Antonio Alcántara constituye una de las figuras más representativas en la platería cordobesa del siglo XVII. Fue hijo de otro platero, Gonzalo de Alcántara y padre de Tomás Gonzalo de Alcántara; una generación completa que protagonizará toda la centuria, sin los cuales no pueden entenderse la evolución de ciertas tipologías y la culminación de una estética purista, que perdurará en el tiempo.
Nació en Córdoba el 21 de abril de 1619 y es bautizado justo al día siguiente. Vivía en la collación de Santa María la Mayor, en la calleja de La Alhóndiga. Su madre murió muy pronto y él, es educado por un tío suyo, clérigo y poeta, Gonzalo de Alcántara. Aprenderá el oficio en el taller de su padre. En el año 1644 contrajo matrimonio con la hija de otro platero, Antonio de la Cruz, llamada María Angulo, con la que tuvo dos hijos, y montó su propio taller, independizándose así de su progenitor. En el año 1656 falleció su esposa y se ordenará sacerdote, dejando su taller en manos de su hijo Tomás Gonzalo; aunque no el oficio, ya que quedarán constatadas algunas obras de su etapa eclesiástica. Fallecerá en Alcolea (Córdoba) en 1672, donde ejercía su labor sacerdotal. Durante su etapa artística, ocupó cargos importantes dentro del gremio, como fue el de platero del obispado y contraste en el año 1633. Trabajará para importantes personajes del momento, como el obispo don Antonio de Valdés o fray Pedro de Tapia, así como para numerosos conventos y templos.
Sus custodias de sol servirán de modelo y de ejemplo a numerosos contemporáneos, difundiéndose por la provincia y llegando, incluso a otros lugares, como Antequera o Málaga. Entre las más destacadas estarán las de Bujalance, Espejo, el monasterio del Císter de Córdoba y la del convento de Santa Clara de Montilla, entre otras. Son piezas muy características de este autor, de elevado porte y estilizada estructura. Cuentan todas ellas con un astil compuesto por un nudo en forma de templete coronado por cúpula, un jarrón aovado y un gollete ciclíndrico. Su decoración a base de placas de esmalte de diferentes colores será también otra de las peculiaridades del artista.
Quedan muy pocos ejemplares de platería civil del siglo XVII, por lo que las mazas del ayuntamiento de Bujalance constituyen un referente fundamental para conocer cómo podrían ser este tipo de piezas. Fueron realizadas en el año 1655, en plata en su color y sus elementos decorativos y formales son indicativos del buen hacer del artista.
Será la custodia procesional de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción en Santaella su obra culmen. Fue construida en el año 1656 y cuenta en su base con una inscripción, en la que se dice que Don Antonio de Valdés, siendo obispo de Córdoba, fue la persona que la encargó. Como símbolo de este contrato quedan los escudos episcopales. Una pieza de singular belleza y altura, de marcado carácter arquitectónico, dividida en dos pisos y rematada con una linterna, con la figura del arcángel San Miguel. Su programa iconográfico consiste en la figura del Resucitado, la de San Miguel con el demonio, las Virtudes dispuestas en las esquinas y una serie de figuras de carácter infantil en diferentes posiciones. Es además uno de los escasos ejemplos setecentistas que se pueden encontrar en la provincia cordobesa.
Autora: María del Amor Rodríguez Miranda
Bibliografía
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