Obispo de Cádiz, que  tras la muerte del prelado José Escalzo y Miguel en 1790, le sucedería el  29 de noviembre de dicho año era. De origen granadino, donde había nacido en 1736, estudió en el Real Colegio de san Bartolomé y Santiago y se doctoró en ambos derechos en dicha universidad, donde en 1763 fue nombrado catedrático de Digesto. Canónigo doctoral de Alicante en 1769, y de Granada en 1771, seis años después fue nombrado gobernador de esta última diócesis, y en 1785 obispo de Canarias, en cuya diócesis se ocupó preferentemente de los aspectos benéficos.

Cuando llegó a Cádiz en 1790, la coyuntura no estaba para experimentos reformadores. Al Despotismo ilustrado sucede la reacción conservadora y el “pánico de Floridablanca”, temiéndose la irrupción de las novedades revolucionarias en España. A ello se le añade la fuerte crisis económica que atraviesa la ciudad, lo que motivaría que el prelado se volcara en la tarea hospitalaria, en la que mostraría una gran dedicación y un afán racionalizador al superar la práctica indiscriminada de la caridad propia de épocas anteriores, como se muestra en la organización de la Hospitalidad Doméstica. Tuvo además tiempo de fundar la Escuela de María para mujeres, trasladar la procesión de san Sebastián a la Iglesia de san Lorenzo, y se preocuparía de la formación intelectual del clero al restablecer las conferencias morales. Fallecería víctima de la fiebre amarilla en 1800.

Autor: Arturo Morgado García

Bibliografía

ANTÓN SOLÉ, Pablo, La Iglesia gaditana en el siglo XVIII, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1994.