Desde la perspectiva de la historia social, la historia de la familia ha constituido una categoría de análisis que nos ha acercado a la realidad de las mujeres, desvelando el papel que desempeñaron como esposas y madres en el contexto familiar, en ámbito privado de la casa. No obstante, la reciente incorporación de la historia de la cultura a los estudios sobre las mujeres, ha sido fundamental tanto en cuanto las ha visionado como copartícipes del legado cultural, transformando los espacios cotidianos -públicos y privados- en los que se relacionaron, en fuentes de información y análisis a fin de conocer cómo adaptaron sus comportamientos a la realidad social que las rodeaba en este caso que nos ocupa, en una realidad contextualizada en un medio menos explorado y conocido como es el rural. Bajo esta óptica, surge la necesidad de realizar un recorrido por el mapa de la geografía vital de las mujeres de esta baja nobleza, efectuando paradas en aquellos puntos esenciales que ayuden a visualizar y valorar su protagonismo en el marco temporal de la Andalucía Moderna.

Atendiendo al reparto de los espacios en función del género, las mujeres de la nobleza rural se perciben presentes tanto en la esfera de lo privado como en lo público. Las fuentes consultadas las ubican, en primer lugar, en la privacidad familiar, desempeñando las funciones tradicionalmente asignadas acordes a su condición de esposas y madres, lo que implicaba el cuidado del esposo y la educación de los hijos, tareas que realizaron en la intimidad de la casa entendida como lugar físico que cobijaba a sus miembros, pero también, como espacio en el que sucedía la dinámica familiar, se producían los conflictos, se entrelazaban los afectos y se definían las relaciones. De igual forma, la casa constituyó un escenario de sociabilidad en el que se perfilaban las solidaridades, se abrían canales y se creaban redes de parientes, amigos y conocidos con los que se establecerán lazos de diversa índole. En esta escenografía, las mujeres fueron protagonistas indiscutibles que ejercieron un papel activo, participativo, determinante como trasmisoras y mediadoras en la creación de vínculos sociales, además de ser piezas claves, garantes de la reproducción biológica y social de los linajes.

Diversos estudios dedicados al medio rural gaditano reflejan la contribución de las mujeres en procesos vitales a lo largo de la trayectoria familiar como por ejemplo, en el diseño de estrategias en las políticas de colocación de los hijos o en la práctica hereditaria, a fin de asegurar la cohesión de la mayor parte de capital mediante la fundación de vínculos así como en las pautas sucesorias, entregando la mayor parte de los patrimonios a los primogénitos cabezas de linaje, jefatura que las mujeres también heredaron en ausencia de varón.

Esta baja nobleza en general, se mantuvo en la órbita de algunos titulados que poseyeron en estas localidades rurales propiedades heredadas de sus antepasados, de ahí que las frecuentaran y establecieran con sus homólogos vecinos, vínculos de amistad, de negocios, a veces, incluso de sangre, aprovechados para medrar. En el caso de la ciudad de Arcos de la Frontera en tierras de Cádiz, se observan estrechas relaciones tanto con la nobleza urbana de ciudades próximas -Jerez o Sanlúcar de Barrameda- como con Sevilla, metrópoli que representaba la esfera más elevada y cercana de poder a la que aspiraban y en la que se concentraban las grandes casas tituladas andaluzas, comprobándose la existencia de parentescos establecidos mediante una acertada política matrimonial a largo plazo, que hizo posible el ascenso de algunos linajes que  consiguieron titular y abrir sus casas principales en la capital. Un claro ejemplo fue protagonizado por los Fernández Valdespino, ilustre familia de la sociedad arcobricense. El itinerario familiar establece un recorrido desde Arcos hacia Jerez, Sanlúcar, Cádiz, Madrid y finalmente Sevilla, ciudad en la que, tras dos largos siglos, los Fernández Valdespino se incorporan a la más exquisita aristocracia sevillana a través de dos mujeres tituladas: doña Eduarda Manjón Mergelina Gómez de la Barreda, condesa del Valle de la Reina y doña Mª Regla, su hermana, sexta condesa de Lebrija, ambas hijas de don Pedro Majón Fernández Valdespino y doña Leona Mergelina Gómez de la Barreda. Así mismo podemos citar el caso del marqués de Torre Hermosa, don Antonio de Hermosa y Revilla, que contrajo matrimonio con doña Mª Leonor Núñez de Prado Yuste de la Torre, vecina de la ciudad o del marqués de Mejorada, don Luis de Sandoval y Zúñiga, esposo de doña Sancha Núñez de Prado Maldonado, miembro de una ilustre familia de la villa, así como el marqués de Montefuerte, el de Céspedes, Torresoto o Vistahermosa, todos ellos casados con mujeres cuyas familias, procedentes de la baja nobleza rural, habían logrado ascender.

No obstante, según se comprueba, el verdadero protagonismo femenino comenzaba con la viudedad, período en el que construyen una identidad propia, siendo identificadas como auténticas cabezas de familia que dirigen, administran y gobiernan con autoridad reconocida. En los casos estudiados, el estado de viuda fue estable, permanente hasta el final de la vida. Largas etapas en las que paulatinamente se ampliaban los ámbitos de competencias y se multiplicaban los negocios y actividades económicas en general. En este sentido, las mujeres asumieron la dirección de sus casas lo que, en ocasiones, comenzaba con la asunción de la tutela y la curaduría de los hijos menores, nombramiento recibido por expreso deseo del marido que confiaba así a la esposa, la guarda y custodia de los patrimonios materiales y simbólicos familiares. Las mujeres, encontraron en la soledad de la viudedad un entorno de libertad que les permitía desarrollar sus capacidades e intereses en un clima de respeto, aceptación y aprobación por parte de parientes y demás miembros varones de los círculos más cercanos, eso sí, siempre atentos y vigilantes del mantenimiento de una moral intachable y una conducta libre de toda sospecha, requisito sine qua non en este nuevo estado.

Por otro lado, estas mujeres disfrutaron de un estatus económico medio, medio-bajo que les permitió vivir con una dignidad y prestigio acordes a su ilustre apellido. No obstante, a diferencia de la alta nobleza que dispuso de mayores capitales y rentas, se vieron obligadas a mantener una constante implicación en las diversas tareas que conformaron unas económicas dependientes de la tierra pues, el grueso de sus ingresos provino de la explotación agropecuaria realizada en los cortijos que constituyeron centros de producción que  ellas dirigieron, a fin de consolidar y aumentar el capital  que les permitía el sostenimiento de un estilo de vida acorde con la ideología nobiliaria. Dicho estilo de vida, contempló una activa agenda centrada en labores de beneficencia, obras de caridad y fundaciones de carácter asistencial en el que también destacaron las mujeres. Al amparo de esta iniciativa privada se patrocinaron hospitales, hospicios y se efectuaron numerosas donaciones, tanto para dotar a jóvenes casaderas como para erigir capillas y panteones familiares en las diferentes parroquias locales a las que los miembros del grupo se sentían vinculados por tradición de la memoria familiar heredada de los antepasados. Igualmente, algunas mujeres tituladas y viudas darán rienda suelta a inquietudes culturales y artísticas frenadas durante la vida de matrimonio, cuyo resultado se observa en la creación de importantes bibliotecas y colecciones o realizando sólidas inversiones en arte y cultura.

Autor: Mª Paz del Cerro Bohórquez

Bibliografía

DEL CERRO BOHÓRQUEZ, M. P.: Familia y reproducción social. Los Espinosa Núñez de Prado: una élite de poder en tierras de Cádiz y Sevilla (Siglos XVII-XVIII),  Sevilla, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2015.

LÓPEZ-CORDÓN, M. V.: “Los estudios históricos sobre las mujeres en la Edad Moderna: estado de la cuestión” en Revista de Historiografía 22, 2015, pp. 147-181.

VARIOS, “El trabajo de las mujeres en España” (Monográfico) en Melanges de la Casa de Velázquez, 40-2, 2010.

ATIENZA HERNÁNDEZ, I: “Mujeres que mandan: aristócratas y ciclo vital en el siglo XVIII “en Historia de las mujeres en España y América Latina / coord. por Isabel Morant Deusa, Vol. 2, 2005 (El mundo moderno), pp. 457-476