El Arcángel San Rafael constituye una advocación que viene a formar parte de la imagen de la ciudad de Córdoba, llegando a convertirse en un icono representativo del pasado histórico y religioso de la ciudad. Sus calles, así como las principales plazas cordobesas, quedan presididas por la figura del Arcángel Custodio, representado en la mayoría de las mismas coronando una columna de índole clásico, a modo de Triunfo de la Antigüedad.

Entre todos los monumentos de esta índole, el más significativo por su producción artística fue el Triunfo de San Rafael, situado junto a la Mezquita-Catedral, de más de veintisiete metros de altura. Se encuentra emplazado en el lugar en el que antiguamente estuvo ubicado el hospital de los apestados. Datado en el siglo XVIII, un aspecto interesante de dicho monumento es la participación de artistas de índole internacional en su ejecución, siendo el escultor francés Miguel Verdiguier el más sobresaliente y al que se debe la mayor parte de la proyección de la obra.

Otro elemento a destacar es la historia que envuelve a la aparición de dichos monumentos conmemorativos de esta advocación en el urbanismo cordobés, una vez nombrado San Rafael  Arcárgel Custodio Eterno de la ciudad. Dicha historia se remonta al siglo XVII cuando los habitantes de la ciudad de Córdoba fueron afectados por fuerte epidemia de peste. Ésta comenzó a remitir tras la aparición de San Rafael al padre Andrés de Roelas, advirtiéndole en sueños de la salvación de esta epidemia. A partir de ese momento, la peste comenzaría a cesar y se forjaría una devoción entre la población cordobesa, que llevaría a su repetida representación urbana. Ejemplos de ello, además del que analizamos, lo constituyen el San Rafael que hubo junto al Alcázar de los Reyes Cristianos o el de San Hipólito, entre otros repartidos por el callejero cordobés.

Teniendo en cuenta el momento histórico al cual asistimos, el Seiscientos estuvo predominado por las premisas de la Contrarreforma, en el que primitivas prácticas como la devoción  hagiográfica o a las reliquias de los santos fueron recuperadas para su exaltación pública. En la trama urbana estas tomaron un papel relevante, como una manera fomentar la devoción entre la sociedad popular, haciéndose más frecuente la elevación de monumentos, que además incorporaban su función de relicario.

En este caso concreto del monumento que analizamos, además de tener en  cuenta su función devocional tenemos que destacar otro elemento interesante del mismo, como es su denominación de Triunfo. Etimológicamente, la palabra triunfo es sinónimo de éxito o de victoria. Así pues, la representación del concepto de triunfo en el arte es una práctica antigua que como conocemos ha estado ligada a los monumentos y representaciones de la Antigüedad, con motivo de glorificar las célebres victorias de grandes emperadores romanos a su entrada a las ciudades. Estos elementos conmemorativos serían rescatados en tiempos del Barroco, ya que se adaptaban a la función de alabanza, así como de propaganda religiosa que se pretendía llevar a cabo en este momento, con motivo de restaurar la fe católica, tiempos en la que estaba peligrando debido al avance del Protestantismo.

Algunos triunfos fueron reaprovechados, adaptándose a nuevas funcionalidades. Sin embargo, en otros casos, se proyectarían monumentos exnovo siguiendo dicha práctica de la Antigüedad, adaptándolos a las nuevas funcionalidades religiosas. En el caso del monumento a San Rafael, asistimos a una conmemoración del Arcángel por sus milagros obrados en la ciudad de Córdoba, así como por su promesa de salvaguarda y protección. Por consiguiente, estilísticamente se trata de un monumento que parte de una invención de la Antigüedad, pero siguiendo un diseño más complejo que conecta con las formas representativas del arte barroco, caracterizado por la profusa decoración de las formas.

Así pues, su proyección debido a dicho fervor popular comenzaría en el año 1736, bajo la supervisión del Cabildo de Córdoba, en un solar donde tuvo lugar el conocido como el hospital de los apestados. Para ello, el primer proyecto llevado a cabo para el Triunfo de San Rafael fue encargado a artistas de origen italiano, aprovechando para ello las relaciones del Obispo don Tomás Rato Otonelli, dada su procedencia italiana.

Este primer proyecto se pensó para que funcionase como una fuente, tomando para ello como modelo la Fontana de los Cuatro Ríos de Bernini. A este respecto, estuvo planteada a modo de  acusada cascada a partir de la cual emanarían las aguas del Guadalquivir, viniendo a simbolizar el nacimiento del río. Pero este proyecto no se pudo llevar a cabo, debido a las dificultades relacionadas con el agua que se hacía necesaria.

Tras este primer diseño de inspiración berninesca, el proyecto pasaría a manos de Domingo Ecroiis y Simón Martínez, ambos originarios de Palermo. Sin embargo, la obra quedaría paralizada siendo finalmente el proyecto abandonado. Por tanto, no sería hasta mediados del siglo XVIII cuando el obispo Martin Barcia le encomendase la realización de la obra al artista francés Miguel Verdiguier, coincidiendo con la estancia de éste en la ciudad de Roma. En definitiva, sería este escultor quien proseguiría y por consiguiente, llevaría a su término el proyecto. Miguel Verdiguier adquirió en Córdoba una importante labor, al ser un artista que contribuyó de forma importante a la ornamentación urbana de la ciudad, siendo una muestra de  ello el monumento a San Rafael que analizamos. Este Triunfo no sólo presentaría una función conmemorativa, sino también funeraria, dado que durante la proyección de sus obras fue hallada la tumba de San Pascual. Parece ser que dicho obispo estuvo relacionado con las apariciones y milagros del Arcángel. Es por ello que dicho sepulcro sería incorporado e integrado al nuevo proyecto, añadiéndole así una función de índole funeraria a modo de una aparatosa tumba urbana.

Así pues, podemos distinguir en el Triunfo de San Rafael cuatro partes que en su conjunto quedaría configurado un lenguaje simbólico, que vendría a representar la unión entre el abismo, lo mundano y lo terrenal. Por un lado, el inframundo quedaría representado en el basamento, que resuelto de forma original y compleja, otorga unos cimientos sólidos al monumento. A continuación quedaría representado lo terrenal, a modo de torreón circular que configura la base de la columna de índole clásico que lo eleva en altura hacia el paraíso. Dicha columna sostiene el último elemento que lo configura: la imagen del Arcángel San Rafael.

Estilísticamente, el basamento es una de las partes más sobresalientes del conjunto por su belleza y complejidad artística. Realizado en mármol negro se presenta ideado como si un túmulo rocoso o una cascada se tratase. En el mismo se puede apreciar  la apertura de una gruta, cercada en su base por una reja interrumpida por pedestales cerrando el conjunto. A partir de ahí, dicho basamento se conforma de una serie de elementos que lo llenan de simbología que versa sobre la propia ciudad. Esta es la parte que guarda más semejanzas con la fuente de Bernini, siendo tal elemento rocoso el enclave donde se dispondrían los diferentes elementos, al igual que la citada obra romana.

Por un lado, las figuras recostadas de Santa Victoria, San Acisclo y Santa Bárbara, representadas siguiendo el modelo clásico. Portando unos vaporosos ropajes que se desvanecen sobre el monumento, el marcado clasicismo de las mismas responde a la formación del escultor. Tales efigies se hallan relacionadas con la historia de la ciudad, dado que San Acisclo y Santa Victoria son los primeros mártires cristianos conocidos en Córdoba, así como sus santos patronos.

Además de las representaciones anteriores, llama la atención el programa iconográfico que envuelve al monumento. A este respecto, destaca la representación de un caballo, como animal de raza característico de Córdoba; la palmera que alude a la protección del Arcángel, o el pez sollo, que se representaba en las monedas romanas como símbolo de la ciudad. Junto a lo anterior, figura todo un repertorio de plantas que, de forma simbólica, están ideadas en dicho lugar para que sean bendecidas por el Arcángel, dotando así de una mayor prosperidad a la ciudad de Córdoba.

Finalmente, en la parte destinada a la gruta, una cartela que hace mención al juramento que el Arcángel hizo al Padre Roelas. En ella se puede leer: YO TE JURO POR CHRISTO CRUCIFICADO QUE SOY RAFAEL ANGEL AQ QUIEN DIOS TIENE PUESTO POR GUARDA DED ESTA CIUDAD. Dicha inscripción recuerda la protección que el Arcángel brindara a la ciudad, de ahí que fuera reconocido como guardián de Córdoba.

Otro de los elementos que llama la atención es la torre cilíndrica realizada en mármol blanco,  que se dispone sobre el túmulo anterior. En la misma se puede apreciar un vano de acceso de medio punto, así como una decoración de almenas y merlones en su parte superior. Finalmente, sobre el vano de dicho castillo sobresale el escudo de armas del Obispo Barcia, mecenas que reanudó la obra hasta su finalización.

Por último, cabe destacar la columna de orden compuesto y también de mármol blanco sobre la que se erige la figura de San Rafael. El Arcángel señala con su mano derecha a la ciudad de Córdoba, al tiempo que porta en la izquierda el bordón de peregrino. La disposición inestable de la efigie le otorga un mayor movimiento, razón por la que en Monumento fue tachado en su momento de acusado barroquismo. No obstante, hay quienes ven representado en el mismo la influencia italiana y más concretamente la huella de la afamada Fontana de los Cuatro Ríos de Gian Lorenzo Bernini.

Por consiguiente, nos encontramos ante uno de los diversos monumentos que, como respuesta a la devoción popular, fueron alzados en Córdoba, tratándose del ejemplo más sobresaliente de los existentes en la ciudad. Además de manifestar la devoción de los cordobeses al Arcángel, este Triunfo destaca por su belleza y por como la originalidad de sus formas, siendo por consiguiente un hito representativo del patrimonio histórico-artístico de la ciudad de Córdoba.

Autora: Leticia Galdeano Olmedo

Bibliografía

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