La iglesia del Santo Cristo de la Salud, patrón del Cabildo Municipal de la ciudad de Málaga, se ubica en el ángulo noroeste de la Plaza de la Constitución (primitiva Plaza Mayor), representando la primera iglesia de la Compañía de Jesús en la ciudad. Constituye un interesante y novedoso ejemplo constructivo de planta circular de transición entre el siglo XVI y el XVII, con esquemas diferentes a otros templos del clero regular en la Málaga de la época, e incluso a los de la propia Compañía. Se configura como uno de los referentes culturales y cultuales de mayor importancia en la ciudad, pues su conjunto exterior, con la cúpula ochavada como protagonista física y espiritual, se integra en las visuales de la Plaza formando parte indisociable de su imagen. En el interior, dicha cúpula alberga un singular y extenso programa iconográfico considerado el más importante de Andalucía, constituido por pinturas murales de influencia manierista. Se trata de un espacio pedagógico cuya temática protagonista es el martirio, creado a partir de la cristianización de las formas artísticas de la Antigüedad, muy útil a la labor adoctrinadora jesuita.

La iglesia atesora además otros valores vinculados a sus cambios de uso y al amparo de imágenes devocionales de gran trascendencia, como el Cristo coronado de espinas (Hermandad de Estudiantes), que han garantizado su persistencia patrimonial.

Esta orden consideraba la educación como vehículo para la propagación de la fe, sirviendo así a la sociedad, lo que determinó que sus colegios demandaran sitios céntricos para su establecimiento. De la orden jesuita emanaron importantes expertos en arquitectura que, de hecho, plantearon la necesidad someter a determinadas normas los templos jesuíticos, llegando a caracterizarse por su planimetría y volúmenes. El padre Ceballos señala en sus trabajos sobre la arquitectura jesuítica en España, que las construcciones de la Compañía entre 1558 y 1565 únicamente contienen normas relativas a solidez, higiene y sobriedad, asociadas a la austeridad y sencillez con la que debían vivir los religiosos. No obstante, para las fábricas importantes debía consultarse a los arquitectos de la orden y a otros técnicos, verificándose las trazas en Roma. Así pues, el  esquema de arquitectónico que la Compañía de Jesús consideraba idóneo para sus templos era la planta de cruz latina con nave única y capillas abiertas alineadas entre contrafuertes, con ábside poco profundo. Se perseguía amplitud y unidad de espacio, así como convergencia visual hacia el altar mayor, dejando el segundo piso para emplazar las tribunas. Un ejemplo de este modelo convertido en arquetipo será la iglesia matriz de la Compañía: el Gesù de Roma (1568), de Vignola. Sin duda, la Contrarreforma repercutió directamente en la práctica constructiva de finales del XVI e inicios del XVII gracias a una serie de agentes que compartían un mismo concepto de religiosidad e inquietudes vinculadas al contexto social sobre el que actuaban en materia de educación y apostolado. Los jesuitas y San Carlos Borromeo, actuaron como inductores de las “nuevas” instrucciones constructivas y decorativas de los templos, traduciendo el espíritu conciliar.

La historia de la iglesia jesuita de Málaga se remonta a los propios orígenes del Colegio de San Sebastián, construido sobre un oratorio musulmán transformado en ermita. No obstante, la historia constructiva del templo se inicia en 1579, cuando los jesuitas se instalan definitivamente en Málaga y deciden construir una iglesia junto al Colegio según planos del Padre Villalpando. No obstante, adquirirá singular protagonismo el hermano arquitecto Pedro Sánchez, quien se educó en la teoría arquitectónica de los grandes tratadistas italianos del siglo XVI. Se enviaron a Roma para su verificación dos planos, siendo el primero fechado en 1604 (Biblioteca Nacional de París), de planta longitudinal que se ajusta al modelo del Gesú. El plano finalmente aprobado lamentablemente no se conserva: un magnífico diseño de planta circular que supuso la aparición, por primera vez, de la planta circular en la arquitectura jesuítica española. La traza fue atribuida al hermano Pedro Pérez, quien entonces tenía mayor experiencia que Sánchez, aunque el primero no continuó en la obra. Otros autores atribuyen su autoría al Padre Giovanni di Rosis, arquitecto consiliarius aedilicius de la Compañía, quien había diseñado con anterioridad seis tipos diferentes, de los que uno convierte la iglesia en templo centralizado con espacios adyacentes, precediendo el presbiterio una gran rotonda que domina el espacio. Un ejemplo muy parecido al de Málaga que quizás fue enviado desde Roma. Finalmente, se emprendieron las obras en 1626 conforme al segundo plano de planta centralizada (1604), que se ajustaba a una tipología afecta a la Compañía, y se inauguró la iglesia en 1630.  En la iglesia de Málaga se observan paralelismos evidentes con un diseño recogido en el Libro V del Tratado de Serlio con planta circular y capillas embutidas en el muro. En este edificio el círculo está inscrito en un cuadrado alojando capillas hornacinas en los ángulos, pudiendo establecerse relación con otros edificios emblemáticos como el Palacio de Carlos V (Granada), la Casa de Mantegna (Mantua), o la Villa Madama (Roma). Por otra parte, existe en ella un esquema mural arquitectónico inspirado en Serlio que Sánchez convirtió en el arquetipo de su obra: orden gigante con dobles pilastras muy planas que recorren el alzado, dejando espacio para hornacinas. Dichas pilastras flanquean las capillas-hornacinas de los ángulos, sobre las que se acoplan tribunas. Sánchez también supo recurrir a diseños de Serlio para el Colegio de San Hermenegildo de Sevilla (traza de Villalpando, alzado Sánchez), donde también trabajó Pérez.

La iglesia se cubre con bóveda encamonada, primer ejemplo de español de esta tipología, cuyo volumen se convierte en el elemento más destacado del exterior. Su base se dispone en forma octogonal y sostiene un tejado ochavado coronado por un pequeño cupulín. Presenta cimborrio, desde donde se alza una pequeña torre con función convocadora que fue cercenada en 1641.

Entre 1639 y 1644 el hermano Andrés Cortés llevó a cabo el programa iconográfico mediante pinturas de trampantojo, que desarrollaban un esquema arquitectónico fundido con los elementos reales: cornisa, ventanas y cupulín. Se distribuyeron  en los diferentes anillos representaciones de santos y santas mártires de la primitiva Iglesia romana, y en tableros trapezoidales, angelillos portadores de símbolos de martirio y alegorías del martirio de San Sebastián. La simbología de la cúpula ostenta gran trascendencia, pues en sus orígenes la iglesia estuvo dedicada a la advocación San Sebastián, y los símbolos de los martyria como exaltación  de los valores espirituales, adquieren significado en la actualidad  como modelos de conducta.

En la fachada también se advierten simplificados del Gesú de Roma. Se encuentra encastrada en la estrecha calle Compañía (homónima de sus originarios propietarios), y su severa portada clásica de orden toscano se dinamiza con pilastras que flanquean hornacinas aveneradas. Aparece coronada por frontón abierto que flanquea otra hornacina central, y suponemos alojó la imagen de San Sebastián.

Una vez que fue expulsada la Orden en 1767, y debido a su vecindad con el antiguo ayuntamiento, acabó albergando a la imagen del Santo Cristo de la Salud, obra del escultor José Micael y Alfaro (anteriormente venerada en una capilla de la planta baja del Consistorio), que suplantó a la de San Sebastián.

El programa iconográfico de las metopas del friso fue realizado por el hermano jesuita Andrés Cortés. En el retablo mayor, se situaba en la hornacina central la imagen de San Sebastián (titular del templo), y las  cuatro capillas de la nave fueron consagradas a santos de la orden: San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San Francisco de Borja y Santos Mártires del Japón.

Respecto a la decoración de los muros, entre las hornacinas de las pilastras, se disponen 16 altorrelieves que representan a los Apóstoles, los Evangelistas y los Padres de la Iglesia. En ellas aparecen representados algunos símbolos alusivos al martirio de San Sebastián, y otros al martirio en general y la propia orden (haz de flechas, cadena y espada: atributos de San Sebastián;  sol: imagen tradicional del Dios Supremo/Cristo, además de fuente de luz, calor y vida; palmas cruzadas: símbolo de la victoria sobre la muerte que acompaña a los santos mártires; corona de laurel: símbolo de la inmortalidad, emblema de gloria militar y espiritual; anagrama de Cristo: también de la Compañía de Jesús y anagrama de María: símbolo de la Anunciación y origen de Jesús).

Sobre la cornisa se alza la gran cúpula, ejemplo único de pintura mural manierista, en la que la arquitectura fingida se funde con la edificación y se adapta a la propia curvatura de la bóveda mediante casetones de forma trapezoidal, de gran efecto lumínico y cromático, en los que se insertan las representaciones hagiográficas. En el primer anillo se alternas vidrieras con santos mártires (San Esteban, San Nicolás de Bari, San Ignacio de Antioquía, San Marcelo, San Jorge, San Hermenegildo, San Dionisio y San Lorenzo, portando además de sus atributos, la palma del martirio). Una cornisa fingida da paso al segundo anillo dedicado a santas mártires con sus atributos (Santa Inés, Santa Margarita, Santa Águeda, Santa Dorotea, Santa Bárbara, Santa Úrsula, Santa Lucía, Santa Cecilia y Santa Catalina de Alejandría). Existen además nueve angelotes que portan símbolos del martirio (palma en una mano y corona de rosas rojas y blancas en la otra), como emblema de regeneración a partir de la muerte.

En el año 2009 se llevó a cabo una intervención integral por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, impulsado desde la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y en convenio con la Fundación Caja Madrid y el Obispado de Málaga, con la finalidad de conservar de forma integral, así como poner en valor este edificio inscrito en el CGPHA como BIC en la categoría de monumento (fecha: 08/11/2016. BOJA: nº 217 11/11/2016). La actuación estuvo motivada por el mal estado de conservación de las pinturas murales, así como del conjunto de bienes muebles, debido al deterioro normal y a las transformaciones sufridas con anterioridad.

Autora: Belén Calderón Roca

Bibliografía

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