Antonio de Ulloa fue el segundo hijo del matrimonio formado por Bernardo de Ulloa y Sousa (regidor-veinticuatro de Sevilla y reconocido economista) y Josefa de la Torre Guiral, ambos miembros de familias notables de la ciudad. Aprendió las primeras letras en el hogar familiar y desde muy joven sus padres le inculcaron el amor por las matemáticas y la náutica. Continuó la formación en el colegio de Santo Tomás y a los 14 años solicitó el ingreso en la Real Compañía de Guardias Marinas de Cádiz. Al ser rechazada la petición por falta de documentos, sentó plaza como “aventurero” -voluntario- en un navío de la flota de galeones que dirigía el también sevillano Manuel López Pintado para Tierra Firme, circunstancia que le permitiría adquirir méritos y práctica náutica. Así, en 1730 partió de Cádiz con destino a Cartagena de Indias en el que sería su viaje de iniciación a América. A su regreso, y tras el pertinente examen de ingreso, obtuvo la plaza de guardiamarina en 1733.

Felipe V lo eligió, junto a Jorge Juan Santacilia, para participar en la expedición hispanofrancesa, que con destino a Ecuador tenía como objetivo principal la medición del grado terrestre. Con tal motivo fue nombrado teniente de navío, lo que significaba un ascenso de cuatro grados. En 1736 se encontraban ya en Quito los expedicionarios entre los que también se encontraban los franceses La Condamine, Bourger, Jussieu, Seniergues y Morainville, todos bajo la dirección de Luis Godin. En 1737 comenzaron los trabajos científicos y todavía continuaban cuando en 1740 Antonio de Ulloa y Jorge Juan fueron reclamados por el virrey a Lima. Durante tres años desempeñaron allí diversas misiones militares y navales. Ulloa emprendió viaje de regreso a España en 1745 a bordo del navío francés Dèlivrance, siendo abordado por corsarios ingleses durante la travesía. En calidad de prisionero fue conducido a Inglaterra pero, gracias a su prestigio científico, recibió un trato distinguido al ser introducido en los círculos académicos y ser nombrado socio de la Real Sociedad de Londres. De vuelta en Madrid, comenzó a trabajar con Jorge Juan en la publicación de los resultados de la expedición, tal como había hecho en Francia La Condamine. El resultado fue la publicación de cuatro obras fundamentales: Relación histórica del viaje a la América meridional (1748), Observaciones astronómicas y phisicas (1748), Disertación histórica y geográfica sobre el meridiano de demarcación (1749) y Discurso y reflexiones políticas sobre el estado presente de los reinos del Perú. Esta última editada en Londres en 1826 bajo el título de Noticias secretas de América.

Fue ascendido a capitán de fragata y comisionado por Felipe VI para viajar por Europa y recopilar información sobre los más diversos ámbitos del conocimiento que le llevó entre 1749 y 1752 a recorrer Francia, Holanda, Dinamarca, Suecia, Prusia y los estados alemanes con un objetivo que ha sido calificado entre política científica y espionaje industrial. Con semejante bagaje pudo atender importantes proyectos como el del canal de navegación y riego Castilla la Vieja; estableció la Real Casa de Geografía y Gabinete de Historia Natural, que dirigió entre 1752-1755; creó el primer laboratorio metalúrgico y fomentó los Colegios de Medicina y Cirugía; se ocupó del desarrollo de las minas de Almadén y mejoró su producción.

Esta experiencia y su sólida formación científica resultaron determinantes para ser nombrado en 1757 gobernador y superintendente de las minas de Huancavelica (Perú) y acometer la difícil empresa de poner fin a la crisis que atravesaba aquel mineral. Su administración hubo de hacer frente no sólo a un deficiente y caótico sistema de laboreo, sino también a la oposición de poderes locales y limeños y a una extendida práctica de fraudes heredada de gobiernos anteriores. Su carácter autoritario y la defensa a ultranza de las facultades inherentes aquel cargo que ostentaba, unido a su alto concepto de moralidad, lejos de contribuir a la paz en el mineral, agitaron aún más los ánimos y ello devino en posturas irreconciliables. Como hombre de ciencia, trató de aplicar los nuevos avances tecnológicos, asegurar el interior de la mina, habilitar socavones y, en definitiva, levantar la producción de mercurio. Ello, sin embargo, no fue óbice para que en el juicio de residencia fuera acusado de comportamiento arbitrario y, lo que es más grave, de ser el responsable de la ruina del yacimiento. Ulloa fue un vehemente defensor de la mita y trató de convencer a la Corona de la oportunidad de su mantenimiento, rivalizando con quienes venían denunciando los males del sistema. Fue relevado del cargo en 1764, quedando marcado por la triste experiencia vivida en Huancavelica.

Gozando siempre de la más alta consideración en la Corte y en virtud de sus conocimientos y profesionalidad, fue elegido para desempeñar otra misión no menos arriesgada: la gobernación de Luisiana. Un territorio francés incorporado a la Corona española en 1762 y de un elevado valor político y geoestratégico. Entre 1766 y 1768 Ulloa vivió otra penosa experiencia donde sus iniciativas chocaron con las poderosas personalidades de la colonia y los intereses de los comerciantes afincados en Nueva Orleans, temerosos de perder la libertad mercantil que disfrutaban. Tampoco ayudaron las medidas impuestas desde la Corte que crearon un ambiente de animadversión y que, finalmente, tras estallar una rebelión en 1768, desembocaron en su salida precipitada hacia La Habana. Pese a ello, atendió las cuestiones más apremiantes de la región, particularmente lo relativo a defensa y a economía. Asimismo, redactó nuevas ordenanzas municipales dirigidas a la mejora de la higiene y abastecimiento de Nueva Orleans. En medio de tanto desasosiego, a mediados de 1767 llegó su esposa, la limeña Francisca Remírez de Laredo, con la que había casado por poderes un año antes en la capital peruana.

De nuevo en la península, ascendió a jefe de escuadra y en Cádiz desempeñó importantes actividades en los arsenales. En Sevilla dirigió la construcción de los malecones de la puerta de la Barqueta en prevención de las crecidas del Guadalquivir. De esta época data la redacción de sus Noticas Americanas, impresas en Madrid en 1772. En ellas condensa valiosa información de carácter científico y humano obtenida a lo largo de sus diferentes estancias en suelo americano. En 1776, ya como comandante, condujo una flota con destino a Nueva España, donde permaneció hasta 1778. Durante su estancia en México colaboró con el virrey Bucareli en su política naval, visitó las minas de Guanajuato y desplegó una intensa actividad científica que luego plasmó en su obra Descripción Geográfico-Física de una parte de Nueva España (1788) en la que destaca su imponente aparato cartográfico.

Ascendido a teniente general y en plena guerra contra Inglaterra, aceptó el mando de una escuadra en 1779 para una operación de corso en las islas Terceras o Azores. La campaña fue decepcionante y hasta se le formó un consejo de guerra. Aunque su inocencia quedó probada, el prestigio de su nombre quedó dañado. Por encima de ello, como afirma Francisco de Solano, Ulloa fue un competente profesional del mar, un experto en maniobras, en dirección de escuadras y en salvar navío desarbolados.

En Cádiz pasó los últimos años de su vida. En la tranquilidad del retiro gaditano puso ordenar sus papeles y redactar uno de sus trabajos más originales: Juicio sobre el metal platina y el modo más económico de explotarlo en Santa Fe (1788). Una obra pionera ya que a él se debió la gloria de haber descubierto este metal como cuerpo simple allá por 1741. En el momento de su muerte en era teniente general dela Armada y director general de ella, comendador de Ocaña en la orden de Santiago y de la de Valdecarávanos, en la de Calatrava; miembro de la Junta de Comercio y Moneda del Reino; académico de Bellas Artes de Madrid; individuo de la Real Sociedad de Ciencias de Londres, correspondiente de las Academias de Ciencias de París, Berlín y Estocolmo, del Instituto de Bolonia, de la Sociedad de Leipzig y de las Patrióticas de Sevilla y Vizcaya.

Autor: Miguel Molina Martínez

Bibliografía

LAFUENTE, Antonio y MAZUECOS, Antonio, Los caballeros del punto fijo, Madrid, Editorial Serbal, 1987.

MOLINA MARTINEZ, Miguel, Antonio de Ulloa en Huancavelica, Granada, Universidad de Granada, 1995.

SOLANO, Francisco de, La pasión de reformar. Antonio de Ulloa, científico y marino 1716-1795, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos-Universidad de Cádiz, 1999.

SOLANO, Francisco de, Antonio de Ulloa y la Nueva España, México, Universidad Autónoma de México, 1983.

PÉREZ MALLAINA, Pablo Emilio, Antonio de Ulloa. La biblioteca de un ilustrado, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2015.