La Catedral de Granada constituye uno de los ejemplos más representativos del Renacimiento granadino y destaca a nivel nacional por su originalidad y por ser referente de otras catedrales como la de Jaén, Málaga o Guadix. En 1506 se proyecta según planta gótica por encargo a Enrique Egas pero tempranamente la idea sería desechada en favor del proyecto de Diego de Siloé a excepción de su fachada que seguirá la proyección de Alonso Cano.

Este monumento acoge las tres funciones que le son encomendadas: la litúrgica, la conmemorativa y la simbólica, configurándose como un templo que aún sobrecoge a sus visitantes. Su origen se vincula a la conquista de Granada y a la necesidad de que la ciudad poseyera un templo catedralicio. El proceso es lento debido a causas económicas, históricas y arquitectónicas y ello se ve reflejado en el hecho de que aunque la historia institucional se inicia en 1492 la primer piedra se dispone el 25 de marzo de 1523, onomástica de la Encarnación de la Virgen y advocación de la Catedral. Además, el proyecto arquitectónico finaliza su ejecución en 1704. Se inicia siguiendo el proyecto de Egas por la cabecera quien cimienta su perímetro exterior y replanteando las primeras capillas y contrafuertes. Ahora bien, en 1528 tras ausencias reiteradas de Egas que estaba trabajando en Toledo y por considerar su modelo ya superado se paraliza su trabajo y se inicia proyecto de Siloé qué modificó planta y alzado.

La Catedral se asienta tras tener otras ubicaciones (la actual iglesia de Santa María de la Alhambra y la iglesia de Santa María, en el espacio donde en la actualidad se encuentra Capitanía General, antiguo Convento de San Francisco) sobre un espacio sagrado, la mezquita mayor de la medina andalusí, en la que ya se había construido una iglesia, la de Santa María de la O, que se convierte en transitoria.

Siloé desarrolló el programa estructural al mismo tiempo que el simbólico y el estético. De este modo antes de 1531 realizaba la portada del Ecce Homo, modesta en su configuración y muy maltratada por el deterioro de la piedra pero avanzando novedades importantes; en 1532 labraba el primer cuerpo de la portada de San Jerónimo; en 1534 se realizaba la portada de acceso a la sacristía. En todo momento la profusión decorativa va aumentando en las diversas portadas y se presenta al completo en 1537 con el programa de la Puerta del Perdón. En todos estos trabajos contó con un importante elenco de colaboradores que hicieron de esta construcción un importante campo de pruebas que irradiara el Renacimiento español. A la muerte de Siloé en 1563 se hace cargo de las obras Juan de Maeda, discípulo predilecto del burgalés, y a éste sigue, tras un breve periodo de dirección de Lázaro de Velasco y Juan de Orea en la que se empezará a levantar el coro, Ambrosio de Vico desde 1580 hasta 1623.

De Vico termina la torre sólo hasta su tercer cuerpo ya que al iniciar el cuarto piso se detectan grietas que conllevan que se refuerce la cimentación, se descarguen las bóvedas y se macicen algunos arcos sin que llegue a terminarse el proyecto de la misma, cierra las bóvedas del crucero y del coro y levanta las paredes de este último. A su muerte la obra se paraliza retomándose trece años después con el levantamiento de los pilares de las naves, las capillas laterales del muro norte, cerrando las bóvedas y avanzando el templo hacia los pies, durante todo el siglo XVII aunque con varias interrupciones. En 1637 se sigue con la construcción de las capillas de la calle de la Cárcel bajo la dirección de Miguel Guerrero. La fachada, obra de Alonso Cano se inicia en 1667 sin que hayan finalizado las obras en el interior pues aún faltaba por cerrar las bóvedas de los tramos traseros de la nave y se sigue desarrollando el programa ornamental realizando el tabernáculo, a lo que se añade un rico patrimonio mueble compuesto, entre otros, por diversos retablos, órganos, obras pictóricas entre las que destacan las realizadas por Alonso Cano, lámparas, el facistol, imágenes, libros cantorales, ropas litúrgicas, orfebrería, etc.

Especial mención merecen la fachada y las vidrieras. La principal, que mira hacia la plaza de las pasiegas, se realiza según proyecto de Alonso Cano y se configura a través de tres arcos que proyectan la estructura interna al exterior y que encierran múltiples paños verticales. Los arcos se separan y soportan por robustos estribos salientes y cajeados, atravesados a media altura y por arriba por unas cornisas que van delimitando los pisos que acogen un programa escultórico de relieves en mármol y medallones -estos últimos incluidos en el siglo XVIII-. La portada del Perdón tallada en su primer cuerpo por el propio Siloe, es un compendio de decorativismo sobre una proporcionada estructura clasicista. Del mismo modo destaca el juego lumínico de las vidrieras (éstas, obras de Jan Campen y Teodoro de Holanda, la muestra más completa en su género del Renacimiento hispano), que permite, en su conjunción con la estructura y el ornamento crear un espacio que sorprende por su luminosidad y diafanidad apostando en todo momento por la inserción del color blanco en contraste con el dorado de la capilla mayor.

En definitiva, espacio de pruebas y ejemplo a seguir por el Renacimiento español, que representa, la cristalización de un programa humanista y cristiano que hacen de Granada y de su templo metropolitano la nueva Jerusalén reconquistada y sigue conmoviendo por sus soluciones constructivas, su diafanidad, armonización de la ornamentación, y la simbiosis de función, estética y símbolo. Ha de tenerse en cuenta, finalmente, su condición como “contenedor” de obras de arte, descollando en ese sentido el ciclo pictórico de la Vida de la Virgen en la capilla mayor, obra de Alonso Cano, pero también la presencia de obras de otros artífices, como Ribera, Juan de Sevilla, Pedro Atanasio Bocanegra, Pedro de Mena, los Mora, etc, siendo el conjunto un ico muestrario del arte granadino d ela Edad Moderna.

Autora: Julia García González

Bibliografía

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