Hernando de Talavera nació en Talavera de la Reina entre 1428 y 1430. Son muy escasas las noticias sobre sus primeros años de vida: probablemente era de origen ilegítimo; de familia conversa por parte de madre e hijo natural de uno de los Álvarez de Toledo, señores de Oropesa. Esta familia financió parcialmente los estudios del joven Hernando de Talavera, que encontramos primero en Barcelona en 1442 para aprender caligrafía y, más tarde en la Universidad de Salamanca, en torno a 1444, para cursar la carrera en Artes y sucesivamente la de Teología. En 1460 se ordena sacerdote y entre 1463 y 1466 fue profesor de teología moral en esta misma universidad. En 1466 decide ingresar en el monasterio jerónimo de San Leonardo de Alba de Tormes, lugar que ya había frecuentado en sus retiros espirituales. En 1470 llega a ser prior del monasterio de Nuestra Señora de Prado de Valladolid donde desarrolla una intensa actividad reformista de la orden y al mismo tiempo de recogimiento espiritual. Fueron años muy fecundos por su actividad sacerdotal y pastoral, pues es donde desarrolló y definió su función y papel religioso-cultural de apostolado, tanto entre las clases cultas como entre las populares. Sus escritos y su carismática actividad entre muchos componentes de la Corte hicieron que su fama creciera hasta el punto que a principios de los años setenta llega a ser confesor y consejero de Isabel de Castilla y, por un tiempo, también de Fernando de Aragón. Como tal participó activamente en los acontecimientos más destacados que afectaron la corona, como la guerra de sucesión y el conflicto con Portugal. La capacidad mediadora y política de Talavera jugó un papel relevante en el asentamiento del poder de Isabel como legítima sucesora de Castilla y en la reforma y reorganización política y religiosa del reino: entre 1475-1476 gestionó el empréstito llamado de «la plata de la Iglesia» para sufragar los gastos de guerra de Isabel; tuvo un destacado papel en la Congregación del Clero de Sevilla de 1478 para reformar la Iglesia; en 1480 estuvo en las Cortes de Toledo que iban a crear una nueva estructura del Estado, una nueva legislación y burocracia que transformaba el reino en sentido absolutista; también este mismo año Talavera fue encargado de ocuparse de las «Declaratorias», o sea de la revisión y reintegración a la Corona de las rentas indebidamente enajenadas por Enrique IV.
Junto a Pedro González de Mendoza y a una nueva clase dirigente preparada que en su mayoría se había formado en la Universidad -muchos en la de Salamanca- Talavera logró asentar las bases para el desarrollo de la Monarquía fernando-isabelina como nueva potencia también a nivel internacional. Era un proyecto ambicioso que veía en la religión cristiana un elemento de conexión fundamental para la creación de una nueva edad, la de los futuros Reyes Católicos. En Talavera es fuerte el peso de la lectio paulina, el sentimiento mesiánico hacia la llegada de un nuevo reino, de aquella plenitudo temporis que dotará de leyes nuevas, finalmente maduras, a la humanidad por medio de la renovada y salvífica Monarquía fernando-isabelina. Con esta visión mesiánica hay que leer su fuerte actividad catequizadora y conversionista que le llevó a ser uno de los protagonistas de la campaña de predicación hacia los recién convertidos del judaísmo en Sevilla en 1478. Para defenderlos de la acusación de ser criptojudíos escribió la Católica Impugnación, obra fundamental y verdadero manifiesto talaveriano sobre los métodos que se tenían que utilizar para cristianizar y homogeneizar. Talavera aboga por una eficaz colaboración entre poder político y religioso. La estructura eclesial debe catequizar y controlar por medio de un conocimiento y una ocupación capilar del territorio, algo que permitiría, si fuera necesario, prever y erradicar las posibles desviaciones. Para él la Inquisición era un instrumento pastoral, más que político. Es una línea politico-religiosa que cree en un episcopado fuerte y presente, o sea en la Iglesia reformada que se había modelado durante la Congregación del clero de Sevilla. Ideológicamente Talavera se opone a una doctrina de la Iglesia discriminatoria y excluyente porque la percibe como negación de la misión evangelizadora del cristianismo y como un elemento perturbador en la misión «reconquistadora» y unificadora de la monarquía renovada que pretendía asentar.
Como obispo de Ávila, a partir de 1486, se encuentra al frente de un territorio caracterizado por la presencia de minorías, de comunidades judías y mudéjares. Aquí es consciente de la complejidad del fenómeno de la conversión por las implicaciones socio-culturales que conlleva el cambio religioso. Seguramente esta experiencia influyó a partir de 1492 en su actividad como primer arzobispo de Granada y hombre de confianza de Isabel y Fernando, por lo menos hasta la llegada del arzobispo de Toledo, Cisneros, a Granada en 1499 y su campaña de conversiones forzadas.
Desde la conquista Talavera llevó a cabo una conversión paulatina de la población granadina siguiendo lo pactado en las capitulaciones y adaptándose a la peculiaridad social del reino de Granada, donde la población cristiana era minoría. La violenta imposición evangelizadora cisneriana de 1499 rompió este frágil equilibrio y terminó provocando la revuelta del Albaicín y la creación un nuevo escenario socio-político y religioso.
El arzobispo de Granada, a pesar de la aceleración sufrida y de su adaptación a la nueva política religiosa cisneriana, sigue manteniendo los rasgos originales de su actitud socio-cultural hacia la conversión al cristianismo de la población granadina.
Gracias a su bagaje cultural y político y a su larga experiencia evangelizadora Talavera percibía la importancia de la cotidianeidad como factor normalizador, tanto para el recién convertido como para la comunidad de acogida. La gran novedad talaveriana es su percepción del problema de las conversiones dentro de una perspectiva socio-cultural. Sólo mediante una atenta preparación del clero en la doctrina cristiana y en la cultura socio-religiosa de quien se tiene que convertir es posible llevar a cabo una eficaz acción evangelizadora. Así podemos comprender su afán por que aprendieran el árabe los sacerdotes que operasen en el reino granadino, o la tarea que encargó antes de 1499 al jerónimo Pedro de la Vega: componer una gramática-manual para aprender el árabe acompañada de un reducido catequismo cristiano en este mismo idioma y de un vocabulario. Un trabajo que desarrolló con la activa colaboración de unos alfaquíes y acabó en 1501. Una apertura hacia otras culturas y tradiciones religiosas instrumental, con la finalidad de una mejor comprensión del otro para luego poderle convertir al cristianismo. Se quiere conocer al otro para conquistarlo y no por un principio de tolerancia. De hecho la traducción del vocabulario era sólo del castellano al árabe, y no alrevés. Era un trabajo considerable, la voluntad precisa de incluir elementos del legado cultural árabe y la percepción de una fuerte sensibilidad hacia la peculiaridad morisca y hacia sus específicas necesidades.
Talavera había absorbido y asimilado en el ámbito cultural de la Universidad de Salamanca la lectio de Juan de Segovia y de Nicolás de Cusa sobre cómo había que convertir a los musulmanes, tema central de sus reflexiones sobre el mundo islámico, su cultura y la forma de conquistarlo para convertirlo al cristianismo. Un fecundo debate que en la segunda mitad del siglo XV detectaba las dificultades y muros socio-culturales que dividían la cultura cristiana y la musulmana y que apostaba, con diferentes matices, por el legado cultural, sin excluir la violencia, como vía maestra para conquistar al otro.
Talavera aboga por la comprensión del otro acompañada de su atento control, mediante normas dictadas por la autoridad política de los Reyes que le obliguen a portarse y actuar como buen cristiano, para disciplinar su ser y estar socio-religioso. El fiel en la acción catequética talaveriana es un activo difusor y no únicamente un pasivo receptor de la doctrina cristiana.
Los años granadinos fueron muy intensos y, si bien acabaron con la derrota de la estrategia de paulatina cristianización llevada a cabo por Talavera, fueron una experiencia de gran valor que influyó grandemente en la religiosidad española. Granada fue un «laboratorio» de nuevos métodos para cristianizar nuevos fieles y transformarlos y homogeneizarlos como súbditos entre una población donde los cristianos eran minoría y no mayoría. En 1506 Talavera tuvo que sufrir un procedimiento inquisitorial por judaizante. La intervención papal lo bloqueó: su absolución llegó a finales de abril de 1507, poco antes de que Talavera muriera, el 14 de mayo, probablemente no informado de las noticias provenientes de Roma.
Autora: Isabella Iannuzzi
Bibliografía
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