La cabaña ganadera del territorio andaluz tuvo, a lo largo del Antiguo Régimen, dos pilares fundamentales: los rebaños estantes o que se trasladaban escasamente entre comarcas vecinas (riberiegos o trasterminantes) y los trashumantes de largo recorrido. En concreto conocemos la importancia de la ganadería en los obispados de Jaén, Córdoba y Sevilla a través de los datos de los diezmos de menudos. Destacaban en el obispado de Jaén las comarcas de Baeza, Cazorla y el término de la ciudad jiennense; sierra Morena y los Pedroches en el de Córdoba, y, en el arzobispado de Sevilla, las localidades de Carmona, Écija, Jerez, Arcos, Utrera, las comarcas occidentales de Sierra Morena y la propia capital hispalense, donde residían importantes propietarios de ganados. En el reino de Granada era muy numerosa la cabaña ganadera de las comarcas del norte, sobre todo de Huéscar, Orce y Los Vélez.

La trashumancia en las tierras del sur y este peninsular estuvo generada, al igual que en el territorio meseteño castellano, por la presencia de dos ámbitos climáticos claramente diferenciados. Las tierras altas del norte de la región y de los sistemas béticos, con inviernos rigurosos, y las comarcas de los valles occidentales y de las llanuras costeras, con veranos tórridos. Esas diferencias, y la necesidad de aprovechar las mejores hierbas para el pasto del ganado forjaron desde épocas antiguas fuertes corrientes migratorias de los rebaños que conectaron a través de cañadas, cordeles y veredas no solo el territorio andaluz, sino también otras zonas situadas en las actuales provincias de Cuenca, Albacete o Ciudad Real.

Un viaje pendular que no solo tenía sentido directo (de las tierras altas a invernar a la costa), sino también inverso, hacia los agostaderos. La presencia cercana de montañas de altitud media junto a los valles fluviales o las llanuras costeras, favorecidos por las salinas marítimas presentes en algunas de ellas, originó una trasterminancia de corto recorrido: los deltas de Vélez Málaga, de Motril, las llanuras costeras del condado de Casares, o del campo de Dalías, actuaban de invernaderos de los rebaños procedentes de las sierras cercanas; los fondos de los valles del Almanzora o Andarax, de invernaderos de las laderas de las sierras de Filabres y Alhamilla, respectivamente.

Los recorridos de la trashumancia y de la trasterminancia no se pueden analizar de forma aislada, ya que se superponían y coincidían en parte. La administración autonómica andaluza ha trabajado en los últimos años para deslindar las vías pecuarias de todo el territorio y censar todas las construcciones y elementos asociados susceptibles de haber sido utilizados por la ganadería trashumante en el pasado. Los estudios han permitido construir la base de datos que se referencia en la bibliografía y el mapa de cañadas, cordeles, veredas y demás sendas pecuarias asociado a ella. Todos ellos dibujan una tupida red en la que destacan los recorridos de norte a sur. En las comarcas occidentales, desde la sierra de Aracena hasta las llanuras costeras onubenses. Al norte, desde las zonas altas de sierra Morena hasta los valles del Guadalquivir o sus afluentes. Otras tenían su origen desde el conjunto montañoso subbético al norte (sierra de Alcaraz y Calar del Mundo), al este (sierras de Yeste, Taibilla, Espuña y Moratalla), y al sur (sierras de Castril, la Sagra y Montilla), hasta los invernaderos costeros (Campos de Níjar, Lorca, Cartagena, Dalías o Tabernas); por otro lado, otra serie de rutas llegaban desde el subbético cordobés e incluso de la campiña sevillana (Carmona, Alcalá de Guadaira, Mairena, Utrera), hasta el condado de Casares u otras zonas costeras malagueñas. Al tiempo, la trashumancia inversa, constatada documentalmente para la zona de Níjar, Rioja, Quiciliana o Gádor (lugares de la tierra de Almería), llegaba en verano hasta la tierra de Baza. Según nos muestra el mapa de vías pecuarias, semejantes desplazamientos se daban también en otras comarcas de los reinos andaluces, siempre con la misma finalidad y con recorridos sur – norte.

El número de cabezas de ganado trashumante oscilaba anualmente en función de la disponibilidad de unos pastos que dependían de las fluctuaciones climáticas y de las exigencias de los concejos en los precios de los arrendamientos de los herbajes. Características que se pueden seguir en la tabla sobre la trashumancia en la tierra de Vera durante los años centrales del siglo XVI. El volumen oscilaba entre los más de 38.000 ejemplares que llegaron durante el invernadero de 1549 y los poco más de 8.000 en el año seco de 1553, procedentes en un porcentaje elevado de las sierras de Huéscar, al norte de la actual provincia granadina.

Desde la Edad Media los ganaderos se habían organizado para defender sus intereses en mestas locales que tenían ramificaciones en las zonas de invernada. Tradicionalmente defendieron el mantenimiento de las vías pecuarias y de las dehesas frente a la presión de los agricultores, consecuencia de la progresiva ampliación de la superficie cultivada y de la privatización de terrenos comunales que conducía a una merma de pastizales y al consiguiente enfrentamiento entre intereses de agricultores y ganaderos, agudizados en los casos en que los campesinos eran moriscos y los rebaños de cristianos viejos en el reino de Granada. Ejemplos, entre muchos, se documentan en Motril, en donde los rebaños invadieron cultivos entre 1512 y 1519, en las aldeas de la Axarquía, Yunquera y la Serranía de Ronda, en donde los cristianos viejos pretendieron aplicar la derrota de mieses al estilo castellano. En definitiva, generaron un sinfín de problemas cuyas soluciones casi siempre se decantaron en favor del grupo social cristiano viejo dominante, que tenía la legislación de su parte, y en perjuicio de la mayoría morisca marginada.

Si en el territorio andaluz, en tantos temas la historiografía sobre el siglo XVII es escasa, en cuanto a los estudios sobre trashumancia o ganadería en general, es casi nula. Por los escasos datos que se han publicado sabemos que durante la centuria se mantuvieron los caracteres apuntados para el siglo anterior, aunque con seguridad la despoblación originada por la expulsión de los moriscos en el reino de Granada primero y en los reinos peninsulares después, así como la crisis económica que se manifestó en todos los ámbitos de la economía durante décadas, generó un importante freno a la expansión agrícola y potenció por ende el mantenimiento de las explotaciones ganaderas extensivas, la trashumancia y el poder de los señores de ganados. Eso ocurrió al menos en el ámbito geográfico almeriense, como ha sido documentado por algunos estudios.

En el siglo XVIII, según los datos que tenemos del Catastro de Ensenada y de fuentes municipales, podemos decir que la trashumancia típica del reino de Granada era directa, es decir, tenía su origen en las tierras altas, donde residían los propietarios del ganado, y se desplazaban hacia las más cálidas durante el invierno. El período de invernada era desde el día de san Andrés (30 de noviembre), hasta finales de marzo. De la trashumancia inversa, la que tenía su origen en las zonas costeras, que era relativamente importante en la primera mitad del siglo XVI, nada aparece en la documentación que nos permita afirmar su existencia en la centuria de la Ilustración.

La historiografía reciente coincide en señalar que el siglo XVIII fue la edad de oro de la trashumancia castellana. La misma situación parece darse tanto en la baja Andalucía como en el reino de Granada. Al menos, es lo que se puede apuntar a partir de los datos que se van conociendo de registros de herbajes de los concejos. En la tabla que aparece más abajo puede observarse cómo, en las jurisdicciones de las ciudades de Almería y de Vera, la importancia numérica de los rebaños que llegaban a invernar se mantuvo elevada hasta los años sesenta, para, desde este momento, comenzar a descender hasta la guerra de la Independencia. Estos rebaños, procedentes de las tierras altas del reino (Huéscar, Baza, Los Vélez, vega de Granada, Serranía de Ronda), o de regiones próximas (Sierra de Cazorla, sur de Albacete o incluso Cuenca) llegaban hasta las llanuras litorales (Cabo de Gata, Dalías) o las depresiones interiores (llanos de Tabernas, la Ballabona en la jurisdicción veratense). En casi todos los casos se trataba de rebaños importantes (entendido en el contexto de la zona en la que nos movemos), que superaban el millar de cabezas.

Los intereses en juego alrededor de la ganadería eran muy importantes. Por un lado, la riqueza generada era elevada en toda la región, especialmente en las comarcas interiores, suponiendo a mediados de siglo XVIII, según los datos del catastro de Ensenada, por ejemplo, en el marquesado del Cenete, el 38,3% de los ingresos netos procedentes de las actividades agropecuarias; y en la serranía de Ronda, el 22,3%. Por otro lado, casi siempre, los grandes propietarios de ganado, los llamados “señores de ganado” en la documentación, eran, al tiempo, grandes propietarios agrícolas, y formaban parte de las élites locales. Sin perder de vista el gran número de vecinos que poseían algunas cabezas de ganado, generalmente menor. En este sentido, el ejemplo de Alhama de Granada es significativo: en su término, el 12% de los ganaderos concentraba la propiedad del 77% de las cabezas de ganado, encontrándose 57 de los 63 grandes ganaderos entre los propietarios agrícolas. Esta misma circunstancia se daba con la familia de los Segura Nieto de Orce, los mayores ganaderos trashumantes del norte de la actual provincia de Granada, con intereses en el concejo de la villa y en el de Baza. Entre los grandes propietarios de rebaños se pueden citar también los conventos de San Jerónimo de Baza y su homónimo de Granada.

Autor: Julián Pablo Díaz López

Bibliografía

CARA BARRIONUEVO, Lorenzo, “’…y mudaban de pastos con sus ganados’. Aproximaciones históricas a la ganadería almeriense”, en SÁNCHEZ PICÓN, Andrés (Ed.), Historia y medio ambiente en el territorio almeriense, Almería, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almería, 1996, pp. 49-82.

DÍAZ LÓPEZ, Julián Pablo y MUÑOZ BUENDÍA, Antonio, “De ganados y pastizales en la Almería del XVII”, en SÁNCHEZ RAMOS, Valeriano (ed.), El reino de Granada en el siglo XVII, Almería, Instituto de Estudios Almerienses, 2000, pp. 189-198.

ARGENTE DEL CASTILLO, Carmen (2002), “La ganadería andaluza: la ganadería estante”, en Díaz López, Julián Pablo y Muñoz Buendía, Antonio (eds.), Herbajes, trashumantes y estantes: la ganadería en la Península Ibérica (épocas medieval y moderna), pp. 23-56.

DÍAZ LÓPEZ, Julián Pablo (1998), “La ganadería, un gran tema olvidado. El caso del norte del Reino”, Chronica Nova, 25, pp. 242-244.

Junta de Andalucía: Inventario de Vías Pecuarias, Lugares Asociados y Líneas Base de VVPP

Tabla 1: Origen del ganado lanar-cabrío en la tierra de Vera.

Año Huéscar Cazorla Filabres Vélez Otros Total
1549 14.300 18.600 1.310 600 3.790 38.600
1550 3.500 8.125 2.770 14.395
1551 10.055 4.000 60 4.000 18.115
1552 270 12.000 500 1.370 14.140
1553 2.800 5.550 8.350
1554 10.050 11.400 500 1.090 23.040
1555 10.150 8.700 700 1.460 21.010
1556 7.911 3.700 650 12.261
1570 9.400 1.500 2.000 12.900
1571 8.000 3.000 2.000 15.000

Fuente: Archivo Municipal de Vera, Libros de herbajes, L-953, L-954.

Tabla 2: Evolución del número de cabezas de ovino-caprino transhumantes (media anual).

Años Almería Vera
1700 31.291 13.736
1701-05 15.287
1706-10 19.526
1711-15 8.740
1716-20 27.726 (1) 7.369
1721-25 28.909 15.486
1726-30 38.996 15.626
1731-35 32.658 11.810
1736-40 29.399 (2) 17.183
1741-45
1746-50 9.441
1751-55 16.280
1756-60 5.570
1761-65 14.880
1766-70 26.846 (3) 18.308
1771-75 26.669 8.590 (6)
1776-80 19.075 5.287
1781-85 16.498 2.712
1786-90 18.482 5.917
1791-95 13.121 4.147
1796-00 17.620 1.559
1801-05 17.700 3.829
1806-10 13.124 (4) 5.545
1811-15 29
1816-20 4.860 (5) 590
1821-25 404
1826-30 730
1831-35 1.289
1836-40 3.591 140
1858 4.009

(1) 1720; (2) 1738; (3) 1768; (4) 1806 y 1808; (5) 1817; (6) 1772.

Fuente: Archivos Municipales de Almería y Vera: Registros de herbajes.