Mapa de Santa Fe de Bogotá en 1791, por Domingo Esquiaqui. Fuente: Marcela Cuéllar y Germán Mejía (2007). Atlas histórico de Bogotá : cartografía 1791-2007. Bogotá: Alcaldía Mayor.
Bogotá tiene dos plazas mayores.
La primera de ellas tiene nombre de libertador. Sus proporciones nos hablan de un acuerdo legal entre reinos de ultramar y personajes de fortuna, los de allá aportan legitimidad, los de acá orden y riqueza. El modo en que la ciudad se configura a partir de esta plaza quedó escrito sobre el papel de la Ordenanza -el modo de ordenar- mucho antes de saber siquiera dónde estaría Santa Fe de Bogotá, si ese sería efectivamente su nombre, o quiénes serían los afortunados que llegarían a ver construida esta empresa urbanizadora. Urbanizar para conquistar, pero sobre todo para controlar, para transformar la estructura territorial cundiboyacense hasta el punto en que cualquier tipo de respuesta indígena es imposible. ¿Cómo se puede recuperar algo que nunca se perdió, algo que no es lo que nos robaron?
“Ciudad ideal de Eiximenis, 1383”. Brewer-Carías, Allan-Randolph. La ciudad ordenada. Caracas: Criteris Editorial, 2006, p. 181.
La Plaza Mayor es la construcción de una utopía, la de una conexión entre la ciudad renacentista ideal y un territorio indígena. Una conexión construida a través de rituales, tras el aprehendizaje de un territorio, el señalamiento de un centro con la picota y la ley enterrada, el trazado de una orientación, de un límite y de un laberinto cuadriculado. Ley, Rito y Fundación, en ese orden, están representadas en la Plaza Mayor de Bogotá. En ella se siente el peso de una ciudad que es además capital nacional. Muchos dirán que se trata de un espacio de “representación”, donde el poder político se escenifica.
Centro Comercial Plaza Mayor. Fuente: www.ospinas.com.co
La segunda Plaza Mayor está situada a unos treinta kilómetros al norte de la primera y posee el muy ilustrísimo título de “Centro Comercial”. Jurídicamente pertenece a la localidad de Chía, aunque ya sabemos que esto poco importa en una metrópoli dispersa como es Bogotá. De hecho, Plaza Mayor es sólo uno de estos centros. Desde una de estas grandes superficies podemos salir al puente peatonal para agarrar un Transmilenio, y entrar al cine en otra de ellas en la punta opuesta de la ciudad sin ni siquiera pisar la calle. Pregunten un domingo a cualquier bogotano: ¿Dónde ocurre la vida? En Plaza Mayor, en Andino, en Titán. Si tenemos en cuenta la plaza en cuanto al sentido de su función, no podemos ser tan ingenuos como para pensar que íbamos a encontrarla en el mismo lugar que hace más de 450 años.
Pero, ¿es ésta la verdadera Plaza Mayor? ¿Es la Plaza Mayor el lugar donde «suceden las cosas» en la ciudad? Yo creo que no. La Plaza Mayor es también la construcción de un pacto ancestral entre hombres y dioses para fundar la ciudad, para “fundarnos” a nosotros mismos. A mí me gusta pensar que es un espacio “constitutivo”: un centro tan poderoso, tan atractivo y tan inútil como lo es el ombligo humano.
No puede dejar de ser vigente: nosotros somos la Plaza Mayor.
“Detalle de traza y distribución de solares de Córdoba, Argentina (1577)”. Brewer-Carías, Allan-Randolph. La ciudad ordenada. Caracas: Criteris Editorial, 2006, p. 81.
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Este ensayo fue escrito originalmente en el marco del seminario «Las Trazas Posibles: Historia y modelo de la ciudad latinoamericana», impartido en Bogotá por el profesor Manuel Lucena Giraldo (CSIC), y organizado por el Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.
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