Hijo de Francisco Núñez Cabrera y de Ana de Ribera, las breves noticias documentales obtenidas hasta la fecha sobre el escultor Marcos Cabrera mantienen su biografía en un apunte siempre pendiente de dilucidar. La historiografía, tradicionalmente, ha señalado su origen cordobés por el hallazgo documental de un homónimo de su padre al servicio del Obispo de Córdoba durante los posibles años de su nacimiento y por la doble referencia bibliográfica de Ceán Bermúdez en el siglo XIX, identificándolo como el capitán cordobés Juan de Cabrera. Sin embargo, en su licencia de pasajero del año 1581 para embarcar a las Indias, aparece como natural de Sevilla. Datos, todos ellos circunstanciales, que se deben tomar con cautela, pues en esta misma licencia se declara soltero y su primer matrimonio con María de Quintanilla se encuentra documentado en la Iglesia parroquial de San Vicente de Sevilla el  28 de enero de 1565.

Sea cual fuere la ciudad andaluza que lo vio nacer, su formación está plenamente filiada a la escuela hispalense del último Renacimiento, bajo los magisterios de Hernán Ruiz II y su yerno Jerónimo Hernández. Los evidentes préstamos formativos de índole puramente clasicista de los dos grandes maestros de la escuela renacentista sevillana son evidentes y se encuentran innegablemente presentes en sus escasas obras conservadas. Si bien, Cabrera, domina la pulsión del sentir popular que sabe interpretar, dirigiéndose hacia un expresionismo que preludia el inminente barroco sevillano.

Esta es la esencia estilística que contiene y representa su obra cumbre, el Santísimo Cristo de la Expiración, uno de los crucificados más loados que procesionan en la Semana Santa y pieza clave de la imaginería sevillana. El contrato fue celebrado entre el artista y la Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos de la Sagrada Expiración de Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima de las Aguas el 7 de diciembre de 1575. La antigua Hermandad, fundada por el gremio de plateros y con sede actual en la Capilla del Museo de Bellas Arte de Sevilla, encarga un crucificado expirante con la finalidad de promover dicha advocación. Realizado a molde en pasta de madera, popularmente conocido como “papelón”. Un compuesto de lienzo, cola de pez, serrín de madera, papel, piel de conejo y otros materiales. Ceán informa sobre el dominio de Cabrera en esta técnica al relatar que los jóvenes del gremio, impresionados por la calidad de la obra, mandaron tirar los moldes al río Guadalquivir. La técnica del “papelón” alude directamente a la tradición sevillana del XVI y al magisterio recibido de Jerónimo Hernández que la domina, pues es una técnica más barata, de más rápida ejecución (el contrato especifica un plazo de 18 días) y de menor peso que la talla en madera, ideal para procesionar. Compositivamente, parece aceptada la hipótesis del conocimiento de Cabrera, a través de uno de los múltiples grabados circulantes en la Sevilla de la época que Giulio Bonasone hicera del Cristo expirante que Miguel Ángel realizó para Victoria Colonna hacia 1540 y que, actualmente, se encuentra en el Museo Británico de Londres. El modelo es genuinamente manierista, al uso de este mismo crucificado o del famoso Laocoonte. Es decir, resuelto por medio de la expresiva línea “serpentinatta” y un audaz escorzo que marcan con ritmo ascendente la contorsión corporal hasta concentrar dramáticamente en el rostro todo el peso del dolor humano y divino del Redentor. Es en el rostro donde Cabrera, queriendo acentuar las notas trágicas del inminente final, introduce un intencionado patetismo de estética naturalista que precursiona al barroco sevillano. El éxito inmediato de este crucificado de 1,79 m. de altura, primero de los crucificados a tamaño del natural que se conservan, se testimonia en el contrato que firma el escultor Matías de la Cruz en enero de 1590 con el presbítero Cristóbal Montaño en el que se obliga a realizar un Crucificado (hoy perdido) junto con sus andas procesionales, teniendo a esta magistral obra como modelo. En la última década del siglo XIX, Manuel Gutiérrez Reyes y Cano, incorpora el actual sudario de telas encoladas. Sucesivas intervenciones fueron realizadas por el restaurador Francisco Peláez del Espino en 1978 y los Hermanos Cruz Solís en 1991.

El segundo episodio biográfico de Marcos Cabrera se verifica documentalmente en 1581 gracias al hallazgo en el Archivo General de Indias de su mencionada licencia de embarque. Cabrera forma parte de una expedición de 112 hombres, doce de ellos viajan con sus familias completas, organizada por el Gobernador Francisco de Cáceres (1539/42- ca. 1589) para repoblar e introducir distintos oficios gremiales en sus fundaciones urbanas del Reino de la Nueva Granada. La expedición partió en 1582 en la flota del General Diego Maldonado y su hermano, el Almirante Francisco, que se demoró durante un año. En su estancia en tierras neogranadinas debió tener algún contacto con la milicia que le reportó el título de Capitán. En 1587 se documenta su presencia en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, gracias al contrato de aprendizaje formalizado con Alonso de Salinas.

Se desconoce la fecha exacta de su retorno a Sevilla. Si bien, los ocho relieves de la Sala Capitular de la catedral hispalense verifican su presencia en 1590. Los relieves rectangulares en piedra que se integran en el programa decorativo de la sala representan las siguientes escenas bíblicas: El último sermón de Cristo, Daniel en el pozo de los leones, El bautismo de Cristo, La tormenta en el mar Tiberiades, La parábola del sembrador, La oración en el huerto, San Pedro contemplando los animales inmundos y el Lavatorio de Jesús a sus discípulos. Tanto en la factura como en la composición de estas escenas, se advierten distintas influencias recibidas por Cabrera de la propia escuela escultórica que la fábrica catedralicia supone, desde Perrín o Bautista Vázquez el Viejo, pasando por Pesquera y Velasco.

El 1 de abril de 1593 se fechan dos contratos de compra-venta de varias imágenes en madera policromada y dorada firmados por el matrimonio Cabrera, donde el escultor aparece ya con su título de Capitán. Uno con el vecino de Sevilla, Francisco Armijo y otro con su suegra, Isabel de Quintanilla, como pago a cuenta de una deuda mayor.

La única referencia de la actividad del escultor en el año 1594 la refiere Ceán, indicando su participación en el monumento efímero catedralicio conmemorativo de la Semana Santa sevillana de ese año con un Abraham de madera, pasta y telas encoladas. En esta ocasión,  identifica correctamente al escultor como Marcos Cabrera.

Mediante contrato de fecha 26 de noviembre 1595, Cabrera se obliga con la cofradía de San Sebastián del Coronil a realizar un San Sebastián en talla de vara y media que deberá entregar el 10 de enero de 1596 (diez días antes de su festividad). En este mismo año de 1596, se testimonian los contactos que Cabrera sigue manteniendo con América, pues, el 6 de noviembre se fecha la tasación por 360 ducados, emitida por los escultores Gaspar Núñez Delgado y Juan de Oviedo, sobre tres escudos de piedra encargados desde las Indias por el capitán García de Barrionuevo con sus armas que, según sus colegas, Cabrera ejecuta a plena satisfacción.

La tercera y última de las obras conservadas de Cabrera es el Jesús Nazareno de la Cofradía de San Bartolomé de Utrera, como consta en una carta de pago fechada el 20 de marzo de 1597 en la que recibe 25.000 ducados por gubiar la cabeza, potencias, manos y piés en madera de cedro policromada. Este documento, además de su autoría, otorga a la obra el valor de ser el nazareno más antiguo que procesiona en la provincia de Sevilla. Iconográficamente, representa el momento en que Jesús abraza la cruz como testimonio de la aceptación serena de su sacrificio. La pieza ha sido muy intervenida y, por ello, es muy dificultoso realizar una valoración estilística y técnica que la califique dentro de la escasa obra conservada de nuestro autor o que ayude a filiar a su mano otras que persisten en el anonimato. En 1793 con participación del escultor Felipe González y el dorador Diego Suárez se le adaptó un nuevo candelero, se reencarnó la imagen, se le colocaron ojos de cristal, un nuevo pelo de estuco y se adaptó el paso. En el siglo XIX la interviene el escultor local decimonónico Francisco Escamilla Rodríguez y, en el siglo XX, Antonio Eslava Rubio y José Rodríguez Rivero Carrera que, en 1980, realiza una profunda restauración consistente en hacer parte del cuerpo, conservando las piezas originales de Marcos Cabrera, suprimir las pestañas postizas y eliminar un hierro que servía de soporte. La Hermandad también ha modificado su composición inicial y, en la actualidad, procesiona cargando la cruz con ayuda de un Cirineo.

Un recibo de pago con fecha 20 de agosto de 1598 de Marcos Cabrera al canónigo Francisco Pacheco, nos informa de su segundo matrimonio, celebrado con Justa Velázquez en la iglesia de El Salvador. También, de que la deficitaria economía del escultor parece ser ya una constante en su vida, pues el documento justifica la recepción de una dote de 20.000 maravedís adjudicada a su esposa por la institución de caridad que doña Catalina de Mendoza fundara para el casamiento de doncellas necesitadas.  La documentación existente a partir de 1598 refleja, así mismos esta crítica situación económica que, quizás, justifique la desaparición documental del autor a partir del año 1601. Días previos a este recibo, el 5 de agosto de 1598, otorga Marcos Cabrera un poder general a favor de Juan Rodríguez, vecino como él del Salvador, para recibir, cobrar y otorgar cartas finiquito en su nombre. A pesar de que se documenta en 1600 el encargo de un sagrario para la colegial sevillana del Divino Salvador y, en 1601, se fecha el contrato con la Hermandad de San Roque de Las Cabezas de San Juan para ejecutar una imagen de su titular. La huella de Marcos Cabrera se pierde en diciembre de 1601 al arrendar a Juan Bautista todas sus propiedades inmobiliarias. Hasta el momento, se desconoce cuál fue el siguiente paradero del escultor, así como el lugar y año de su muerte.

Autora: Carmen Vallejo Naranjo

Bibliografía

AMADOR MARRERO, Pablo Francisco y PÉREZ MORALES, José Carlos, “El sevillano “capitán” Marcos de Cabrera: personaje enigmático, notable escultor. Revisión histórico-artística y técnica”, Atrio, 13 y 14, pp. 87-98.

HERNÁNDEZ DÍAZ, José, Imaginería hispalense del Bajo Renacimiento, Sevilla, CSIC, 1951.

LÓPEZ MARTÍNEZ, Celestino, “La hermandad de la Sgda. Expiración y el escultor Marcos de Cabrera” Calvario, Sevilla, 1946, sp.

LÓPEZ MARTÍNEZ, Celestino, “El Cristo de la Expiración de la Capilla del Museo” La Pasión, Sevilla, 1961, p. 71.

SÁNCHEZ HERRERO, José, RODA PEÑA, José y GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Federico (Dirs), Crucificados de Sevilla, Sevilla, 1997-1998.

SÁNCHEZ HERRERO, José, RODA PEÑA, José y GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Federico (Dirs), Nazarenos de Sevilla, Sevilla, 1997.