Juan de Uceda Castroverde llegó a ser unos de los pintores más importantes en el tránsito hacia el siglo XVII entre Sevilla y América. La falta de documentación nos impide saber con certeza los datos de su nacimiento, aunque se piensa que debió acontecer en la capital hispalense hacia 1570. En el año 1593, el mismo en que se data su matrimonio con María Verastegui, llevó a cabo su primer trabajo conocido en la decoración del monumento del Jueves Santo en la catedral. En su primera pintura conservada que data de 1603, el Tránsito de San Hermenegildo, se puede observar como su estilo por entonces seguía los preceptos del tardomanierismo afín a sus contemporáneos Francisco Pacheco y a Alonso Vázquez, pintor este último que inició el mencionado lienzo dejándolo inconcluso cuando marchó a México.  Sin embargo, pronto se dejaría influenciar por el estilo de Juan de Roelas quien vino a renovar con un incipiente naturalismo la pintura sevillana. Ejemplo de su evolución es la Trinidad en la Tierra, realizada en 1623, actualmente conservada en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Para aquel entonces ya estaba colaborando con los artistas más acreditados de la ciudad. En 1603 se encargó de la policromía de un San Jerónimo hecho por Juan Martínez Montañés, y en 1605 participó con Francisco Pacheco en la decoración pictórica de del convento de San Diego.

En 1607 se realizaron varios envíos de sus obras a Lima, procedimiento que ya era habitual en el comercio artístico entre Sevilla y América desde el siglo anterior. Estos encargos debieron de reportarle cierta notoriedad, pues un año más tarde marchó a Lima tras firmar un contrato para la realización de una serie de pinturas para un retablo del que no se conoce mayor información. Probablemente tras finalizar dicho trabajo, Juan de Uceda debió regresar a la capital hispalense al documentarse su presencia en Sevilla en 1610, cuando colabora de nuevo con Montañés realizando las pinturas para el retablo de San Juan Bautista del convento de Santa María del Socorro.

A pesar de que no se sabe con certeza cuál fue la razón de su vuelta, Juan de Uceda siguió enviando pinturas a Lima, apuntándose que la presencia de su hijo Gaspar en la ciudad virreinal tuviese relación con la venta de las obras de su padre hasta su fallecimiento en 1622.

El último gran encargo que aceptó Uceda en 1629 fue la serie de pinturas para el retablo de San Vicente, para la que ya había trabajado cuatro años antes pintando la Concepción con San José, San Benito y San Francisco. A su muerte en 1631 aún no estaba concluido el ciclo, ocupándose de él Francisco Varela. Suyas se consideran dos: El martirio de San Vicente en el potro y La historia de la cama de rosas.

No obstante la evolución demostrada en su estilo, se mantuvo siempre en un discreto segundo plano dentro del panorama artístico sevillano, aunque debió de ser una personalidad notoria como se deduce de su nombramiento en 1616 como veedor del oficio de los pintores junto con Francisco Pacheco, llegando a examinar a pintores como Diego Velázquez y Francisco de Herrera. El desconocimiento que se tiene aún sobre su producción ha llevado a atribuciones erróneas, confundiéndose con otros artistas contemporáneos como Jerónimo Ramírez, cuyo Cristo servido por los ángeles de la capilla de Maracaibo de la catedral se había considerado de su mano.

Autor: Rafael Japón Franco

Bibliografía

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