Antonio Santacruz Zaldúa es uno de los grandes pilares del rococó en Córdoba, junto con Damián de Castro. Su amplísima colección y su calidad así lo demuestran. Fue un excelente profesional, productor de un gran número de piezas, cuya calidad es indiscutible. Nació el 8 de septiembre de 1733 y fue bautizado el día 20 del mismo mes. Aprendió el oficio de platero en el taller de Juan Lorero y aprueba el examen de ingreso en el gremio de plateros el 11 de abril de 1753, presentando un esquilón de plata. Tuvo un hijo, Antonio de Santa Cruz el mozo, que también fue platero. Ocupó el cargo de veedor en el año 1776.
Diferentes y variadas van a ser las tipologías que desarrolló, tanto de carácter religioso como civil. Entre estas últimas, destacarán las bandejas, que se usaban además como canastilla para portar los guantes u otro tipo de ropa de pequeñas dimensiones. Una de sus primeras es la conservada en el Museo Arqueológico Nacional y fechada en 1765. Está considerada como uno de los mejores ejemplos de la producción de este artista, con unas líneas y una ornamentación plenamente, tanto es así que son fácilmente identificables. En ellas desbordará su imaginación decorativa, incluyendo elementos que sólo aparecerán en este tipo de obras, como pueden ser banderas, estandartes, espadas, tambores militares o trompetas, por ejemplo. Dejará algunas más, como la del convento de Santa Ana de Montilla (Córdoba), entre otras muchas.
Entre las obras religiosas, hay una gran variedad de cálices y copones, fechados entre 1759 y 1791, los cuales siguen los postulados típicos del rococó, con una gran elegancia y una técnica de ejecución superior a la de muchos de sus contemporáneos. El más antiguo está en la iglesia de Santa María la Mayor, Ronda, fechado entre 1759 y 1767. Pero habrá un gran número de ellos, repartidos por muchos lugares de la geografía española, como Plasencia, Tarifa, Guadix, Jimena de la Frontera o Algeciras, entre otras. Estos cálices responden a una tipología muy marcada y similar entre ellos, con perfiles muy movidos y una decoración muy abundante, basada en medallones enmarcados por tornapuntas asimétricas, alternando con querubines, que aparecen en rosa, nudo y pie. El basamento normalmente es alto, con peana escalonada y perfil mixtilíneo, donde aparecen segmentos conopiales. En los nudos predominan los troncopiramidales, con querubines en las esquinas y medallones lisos o decorados con representaciones figurativas relevadas, lo que ocurre también en las rosas.
Entre los copones sobresale el de la catedral de Jerez de la Frontera (Cádiz), que se ha considerado como la pieza que mejor resume y ejemplifica el arte de Santacruz. Muestra una gran calidad técnica y formas tan envolventes y únicas, que no se han vuelto a repetir, como ocurre con el astil, donde el nudo se retuerce consiguiendo una gran asimetría y sensación de movimiento. Su decoración también podría ser el culmen del artista, llenando toda la superficie con gran habilidad y destreza.
Una de sus obras más culminantes fue la ampliación de la custodia procesional de Baena, que había comenzado reformado anteriormente Bernabé García de los Reyes y la urna eucarística del Jueves Santo, ambas en la parroquia de Santa María de esa localidad cordobesa.
Innovaciones importantes realizará este platero en sus obras, algunas de ellas sin paralelos, como es el juego de sacras que realizará para la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Priego de Córdoba, en 1794. Se trata de un encargo del obispo don Antonio Caballero y Góngora. Mientras otras obras de este artista están más cercanas al lenguaje rococó, estas piezas se acercan más a la estética neoclásica, sobre todo en cuanto a los motivos decorativos. Fueron realizadas entre 1775 y 1776, por lo que se ha relacionado su inclinación neoclásica con un posible conocimiento y acercamiento a la obra de Miguel Verdiguier, en el uso de las ces entrecortadas, en la aparición de las palmas ornamentales y en las figuras angelicales. Constituyen un ejemplo diferenciador en toda la provincia cordobesa, donde era más frecuente y usual encontrar sacras con una tipología mucho más plana, rodeada y dominada por la decoración propia del rococó.
Pero en su obra veremos también, piezas en donde aparecerán elementos neoclásicos, como unas vinajeras que hará para el monasterio del Císter en 1781, las que se hallan en la parroquia de San Juan Bautista de Hinojosa del Duque o las de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción y Ángeles de Cabra, y algunas más.
Autora: María del Amor Rodríguez Miranda
Bibliografía
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