Hijo de pecheros castellanos, tal y como lo demuestran las pruebas de limpieza de sangre que se le hicieran a su descendiente, Agustín Suárez, para entrar en la Orden militar de San Juan. De hecho, uno de los testigos declaró que Alonso Suárez “siendo muchacho… guardaba ovejas” en su localidad natal. Se desconoce cómo y quién pudo financiar su carrera universitaria, que inició como colegial de San Bartolomé en Salamanca. Una institución en la que, según parece, no terminó su formación en derecho pues solicitó dispensa para graduarse como licenciado y doctor en otra universidad distinta, probablemente a consecuencia del llamado Cisma de los rectores, en el que estuvo implicado (1479-80).

Su carrera eclesiástica comenzó con su nombramiento como inquisidor, primero en el tribunal de Toledo, luego en el de Burgos. En 1593 fue preconizado a la silla episcopal de Mondoñedo y en 1596 a la de Lugo; obispados en los que, según parece, casi no llegó a residir. En 1494 fue designado como uno de los cuatro inquisidores generales que debían tomar las riendas de la Suprema. Un puesto de importancia en el que, a tenor de los testimonios documentales, debió de cesar a partir de 1502, siendo relevado de sus funciones por el dominico fray Pedro de Deza.

Para entonces, Alonso Suárez ya ostentaba la mitra episcopal giennense a la que había sido preconizado el 7 de febrero de 1500. En esta diócesis andaluza disfrutó de un largo pontificado de veinte años y, a diferencia de las sedes que había ocupado hasta ese momento, residió personalmente en Jaén la mayor parte de este período.

Alonso Suárez de la Fuente El Sauce quiso desplegar una amplia labor pastoral en su diócesis, por lo que se le puede considerar el primer obispo de la etapa moderna y uno de los prelados giennenses más imbuidos del espíritu reformista pretridentino. Asimismo, a lo largo de su extenso pontificado desempeñó una labor edilicia que, prácticamente, no tiene parangón con la de sus sucesores por su repercusión no solo en la capital del Santo Reino, sino también en multitud de parroquias y construcciones civiles de la diócesis, motivo por el cual ha recibido el calificativo de “el obispo edificador”.

Frente a algunos de sus predecesores en la mitra, más enfrascados en la guerra que en el gobierno pastoral ―como, por ejemplo, el obispo Alonso Vázquez de Acuña, motejado como Alonso Peleas―, Alonso Suárez pudo disfrutar de una etapa pacífica gracias a la desaparición de la frontera con los musulmanes tras la conquista de Granada. Las ocho visitas pastorales que ordenó llevar a cabo en su obispado ―seis de ellas, desempeñadas personalmente― atestiguaron su interés en reformar al clero diocesano. Asimismo, en marzo de 1511 se celebró bajo su presidencia el IV sínodo provincial. A resultas de esta reunión se pusieron en marcha medidas para aumentar el control episcopal sobre el clero no natural del obispado y sobre las cofradías, para defender las inmunidades eclesiásticas, enseñar la doctrina cristiana fomentando la oración y la frecuencia en los sacramentos y con objeto de implementar nuevas reglas que velasen por la honestidad de los clérigos diocesanos.

En otro orden de cosas, el obispo Alonso Suárez, a pesar de haber cesado como inquisidor general, consiguió mantener la estructura y las funciones de un tribunal inquisitorial en su propia diócesis ―un organismo que terminaría desapareciendo, integrándose en el de Córdoba seis años después de la muerte de este prelado―. Esta particularidad, junto a su supuesto carácter “moderado”, bien pudo influir en que algunos de los primeros conversos giennenses procesados por orden de la Suprema apelasen en una carta a la reina Juana I para que su caso fuese trasladado al tribunal del obispo de Jaén. Asimismo, es bastante probable que, tras la muerte de la reina Isabel, Alonso Suárez militase en el bando de Felipe el Hermoso en contra de los intereses del Fernando el Católico. A fin de cuentas, viene a corroborarlo su nombramiento como presidente del Consejo Real de Castilla en 1506; un cargo que lo investía como la primera persona del reino en autoridad tras los soberanos. La muerte temprana del monarca en Burgos, a la que el obispo de Jaén asistió en primera persona, motivó su cese en la presidencia: el rey Católico se hizo de nuevo con las riendas del poder, dada la incapacidad de Juana, y le concedió licencia para ir a residir a su diócesis en 1507. Allí permanecería hasta su fallecimiento, acaecido el 5 de noviembre de 1520. Para sus descendientes estableció tres mayorazgos, uno de los cuales instituyó en cabeza de su sobrino, Diego Suárez de Valtodano. Valiéndose de sus propias rentas y de los recursos del cabildo que tuvo a su disposición, Alonso Suárez de la Fuente abrió paso a su linaje en el selecto grupo de los caballeros veinticuatro de Jaén y entre las filas de los capitulares de la catedral.

Por cuanto respecta a su labor de mecenazgo, el obispo Suárez ordenó la remodelación del antiguo templo mayor giennense, iniciándose bajo sus auspicios la construcción del testero ―emplazado en el callejón de los Vélez y uno de los pocos exponentes, a día de hoy, de su etapa al frente de la catedral―, una nueva capilla mayor y crucero y un nuevo coro, del cual se conserva la magnífica sillería de madera labrada en estilo plateresco por los escultores Juan López de Velasco y Gutierre Gierero. Precisamente por obras como ésta, se puede considerar a Alonso Suárez como el introductor del lenguaje artístico del primer Renacimiento en Jaén. Si bien, la mayor parte de los edificios que financió se llevaron a cabo siguiendo el gusto del gótico flamígero o isabelino. Así, pueden citarse, entre otras, la portada trasera de la iglesia de San Ildefonso de Jaén, las de San Nicolás, San Isidoro y San Pablo de Úbeda, la de San Pedro de Sabiote y la de San Andrés de Baeza, siendo ésta última ya de factura plateresca. En todas ellas campea su característico blasón parlante topográfico (una fuente de la que brota un sauce) timbrado con el capelo episcopal. Este escudo también se haya presente en la que es su obra más sonada: el puente del Obispo. Una construcción que salva el Guadalquivir por el camino entre Jaén y Baeza, conectando dos comarcas geográficas de enorme importancia económica en los albores del Quinientos y dos ciudades plagadas de propiedades de la mitra en sus términos. Algo que, en absoluto, desmerece el reconocimiento a la generosidad de este prelado, que quiso hacer el puente a su costa y consiguió, mediante la bula que solicitó al papa León X, exonerar del cobro de todo derecho de paso a quienes quisiesen cruzarlo bajo pena de excomunión a los contraventores.

Por azares del destino, más de un siglo después de su muerte el cuerpo del obispo Suárez fue exhumado de su enterramiento para proseguir la construcción de la nueva catedral renacentista de Jaén. En contra de lo que el prelado había dispuesto, el cabildo se negó a enterrarlo en la capilla mayor, por lo que su cadáver ―al parecer, momificado de manera natural por las condiciones climáticas de su anterior emplazamiento― permaneció insepulto, guardándose en una sencilla cajonera del templo mayor. Sus descendientes han pleiteado sin solución con la institución capitular a lo largo del tiempo hasta que, por fin, en el 2001 se llegó a un acuerdo y los restos del obispo Suárez de la Fuente El Sauce fueron definitivamente inhumados en el lugar que él había escogido para su sepultura.

Autor: Francisco Martínez Gutiérrez

Bibliografía

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2018-01-31T11:01:26+00:00

Título: Friso gótico en la catedral de Jaén, situado en el callejón de los Vélez (también llamado popularmente de la Mona). Mandado construir por el obispo Suárez. Se pueden apreciar los característicos cardos entrelazados con [...]