Uno de los argumentos más eficaces en la búsqueda perdurable de un modelo de sociedad fue, durante el siglo XVI, en España más concretamente en su segunda mitad, la imagen de las virtudes, tanto para gobernantes como para el resto de los estamentos sociales, como ejemplos de honorabilidad y convivencia. La plasmación de las virtudes fue una reivindicación iconográfica constante en el reinado de Carlos V, desde 1527, y seguida por su hijo Felipe II hasta el final de su reinado, tanto en el espacio religioso como en el laico; allí donde hubiese necesidad de dar una lección de moralidad, marcar unas pautas de conducta o prestigiar el comportamiento de cualquier persona, el mejor argumento que podía utilizarse era el de las virtudes. A su vez, la moral cívica fomentó y difundió los programas de virtudes a través de los edificios públicos, civiles o religiosos como espejos doctrinales en los que debía reflejarse la conducta del ciudadano.

En Jerez de la Frontera, entre 1569 y 1575, el edificio civil que mejor representó estos principios fue sin duda el Cabildo. En su construcción intervinieron varios arquitectos y diseñadores. El edificio se estructura en dos partes: la primera, la fachada que consta a su vez de dos partes: a la izquierda presenta un pórtico a modo de loggia, con tres elegantes arcos de medio punto sostenidos por columnas de mármol y marcado estilo italianizante en su interior con decoración de grutescos y otros motivos platerescos. A la derecha, la fachada propiamente dicha con la portada principal del edificio que queda dividida en tres espacios: el espacio central lo ocupa la puerta principal adintelada, adornada en su contorno con diversos motivos bélicos, rematado su eje central por el escudo de la ciudad y más arriba aún el de la Casa Real en tiempos de Felipe II. Las otras dos partes de la fachada las ocupan dos ventanas articuladas por doble juego de semicolumnas pareadas para cada una, apoyadas sobre un pedestal único, con fuste de arista y capiteles compuestos, rematadas por frontones sobre los que se colocan en hornacinas las esculturas exentas y de bulto redondo de Julio César a un lado, delimitado por los altorrelieves de la virtud de la Justicia a la izquierda y de la Fortaleza a la derecha, y a otro, Hércules que queda protegido por la Templanza a la izquierda y la Prudencia a la derecha. Toda la fachada queda rematada por una balaustrada con bajorrelieves con grutescos y otros elementos propios de la iconografía renacentista.

En cuanto a la significación iconográfica, la fachada del Cabildo Viejo se convierte en un emblema en donde se conjuga imagen y texto con la finalidad de transmitir al pueblo las glorias ciudadanas de un esplendoroso pasado, casi siempre mítico. Además de la descripción de las figuras principales anteriormente mencionados, la fachada se completa con un compendio de elementos militares, desde armamento y útiles bélicos hasta instrumentos musicales de significación marcial. Estos trofeos dispuestos en candelieri, tal y como ocurre en las pilastras y el alfiz de la puerta de este edificio,  pueden tener diferentes significados: por un lado, establecer una relación con el triunfo y la imposición sobre el perdedor, la siempre recurrente victoria castellana frente a la musulmana de la época; pero por otro, cuando aparecen puttis o niños que juegan, portan o sostienen estas colecciones de trofeos militares, la interpretación puede girar en torno a la oposición del amor y la guerra, personificados en la historia de Venus y Marte, en la que el Renacimiento quiere ver la victoria de las virtudes del amor sobre la ira y la destrucción de la guerra.

En definitiva, se presenta un gran programa iconográfico sobre las virtudes del buen gobernante en torno a las figuras de Hércules, mítico fundador de Jerez, y la de Julio César, quien concedió a la ciudad el título de municipio romano. Todo el conjunto se encuadra y se remata por un friso de grutescos, tritones y otros elementos que en este contexto simboliza el triunfo del pensamiento y de la reflexión frente a la belicosidad y la ira, que también deben ser atributos de los buenos gobernantes.

La segunda parte es su interior. La parte principal se estructura como una sala rectangular cubierta por bóveda de cañón con casetones, decorada con motivos geométricos en resalte y dividida en cuatro espacios por arcos fajones que se apoyan en la cornisa y descansan en capiteles renacentistas. Esta sala fue realizada por Diego Martín de Oliva entre 1569 y 1571. La parte más cercana a la fachada, denominada antecabildo, está cubierta por tres tramos de bóvedas muy planas, también con casetones, decoradas en sus frentes por dos escudos reales de España y en los costados otros dos de la ciudad sostenidos respectivamente por leones y angelotes. Esta sala junto con la fachada fue construida por Andrés de Ribera y Bartolomé Sánchez entre 1570 y 1575. El doble pórtico columnado o loggia compuesto por tres arcos de medio punto sobre columnas de mármol blanco, fue realizado por Martín Delgado en 1610.

En la segunda mitad del siglo XVI en España, a diferencia de la primera mitad, donde la arquitectura pública, en general, seguía los parámetros y significados del estilo gótico, muchos edificios comenzaron a representar en sus fachadas programas iconográficos dirigidos, entre otros, a equilibrar el poder nobiliario con el monárquico, un hecho que subyace toda la historia de la sociedad estamental española. En ella la autoridad de la Corona, las funciones y poderes recobrados por la misma, y definidos como públicos, tienen dos límites, el que impone la autoridad político-religiosa de la Iglesia, por una parte, y el que suponen las clases privilegiadas por otra, aunque éstas hayan cambiado el espacio de poder señorial para ocupar y controlar el servicio cortesano, las funciones municipales y por la misma vía las propias del aparato de estado, al asimilarse la justicia.

Estas serían algunas de las tesis y funciones de la cultura clasicista que los cortesanos imperiales se esforzaron en poner al servicio de la imagen de Carlos V y que Felipe II continuará en todo su reinado.  Sobre ellas se definió un nuevo arte público, en cuya extensión, escala, significación y artífices tuvieron lugar importantes transformaciones con respecto a la primera mitad del siglo XVI.

En cuanto al diseño y traza de los edificios, a pesar de la importante influencia italiana, las peculiaridades sociales, políticas y sobre todo religiosas en España hicieron que los ciclos iconográficos no fuesen una simple copia de ésta. Así, será muy difícil encontrar un ciclo totalmente pagano, siendo los santos, profetas y demás figuras religiosas las que ocupen el lugar preeminente en la mayoría de las representaciones artísticas, tanto públicas como privadas. En ese sentido, el Cabildo Viejo de Jerez de la Frontera se convierte en un ejemplo casi único en España del diseño italiano con temática histórico-mitológica y alegórica. Si bien se diferenciaba de los ciclos italianos en que prescindió de la pintura al fresco, prefiriendo la escultura, como en la mayoría de los casos en España; debido en parte por el poco gusto hacia esta técnica por parte de los comitentes, en parte por la ausencia de artistas que la dominaran. Las esculturas eso sí, siguen el modelo italiano de cuerpo completo y no español de rostros enmarcados en un medallón.

El edificio se mantuvo prácticamente sin alteraciones hasta el siglo XIX. Entre 1873 y 1984 albergó la Biblioteca Pública Municipal y el Museo Arqueológico. En la actualidad, trasladada la biblioteca y el museo a otros emplazamientos, en 1992, el edificio se rehabilitó e incorporó al actual ayuntamiento conformándose como un salón de plenos extraordinario destinado a actos especiales como los plenos de constitución o investidura de las nuevas corporaciones municipales, traslado del pendón, o actos de reconocimiento de personajes ilustres de la ciudad, entre otros.

Autor: Agustín Martínez Peláez

Bibliografía

CHECA CREMADES, Fernando, Pintura y escultura del Renacimiento en España 1450-1600, Madrid, Cátedra, 1983.

GARCÍA ÁLVAREZ, César, El simbolismo del grutesco renacentista, León, Universidad de León, 2001.

HENARES CUÉLLAR, Ignacio, “Arquitectura y mecenazgo: ideal aristocrático, reforma religiosa y utopía política en el Renacimiento andaluz”, en Arquitectura del Renacimiento en Andalucía. Andrés de Vandelvira y su época, Sevilla, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, pp. 53-77.

MARTÍNEZ PELÁEZ, Agustín, “Alegorías, Sentidos y Virtudes de Paz como modelo social en la España del siglo XVI”, en Virtudes Clásicas para la Paz, Granada, Universidad de Granada, 2014, pp. 333-374.

PÉREZ, Joseph, “El misal y la pompa”, en La Aventura de la Historia, enero 2000, p. 27.