Noble y diplomático inglés, nació hacia 1579 cerca de Pitcombe (condado de Somerset), siendo el cuarto hijo de Philip Cottington y Jane Biflete. Su carrera al servicio de la corona Estuardo comenzó en 1609 cuando fue enviado a Madrid como secretario del nuevo embajador inglés, Charles Cornwallis. Las dotes demostradas en la corte española se verían reconocidas tres años después con su promoción al consulado general de Andalucía, radicado en Sevilla. El oficio implicaba la protección de los negocios de los comerciantes “británicos” –ingleses, irlandeses y escoceses–, la gestión de importantes ingresos provenientes del comercio peninsular, mediterráneo y atlántico, y el manejo de noticias, cardinales para los intereses regios.

En sustitución de su compatriota Thomas James, el nombramiento estuvo envuelto por la incertidumbre que despertaba la llegada de un cónsul protestante a la urbe hispalense. Esta fue una de las principales razones por las que su predecesor no acogió de buen grado la decisión de Jacobo I. El licenciado James era católico y había creado en torno a sí redes de paisanaje y solidaridad, además de contar con las simpatías de las élites andaluzas, caso del duque de Medina Sidonia. Preocupado por la situación y las repercusiones socioeconómicas que se derivarían de la elección, no dudó en trasladar sus reservas al duque de Lerma. James consideraba que Cottington sería una amenaza para las relaciones anglo-españoles, los negocios de ambas coronas, la religión católica y la actividad misionera desarrollada desde el colegio de su nación en la ciudad española. Incluso, llegó a sugerir al valido que se anulase la efectiva asunción de tales responsabilidades en base a las leyes de Castilla. Los mismos recelos también aparecieron entre los propios comerciantes católicos, quienes ponderaban la merma del liderazgo de su comunidad en Andalucía como la consecuencia más inmediata. Esta valoración negativa contrastó con la percepción que se tenía del agente en Madrid. Sin embargo, la imposibilidad de admitir a un protestante como interlocutor mercantil en el seno de la monarquía católica hizo que Felipe III se arrogase el derecho a nominar cónsules que le confería la “nación inglesa”, contando otros alicientes como la residencia para seculares ingleses mantenida en Sanlúcar de Barrameda por los comerciantes ingleses. En base a tales argumentos, designó al jesuita inglés James Wadsworth, quien fuera capellán del embajador Cornwallis. Pese a la oposición de Londres, donde defendía su jurisdicción a este respecto, la resolución del monarca español fue inamovible y provocó durante más de un año la simultaneidad en el consulado general de Andalucía de dos ingleses, conocidos entre sí al haber servido ambos en la embajada Estuardo en Madrid.

En 1613 regresaría a Inglaterra para ser nombrado por Jacobo I miembro del Privy Council. Desde este oficio cortesano, tomó parte en las negociaciones del Spanish Match (el proyecto de matrimonio del príncipe de Gales con una infanta española) procurando que el embajador español Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar, acelerase las conversaciones para impedir el proyecto matrimonial que estaba tomando forma entre el príncipe de Gales, Carlos Estuardo, y la princesa Cristina María de Francia. Tres años más tarde, su experiencia diplomática le conduciría de nuevo a España para hacerse cargo de la legación que dejaba John Digby. Sus funciones representativas adquirieron mayor notoriedad cuando fue designado secretario del príncipe heredero Carlos, en 1622. Al año siguiente, Cottington contraería matrimonio con Anne Meredith, con quien tendría un hijo y cuatro hijas que no le sobrevivirían. En reconocimiento a los servicios prestados, ese mismo año sería premiado con los honores de caballero y baronet, a los que se le añadiría en 1631 el título de barón Cottington of Hanworth (condado de Middlesex). En 1623, gozando del estatus nobiliario, acompañó a dicho príncipe y al duque de Buckingham en su viaje a Madrid para ultimar los detalles del matrimonio con la infanta española María de Austria.

Tras el fracaso de la negociación, Francis Cottington fue depuesto de todos sus cargos y apartado de Londres en 1625 por decisión del nuevo monarca, Carlos I. Su enemistad con el favorito Buckingham, en base a su firme posicionamiento pro-español, fue la causa de una resolución que se revertiría tres años más tarde, con el asesinato del duque. Al igual que su padre, el soberano inglés le nombraría consejero privado y canciller del Exchequer en 1629. La guerra anglo-española, que marcó la política exterior inglesa durante cinco años, concluyó en 1630 mediante el tratado de Madrid. Cottington fue el encargado de negociar las condiciones del acuerdo en la corte española. Su desembarco tuvo lugar en Sevilla donde permaneció durante cuatro días. Correspondiendo a la petición del conde-duque de Olivares, el embajador inglés fue muy bien recibido por sus compatriotas ingleses, damas y caballeros, así como personajes destacados de la élite y la administración local. Las relaciones de su estancia cuentan cómo fue alojado en los Reales Alcázares, acomodados para el efecto. Mantuvo también distintas audiencias con el Asistente y otros cargos de la ciudad, así como el arcediano hispalense. Recepciones, banquetes, música y teatro, así como la visita a ciertos monumentos, incluido el colegio de los Ingleses o de San Gregorio, marcaron su paso por la urbe andaluza, antes de encaminarse a Madrid.

Firmado el tratado y de vuelta a Inglaterra, la trayectoria de Cottington se enfocaría hacia la administración económica de la corona, determinada por los cargos que ostentó. Todos ellos estuvieron directamente relacionados las finanzas regias, como el de comisionado del Tesoro, aunque sin llegar a ser Lord Treasurer, como pretendía. Durante la guerra civil inglesa, adoptó una postura cambiante, pasando de renunciar a sus oficios por la presión parlamentaria a recuperarlos en 1643 para mantenerse al lado de Carlos I. En 1646 firmó la capitulación de Oxford y abandonó la isla rumbo a las Provincias Unidas, encontrándose en La Haya con el príncipe de Gales, Carlos Estuardo, dos años más tarde.

En el exilio, y tras el regicidio del monarca inglés, Cottington pasó a asumir las funciones de consejero del soberano exiliado, Carlos II. Como en ocasiones precedentes, a las reiteradas misiones diplomáticas que desarrolló en España se añadiría una última: la búsqueda del apoyo de Felipe IV hacia la causa realista frente a las fuerzas que lideraba Oliver Cromwell. Su estancia en Madrid, acompañado por Edward Hyde, no resultó tan propicia como esperaba. Por un lado, había perdido el favor cortesano en función de su reiterada mudanza confesional y política en Inglaterra; y, por el otro, el asesinato en 1650 de Anthony Ascham, representante del parlamento inglés, implicó su salida inmediata de la Villa y Corte, sin alcanzar su objetivo y con la sospecha de haber tomado parte o influido en el delito. Francis Cottington no regresó a las Provincias Unidas, junto al exiliado monarca inglés, sino que se le autorizó permanecer en Valladolid, convertido al catolicismo y al cuidado de los jesuitas de su nación en el colegio de la ciudad castellana. Murió el 19 de junio de 1652 y su cuerpo fue trasladado a Londres en 1679 para ser enterrado en la abadía de Westminster.

Autor: Cristina Bravo Lozano

Bibliografía

GARDINER, Samuel Rawson, History of England from the accession of James I to the disgrace of chief-justice coke, 1603-1616, Londres, Hurst and Blackett, vol. II.

BURKE, Bernard, A genealogical history of the Dormant, Abeyant, Forfeited, and extinct peerages of the British Empire, Londres, Harrison, 1866.

LOOMIE, Albert J., “Thomas James, the English Consul of Andalusia, 1556-c. 1613”, Recusant History, 11, 1972, pp. 165-179.

HAVRAN, Martin J., Caroline Courtier: the life of Lord Cottington, Londres: Macmillan, 1973. CARLTON, Charles, Charles I. the personal monarch, Londres-Nueva York, Routledge, 1995.

PÉREZ TOSTADO, Igor, “Marchands anglais en Espagne au XVIIe siècle: une communauté hétérogène”, Siècle, 26, 2007, pp. 97-115.

PÉREZ TOSTADO, Igor, “Murder as a Weapon of Exile: English Politics at the Spanish Court (1649-1652)”, en WORTHINGTON, D. (ed.), British and Irish Emigrants and Exiles in Europe, 1603-1688, Leiden, Brill, 2010, pp. 141-160.

MURPHY, Martin G., Ingleses de Sevilla. El colegio de San Gregorio, 1592-1767, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2012.