Siendo uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes del siglo XVIII en Córdoba, su origen se encuentra en el convento mercedario fundado en el siglo XIII tras la recuperación cristiana de la ciudad. Después de una larga trayectoria de varios siglos, el convento quedaría extinguido en el siglo XIX, como consecuencia de la desamortización de Mendizábal. Desde entonces el edificio fue muy transformado con el fin de adaptarlo a diversos usos: primero como hospicio y después como sede de la Diputación Provincial de Córdoba. A este respecto, destacan la intervenciones efectuadas por el arquitecto Rafael de la Hoz Arderius durante la segunda mitad el siglo XX, quien transformó el antiguo edificio conventual en el actual Palacio de la Merced.

Según la tradición, el cenobio fue fundado por San Pedro Nolasco sobre la basílica visigoda de Santa Eulalia, donada por el rey Fernando III el Santo a la orden mercedaria. Del primitivo edificio conventual no se ha conservado resto alguno, si bien se sabe que se hallaba emplazado en el mismo lugar en donde se ubica la construcción actual, resultante en su mayor parte de las reformas realizadas durante el siglo XVIII.

Ignorándose el autor o autores del proyecto, sí se tiene constancia de que las obras se efectuaron en dos fases: la primera, a principios del siglo XVIII, contó con la participación del maestro lucentino Francisco Hurtado Izquierdo, construyéndose entonces el claustro, la escalera secundaria y algunas dependencias anejas; la segunda se extiende entre 1716 y 1760, período en el que se erigen la iglesia, el claustro principal y la escalera de este último. En estas obras debieron de intervenir los maestros Tomás Jerónimo de Pedrajas, Alonso Gómez de Sandoval y Francisco Aguilar del Río Arriaza.

El conjunto arquitectónico muestra una planta rectangular cuyo centro es ocupado por la iglesia. A ambos lados de la misma se disponen el resto de dependencias ordenadas en torno a los dos claustros. El antiguo cenobio muestra al exterior las transformaciones experimentadas con el tiempo. Asomada a los Jardines de Colón, la fachada principal es la que mejor ha conservado su estructura primigenia. En ella se abren dos portadas: una situada a la izquierda, por la que se ingresa al claustro principal, tratándose de un vano adintelado sobre el que se ubica una hornacina con una imagen de San Pedro Nolasco; y otra, que permite el acceso al templo desde el espacio urbano. La fachada muestra dos pisos separados por pronunciada cornisa, destacando igualmente las pilastras que la dividen verticalmente. Entre dichos soportes se abren ventanas en el piso inferior y balcones en el superior. Como característica del barroco cordobés del siglo XVIII, bajo los balcones se disponen una serie de placados geométricos decorados con pinturas que imitan mármoles policromos, ornamentación que presente igualmente en las pilastras.

La fachada principal se halla presidida por el templo, cuya verticalidad contrasta con el resto del conjunto. Mostrando la misma riqueza cromática que el resto de la fachada la iglesia presenta tres cuerpos y tres calles, separadas por medio de pilastras. Las calles laterales se rematan con espadañas y la central se corona con frontón triangular sobre el que se alza una imagen de San Rafael. En la calle central se alza la movida portada del templo, que muestra un vano adintelado entre columnas salomónicas y estípites. Un moldurado entablamento da paso al segundo cuerpo de la misma, presidido por una hornacina con la imagen de la Virgen de la Merced.

La iglesia muestra una planta de cruz latina inscrita en un rectángulo, cubierta por bóveda de cañón con lunetos en la nave y por cuartos de esfera en los brazos del crucero. En los laterales de la nave se ubican capillas menores, quedando el presbiterio flanqueado por sacristías. Sobre dichas capillas discurren tribunas, situándose a los pies del templo un amplio coro.

Pese a la sobriedad estructural, el templo presenta una rica ornamentación de yeserías enmarcando los medallones policromos con bustos de medio relieve de santos y beatos de la orden mercedaria.

En el presbiterio se alza el retablo mayor, realizado por la escuela-taller de la Diputación Provincial de Córdoba, bajo la dirección del tallista Eduardo Corona. Se trata de una reconstrucción del retablo original, obra de Alonso Gómez de Sandoval fechada hacia 1770, que fue destruido por un incendio en 1978. El templo quedó también muy dañado como consecuencia de este fatídico suceso, siendo igualmente restaurado por la citada escuela-taller. A este respecto, en la actualidad el coro de la iglesia acoge una exposición permanente que explica el largo proceso seguido por la Diputación Provincial de Córdoba en la reconstrucción del retablo y en la restauración del templo tras el incendio.

Entre las imágenes que se veneran en el interior de esta antigua iglesia conventual destaca el Crucificado de las Mercedes, escultura gótica del siglo XIV muy vinculada a la historia de este cenobio mercedario. Asimismo, cabe citar también la imagen de la Virgen de la Merced, obra que afortunadamente no fue destruida por el incendio. Unos años antes de este incidente fue retirada del retablo mayor por encontrarse en mal estado de conservación. Restaurada hace unos años, la imagen luce de nuevo en el retablo reconstruido.

Entre las dependencias del edificio cabe destacar el claustro principal resuelto en dos pisos: el inferior con arcos de medio punto sobre pares de columnas de mármol y el superior con balcones flanqueados por pilastras decoradas con estípites. Al igual que en la fachada principal del edificio, el alzado de este claustro se decora con placas y pinturas que simulan mármoles policromos. En el flanco meridional de dicho claustro se ubica la escalera que comunica las dos plantas del mismo. Se trata de un interesante ejemplar de tipo imperial con caja cuadrangular. Realizada con mármoles policromos, embutidos y taraceados, se trata de una obra relacionada con Alonso Gómez de Sandoval. En el arranque presenta un arco de medio punto sobre columnas pareadas, encuadrando un único tiro central que conduce a un descansillo. A partir de este espacio intermedio se bifurca en dos tramos paralelos. La escalera desemboca en el piso superior por tres arcos de medio punto sostenidos también por columnas pareadas. En cuanto a su cubierta, la escalera se cierra con cúpula decorada con relieves policromados que representan escenas de la vida de San Pedro Nolasco.

En la actualidad el Palacio de la Merced conserva obras artísticas de épocas diversas. Algunas proceden del antiguo convento, como es el caso de las pinturas que narran la historia de la orden mercedaria, realizadas a mediados del siglo XVIII por el pintor José Ignacio Cobo y Guzmán; o algunas piezas de plata del antiguo templo conventual. Otra serie de obras que conserva son las correspondientes a los artistas pensionados por la Diputación para realizar sus estudios, destacando pinturas de Alfredo Lobato, Adolfo Lozano Sidro, Rafael Romero de Torreso Tomás Muñoz Lucena; y algunas creaciones del escultor cordobés Mateo Inurria Lainosa. Asimismo, se conservan también obras procedentes de los certámenes y exposiciones patrocinados por esta institución, pertenecientes a artistas locales y foráneos.

Autora: Yolanda Victoria Olmedo Sánchez

Bibliografía

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