teóricos que había asimilado en Roma de la mano de Zuccaro fundamentalmente en lo referente al dibujo como principio básico del ejercicio artístico poniendo a la pintura en situación predominante respecto a la escultura. El más importante de todos estos escritos es el llamado “Poema de la Pintura” donde vuelve a incidir, esta vez en verso, sobre las cuestiones alusivas al dibujo y donde deja patente y por escrito cuáles son sus postulados con respecto a la imitación del natural y su consecuente incorporación a la lógica pictórica. Un texto este último que tendrá una notable influencia en el arte posterior a Céspedes, puesto que conociendo Francisco Pacheco una copia del mismo lo incorporó en gran medida en su tratado “Arte de la Pintura”, donde Céspedes es uno de los autores referenciales y más citados, encabezando sus versos muchos de los capítulos. De este modo, la autoridad ejercida por Céspedes sobre Pacheco tendrá una enorme importancia y trascendencia, en tanto que el pintor y tratadista transmitirá los presupuestos teóricos del racionero con respecto al naturalismo pictórico quedando plasmados en su tratado como referente y modelo ejemplar.
En suma, la figura de Pablo de Céspedes se presenta como una personalidad poliédrica que resulta clave fundamental, tanto en el plano teórico como en el plástico, para comprender el tránsito y los procesos de transformación estética y artística que se dan entre Italia y España, entre el Renacimiento y el Barroco.
Autor: Pedro M. Martínez Lara.
Bibliografía
BROWN, Jonathan, “La teoría del arte de Pablo de Céspedes”, Revista de ideas estéticas, nº. 90, 1965, pp. 19-29.
MARTÍNEZ LARA, Pedro M., “Sedimento material de una vida humanista. El inventario de bienes de pablo de céspedes”, Boletín de Arte, nº 32-33, 2012, pp. 437-456.
MARTÍNEZ LARA, Pedro M., “Novedades documentales en torno a Pablo de Céspedes: el expediente de limpieza de sangre”, Historia. Instituciones. Documentos, nº 38, 2011, pp. 291-323
RUBIO LAPAZ, Jesús, Pablo de Céspedes y su círculo: humanismo y contrarreforma en la cultura andaluza del renacimiento al barroco, Granada, Universidad de Granada, 1989.
TUBINO, Francisco María, Pablo de Céspedes, Madrid, Manuel Tello, 1868.