La frecuente presencia de pescadores andaluces (junto a portugueses y cántabros) durante los siglos XV y XVI en los caladeros atlánticos norteafricanos es un hecho demostrado. Durante el siglo XIV se echaron las bases de esta actividad. En las primeras décadas del XV, Marruecos y el África Occidental constituían ya uno de los mayores focos de atracción para los pescadores andaluces y peninsulares.
Entre los puntos más frecuentados por éstos estaba el cabo Espartel, zona de gran riqueza piscícola, así como la desembocadura de los ríos Lukus y Sebú, donde se pescaba la merluza. La pesca de las alosas obtuvo un gran desarrollo en Azamor, en la desembocadura del Umn-al-Rabi’a, donde se concentraban muchas embarcaciones de pesca andaluzas, procedentes en particular de Palos y El Puerto de Santa María.
Más tarde, las chalupas de pesca andaluzas se abrieron paso en los bancos del cabo de Aguer, adonde iban a buscar las pescadas. Este punto también se rebasó, yendo los marineros a tender sus redes en aguas de San Bartolomé, en Mar Pequeña, y en los bancos del cabo Bojador, a la captura del cherne, la boga y la corvina. Incluso este límite fue rebasado por los pescadores andaluces, que llegaron hasta el Angra de los Ruivos, el Angra de los Caballos y Río de Oro.
La principal base de estas pesquerías en el litoral andaluz era El Puerto de Santa María, donde confluían para abastecerse numerosos barcos de pesca procedentes del Algarve y de San Vicente de la Barquera. En El Puerto cargaban vino, aceite y sal y, a su regreso, vendían parte del producto de su actividad. La sal constituía un producto fundamental para la conservación de la pesca obtenida en alta mar. Era producida en abundancia en El Puerto y vendida con rebaja de su precio a los pescadores foráneos, por concesión del duque de Medinaceli, señor de la villa.
Los Reyes Católicos aspiraron a que la pesca fuese una regalía de la Corona. Por esta razón arrendaron en 1489 el derecho de pescar en Mar Pequeña, cabo Bojador, Angra de los Caballos y Río de Oro a dos vecinos de Palos: Alonso Cansino y Juan Venegas, en 45.000 maravedís. Para que el arrendamiento tuviese efecto, emitieron una real cédula el 7 de marzo de 1490, dirigida a las autoridades de Palos, Moguer, Huelva, Gibraleón, Cartaya, Lepe, Ayamonte, Sanlúcar de Barrameda y El Puerto de Santa María, que eran los centros pesqueros más importantes de la costa. Este tipo de concesiones provocó las reclamaciones de Portugal, que exigió que se respetasen los términos del tratado de Alcaçovas, que impedía a los castellanos navegar al sur del cabo Bojador.
La importancia de la actividad pesquera y la riqueza procedente de ella motivaron también que los señores jurisdiccionales del litoral andaluz trataran de impulsarla, al tiempo que de obtener beneficios fiscales mediante la imposición de exacciones sobre la pesca. Así, por ejemplo, en 1474 el duque don Luis de la Cerda, señor de El Puerto de Santa María, concedió a los pescadores portuenses un conjunto de franquicias y privilegios, entre los que figuraba la exención del pago de impuestos ordinarios. En las dos primeras décadas del siglo XVI, los impuestos sobre la pesca figuraban por su variedad y volumen de recaudación a la cabeza de la fiscalidad señorial impuesta sobre esta villa.
En 1512, las diversas rentas señoriales sobre la pesca (renta de las pescadas, de los percheles, de la sardina, del pescado cecial, etcétera) ingresaron en las arcas del duque de Medinaceli una cantidad superior a los 900.000 maravedíes, que representaron el 18% del total de los ingresos señoriales de los Medinaceli en su señorío de El Puerto. Una década después, en 1522, dicha cantidad se vio notablemente incrementada, superando el millón de maravedíes. En los lugares litorales sometidos a la jurisdicción de la Casa de Medina Sidonia los ingresos señoriales derivados de los impuestos sobre la pesca hablan también a las claras de la importancia de esta actividad. Hacia 1510, los Guzmán recaudaban por esta vía más de 450.000 maravedís en Huelva, 120.000 en Sanlúcar de Barrameda y 70.000 en San Juan del Puerto.
A principios de la Edad Moderna, la pesca representó un importante sector de ocupación en el litoral atlántico andaluz. Un padrón de pescadores fechado en 1537 señala la existencia, sólo en El Puerto de Santa María, de más de doscientos individuos dedicados a la pesca de altura en los caladeros norteafricanos, que representaban aproximadamente el 12% de la población activa de aquella villa. Posiblemente esta referencia marca el momento de máximo desarrollo de la pesca en el litoral atlántico andaluz. A partir de la década de los cuarenta del siglo XVI la actividad comenzó a mostrar síntomas de decadencia. En 1544 los ingresos fiscales sobre la pesca no alcanzaron el medio millón de maravedíes y en 1547 apenas rebasaron los trescientos mil. En 1585 superaron los cuatrocientos mil, pero esta cantidad apenas representaba ya el 6% de los ingresos fiscales del señorío de El Puerto.
El inicio del declive de las pesquerías norteafricanas guarda relación con la actitud hostil de los jerifes marroquíes en el entorno del cabo de Aguer. Los pescadores peninsulares comenzaron a ser objeto de ataques y cautiverio, por lo que Carlos V prohibió en 1549 ir a las pesquerías y mantener tratos con los puertos marroquíes. Sin embargo, estos hechos no representaron la completa interrupción de la actividad pesquera en los caladeros norteafricanos, que se mantuvo hasta finales del siglo XVI o principios del XVII.
Autor: Juan José Iglesias Rodríguez
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