Pedro Roldán está considerado el más destacado escultor de la escuela sevillana en la segunda mitad del siglo XVII. Director de un amplísimo y prolífico taller, su huella artística perduró en sus numerosos discípulos y seguidores hasta bien entrado el siglo XVIII. José Roda Peña, autor de la más completa monografía del artista, sistematiza el perfil biográfico de Roldán en cinco etapas: infancia y aprendizaje artístico (1624-1646), inicios y consolidación de su carrera profesional (1646-1664), la década “prodigiosa” (1665-1675), la etapa de los viajes (1675-1684) y una ancianidad pletórica de encargos (1685-1699).

Pedro Roldán fue el segundo de los hijos del matrimonio formado por el carpintero Marcos Roldán Alonso e Isabel de Nieva. Oriundos de Antequera (Málaga), se establecieron en fecha desconocida en Sevilla, donde nació Pedro, bautizado en la parroquia del Sagrario el 14 de enero de 1624. La familia debió regresar pronto a Antequera según se desprende de la propia declaración del artista en su expediente matrimonial al afirmar que se crió en dicha localidad. En 1638, con 14 años de edad, ingresó en el taller de Alonso de Mena y Escalante, el más importante de los existentes en Granada, para aprender el oficio de escultor. El 1 de octubre de 1642 contrajo matrimonio con la granadina Teresa de Mena y Villavicencio en la parroquia albaicinera de San Nicolás. De este matrimonio nacieron doce hijos. La primera, María, vio la luz en Granada en 1644, el resto fueron sevillanos: Teodora Manuela (1646), Pedro Mauricio (1647), Francisca Antonia (1650), Luisa (1652), María Josefa (1654), Manuel Fulgencio (1657), Isabel (1658), Teresa Josefa (1660), los gemelos Ana Manuela y Marcelino José (1662) y Pedro de Santa María (1665).

Varios de los hijos debieron morir a edad temprana, pero otros se formaron junto a su padre y se convirtieron en colaboradores de su taller. Francisca fue policromadora y se casó con el escultor José Felipe Duque Cornejo, matrimonio del que nacería el también escultor Pedro Duque Cornejo. Luisa, conocida como “La Roldana”, fue la discípula más aventajada. Casada con el escultor Luis Antonio de los Arcos, también formado en el taller de Roldán, llegó a ser escultora de cámara de Carlos II y Felipe V. María Josefa, escultora, fue esposa del también escultor Matías de Brunenque y Velasco. Teresa Josefa contraería matrimonio en segundas nupcias, ya tras la muerte de su padre, con el escultor Pedro Castillejo. Ana Manuela se casó con el oficial de escultor José Fernández de Arteaga. También fueron escultores Marcelino y Pedro, conocido como Pedro Roldán el Mozo. Los hijos de Marcelino, Diego José, Marcelo y Jerónimo Tiburcio, junto a su primo Pedro Duque Cornejo, prolongaron el oficio familiar.

Aunque se viene señalando que Pedro Roldán estuvo trabajando en el taller de Alonso de Mena hasta el fallecimiento de éste, acaecido el 4 de septiembre de 1646, lo cierto es que al menos desde mayo de ese año se encontraba ya en Sevilla, sin que se sepan las razones que le llevaron a continuar su carrera artística en su ciudad natal.

Roldán fue un artista versátil. En 1658, en un memorial dirigido al cabildo municipal de Sevilla, manifestó que hacía muchos años que venía trabajando como dorador y estofador. Y, entre enero de 1664 y junio de 1672, fue profesor en la Academia de Pintura y Dibujo promovida por Bartolomé Esteban Murillo en la Casa Lonja. También llegó a calificarse a sí mismo de “devoto inteligente en la arquitectura”. Fue asesor en las labores de cimentación de la torre de la nueva iglesia del Salvador (1678) y emitió informe sobre la ruina de la cúpula de la parroquia del Sagrario (1691). Como diseñador, dio trazas para varios elementos ornamentales de la capilla de la hermandad del Rosario del convento de Regina Angelorum, caso de la reja del arco de acceso, hoy instalada en la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza de Caballería. Fue, igualmente, proyectista de retablos. Su diseño para el de la Virgen del Rosario del convento de Regina Angelorum (1667) fue ensamblado por Francisco Dionisio de Ribas, conservándose en la capilla de la Real Maestranza. El desaparecido de la hermandad del Dulce Nombre de María de la parroquia de San Isidoro (1669) lo construyó Martín Rodríguez. En 1679, se obligó no solo a diseñar sino también a entallar el retablo para la capilla de Diego de Paiva en la sacristía del colegio del Santo Ángel, que no se ha conservado.

La actividad principal de Roldán en el campo del retablo, como también en el de los pasos procesionales, fue la de la elaboración de los programas iconográficos a través de esculturas y relieves. De esta forma participó en el retablo de la hermandad del Rosario del convento de San Pablo, del ensamblador Pedro Camacho de la Vega (1663); el retablo de la capilla de los Vizcaínos en el convento de San Francisco —hoy mayor de la parroquia del Sagrario—, de Francisco Dionisio de Ribas (1666), con el soberbio relieve del descendimiento de Cristo; y el retablo mayor del convento de Santa María de Jesús, de Cristóbal de Guadix (1690). Pero en sus colaboraciones artísticas destaca sobre todo el equipo formado con el ensamblador Bernardo Simón de Pineda, con el que realizaría una de las obras cumbres del barroco español: el retablo mayor del hospital de la Santa Caridad (1670), con policromía y dorado de Juan de Valdés Leal, cuya escena del entierro de Cristo completaba las obras de misericordia desarrolladas por Murillo en los lienzos colgados en los muros de la iglesia.

La obra de Pedro Roldán asume las formas dinámicas y monumentales del pleno barroco introducidas en Sevilla por el escultor flamenco José de Arce. Sus figuras resultan fuertemente expresivas por sus movidas actitudes y los potentes efectos de claroscuro provocados por los profundos y amplios plegados de los ropajes. Trabajó diversos materiales en sus esculturas, como el yeso y la piedra, caso este último del programa iconográfico de la fachada principal de la catedral de Jaén (1675-1677 y 1683-1684). Pero Roldán fue, sobre todo, escultor en madera policromada. Entre sus imágenes cristíferas cabe resaltar el Cristo del Descendimiento (hacia 1665-1675), en la parroquia de la Magdalena; el Crucificado de las Misericordias (1671), en la parroquia de Santa Cruz; el Cristo de la Caridad (1674), en el hospital de la Santa Caridad; el Cristo atado a la columna (1675), en la iglesia de Santiago de Lucena (Córdoba); el Cristo de la Expiración (1680), en la parroquia de Santiago de Écija (Sevilla); el Cristo atado a la columna (hacia 1680), en la parroquia de San Juan Bautista de La Orotava (Tenerife); y el Jesús Nazareno (1685), en la parroquia de la O, restaurado tras los daños sufridos en 1936. Entre las imágenes marianas, la Inmaculada Concepción (1680), en la iglesia del convento de los trinitarios descalzos en Córdoba; y tres Dolorosas: la Virgen de la Antigua, Siete Dolores y Compasión, de controvertida cronología, en la parroquia de la Magdalena; la Virgen de la O (1667), en la parroquia trianera del mismo título, destrozada en 1936; y la Virgen de los Dolores (hacia 1698), en la iglesia de San Alberto. Por último, entre su producción hagiográfica, las imágenes del arcángel San Miguel de la parroquia de San Vicente de Sevilla (1657) y la parroquia de San Miguel de Marchena (Sevilla) (1657) y, en la catedral de Sevilla, San José con el Niño (1664) y San Fernando (1671).

Pedro Roldán falleció en Sevilla el 4 de agosto de 1699, siendo enterrado en la parroquia de San Marcos.

Autor: Francisco S. Ros González

Bibliografía

BERNALES BALLESTEROS, Jorge, Pedro Roldán, maestro de escultura (1624-1699), Sevilla, 1973.

BERNALES BALLESTERO, Jorge; GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Federico, Imagineros andaluces de los Siglos de Oro, Sevilla, 1986.

PAREJA LÓPEZ, Enrique (dir.), Pedro Roldán, 2 vols., Sevilla, 2008.

RODA PEÑA, José, Pedro Roldán, escultor (1624-1699), Madrid, 2012.

SANCHO CORBACHO, Heliodoro, El escultor sevillano Pedro Roldán y sus discípulos, Sevilla, 1950.