Con el arribo del cubismo al inicio del siglo XX se genera nuevamente una ruptura en la construcción de la pintura, en donde “el método de construcción de la imagen de un objeto” (Ernst H. Gombrich, 1997, p. 574 [i]) es nuevamente la preocupación de autores como Picasso, quien junto con Braque y Gris emiten el Manifiesto Cubista que marca parte de sus preocupaciones y orientaciones en este género (Guillaume Appollinaire, s/f [ii]). En él, se marca claramente que los últimos cuadros de Cézanne ya pertenecen al cubismo, diferenciándose de la antigua pintura, o porque “no es arte de imitación, sino de pensamiento que tiende a elevarse hasta la creación” concibiendo la realidad a partir de tres dimensiones, es decir de cubicar (Guillaume Appollinaire, s/f, p. 1). Su nombre le fue dado en 1908 por Matisse.
A diferencia de las posturas naturalistas del siglo XIX, con el inicio de la nueva centuria los pintores observan la naturaleza, incluyendo la construida o transformada y la reconstruyen mediante su estudio. Con ello, el tema ya no cuenta, reprochándoseles vivamente sus preocupaciones geométricas que para ellos son la base del dibujo, es decir la base misma de la pintura (Guillaume Appollinaire, s/f, pp. 5-6), pero ya no a partir de las tres dimensiones de la geometría euclidiana, sino buscando su integración con la cuarta dimensión, es decir, el volumen.
El cubismo reduce el cuerpo humano y el paisaje a insípidos cubos y se define como un arte que no es de imitación como el anterior, sino de pensamiento, que tiende a elevarse hasta la creación. Es un arte que se caracteriza por los siguientes aspectos:
- Hay una independencia y autonomía de planos, con un estallido del volumen. Los planos son objeto de estudio en sí mismos, y no en visión global del volumen, de ahí que éste se disuelva. Los grandes volúmenes se rompen en otros más pequeños. Así, queda rota también la línea de contorno, se interrumpe el trazo lineal. Por eso se compara el resultado de este proceso con el reflejo en un espejo roto o con la visión a través de un caleidoscopio.
- Se basan en la llamada perspectiva múltiple de Cézanne, que está dada por el estudio de cada plano en su autonomía. Se rompe con la perspectiva monofocal albertiana. La pintura se ha liberado del yugo de la tradicional visión monocular. Se multiplican los ángulos de visión de un mismo objeto. Así se ofrece una visión compleja del mismo ente, que se puede presentar al mismo tiempo de cara, de perfil o desde cualquier otro ángulo significativo. Hay una desaparición de gradaciones de sombra y luz, ya que está dado por la descomposición del volumen.
- Se basan en el color ‘Tono Local’, es decir que el color no aporta indicaciones suplementarias. Por lo general se aplicaba por pequeños toques. Esto se ha dado en llamar Color Passepartout, apto para todos los objetos, pero que no consiste en el verdadero color de ninguno de ellos.
- Su elemento fundamental es el geometrismo: basado en formas geométricas que invaden las composiciones. Las formas observadas en la naturaleza son traducidas a cilindros, conos, esferas y cubos. La retina capta las formas y la mente del pintor las simplifica. Cézanne ya redujo sus composiciones a las formas geométricas, por eso ejercerá tanta influencia en el cubismo.
Tiene una base filosófica fuerte, basada en las aportaciones de Bergson, quien afirma que el observador acumula en su memoria una gran información sobre un objeto del mundo visual externo. Esta es una experiencia que constituye la base intelectual. Los pintores cubistas vuelcan esta experiencia distorsionando y superponiendo paisajes. No se trata de reflejar la realidad misma, sino la idea de realidad que posee el artista (Elsa Torffer, 2010 [iii]).
A diferencia de las corrientes impresionistas, con el cubismo era necesario observar la realidad y destruirla, deconstruye lo que ve para sintetizarlo. ¿Cómo dentro de esta deconstrucción entra el paisaje y la ciudad en sus pinturas? Pese al aspecto de algunos cuadros cubistas que se ubican en la primera época titulada científica, la forma siempre fue respetada, no llegando nunca al umbral de lo abstracto. Los temas que lo caracterizaron fueron las naturalezas muertas urbanas, o los elementos que se disponen en modo caótico sobre la mesa de un café, sin representar la vida social que se desarrollaba en ellos. De esta manera, la ciudad queda siempre en un plano segundo que no era necesario reproducir ni ejemplificar sino interpretar o sintetizar, para mostrar lo que el pintor identificaba de ella.
Se presenta como una pintura en ocasiones confusa que requiere de pistas para entender de manera más clara los cuadros. Así es como se inicia una tendencia de incluir letras, números, objetos artísticos como guitarras o algún objeto comprensible que permite identificar la realidad urbana. Esta es totalmente a-social ya que puede ser representada sin agentes que la habitan ni sociedad que la conforma.
Parecería ser que lo importante no era dejar huella de cómo se vivía en ese momento, sino de la idea del artista sobre la realidad material, mas no de la social. Parecería que el tiempo de las novedades los nuevos inventos y de las transformaciones había pasado y se presentaba más una estabilidad que había que ser analizada e interpretada; esto se hace a partir de su descomposición geométrica y en la dificultad que había por entender lo que estaba sucediendo más que en la documentación y experimentación de su realidad social urbana.
Publicado originalmente en URBS 2(2), número especial sobre Arte, ciudad y territorio.
[i] Ernst H. Gombrich (1997). The Story of Art, 16a edición, 2a reimpresión. London: Phaidon, 1950
[ii] Guillaume Apollinaire (s/f). Manifiesto Cubista. Recuperado el 21 de Septiembre de 2012, de http://es.scribd.com/doc/57833865/Guillaume-Apollinaire
[iii] Elsa Torffer (2010). Apuntes de Historia del Arte. Cuernavaca, Morelos, México, mimeo.
La imagen de portada es Juan Gris, Cesto de fruta, libro y periódico, 1916.