La Fuente de Génova es un elemento “viajero” que ha sufrido diversos traslados influenciados por el desarrollo y la transformación urbanística de Málaga. Es una de las piezas más importantes de su patrimonio escultórico urbano.

Los orígenes de esta obra manierista están plagados de historias y leyendas, algunas menos verosímiles que otras. Parece ser que a principios de la década de los años cuarenta del Quinientos, se recuperó un botín, donde se localiza una fuente procedente de la ciudad italiana de Génova. Dicho origen no está documentado, aunque sí la amplia presencia en Málaga de esta comunidad ligur dedicada al comercio. Ciertamente, sus fragmentos escultóricos estuvieron depositados en el puerto hasta que el corregidor Rodrigo de Saavedra los adquirió y restauró con fondos de los propios de la ciudad, concluyéndose los trabajos en 1551, según rezaba una inscripción descubierta en 1793.

Su primera ubicación fue la plaza principal –hoy de la Constitución–, un ensanche modificado por los cristianos a partir de 1488 para convertirse en el foro público. En él se utilizó un lenguaje clásico y, siguiendo la tradición italiana, se ubicó un funcional y estético surtidor, desplazado del centro, con objeto de liberar espacio para el desarrollo de diversos actos. Se erigió en 1554, tras las obras para el abastecimiento de agua. A finales de ese año se solicitó la realización de un borde de piedra en torno al pilar para evitar su derrame. En años posteriores se volvió a intervenir, con la participación de los canteros Sebastián de Burgos, quien suministró el material y realizó alguna intervención de remate, y Pedro Medrazo, autor, entre 1559 y 1560, del nuevo estanque de jaspe.

Según Romero, estuvo ubicada en diversos puntos de esta plaza. Antón van den Wyngaerde la reproduce en un dibujo de 1564 en el ángulo noroeste, frente a la cárcel. En él se aprecia un estanque octogonal y la composición del surtidor, con tres secciones separadas por dos tazas.

Su mayor modificación tuvo lugar en el XVII. Se estilizó y enriqueció escultóricamente, tal y como indica Sánchez López. Entre 1629 y 1634, los canteros Miguel Pérez y Manuel y Simón Rodríguez labraron una taza y un pilar –hoy dispuestos como cuerpo intermedio–. La talla de sus figuras y elementos decorativos las realizó el escultor José Micael Alfaro, allá por 1633-1634. Todo ello fue fruto de una reforma urbanística concluida en 1647, tal y como se recogía en una inscripción incluida en esta sección.

En 1785 se inauguró en la ciudad el Paseo de la Alameda, siguiendo modelos de salones borbónicos que se embellecían con la inclusión de surtidores y esculturas. Así, en 1805, el gobernador Jaime Moreno propuso trasladar hasta allí la Fuente de Génova, al igual que hizo su sucesor Teodoro Reding. Dos años después fue ubicada en el extremo oriental de la vía, el más cercano al puerto. Entre 1793 y 1807, su estanque se amplió y configuró con doce lados, tal y como se conserva actualmente. En 1898 este surtidor se reubicó en el límite occidental de la avenida, pues debió dejar sitio al Monumento al marqués de Larios, escultura que se levantó frente a la nueva gran vía homónima que desde ahí desembocará en la plaza pública.

En 1924, un año antes de abrir al tráfico el eje central de la Alameda, la fuente sería trasladada de nuevo. En este caso al sector meridional del Parque, en una rotonda con vegetación frondosa y cerca de un estanque de patos y cisnes. Su último viaje se llevó a cabo a finales de 2002, cuando regresó a la plaza de la Constitución– allí quedó, de nuevo descentrada pero en el ángulo suroeste; donde queda proscrita queda vez que se desarrolla algún evento.

La Fuente de Génova se eleva sobre un pequeño basamento de doce lados y sobre él descansa el estanque principal, de igual forma geométrica. Sus lados se ornamentan con acanaladuras de tipo jónico –orden utilizado también en otros elementos– y sus piezas intermedias con telas que penden de dos rosas con cuatro pétalos.

El vástago queda vertebrado mediante dos tazas. En su sección inferior se dispone un cuerpo trabajado a medio relieve donde aparecen tres sirenas con alas de murciélago, que entrelazan sus dobles colas y sostienen coronas de flores. Sobre éste aparecen tres figuras femeninas de bulto redondo, que levemente cubren su desnudez inferior y parte de sus cabezas con paños. Sus contrapposti, casi a modo de danza, producen una conexión entre ellas; evocan ninfas, acompañadas por delfines. En la parte posterior se reproduce un escudo que no ha sido identificado. Esta sección queda coronada por tres cabezas de Medusa enlazadas a través de festones vegetales.

En la parte central se dispone la primera taza y el segundo cuerpo escultórico, obra de Alfaro. Este vaso aparece decorado con acanaladuras, ornato que lo pone en relación con el estanque inferior. En él también aparecen ocho mascarones, con diferentes gestos, de los que salen caños de agua metálicos. Sobre él se dispone un cuerpo donde se reproducen otras tres figuras. La principal es sin duda Neptuno/Poseidón, que porta su atributo más destacado, el tridente; acompañado por otros dos personajes que Aguilar identifica con las divinidades Anfítrite/Ino y Portuno/Palemón, esposa e hijo de aquél. De la unión de los dos primeros surgen los delfines, también representados aquí y que pueden aludir a los caballos marinos que tiraban del carro en el que suelen aparecer los tres dioses. Sánchez López considera que cada uno de ellos representa un momento distinto del conocimiento del ser humano desde el punto de vista manierista. De igual modo destaca en estas tallas la herencia de Miguel Ángel Buonarotti, principalmente del Moisés y los esclavos para la Tumba de Julio II y de los ignudi de la Capilla Sixtina. Entre ellos se disponen el escudo de las armas de la ciudad de Málaga, sustentado por un ser fantástico, un grifo; el escudo imperial con corona sobre el águila bicéfala y una cartela oval que parece ser que acogía la inscripción relativa a la intervención de 1647, desaparecida en el siglo XIX.

La taza superior, de menor tamaño, está decorada en bajo relieve con escamas, en clara alusión a elementos marinos. Asimismo aparecen tres cabezas de putti o querubines de las que brota el agua, así como tres escudos; dos de ellos reconocidos como los de España y Málaga y un tercero sin identificar en el que se representa un par de árboles. Sobre aquélla se dispone un cilindro menor donde se han esculpido tres niños que descansan sobre sendas volutas jónicas. Uno de ellos se levanta el ropaje que lleva, mientras que los otros, en sus manos unidas, portan un racimo de uvas y delfines sobre sus hombros. Corona toda la composición un capitel de aquel mismo orden sobre el que se apoya un águila que extiende sus alas y levanta su cabeza hacia el cielo, siendo el punto más elevado desde donde emana agua.

Aguilar apunta a una interpretación de la Fuente de Génova directamente relacionada con Málaga, una ciudad eminentemente marítima y mercantil. Concibe este surtidor de agua dulce y su astil como una simplificación del mar y el mástil de un barco respectivamente. De las piezas que se consideran originales del Quinientos aporta la lectura de la representación de los peligros marinos a través de las sirenas, frente a sus antagonistas, las nereidas, ninfas de los mares interiores –el Mediterráneo– que aparecen junto a los delfines, símbolo de la salvación. Y en el cuerpo superior la representación de Baco, dios del vino criado por las ninfas y que alude a los productos más comerciales ofrecidos por este territorio. Un discurso que también aplica a las tallas de Alfaro, donde destaca la figura de Neptuno, dios del mar y la de Portuno, dios romano de los puertos, al que se encomendaban los marineros para volver sanos y salvos a tierra firme. Se incluyen también elementos representativos del poder público, como son los escudos y el águila.

Aguilar y Sánchez López ponen en relación esta pieza con otros surtidores ornamentales. Por ejemplo, Aquilar cita la Fuente de la Alameda de la Marina –hoy del Duque de Santa Elena– (1787), en Santa Cruz de Tenerife, en el caso de la estética del estanque inferior. Sobre la posible influencia en Alfaro alude a las De Neptuno en la Plaza de la Señoría de Florencia (Ammanati, Tacca y De Bolonia, 1565-1576) o la De la Sala Grande del Palazzo Vecchio (Ammanati), en la misma ciudad; la realizada por Juan de Bolonia en la ciudad homónima y ya en España la Del Águila (Sormano y Bonanone), para la casa de Campo de Madrid. A ésta última también hace referencia Sánchez López, pero en sentido a las piezas de la fuente malagueña realizadas en el siglo XVI.

Cabe destacar el empleo de varios materiales en esta fuente, lo que evidencia los diversos momentos de ejecución. Es protagonista indiscutible el material lítico, las piezas del Quinientos son de mármol de Carrara, las del Seiscientos de mármol de Mijas y las del estanque principal de caliza, mientras que sus chorros originales son de bronce.

A pesar de sus diversas intervenciones y modificaciones desde el siglo XVI hasta principios del XIX, estéticamente, este conjunto está perfectamente integrado mediante el uso del lenguaje clásico. Como indica Sánchez López, existe una armonía plástica en toda la pieza, que evoca el perfil de un “fantástico balaustre” de factura manierista. La intervención más desafortunada fue la incrustación “a golpe de martillo” una serie de tubos que canalizaban el agua hasta algunas partes anatómicas de las figuras, que el equipo de Quibla data probablemente en el siglo XX, tras su traslado al Parque, y visible en las fotos de 1958-1959, cuando se restaura. También resultó contraproducente la perforación de la taza superior en puntos tan delicados como son los tres pequeños escudos, operación ya realizada en su ubicación en la Alameda.

En 2002 fue restaurada por Quibla. Dicha intervención estuvo a favor de recuperar su aspecto original tras la ampliación de Alfaro. Los conductos arriba citados fueron eliminados junto a otros que desvirtuaban el conjunto, se restauraron los elementos quebrados, se reordenaron las piezas del basamento siguiendo su  numeración original –aparecida tras su desmonte en el Parque– y se le añadió un peldaño más, con distinta factura, que recuperaba así el doble escalonamiento recogido en la imagen de Wyngaerde. La última restauración ha sido llevada a cabo a finales de 2016, tras sufrir graves daños el plato superior.

La Fuente de los Cisnes –con esta denominación– se encuentra incluida en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz.

Autor: Antonio Jesús Santana Guzmán

Bibliografía

AGUILAR, María Dolores, “Mar y Mito en la Fuente de Génova (Málaga)”, Cuadernos de Arte e Iconografía, II-3, Actas del Coloquio de Iconografía, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1989, 177-184.

CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario (dir.) Guía Histórico-Artística de Málaga, Málaga, Editorial Arguval, 2006, pp. 155-156.

MORALES FOLGUERA, José Miguel, “El mobiliario urbano de la Plaza de la constitución en el siglo XIX: Valores formales e iconológicos”, Baetica. Estudios de Arte, Geografía e Historia, 3, Málaga, Facultad de Filosofía y Letras, 1980, pp. 43-58.

ROMERO TORRES, José Luis, “El Patrimonio Escultórico”, en Patrimonio Artístico y Monumental, Málaga, Ayuntamiento de Málaga, 1990, pp. 147-150.

SÁNCHEZ LÓPEZ, Juan Antonio, La voz de las estatuas. Escultura, arte público y paisajes urbanos de Málaga, Málaga, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 2005, pp. 415-431.

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Título: Fuente de los cisnes de Carlos V o de Génova: detalle del cuerpo central con las incrustaciones de tubos, autor Juan Temboury (1958). Fuente: Biblioteca Cánovas del Castillo, Colección Legado Temboury, Archivo Fotográfico, sig. 1404D. [...]

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Título: Alameda Principal, extremo occidental. Fuente de Génova, Fototipia Thomas (1906-1910) Fuente: Fototipia Thomas (1906-1910), en Archivo Fotográfico Histórico Universidad de Málaga, ref. ES 2967. UMA AF06-07-29067_ACM-3-2547.