El de los Ramírez Rico de Rueda constituyó uno de los clanes judeoconversos más relevantes y extensos del reino de Córdoba en época moderna. Asentado en la ciudad de Lucena, el linaje contó con ramificaciones en otras poblaciones de los reinos de Jaén y Granada, donde las conexiones fueron especialmente intensas con Loja y Antequera.

Sus orígenes se sitúan en los estados señoriales de Comares, pertenecientes a la Casa de los alcaides de los donceles, una de las ramas de los poderosos Fernández de Córdoba. de Espejo, una de las villas bajo la jurisdicción de los marqueses de Comares, procedían tanto los Rueda –que llegaron a detentar la alcaidía de su fortaleza en 1597–, como los Ramírez. Los primeros emparentaron de manera temprana con los Rico, judeoconversos lucentinos ligados desde antiguo al cabildo y a la corte señorial, y que contaban entre sus ascendientes con las figuras de Juan Rodríguez Rico, hidalgo y alcaide de Lucena en 1577, y del capitán Juan Rico, regidor y padre del doctor don Andrés Rueda Rico, arcediano de Castro y canónigo doctoral de la Catedral de Córdoba.

No menos interesante fue la evolución de los Ramírez, verdadera cabeza visible de tan vasta Casa. El pariente mayor, Miguel Ramírez, hizo fortuna en su Espejo natal gracias al negocio de los censos y los préstamos a particulares y a los Fernández de Córdoba, lo que le valió su entrada, hacia la década de 1530, en los círculos de poder señoriales como contador y gobernador de los estados de Comares. El cruce de documentación inquisitorial de época posterior ha permitido revelar que este personaje fue penitenciado por herejía judaizante en el último tercio del Quinientos. Su condena, sin embargo, no trascendió ni supuso un freno para los propósitos de ascenso social de sus descendientes: su hijo Juan Ramírez llegaría a ser, amén de contador, regidor de Lucena, reconocido hidalgo en el padrón de moneda forera de 1579 y familiar del Santo Oficio. Tan sólo una generación después, el heredero del anterior, don Juan Ramírez de Aguilar, encargaba en 1593 las probanzas de su hidalguía. Los Ramírez alcanzaban, por tanto, las postrimerías del siglo XVI habiendo despejado las dudas acerca de su limpieza de sangre y su notoria nobleza, y reforzados por la alianza con los Rico de Rueda.

La cercanía con los círculos de poder señorial –que a su vez les abrieron las puertas del cabildo– y una calculada política matrimonial fueron los principales motores de su éxito social. Especialmente relevante resultó esta última, en extremo endogámica y concretada en la celebración de repetidos enlaces dentro del mismo grupo familiar. Aparte de unas primeras uniones con los también judeoconversos Angulo y Vallejo, ligados asimismo a la administración de la Casa de Comares, desde el siglo XVI y hasta bien avanzado el XVIII se sucedieron, en cada generación y en distinto grado de parentesco, los enlaces entre los Ramírez Rico de Rueda. Tan sólo en el Seiscientos empezaron a orientar sus estrategias matrimoniales hacia la ciudad de Loja, donde entroncaron con renombrados linajes conversos como los del Rosal, los Pérez del Pulgar, señores del Salar, y los Dávalos Maldonado, sedicientes señores de Zagra. Una centuria más tarde sus preferencias los llevaban al vecino reino de Jaén gracias a las uniones con los Poblaciones, condes de las Infantas, y los Uribe, naturales de Baeza. Gracias precisamente a las conexiones con los últimos, una de las numerosas ramas de los Ramírez Rico de Rueda consiguió en 1795 el título propio de condes de las Navas en la persona de don José Ramón Ramírez Poblaciones Uribe y Rico.

La carrera ascendente aquí esbozada, en la que se perpetuaron en los oficios públicos lucentinos, accedieron a órdenes militares, al estamento eclesiástico y al organigrama inquisitorial, e incluso conquistaron la nobleza de título, no hubiese sido posible sin unas deliberadas estrategias de ocultamiento de su pasado judío y judaizante. Cabe en este sentido destacar el empeño del clan en falsear su genealogía y servirse de un apellido de mayor resonancia entre la nobleza vieja castellana, el de Ramírez de Arellano, condes de Aguilar de Inestrillas, transmitiendo así una versión adulterada de su pasado que prácticamente ha llegado a la actualidad.

Autora: Nereida Serrano Márquez

Bibliografía

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