La iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla constituye uno de los conjuntos artísticos más interesantes de la Sevilla barroca. Su arquitectura, yeserías, retablos y pinturas representan el esplendor de una época que tuvo gran repercusión en el desarrollo local de las artes, influyendo con posterioridad a Hispanoamérica.
La iglesia ocupa el lugar de una antigua mezquita y, con posterioridad, una sinagoga hasta la expulsión de los judíos en 1391. La sinagoga se convirtió en templo cristiano cuyo proceso en iglesia gótico-mudéjar se desarrolló de forma paralela a la remodelación y ampliación del palacio de don Diego López de Stúñiga, conocido tradicionalmente como palacio de los condes de Altamira. Las obras de adaptación continuaron a lo largo del siglo XV, edificando un ábside poligonal para capilla mayor en su lado oriental, la portada gótica de los pies del templo que conserva las arquivoltas y fila de clavos y la espadaña. El resto del edificio de la sinagoga se mantuvo con sus capiteles y columnas de acarreo hasta la posterior reforma barroca de 1662. Durante el siglo XVI y primera mitad del XVII, la nueva iglesia se fue adornando con capillas, altares e imágenes de las que destacamos el retablo de la Piedad, realizado en 1546 por Luis de Vargas.
Las grandes reformas de la iglesia se llevaron a cabo entre 1642-1657 bajo la dirección de los maestros mayores del arzobispado Diego Gómez y Pedro Sánchez Falconete. En ese periodo se intervino en la capilla mayor, se construyó otra en la cabecera del lado de la epístola (hoy desaparecida), la capilla bautismal situada a los pies del templo y se recreció la espadaña. El exterior y el interior de la iglesia se embellecieron enluciendo los paramentos murales.
En esta etapa, la primera capilla que se levantó fue la de la cabecera del lado de la epístola que compartieron la hermandad del Pópulo y la Sacramental, proyectada por Diego Gómez (1580-1659), maestro mayor del arzobispado. Con motivo del estreno de la capilla en 1650, el canónigo y presidente de las capillas de la catedral, Mateo Coello de Vicuña (1600-1678), donó el lienzo La Última Cena, de Bartolomé Esteban Murillo para presidir el retablo de la Sacramental, donde estaba el sagrario. Antes de que en la década de los años cuarenta del siglo XVIII, se colocase el retablo de San Pedro en el testero de la nave de la epístola, la capilla debía tener comunicación con esta nave y próxima a su embocadura debió estar el retablo con La Última Cena, según se deduce de las descripciones existentes en el expediente de fusión de las hermandades del Pópulo y de la Sacramental del año 1672.
Simultánea a la construcción de esta capilla, se edificó la capilla bautismal bajo la dirección de Diego Gómez y, posteriormente de Pedro Sánchez Falconete (h. 1586-1666) a quién se debe también el segundo cuerpo de la espadaña. La capilla presentaba una planta rectangular, situada a los pies de la nave de la epístola, que se acusa en el exterior por un pequeño esviaje de la fachada. Sánchez Falconete dirigió las obras de transformación de la capilla mayor, situada en el mismo espacio donde estuvo el recinto del hejal en la antigua sinagoga. Se debió ampliar en 1657 para albergar el nuevo retablo mayor con un perfil poligonal de tres lados que quedó ocultado tras la arquitectura de madera.
Uno de los hechos que contribuyeron de forma más axiomática a la transformación de esta iglesia fue la colocación del coro en 1656 ya que, a partir de entonces, al entrar en el recinto lo primero que se apreciaba era el trascoro que impedía contemplar la perspectiva del templo. Se conoce la existencia del coro través de Torre Farfán quién lo describe como un espléndido mueble de caoba de dos cuerpos, siendo el superior portátil para poder desmontarlo según las circunstancias. Realizado por el maestro ensamblador Martín Moreno, se adornaba en su parte externa con unas pinturas realizadas por Alonso Pérez que representaban las armas del cabildo catedralicio, subsistiendo hasta la segunda mitad del siglo XIX.
Entre 1662-1665, se llevó a cabo la remodelación más importante de la iglesia con motivo del Breve (Sollicitudo ómnium Ecclesiarum) promulgado por el por el papa Alejandro VII el 8 de diciembre de 1661, en defensa de la Inmaculada Concepción. El encargado de supervisar las obras, de contratar a los artistas y del programa ideológico de la iglesia fue el canónigo Justino de Neve. Las obras llevadas a cabo estuvieron dirigidas por Juan González, maestro mayor y superintendente de la catedral. Se acometió primero la construcción de nuevas cubiertas y la colocación de diez columnas para sostener los arcos de medio punto de separación de las naves. Lo más impactante de este periodo fue la ornamentación de yeserías para cubrir la techumbre proyectada por Pedro Roldán y realizada por los hermanos Pedro y Miguel de Borja. La prodigalidad decorativa de las yeserías constituyó el punto de arranque de la yesería barroca en Andalucía a lo largo de todo el siglo XVIII. El repertorio decorativo se inicia en el sotocoro y avanza por la bóveda central con motivos de ángeles niños, querubines y figuras fantásticas así como guirnaldas, cintas, cartelas, racimos de uvas, granadas, cogollos y la maqueta de la Giralda. La decoración se despliega por las pechinas y la bóveda del presbiterio así como por las naves laterales, en este caso de menor relieve y exuberancia que en la nave central.
Paralelamente a la realización de las yeserías se comenzó la decoración mural de pinturas donde figuran hojarascas, cartelas con textos bíblicos sostenidas por ángeles, cabezas de querubines, decoración arquitectónica, motivos de las letanías y textos bíblicos. La parte inferior de los muros se cubre con zócalo de azulejos de tonalidad azul sobre blanco que presenta un complejo encintado de mallas que envuelven a figuras y temas vegetales.
La amistad de Justino de Neve con Murillo motivó el encargo de cuatro lienzos El sueño del patricio Juan (hoy en Madrid, Museo Nacional del Prado) colocado en el luneto del lado de la epístola y que hacía pendant con el que representaba El patricio revela su sueño al papa Liberio (Madrid. Museo Nacional del Prado), la Inmaculada Concepción (París, Museo del Louvre), luneto destinado a la cabecera del templo del lado del evangelio, el Triunfo de la Fe (Buscot Park (Oxfordshire), The Trustees of The Faringdon Collection) colocado en la cabecera del lado de la epístola. Todos ellos relacionados con la devoción de Neve a la Virgen de las Nieves, a cuya advocación estaba dedicada la iglesia y a la Inmaculada Concepción. A estos cuatro lienzos se sumaron el de La Última Cena que ya poseía la iglesia más otros dos que se depositaron en el templo tras la muerte de Neve, La Virgen de los Dolores y San Juan Evangelista. De todas ellas sólo ha quedado en la iglesia La Última Cena, porque los demás corrieron diversa fortuna tras la invasión francesa, conservándose en la actualidad en distintos museos nacionales y extranjeros.
Con respecto a los bienes muebles destacamos el retablo mayor contratado por el ensamblador Martín Moreno en 1657, uno de los primeros de la ciudad en utilizar la columna salomónica. En el camarín se sitúa la imagen de la Virgen de las Nieves bajo una cúpula gallonada de media naranja. El Retablo de San Pedro situado en la cabecera de la nave de la epístola realizado entre 1743-1747, el Retablo de la Santísima Trinidad también situado en la misma nave que no fue realizado para este templo, de características neoclásicas que rompe la estética barroca de todo el conjunto, el Retablo del Cristo del Mandato y de la Virgen del Pópulo situado en la cabecera de la actual capilla sacramental que alberga el Cristo del Mandato en el centro acompañado por la Virgen del Pópulo y San Juan Evangelista. El Retablo de San José que preside la actual capilla sacramental, se trata de un retablo realizado con piezas y tallas del anterior existente en dicha capilla. El Retablo de la Piedad, situado en la nave del evangelio que contiene tres tablas de Luis de Vargas, realizadas en 1564 y por último el Retablo de San Juan Nepomuceno, situado en la cabecera del templo del lado del evangelio y realizado entre 1756-1760. Además de este repertorio retablístico, el templo cuenta con una serie de pinturas de distintos artistas así como una nutrida colección de piezas de orfebrería.
Autora: Fátima Halcón
Bibliografía
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