Desde finales de la década de 1980, principios de 1990, el concepto de la gobernanza ha emergido para consolidarse como una noción clave tanto en la academia como en la jerga política. Según Roderick Rhodes [i], la gobernanza “es un cambio en la concepción del gobierno, una nueva manera de gobernar (…) un nuevo método según el cual la sociedad es gobernada” (pp. 652-53). La substitución progresiva de la noción tradicional de gobierno por el de gobernanza se enmarca en el paso del fordismo al post-fordismo, la globalización de los mercados y de la economía, y la revolución tecnológica [ii]. En este contexto tiene lugar un triple proceso de recomposición del Estado. De un lado, la emergencia de organizaciones internacionales (FMI, OMC, OTAN) y supranacionales (UE) debilitan al Estado desde arriba. Del otro, los procesos de descentralización de los Estados (creación de regiones) y de metropolitanización (emergencia de aglomeraciones urbanas) hacen competencia, desde abajo, a la legitimidad estatal [iii]. Así, las grandes ciudades y aglomeraciones urbanas emergen con fuerza como actores colectivos. En otras palabras, se produce un proceso de reordenación de las escalas territoriales (rescaling) y reterritorialización de las políticas: las ciudades y áreas metropolitanas se convierten en enclaves centrales de la restructuración del capitalismo [iv]. En tercer lugar, el paso del gobierno a la gobernanza significa la pérdida del monopolio del Estado como principal actor de la acción colectiva y la apertura de la toma de decisiones hacia otros colectivos (sector privado, tercer sector, etc.) [v].
La gobernanza urbana refleja estos cambios a escala local y se caracteriza por un estilo de gobierno menos jerárquico y basado en el liderazgo, con relaciones más horizontales, flexibles y abiertas. La gobernanza urbana supone un cambio en el proceso de toma de decisiones y de elaboración de las políticas, incorporando las distintas escalas territoriales y actores (públicos y privados). Según Patrick Le Galès [vi], la gobernanza urbana implica “un proceso de coordinación de actores, de grupos sociales, de instituciones para alcanzar unos objetivos debatidos y definidos colectivamente” (p. 243).
Justamente en este proceso de debate y definición de objetivos, incluyendo el modelo de ciudad y la Smart city, la gobernanza urbana tiene dos lecturas opuestas [vii]. Una lectura optimista considera que la ciudadanía tiene un mayor poder en la toma de decisiones y en los procesos de negociación que en las estructuras tradicionales de gobierno. La creación de reglamentos de participación ciudadana y de distintos instrumentos de democracia deliberativa a escala local serían ejemplos de una mayor oportunidad de influencia de la sociedad civil y de una mayor calidad democrática. En cambio, la lectura pesimista, en la línea de las ideas sobre los regímenes urbanos [viii] y las coaliciones de crecimiento [ix], ve en la gobernanza urbana una oportunidad para los intereses privados, especialmente de las grandes empresas, para conseguir mayor influencia en esta apertura de la toma de decisiones. Espacios de gobernanza como los planes estratégicos y la creación de partenariados público-privados serían algunos ejemplos. La lectura pesimista de la gobernanza denuncia una menor transparencia en la toma de decisiones y una pérdida de rendimiento de cuentas hacia el ciudadano (accountability).
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Jon Pierre [x] distingue cuatro modelos principales de gobernanza urbana: el gerencial, el participativo, el pro-crecimiento y el redistributivo. Pierre caracteriza los modelos con una serie de parámetros, entre los cuales destacamos los objetivos, los actores clave, las relaciones entre los actores (públicos, privados y de la sociedad civil) y las herramientas principales para desarrollar el modelo de gobernanza. Se trata de tipos ideales: en la práctica, pueden aparecer mezclados o sólo funcionar para una política concreta. En esta clasificación, sin embargo, el autor obvia referirse a la escala de la gobernanza: hemos adaptado su tipología añadiendo la referencia a la escala infralocal (barrio), local (ciudad), metropolitana (aglomeración urbana) y global.
Brevemente, el modelo gerencial busca maximizar la eficiencia en la gestión local, con un gran protagonismo de los profesionales y el uso de contratos como instrumento de gobernanza, en una relación competitiva con el sector privado pero excluyendo a la sociedad civil. El modelo participativo tiene como objetivo principal la participación, concertada con el sector privado e incluyendo a los grupos comunitarios. En este sentido, los líderes de la sociedad civil son actores clave y se utilizan métodos deliberativos. La escala es micro: a nivel de barrio o ciudad. Como su nombre indica, el modelo pro crecimiento se centra en el crecimiento económico, con una relación directa con el sector privado y sin incluir a los grupos comunitarios. Los partenariados público-privados son la herramienta clave, y su naturaleza, multiescalar (local, metropolitana y global). Finalmente, el modelo de gobernanza urbana redistributivo tiene como líder el gobierno local, con relaciones inclusivas con la sociedad civil, y restrictivas con las empresas. Las redes de gobernanza son el instrumento para alcanzar la redistribución, en una escala principalmente local.
Nuestra hipótesis estima que el desarrollo de las Smart cities provoca cambios en los modelos de gobernanza urbana, especialmente un giro hacia el modelo de pro-crecimiento. Como algunos autores han defendido, la sostenibilidad se convierte en una estrategia de desarrollo económico, una herramienta para mejorar la competitividad urbana y de “buena gobernanza” [xi] [xii]. En efecto, aunque el discurso de las Smart cities se centra en la eficiencia y la calidad de vida, estos objetivos están al servicio de un modelo de ciudad emprendedora (entrepreneurial city) [xiii]. Según Robert Hollands [xiv], la Smart city es una versión high-tech de la ciudad emprendedora. Este modelo implicaría una mayor influencia de actores del sector privado en la definición del modelo de ciudad, concretamente de las grandes multinacionales del sector tecnológico y energético, como IBM, Cisco, Siemens, Schneider Electric, General Electric, etc. Estas empresas tendrían una relación directa con el gobierno local y su colaboración se plasmaría mediante los partenariados público-privados. En cambio, la sociedad civil quedaría al margen de la definición del modelo de ciudad.
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La imagen de portada es Asamblea vecinal by frguerre vía Flickr
[i] Rhodes, Roderick A. W. (1996). The new governance: governing without government. Political Studies, 44, 652-667.
[ii] John, Peter (2001). Local Governance in Western Europe. Londres: Sage Publications.
[iii] Jouve, Bernard, y Christian Lefèvre (1999). De la gouvernance urbaine au gouvernement des villes? Permanence ou recomposition des cadres de l’action publique en Europe. Revue Française de Science Politique, 49(6), 835-853.
[iv] Brenner, Neil (2004). Urban governance and the production of new state spaces in Western Europe, 1960-2000. Review of International Political Economy, 11(3), 447-488.
[v] Jouve, Bernard (2003). La gouvernance urbaine en questions. París: Elsevier.
[vi] Le Galès, Patrick (2004). Gouvernance. En Laurie Boussaguet, Sophie Jacquot y Pauline Ravinet (dirs.), Dictionnaire des politiques publiques (pp. 242-250). París: Presses de Science.
[vii] Kübler, Daniel, y Wälti, Sonja (2001). Metropolitan governance and democracy: how to evaluate new tendencies? En Peter Mclaverty (ed.), Public participation and developments in community governance (pp. 115-140). Aldershot: Ashgate.
[viii] Stone, Clarence N. (1989). Regime politics: governing Atlanta, 1946-1988. Lawrence, KS: University of Kansas Press.
[ix] Molotch, Harvey (1976). The city as a growth machine: toward a political economy of place. American Journal of Sociology, 82(2), 309-330.
[x] Pierre, Jon (2005). Comparative urban governance. Uncovering complex causalities. Urban Affairs Review, 40(4), 446-462.
[xi] While, Aidan; Jonas, Andrew E.G., y Gibbs, David (2004). The environment and the entrepreneurial city: Searching for the urban ‘sustainability fix’ in Manchester and Leeds. International Journal of Urban and Regional Research, 28(3), 549-569.
[xii] Béal, Vincent (2009). Politiques urbaines et développement durable: vers un traitement entrepreneurial des problèmes environnementaux? Environnement urbain/Urban environment, 3, 47-63.
[xiii] Harvey, David (1989). From managerialism to entrepreneurialism: the transformation in urban governance in late capitalism. Geographiska Annaler, 71(B), 3-17.
[xiv] Hollands, Robert (2008). Will the real smart city please stand up? Intelligent, progressive or entrepreneurial? City, 12, 303–320.