La Cartuja de Santa María de la Defensión, declarada Bien de Interés Cultural, está situada a cuatro kilómetros de la ciudad de Jerez de la Frontera. Sus orígenes se remontan a mediados del siglo XV, momento en que el caballero Álvaro Obertos de Valeto destina su patrimonio al establecimiento en la ciudad de la Orden Cartujana. En un primer momento los monjes ocuparon una ermita ya existente, hasta que a finales de siglo comenzaron las obras para la construcción del Monasterio, dedicado a Santa María de la Defensión por su labor y ayuda en la defensa del cristianismo.
El grueso de las obras se extendió durante todo el siglo XVI, hasta que en la década de 1620 prácticamente se había finalizado el proyecto original. A partir de este momento comenzaron nuevas obras de enriquecimiento y decoración con la inclusión de yeserías, retablos y pinturas murales, contando para ello con artistas de la talla de Francisco de Zurbarán o José de Arce. Más tarde, acontecimientos históricos como la invasión francesa o la desamortización de bienes de la iglesia mermaron considerablemente la riqueza del espacio. Hasta que en 1948, con la nueva ocupación cartuja del edificio, intervinieron importantes arquitectos como Francisco Hernández-Rubio, Félix Hernández o José Menéndez-Pidal, con el objetivo de devolver al edificio parte de su grandiosidad. En el año 2002 los cartujanos dejaron de nuevo el recinto, por lo que en la actualidad está ocupado por la orden femenina de las Hermanas de Belén.
La organización espacial del recinto está destinada a suplir las necesidades de la vida monástica, con la consecuente división de espacios entre padres y legos. Así, a grandes rasgos, se conforma por un magnífico pórtico de entrada, capilla del siglo XVIII, iglesia, varios patios, claustros, sala capitular, refectorio…, además de otras estancias anejas necesarias para el sustento económico de los religiosos, como la bodega, los almacenes o las cuadras.
El primer elemento que llama la atención al acceder a la Cartuja es la monumental portada exenta, datada en 1571 y realizada por el arquitecto jerezano Andrés de Ribera. De colosales proporciones y estilo renacentista, está concebida a modo de arco de triunfo con dos columnas dóricas a cada lado y un entablamento formado por triglifos y metopas, sobre el que se alza la imagen de Dios Padre, a quien acompañan la Virgen, San Bruno y San Juan Bautista, estos últimos en hornacinas bajo el arco. Asimismo, también de forma exenta y cerca de la portada se encuentra la Cruz de los Caminantes, un crucero del siglo XVI que contiene sobre su capitel una representación del Crucificado y la Virgen con el Niño.
Una vez se atraviesa la portada principal, se accede al Atrio del Rosario, espacio que presta acceso a la Capilla de los Caminantes, construida a mediados del siglo XVIII para celebrar la Eucaristía los días festivos, y compuesta de una única nave con atrio de arcos de medio punto. Y justo a la izquierda de dicha Capilla, se encuentra el Patio de la Hospedería, realizado en ladrillo y donde destaca una escultura de San Bruno realizada por Pedro Laboria en 1761.
A continuación se localiza el Atrio de la Iglesia, espacio dominado por la prestancia del templo, donde lo primero que llama la atención es la portada, realizada en piedra entre 1662 y 1667 por Fray Pedro del Piñar. Una portada dotada de una estructura tipo retablo de tres calles, dos cuerpos y ático, con un programa escultórico decorativo realizado por el sevillano Francisco de Gálvez en 1664. Mientras que por su parte, las fachadas laterales están compuestas de muros sencillos con contrafuertes; y en la cabecera se encuentra la torre del reloj, construcción rematada por un friso con triglifos y metopas, y una espadaña con vano de arco peraltado entre balaustradas.
La Iglesia, de los siglos XV-XVI aunque barroquizada posteriormente, se compone de planta rectangular y una única nave, y está organizada según establecen los cánones de la liturgia cartujana, de modo que se divide en cuatro tramos perfectamente diferenciados. Así, el espacio situado a los pies está reservado para los trabajadores del monasterio y destaca por la presencia de dos importantes altares: uno de ellos procedente del antiguo Convento de la Merced Descalza de Sanlúcar de Barrameda; y un segundo, copia del anterior, que alberga dos importantes pinturas del siglo XVII, una Sagrada Familia atribuida a Sebastián de Llanos y Valdés, y una Exaltación de la Santa Cruz, de Francisco de Herrera «El Viejo».
En segundo lugar, una reja dorada de barrotes torneados, realizada en 1673 por los sevillanos Marcos de la Cruz y Francisco de la Chica, separa el espacio destinado al coro de los legos. Un recinto en el que destaca la sillería del siglo XVII adosada a los muros y la presencia de dos retablos gemelos, uno de ellos con un lienzo atribuido a Lucas Valdés. Del mismo modo que entre sendos retablos se encuentra la Portada de Entrecoros, de 1538, caracterizada por una profusa decoración plateresca con un programa iconográfico donde aparecen la imagen de San Jerónimo y la Asunción de la Magdalena, escenas bíblicas, evangelistas, ángeles portando guirnaldas o los relieves de San Bruno, San Hugo de Lincoln, San Antelmo de Belley y San Hugo de Grenoble.
A continuación se encuentra el coro reservado a los padres, donde hallamos una de las sillerías más interesantes del renacimiento español, datada entre 1547 y 1552, y compuesta por un total de cuarenta y dos sitiales sobre una base de caliza labrada con grutescos y escudos del fundador. Esta última una decoración a la que se une la de los propios sitiales, separados por columnas abalaustradas y con un respaldo con representaciones de apóstoles, mártires, fundadores de órdenes religiosas…, así como un conjunto de temas profanos con la inclusión de grutescos, temas militares, elementos musicales o alegorías del amor y la justicia.
A ambos lados del presbiterio destacan sendas portadas adinteladas, realizadas en 1743, y coronadas por un frontón sobre el que se colocan esculturas de piedra doradas que representan la oración, la lectura y la meditación. Por su parte, justo en la cabecera se encuentra el retablo mayor, realizado por Juan de Oviedo y de la Bandera entre 1619 y 1629, y cuya imagen principal es la Virgen de la Defensión, Patrona del Monasterio. Una obra formada por tres cuerpos divididos por columnas corintias y ático, donde destacan una serie de pinturas, copias de obras de Zurbarán, así como las imágenes de San Bruno (José de Arce, 1641) y los santos Hugo de Grenoble y de Lincoln (Pedro Roldán, 1677). Asimismo, justo detrás de este espacio se encuentra el Sagrario, procedente de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla. Se trata de un pequeño recinto de planta cuadrada, a modo de baldaquín sobre columnas salomónicas, coronado por una cúpula sobre pechinas. Y por último, destaca la Sacristía, del siglo XV barroquizada durante el XVII, que se distingue por sus decoraciones realizadas en yeso.
Por otro lado, en el exterior de la Iglesia y adosado al muro de la epístola, se encuentra el claustro monástico o «Claustrillo», galería que ordena dos de las estancias más importantes para la vida monacal: el refectorio y los capítulos. Se trata de un espacio construido entre 1529 y 1531, de planta cuadrada, con cubierta de nervadura, cuatro galerías de arcos que descansan sobre pilares con contrafuertes, gárgolas como elemento de desagüe y una crestería de pináculos como remate. Y por su parte, en cuanto al refectorio (1535-1537), al que se accede por una portada de arco de medio punto, es de destacar que se compone por una gran nave alargada, también afectada por la división legos-monjes, cubierta por una bóveda de nervadura con terceletes y combados.
Al norte de este mismo Claustrillo se encuentra el Capítulo de los legos, datado en el siglo XVI. Una estancia a la que se accede a través de una portada gótica con el escudo de los cartujos, y compuesta por una sala, también de estilo gótico, que contiene como principal elemento decorativo un conjunto de cerámica sevillana del siglo XVII. Mientras que, al este del patio, se localiza el Capítulo de los padres, o Sala Capitular, a la que se accede a través de una portada manierista de finales del siglo XVI. Una estancia también de estilo gótico que destaca por su profusa decoración compuesta por cerámicas sevillanas del XVII, yeserías barrocas de los siglos XVII y XVIII, así como por la presencia de un retablo barroco presidido por la Virgen de la Compasión, realizado por José Estévez Bonet en 1793.
Contiguas a la Sala Capitular se accede a dos oratorios o pequeñas capillas gemelas dedicadas a San Bruno y a San Juan Bautista. Asimismo, el este del patio conecta con la cocina y el refectorio, mientras que al sur se adosa el Patio de los Jazmines, donde se encuentran la biblioteca y la celda del prior. Esta última, datada en el siglo XVII y de mayores proporciones que las del resto de hermanos.
Para finalizar, otro elemento a destacar sería el Claustro de los legos, diseñado en 1620 por Juan Martínez Montañés y ejecutado por el maestro Mateo Rodríguez. Un espacio de medianas proporciones y formado por arcos de medio punto sobre columnas y bóvedas de arista. Mientras que el Claustro grande, lógicamente de mayores dimensiones, es el espacio donde se llevaba a cabo parte de la vida monacal y se realizaban los enterramientos de los monjes. Su construcción comenzó a principios del siglo XVI y se mantuvo hasta los primeros años del siglo siguiente, y a su alrededor se reparten las celdas de los monjes, veintinueve en total, donde los hermanos pasaban la mayor parte del día.
Autora: Zara Ruiz Romero
Bibliografía
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LÓPEZ CAMPUZANO, Julia. La Cartuja de Jerez, 1998.
Título: Interior de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Defensión. Fuente: Wikimedia Commons.
Título: Fachada de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Defensión. Fuente: Wikimedia Commons.
Título: San Bruno. Pedro Laboria. Patio de la Hospedería. Cartuja de la Defensión. Fuente: Flickr. Rob Thurman.
Título: Capilla de los Caminantes. Cartuja de la Defensión Fuente: Wikimedia Commons.