La Gaceta de San Hermenegildo es la primera publicación periódica andaluza, semanal, conocida para el siglo XVIII. Este proyecto editorial vio la luz en Sevilla en el marco de la intensa producción informativa que generan las fiestas de proclamación de Fernando VI. Salieron sólo seis números de esta gaceta entre mediados de diciembre de 1746 y finales de enero del año siguiente.

No se trata propiamente de una publicación informativa, sino que habría que encuadrarla en la corriente de papeles públicos de naturaleza critico-burlesco-satírica que cobrará actualidad en el siglo de las Luces. Tenemos algunos ejemplos sevillanos de este tipo de producción en el conjunto de la publicística referida a la Guerra de Sucesión, así como una Gaceta de Bormujos de 1726. Siguiendo el camino abierto por estos, la Gaceta sevillana de 1746 combina un característico tono humorístico-burlón, con la crítica despiadada, cuando no con el insulto malintencionado o la mentira, lindando entonces con los rasgos más significativos de la literatura subversiva y el discurso del descrédito.

En concreto, la Gaceta de San Hermenegildo responde a la lógica del discurso antijesuita. Fue diseñada, redactada y difundida con la intención zaherir el honor de los jesuitas del Colegio de San Hermenegildo, cuyo nombre utilizaron satíricamente los responsables en la propia cabecera. La intención era dar cumplida cuenta de los avances de la máscara que los rivales preparaban para rendir homenaje al nuevo monarca, Fernando VI. Y así lo harán a lo largo de mes y medio, dando noticia sobre los organizadores y la toma de decisiones (incluso se atreven a dar la fecha que barajan para sacar la máscara); desvelando a los artífices de los diseños y quiénes son los figurantes; dando datos sobre la financiación; e incluso, les alcanza la osadía para publicar unos versos que preparaban para declamarse en las funciones. Desvelar la magia, arruinar el factor sorpresa, era la peor ofensa dentro de la lógica de la fiesta barroca. Pero el atrevimiento irá aún más lejos y alcanzará a los mismos miembros de la Compañía y a su círculo de benefactores.

La enervada animosidad que sostienen en Sevilla las órdenes religiosas, particularmente dominicos y jesuitas, rivales por el control de la educación, dará lugar a un árido enfrentamiento dialéctico de amplio alcance que aprovechará el ambiente de relativa libertad y relajación que conceden las fiestas públicas. La Gaceta, junto a un nutrido grupo de papeles públicos, que van desde las décimas y otras piezas de poesía menor a intrincadas y elaboradas apologías, forma parte del plan con el que el bando dominico pretende destruir el prestigio y el liderazgo de la Compañía en la ciudad. De la violencia que alcanzará el discurso antijesuita da pruebas el hecho de que la misma Gaceta de San Hermenegildo, el primer número del 18 de diciembre de 1745, fuese incluida en el Índice de Libros Prohibidos en julio de 1746.

Conocemos a sus responsables precisamente gracias a la denuncia que hacen los propios jesuitas zaheridos en sendos papeles públicos. En primer lugar, una gaceta que hará la réplica a la de los dominicos y de la que conocemos dos números: Gaceta de Madrid, que se da a los Thomistas con la del Martes pasado, presente y futuro, atribuida a José de Vargas; Gaceta de Madrid del 31 de enero de 1747, del jesuita Gaspar de Sola (Sevilla, 1710-Rimini, 1783), responsable de la máscara jesuita. Ambos pusieron todo el empeño en desvelar a los artífices de la Gaceta. En segundo lugar, unas extensas memorias de la polémica que enfrentó a dominicos y jesuitas en 1746, y que debió circular manuscrita, Historia del insigne aventurero… Su autor es el jesuita, Joaquín López, afamado autor de estilo zumbón y popular, que también participó con bastantes papeles en la citada polémica.

Los jesuitas aportarán datos precisos sobre el sistema de producción de este tipo de discursos combativos y el sistema de distribución. Sabemos que consiguió imprimirse gracias a una imprenta alquilada, que estaría funcionando dentro de los muros del propio Colegio de Santo Tomás, según la denuncia de Gaspar de Sola. El jesuita responsabiliza de la impresión a un tal “Simplicio Serrano” (Gaceta de Madrid, 31 enero 1747), posiblemente el cordobés Serrano, muy relacionado con un tal Vilches a quien Joaquín López atribuye las gestiones para conseguir la citada imprenta.

Un equipo de redactores, espías e informante cazaban rumores por los espacios en los que tradicionalmente se desenvuelve la vida pública, como las gradas de la catedral, la taberna de la Campana, y los populares barrios de la Macarena, Los Humeros o San Bernardo, y, por supuesto, indagando en los espacios donde se está gestando la máscara jesuita: el Colegio de las Becas y el propio colegio de San Hermenegildo.

Al frente de este grupo de informantes, según la denuncia de Joaquín López, se encontraría el propio Regente de estudios del Colegio de Santo Tomás. Al parecer encarga y supervisa todo cuanto escribe el bando tomista. Su motivación parece que es un odio casi enfermizo hacia Nicolás de Estrada, Prefecto del Colegio de San Hermenegildo, a quien hará blanco de toda su inquina en algunos papeles, incluso nombrándolo e incurriendo con ello en un atentado contra su honor e intimidad, como ocurre en el primer número de la Gaceta de San Hermenegildo. Parece que esta es la razón de peso que se esconde en la condena inquisitorial, haber nombrado a Estrada, sin recurrir a seudónimo o la frecuente fórmula velada con acrónimos o nombres falsos.

A Briot, por su parte, encarga Regenet la “superintendencia de los chismes”, o sea, la coordinación del equipo de informadores-espias. Se refiere a Juan Brito. López insinúa que Regente le promete un priorato por sus servicios en la polémica. Y efectivamente en los años siguientes llegó a ser Regente de estudios en el Colegio y Prior del Convento de San Pablo y más adelante Provincial.

La última pieza sería el “Gran Porreño”, un tal Montero a quien Sola concede un papel principalísimo en este proyecto editorial. Se esconde tras este seudónimo, según López, un religioso que había optado a la canongía penitenciaria. Podría tratarse de Matías Jerónimo Montero y Oliva, que llegó a ser rector del Colegio de San Isidoro y representaría la colaboración de otros religiosos en la batalla contra los jesuitas sevillanos.

La intervención de las autoridades para frenar los excesos cometidos contra la Compañía fue tardía, desde enero a julio no hubo ninguna actuación, e incompleta, sólo referida a la Gaceta de San Hermenegildo y una temible Apología que salió de manos de Vilches. Deducimos, por tanto, el discurso antijesuita y sus formas, las prácticas de la maledicencia, debieron calar hondo en el imaginario colectivo marcando unas pautas recurrentes y frecuentes en la segunda mitad del siglo cuando la extensión de las Luces y el inicio de las reformas ilustradas polarice a la sociedad sevillana entre los amigos del cambio y los más cercanos a posiciones conservacionistas.

Autora: María del Carmen Montoya Rodríguez

Bibliografía

MONTOYA RODRÍGUEZ, Mª del Carmen, “El negocio de la polémica: la Gaceta de San Hermenegildo (Sevilla, 1746-47)”, en NIDER, Valentina y CIAPELLI, Giovanni (coords.), La invención de las noticias: las relaciones de sucesos entre la litteratura y la información siglos XVI-XVIII, Trento, Collana Laberinti, Dipartimento di Lettere e Filosofia dell’Università degli Studi di Trento, 2017, pp. 635-656.
MATURE Y GAVIRIA, J., Anales eclesiásticos y seculares de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Sevilla, metrópoli de la Andalucía que contienen las más principales memorias desde el año de 1701, en que empezó a reinar el rey D. Felipe V, hasta el de 1800, que concluyó con una horrorosa epidemia, Imprenta de E. Rasco, Sevilla 1887, Tomo II
URIARTE, José Eugenio, Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1904.