Uno de los rasgos sobresalientes de la evolución de la Iglesia en la Andalucía de la Edad Moderna fue la extraordinaria proliferación de conventos, masculinos y femeninos. El establecimiento y fundación de nuevos conventos de religiosos y de religiosas se convertiría en un fenómeno bien perceptible a lo largo y ancho de la geografía andaluza. Esa multiplicación conventual fue tildada de excesiva, de desmedida…, calificativos que se repitieron en aquellos tiempos y que nos aportan una idea cabal de la magnitud que alcanzó este proceso que desafió las prohibiciones de una monarquía que intentó en vano frenar tal ebullición fundacional.

Los datos son expresivos. En 1787, el censo de Floridablanca, al que hay que añadir las casas de jesuitas –expulsados ya en esa fecha- e incorporar alguna corrección necesaria, nos ofrece un panorama bastante preciso de lo que era esa Andalucía conventual que se había configurado: los conventos alcanzaban la cifra de 742. De ellos, 502 eran de frailes y 240 pertenecían a monjas.  

En torno al 90% de esos conventos andaluces habían sido fundados a lo largo de la modernidad. El ritmo de apertura de nuevos claustros fue algo más intenso en el siglo XVI que en el siglo XVII y cayó en picado y sin remedio durante el siglo XVIII. Pero fue en el período comprendido entre mediados del Quinientos y mediados del Seiscientos cuando la actividad fundacional fue más vigorosa; en torno a la mitad de las fundaciones se concentró en este tramo cronológico mencionado.

Andalucía se llenó de conventos en la Edad Moderna, sin duda. Pero su distribución por el conjunto del territorio no fue uniforme. Es especialmente destacable su concentración en determinados núcleos y el marcado carácter urbano de su orientación: fueron las ciudades y los núcleos de población más importantes los que constituyeron los focos sobre los que tendieron a concentrarse las nuevas comunidades del clero regular. El resultado no será otro que el de la aglomeración de claustros en determinadas poblaciones y el desequilibrio de la red conventual constituida.

Sólo seis localidades (que tuvieron más de 20 conventos cada una) concentraban cerca de la tercera parte del total de los conventos existentes en Andalucía: Sevilla, Córdoba, Granada, Málaga, Jerez de la Frontera y Écija. La urbe sevillana fue la ciudad más poblada de conventos de Andalucía, pero también encabeza la lista del conjunto español. Y las seis ciudades mencionadas integraban la lista de las 18 ciudades que acogieron el mayor número de cenobios en España, lo que da una idea de la entidad conventual tan particularmente destacada de esta región.

La presencia y propagación de fundaciones de la familia franciscana, tanto masculinas como femeninas, fue muy acusada. Ciertamente, el mundo de las órdenes mendicantes dominó la configuración mapa conventual andaluz y la implantación de órdenes monásticas fue muy parca, siendo éste también uno de sus rasgos distintivos frente a otras regiones españolas. Las órdenes mendicantes de fundación medieval continuaron ampliando su presencia en Andalucía desde el reinado de los Reyes Católicos, pero la proliferación de nuevos conventos también se explica en el marco del surgimiento de religiones nuevas o reformadas a partir de la segunda mitad del XVI: los carmelitas descalzos, y los también descalzos trinitarios, mercedarios, agustinos… contribuyeron a avivar al frenesí fundacional. También se incorporaron los clérigos regulares: la Compañía de Jesús protagonizó un despliegue muy notable en el territorio andaluz.

Este proceso expansivo vivido por el clero regular en los siglos XVI y XVII no se explica exclusivamente en términos de acción eclesiástica y como un éxito de la política institucional tridentina. Conviene también dirigir la mirada a los que fueron los promotores de tantas y tantas nuevas fundaciones, a los fundadores que apoyaron, impulsaron y financiaron todo este proceso. Los miembros de las jerarquías eclesiásticas seculares no estuvieron ausentes. No es infrecuente encontrar obispos y arzobispos protagonizando la fundación de algún convento, también hubo canónigos, arcedianos y otros clérigos fundadores.

Pero al lado de las fundaciones debidas al sector clerical, serían muchos y muchos los conventos fundados por laicos. Empezando por la propia monarquía. Es bien conocido que los Reyes Católicos utilizaron la propagación y la presencia de las órdenes religiosas como un importante factor de ayuda en el proceso de cristianización y castellanización del territorio andaluz recién conquistado.

Sin ninguna duda, uno de los sectores sociales más prolíficos en la promoción de fundaciones conventuales fue el integrado por los miembros de la nobleza titulada. Y debe desatacarse la especial potencia fundacional de alguna de las familias de mayor renombre de la aristocracia andaluza. Los Medina Sidonia, los Osuna, los Fernández de Córdoba, los duques de Arcos …, todos ellos serán fundadores de muchos conventos, algunas de las familias sumarían más de diez y más de veinte y a ellos se debió una parte importante de la densificación de la red conventual en esta región. Hay un elemento que no pasa desapercibido: la mayor parte de sus fundaciones se concentraría en sus señoríos, en localidades pertenecientes a sus respectivos estados señoriales.

También un número destacado de fundaciones estuvieron promovidas por los “nuevos señores” y los nuevos titulados. Igualmente, muchos conventos debieron su existencia a los grados o sectores inferiores de la nobleza: regidores, veinticuatros, caballeros de órdenes militares, miembros de la administración real, señores locales no titulados, burguesía mercantil y financiera, indianos que se habían enriquecido en tierras americanas y quisieron establecer conventos en sus lugares de origen.

Y desde luego, hay que indicar que un número destacado de conventos, especialmente femeninos, se debió a la iniciativa tomada por mujeres. Fueron muy generalmente fundaciones emprendidas por mujeres para sí mismas, conventos creados por sus promotoras para su propio ingreso en estos claustros.

Pese a la diversidad y a las numerosas diferencias internas en el seno del clero regular, la caracterización general del grupo nos lo presenta como un sector especialmente poderoso, un perfil que las reformas de los regulares emprendidas en el siglo XVIII poco pudieron modificar, aunque el impacto de la expulsión de los jesuitas en 1767 fue perceptible. El conjunto del clero regular acumuló un notable poder económico, concentrando la propiedad de tierras, fincas urbanas, dominando el mundo del crédito y recibiendo numerosas limosnas y donaciones, amén de los estipendios por la prestación de servicios religiosos. Pero también los regulares fueron poderosos en términos mediáticos y sociales: controlaron el mundo educativo y buena parte de la producción escrita, dominaron el terreno de la predicación y las misiones, multiplicaron actividad apostólica… En Andalucía, y dada la debilidad de la red parroquial, el clero regular adquiriría un papel de primer orden en el sostenimiento espiritual y adoctrinamiento de la sociedad andaluza y es conocida la relevancia de su actuación en la promoción y difusión de una religiosidad barroca plagada de manifestaciones de piedad y ceremonias de todo tipo. Los conventos, masculinos y femeninos, fueron focos de irradiación de devociones, de atracción de fieles. También ellas, las religiosas, participaron activamente en el desarrollo de esa “religiosidad de la presencia social” que constituyó uno de los pilares principales de la ofensiva eclesiástica postridentina y fueron agentes de difusión de valores y mensajes confesionales. Su papel en este terreno no puede ser ignorado ni minusvalorado.

Puede afirmarse que la vida de los andaluces estuvo muy marcada por la acción y la presencia del clero regular, que alcanzó una influencia que fue más allá de la esfera propiamente religiosa. En definitiva, la proliferación de conventos, de frailes y de monjas, constituyó uno de los rasgos sobresalientes de la realidad social de la Andalucía Moderna. No es sólo un capítulo de la historia de la Iglesia. Hay mucha historia social, historia del poder, historia de las mujeres, historia de la familia, historia de las representaciones culturales… detrás de este fenómeno de trascendencia extraordinaria.

Autora: Ángela Atienza López

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