Hijo de Ambrosio Spínola, capitán general del ejército de Flandes, I duque de Sesto y I marqués de los Balbases, y de Giovanna Baciadone. Fue enviado a la Corte madrileña por orden de su padre y cursó sus estudios universitarios en Alcalá de Henares.

Fue nombrado cardenal por el papa Paulo V el 11 de enero de 1621. Al menos desde 1616 Felipe III venía pidiendo de manera reiterada que se le concediese la púrpura a Agustín en una de las promociones de las Coronas. Tuvieron que insistir en ello tanto el padre del candidato como los propios archiduques Alberto e Isabel, soberanos de los Países Bajos. Jugó en su contra, según parece, la pretensión del propio duque de Lerma de hacerse cardenal; lo que lograría, como es bien sabido, en marzo de 1618.

Honrado con la púrpura, Agustín Spínola comenzó su carrera dentro de la Iglesia española, siendo preconizado a la mitra de Tortosa. Según Henríquez de Jorquera, en julio de 1626 ya se bajaba su nombramiento como nuevo arzobispo de Granada, sede de la que tomó posesión por medio del deán, Justino Antolínez de Burgos, a fines de febrero de 1627. Spínola no entró en la ciudad hasta el 22 de julio de ese mismo año, siendo recibido con todos los honores, como era preceptivo. De su etapa al frente de la archidiócesis granadina cabe destacar su respaldo a nuevas fundaciones religiosas, como la del convento del Santo Ángel de la Guarda, obra de sor María de las Llagas, una de las hijas del marqués de Camarasa y de su tía, María Centurión, miembro de la Casa de los marqueses de Estepa. Según Gabriel de Aranda, su biógrafo jesuita, Spínola destacó por el celo que puso en gobernar la mitra siguiendo los preceptos tridentinos. Así, llegó a establecer concurso de oposiciones para proveer los beneficios simples de libre nombramiento, mantuvo relaciones cordiales con los miembros del cabildo catedral ―Aranda resalta que, al ser una institución de colación regia, sus componentes no solían plantear tantos problemas como otros capitulares andaluces―, y desempeñó una visita apostólica para comprobar el estado de su arzobispado en octubre de 1628. Sin embargo, sus relaciones con la justicia civil fueron bastante tensas. Sobre todo, coincidiendo con el final de su pontificado en Granada, cuando su provisor ordenó la suspensión de la procesión de la octava del Corpus ante el agravio que había supuesto el arresto de un preso por los alguaciles reales, sacándolo por la fuerza de la iglesia de las Angustias donde se había acogido a sagrado. Ante la amenaza de los jueces de la Chancillería, que le ordenaban que alzase el entredicho, el provisor optó por pasar a mayores, y ordenó la clausura de todas las parroquias y el cese en la administración de los sacramentos. La disputa prosiguió con el destierro de este eclesiástico y no terminó hasta que el Consejo de Castilla tomó cartas en el asunto y apaciguó a ambas partes.

En 1630 Spínola recibió la orden regia de partir hacia Madrid, siendo enviado a Roma en compañía de los cardenales Albornoz y Moscoso. También le llegó la noticia de que se le otorgaba la mitra arzobispal de Santiago de Compostela. Tras participar en la protesta de Borja ante el papa, Spínola solicitó repetidas veces su vuelta a España y, finalmente, en 1634 viajó hasta Madrid. En febrero de 1634 Felipe IV intentó proponerlo para ocupar el arzobispado de Sevilla, designando al cardenal Borja como nuevo primado de Toledo; pero Urbano VIII se negó en rotundo a pasar las bulas. No fue hasta la elección de Inocencio X cuando esta cuestión se solucionó. En enero de 1645 Spínola fue preconizado a la sede hispalense. Entró en mayo de ese año en la ciudad andaluza y allí tuvo que hacer frente a una situación bastante compleja. Entre otras cosas, debido a las exigencias financieras de las campañas militares que el rey organizaba para recuperar Cataluña ―para las que Spínola aportó ayuda económica― y por culpa del contagio de la peste que se extendió por la archidiócesis de Sevilla desde el verano de 1648 hasta comienzos de 1649. De hecho, el cardenal no vivió lo suficiente para presenciar el final de la epidemia, pues falleció el 12 de febrero de este último año.

Por cuanto respecta al mecenazgo artístico que Spínola desarrolló en el ámbito andaluz, merece la pena destacar que ordenó la ampliación y remodelación de los palacios arzobispales de Granada y Sevilla. Para decorar este último, incluso, ordenó traer esculturas de mármol procedentes de su Génova natal y donó parte de su colección pictórica a su muerte. También hay que mencionar que encargó un magnífico juego de seis candelabros y una cruz de plata para el altar mayor de la catedral granadina.   

Autor: Francisco Martínez Gutiérrez

Bibliografía

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BERMÚDEZ DE PEDRAZA, Francisco, Historia eclesiástica de Granada, Granada, Universidad de Granada Editorial Don Quijote, 1989.

GARCÍA CUETO, David, “El mecenazgo episcopal de Agustín Spínola (1597-1649)”, en BARRAL RIVADULLA, Mª. Dolores, FERNÁNDEZ CASTIÑEIRAS, Enrique, FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Begoña, MONTERROSO MONTERO, José Manuel (coords.), Mirando a Clío. El arte español, espejo de su historia: Actas del XVIII Congreso del CEHA, Santiago de Compostela, 20-24 de septiembre 2010, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago, 2012, pp. 1071-1085.

HENRÍQUEZ DE JORQUERA, Francisco, Anales de Granada. Descripción del Reino y Ciudad de Granada. Crónica de la Reconquista (1482-1492). Sucesos de los años 1588 a 1646, (edición y estudio preliminar de Pedro Gan Giménez y Luis Moreno Garzón), Granada, Universidad de Granada, 1987, tomo II.

QUILES GARCÍA, Francisco, “El arzobispo Agustín Spínola, promotor de las artes sevillanas del barroco (1645-1649)”, en HERRERO, Manuel, BEN YESEFF GARFIA, Yasmina Rocío, BITOSSI, PUNCUH, Dino (coords.), Génova y la Monarquía Hispánica (1528-1713), Génova, Atti della Società Ligure di Storia Patria, 2011, vol. 2, pp. 731-752.