El Diccionario de la Real Academia Española define crédito como «cantidad de dinero u otro medio de pago que una persona o entidad presta a otra bajo determinadas condiciones de devolución”. En una economía de base monetaria en la que existe escasez de efectivo la existencia de crédito es vital para su desarrollo. Y es que durante la Edad Antigua, la Edad Media y gran parte de la Edad Moderna el sistema monetario en Europa era metálico, es decir, que la cantidad de dinero en circulación contaba con un respaldo en oro y plata puesto que las monedas en sí misma estaban hechas con una aleación de diversa ley en estos metales. La masa monetaria o la cantidad de dinero en circulación dependían por tanto de la disponibilidad de oro y plata. Sin embargo, la escasa producción y la baja calidad de los minerales preciosos extraídos en el continente no pudo en modo alguno sustentar el intenso intercambio económico y forzó al desarrollo de fórmulas de pago basadas en la devolución fraccionada en el tiempo. Es el desarrollo del sistema de crédito la única explicación posible para entender como una economía tan dinámica pudo desarrollarse en un contexto histórico caracterizado por la escasez de metales preciosos.

Existe la creencia generalizada que el Descubrimiento de América supuso el final de una época de carestía de metales preciosos. De hecho, gran parte de la historiografía británica, francesa e incluso portuguesa señala como en los dominios del imperio español corrían “ríos de oro y plata”. Nada más alejado de la realidad, y es que a pesar de la riqueza de yacimientos tales como Potosí en Perú o Zacatecas en México, el sistema de explotación minera, el fraude fiscal y el elevado nivel de inversión en la construcción de ingenios mineros forzaban a que gran parte de la producción revertiera en las élites mercantiles de las ciudades próximas. El volumen de plata que llegaba a la península a través del puerto de Sevilla era mínimo y totalmente insuficiente para financiar el intenso comercio con América.

En palabras de Antonio Miguel Bernal “la esencia que vivificó la negociación mercantil con las Indias sería, ante todo, el crédito”. Y es que la financiación del tráfico marítimo con dinero a riesgo constituyó una práctica generalizada en Europa desde la antigüedad hasta casi el siglo XX. Al servicio del crédito nacieron muchos y muy variados instrumentos la letra de cambio, la carta de poder, el contrato de deudo o el préstamo a la mar gruesa entre otros. Todos ellos se basaban en la venta de mercancías o el préstamo de dinero cuyo pago se estipulaba en un instante temporal futuro. A cambio de esta ventaja o moratoria en los pagos se cobraba un precio estipulado: el tipo de interés. La regulación del tipo de interés a nivel legal suscitó una problemática ya desde el Medievo, la práctica generalizada del cobro de intereses abusivos  llegó incluso a tomar carácter religioso y generó toda una literatura filosófica en torno a la usura, la moralidad y el justo precio.

En cualquier caso el necesario mecanismo de crédito siguió existiendo y ganando en importancia. Los intereses sin embargo fueron maquillándose en forma de hipoteca o ganancia por el elevado riesgo asumido. Para el caso del comercio atlántico por ejemplo, los préstamos a riesgo de mar o préstamos marítimos se utilizaron para eludir la problemática aplicable a la usura. En este tipo de operaciones, la doctrina civil entendía que el acreedor asumía el riesgo de la nao sobre la que el préstamo estaba corriendo, esta circunstancia justificaba el elevado interés. Debemos tener en consideración que en el intercambio mercantil con América el contrato de deuda se formalizaba en Sevilla previa a la partida de la flota, el pago se estipulaba por lo general al regreso de la misma o a tornaviaje (según la expresión de la época). El prestamista en este caso permanecía en Sevilla y en caso de naufragio perdía toda posibilidad de recuperar la deuda, esta circunstancia le permitía legalmente cargar intereses entre un 60% y un 90%.

La mayoría de las operaciones mercantiles con América se registraban ante notario, pero es tan impresionante el volumen documental con el que contamos que resulta imposible conocer en términos totales a cuánto ascendió el crédito. No obstante, existen algunos estudios parciales que nos ofrecen datos sobre el intercambio comercial y el crecimiento del crédito en Sevilla. Por ejemplo según la muestra de escrituras seleccionadas Bernal en el periodo entre 1557 y 1584 el volumen de crédito se multiplicó por cinco. En el análisis de Cachero se observan años en los que se producen una explosión del crédito, en los años de 1508, 1517 y 1536 probablemente relacionados con el apresto de las diversas armadas para la conquista y colonización de los territorios americanos. Usando fuentes fiscales, en concreto los registros de pago del impuesto sobre la flota a Indias, Chaunu estimó que en el año de 1607 el crédito creció un 27% respecto a periodos anteriores.

A modo de conclusión el crédito ha sido el motor de la economía española desde la antigüedad. El crecimiento y la expansión experimentada tras el descubrimiento de América se debieron al desarrollo de múltiples y variadas formas de crédito a las que la mayor parte de la población tuvo acceso sin restricciones por razón de nacionalidad, credo religioso o status social. Sin embargo, a pesar de lo expuesto aún carecemos de estudios que de forma general aborden el mercado de crédito para el Nuevo Mundo que se articuló a través de la ciudad de Sevilla.

Autora: Montserrat Cachero Vinuesa

Bibliografía

BERNAL, Antonio Miguel, La Financiación de la Carrera de Indias, Sevilla, Fundación El Monte, 1992.

CACHERO, Montserrat, Should we trust? Explaining Trade Expansion in Early Modern Spain, 1500-1600, Tesis defendida en el EUI, Florencia, 2010.

CHAUNU, Pierre y Huggette, Seville et l’Atlantique, 1504-1650, SEVPEN, París, 1955-1960.