La familia de los Mesa o Fernández de Mesa es una de las más notables de la aristocracia cordobesa durante la Edad Moderna. Aunque pretendidamente tuvieron su origen en la conquista de la ciudad en 1236, lo cierto es que poco y contradictorio es lo que sabemos de ellos durante los siglos medievales. Un estudio sin demasiada profundidad documental los atribuye oriundos en un topónimo común, el lugar de Mesa, una parroquia dentro del término municipal de Grandas de Salime, en Asturias, limítrofe con Galicia, y aunque bien pudieron tener el mismo tronco común que los Fernández de Mesa valencianos, de Orihuela, y los toledanos, los cierto es que carecemos de instrumentos documentales que así lo sostengan con solvencia. Para los cordobeses muchos son los genealogistas del pasado -Andrés de Morales y Padilla, Francisco Ruano, Antonio Ramos, Fernández de Bethéncourt- que los estudiaron, casi tantos como las divergencias que existen entre ellos a la hora de reconstruir la genealogía de los Fernández de Mesa anterior a 1450. Aunque el propio Fernández de Bethéncourt los reconoce como una de las “casas más antiguas e ilustres de esta ciudad”, no será hasta los tiempos del rey Enrique IV en que los encontremos ostentando puestos de poder y responsabilidad, así como casando con otros reconocidos linajes de la aristocracia local.
Divididos también en varias ramas dentro de la capital cordobesa, una de las cuales incluso tuvo serios problemas con la Inquisición a finales del XV, tres de ellas tienen un mismo arranque en la figura de don Alfonso Fernández de Mesa, artífice económico y social del importante posicionamiento de la familia. Fue alcaide de los Reales Alcázares de Córdoba y chanciller o registrador de Castilla con el rey Juan II, así como su tesorero poco después. Adquirió diferentes bienes inmuebles, rústicos y urbanos. En 1446 obtuvo de su esposa y del monasterio de San Pablo licencia para establecer su capilla funeraria para su descendencia, en uno de los rincones de su iglesia. De su matrimonio con doña Beatriz González de Quirós provino una extensa y larga descendencia. El primogénito, don Gonzalo de Mesa, veinticuatro de Córdoba y también registrador real de Enrique IV encabezará la línea de los Alcaides de Monturque, extinguida a comienzos del siglo XVII; el segundo, don Alfonso, también veinticuatro de Córdoba, dará lugar a la casa de los señores de Cortijo Rubio, luego Villarrubia, cuya línea se agotó a mediados del mismo siglo y pasó a los señores de Cabriñana; y por fin, el tercero, don Rodrigo Fernández de Mesa, será la cabeza de la casa del Chanciller y quien perpetúe el apellido hasta la actualidad.
De este modo, don Rodrigo Fernández de Mesa, dueño por herencia paterna del cortijo y heredamiento de “El Chanciller”, adquirido por su padre, será a su vez el tronco de los Fernández de Mesa cordobeses que lleguen a tener mayor importancia histórica. Casado con doña Teresa de Luna, recibiría como dote de su esposa unas casas principales en la collación de San Andrés, que las convertiría, junto con las tierras del Chanciller, en las principales del mayorazgo que fundó, a las puertas de su muerte, en 1496. En vida había comenzado la edificación de su capilla familiar en el convento de San Pablo en 1483, la capilla de San Jacinto, y que a pesar de los cambios históricos, la desamortizaciones y el desmantelamiento de las sucesivas restauraciones, se conserva parte de su arquitectura. Fruto de su segundo matrimonio con doña Elvira de la Cerda tuvo varios hijos, sucediéndole su hijo don Alonso Fernández de Mesa.
Dos hijos de este último, don Andrés y don Rodrigo Fernández de Mesa, casaron a mediados del siglo XVI a su vez con dos hermanas, doña Andrea y doña Marina de Argote. Estas, tras la muerte de sus padres, tíos y su hermano mayor, quedaron como herederas únicas del mayorazgo y diferentes bienes de una de las ramas de los Argote, entre los que se encontraban el cortijo de Benazurera, casas principales en la calle Pedregosa y bienes en Orán. Sin embargo, el matrimonio compuesto don Rodrigo y doña Marina moriría sin descendencia, por lo que todos los bienes de los Mesa y los Argote se reunieron en su sobrino, el hijo mayor de Andrés de Mesa y Andrea de Argote. Este será Alonso Fernández de Mesa Argote y Córdoba (1556-1609). Considerando que las casas principales de los Argote estaban en mejor ubicación y estado que las de los Mesa, este caballero pidió al rey Felipe II poder subrogarlas e intercambiarlas entre sí, y en efecto así lo hizo. De este modo, en 1590, don Alonso convirtió con privilegio real las antiguas de su madre doña Andrea de Argote en las casas principales de los Fernández de Mesa, donde de hecho había nacido y vivido, pasando entonces a formar parte del mayorazgo del Chanciller. Igualmente, y tras algunos años de polémica, don Alonso hubo de concertarse en 1579 con su primo don Alonso Fernández de Figueroa y Mesa, con quien compartía enterramiento en la capilla de San Jacinto del convento de San Pablo, para la colocación de los escudos de armas de los Mesa y de los Figueroa “que se han de poner”, y que aún se pueden ver en el pretil que remataba el flanco oriental de la capilla, junto a la puerta lateral de acceso a la iglesia.
En los años de juventud de su bisnieto don Andrés Fernández de Mesa y Argote (1640-1687) la familia decide reunir varias de esas antiguas casas y levantar sobre ellas una nueva residencia al gusto barroco. Huérfano de padre, será su madre doña Leonor Cabrera de los Ríos en nombre de su hijo don Andrés quien se encargue de que estas nuevas casas principales comenzaran a obrarse en 1653. Por la documentación disponible parece que se concluyeron entre 1656 y 1657, y su arquitectura -fachada, patios, escalera, planta y habitaciones-, es la que nos ha llegado hasta la actualidad. Tenemos noticia de la escritura de obligación de la realización de las 12 rejas de hierro negras de la casa y el balcón limado de la puerta principal por parte de Benito del Pino, maestro herrero, en junio de 1654, cuando aún “se estaban labrando”. Para la construcción del nuevo inmueble se cedió parte del solar antiguo de las casas a ensanchar la propia calle y crear una pequeña plaza precedente con la que poder observar la majestuosidad de la portada, compensando así la estrechez de la antigua calle Pedregosa.
La fachada es así irregular, describiendo un pronunciado ángulo para poder avistar la principal. La portada del edificio, en piedra caliza, se describe en dos niveles, el portón principal adintelado, flanqueado por dos columnas de fuste liso y pilastras que soportan un entablamento clásico, y los arranques de un frontón curvo, roto por el balcón principal. En el tímpano de la puerta del balcón encontramos el escudo heráldico propio de don Andrés Fernández de Mesa, observándose en el primer cuartel el escudo de los Mesa y en el segundo el de los Argote. Acodada encontramos la cruz de caballero de Calatrava -como revelan las puntas que encontramos en sus cuatro flancos- distinción que disfrutó este aristócrata por merced Real desde 1648.
Gracias al matrimonio de don Andrés con doña Paula Fernández de Córdova, hermana del primer marqués de Villaseca –que murió sin descendencia-, su hijo primogénito, don Alonso se convertirá en 1704 en segundo marqués de Villaseca, por lo que pasará este título nobiliario a estar vinculado con la casa. De este momento datará el “bautizo” popular de la calleja frontal a la casa con el nombre de “Villaseca”.
De los tiempos de los marqueses de Villaseca conservamos las primeras descripciones de la casa, que se corresponden en gran manera con lo que se ha conservado hasta hoy. En la toma de posesión de don Pedro Fernández de Mesa, IV marqués de Villaseca, de 1735, se narra que:
“Entró dentro de las dichas casas, cerró y abrió las puertas de la calle y se paseó por su primer patio, y llegó a una fuente que en él está y echó una piedra en ella. Y después pasó a sus caballerizas y las paseó y después entró en el patio segundo de dichas casas, que tiene sus portales bajos con órdenes de arcos y columnas y en medio de él una fuente en una taza de alabastro donde meneó el agua, e inmediatamente pasó del cuarto bajo de mano derecha y se pasó en él y después pasó al jardín y cortó en él diferentes ramas de limas y jazmines y llegó a un estanque que en él está, y echó una piedra en él”.
El marquesado se separará de la casa y linaje de los Mesa en 1749, continuando don Juan Fernández de Mesa la antigua línea del Chanciller. Siguientes generaciones, ya depauperadas, de los Fernández de Mesa continuarán viviendo en este inmueble hasta que lo abandonan en el primer tercio del siglo XIX, pasando a vivir a la localidad de El Carpio. Después de llevar varios años viviendo de alquiler en este palacete, lo acabará comprando otra aristócrata de las más antiguas familias cordobesas, doña Rosario Losada y Fernández de Liencres, primera condesa de las Quemadas, pasando a sucesivas manos privadas hasta que en 1980 las antiguas casas principales de los Mesa se convirtieron en Escuela Superior de Arte Dramático de Córdoba, propiedad de la Junta de Andalucía.
Autor: Gonzalo J. Herreros Moya
Bibliografía
HERREROS MOYA, Gonzalo J., “Nobleza, genealogía y heráldica en Córdoba: la casa solariega de los Mesa y palacio de las Quemadas”, Historia y Genealogía, 3, 2013, pp. 99-194.