En la actualidad la ciudad se ha convertido en el hábitat más densamente poblado por el ser humano. Más allá de la imagen primigenia de la urbe de finales del siglo XIX, que la presentaba como el lugar del progreso y la modernidad, actualmente sabemos que es la alta concentración de productos y servicios lo que hace de estos entornos una alternativa razonable para la obtención de una mejor calidad de vida (Krieger 2012).
Sin embargo, es precisamente la gran densidad poblacional de las ciudades la que ha traído consecuencias, principalmente ecológicas y de pauperización, que ponen en entredicho la posibilidad de mejorar el nivel de vida de sus habitantes (Duhau 2008). El exceso de habitantes conlleva problemáticas cotidianas que se expresan en múltiples aspectos, por ejemplo, en el desabasto de agua potable, luz eléctrica y adecuados medios de transporte que comuniquen al centro histórico y los polos comerciales de las ciudades con las zonas periféricas y conurbadas de los alrededores.
Ante esto, la mayoría de los gobiernos alrededor del mundo ha respondido con alianzas que involucran a las industrias privadas para realizar grandes proyectos que modifiquen el rostro de las ciudades, sin atender las dificultades de fondo. Estas alianzas consisten en apoyos para el financiamiento de campañas de embellecimiento local: pintas legales de muros, actividades culturales al aire libre e invitaciones a artistas para intervenir la ciudad con alguna iniciativa, o, como se ha hecho cada vez más recurrente, con la concesión de algún espacio para construir grandes centros comerciales (mall), cuya estructura combina la zona comercial con varios pisos de oficinas o plantas de hotel.
Estas nuevas formas arquitectónicas comúnmente tapizadas de cristal reflejante son el nuevo paradigma de la ciudad moderna en el siglo XXI, y también uno de los mayores atractivos para el turismo local e internacional, cada vez más habituado a la convivencia dentro de los parajes comerciales. Ha sido tal el éxito de este tipo de arquitectura que inclusive otras instituciones, como dependencias de gobiernos o museos, han imitado dichos modelos.
No obstante, análisis sociológicos han revelado que este tipo de lugares, normalmente ubicados cerca de alguna avenida de alta velocidad, no son espacios convocantes o que inciten a la convivencia comunitaria, a diferencia de las antiguas plazas, atrios o parques, actualmente en extinción en muchas urbes (Delgadillo 2014).
Ante este panorama caótico, es el binomio de las nuevas tecnologías –íntimamente ligadas con la vida en las ciudades– y el turismo internacional el que está contribuyendo a divulgar una imagen más positiva de las ciudades, valiéndose para esto del recurso de la selfie. El uso de este anglicismo se remonta al año 2002, cuando se registró su primera aparición en redes sociales. Hoy en día son más de 300 millones de fotografías circulando en internet las que llevan este mote (SITAC 2003).
La palabra selfie hace referencia a un autorretrato creado con un medio tecnológico portátil y que, una vez creado, es compartido en los portales web. La popularidad del término se vio reflejado en el nombramiento que le dio el Diccionario de Oxford como palabra del año en 2003: “Today Oxford Dictionaries announces selfie as their international Word of the Year 2013. The Oxford Dictionaries Word of the Year is a word or expression that has attracted a great deal of interest during the year to date. Language research conducted by Oxford Dictionaries editors reveals that the frequency of the word selfie in the English language has increased by 17,000% since this time last year”.
Hoy en día hay selfies de todo tipo, por ejemplo, una búsqueda en Instagram –la mayor red social de fotografía en la actualidad–, encontramos la #selfiegym, #selfiedog, #selfiecar y, de nuestro particular interés, la #selfiecity, con 67 030 publicaciones; cabe mencionar que, además, este mismo nombre corresponde al de una aplicación fotográfica en la tienda Google. Pero, ¿qué tipo de imágenes se encuentran si uno busca este hashtag en redes?
Principalmente figuran las experiencias de turistas que se retratan en las avenidas más concurridas de distintos destinos, como la 5th Avenue o los Champs Elysées, personas posando en el exterior de algún recinto famoso, como el Guggenheim de Bilbao, o con elementos emblemáticos de ciertas urbes, como lo es la advertencia “Mind da Gap” en el metro de Londres. También destaca la proliferación de imágenes del arte urbano, graffitis y los juegos visuales que se logran con esculturas públicas como la de Anish Kapoor en el Millenium Park de Estados Unidos.
Por supuesto, no faltan las panorámicas con centenares de edificios asomados al horizonte, como sucede con las fotografías tomadas desde la Torre Latinoamericana en Ciudad de México, Marina Bay en Singapur o el Burj Khalifa en Dubai. Y una nueva variante que adquiere fuerza debido a la multiplicación de las vías de alta velocidad en las ciudades (Gehl 2014), son las fotos que retratan la urbe desde los espejos retrovisores de los automóviles o juegan con los efectos del reflejo de las ventanas desde el interior de los vehículos.
En suma, es interesante analizar la manera en que este fenómeno contribuye a mostrar un panorama distinto de la vida en las ciudades, evidenciando cómo la elección del ángulo correcto y el uso de filtros visualmente atractivos pueden transformar la opinión pública dejando en segundo término las necesidades que es urgente atender para cada caso.
Delgadillo, Víctor, “La política del espacio público y del patrimonio urbano en la Ciudad de México. Discurso progresista, negocios inmobiliarios y buen comportamiento social.”, (XIII Coloquio Internacional de Geocrítica. El control del espacio y los espacios de control. Barcelona, 5-10 de mayo de 2014): 23.
Duhau, Emilio y Angela Giglia, Las reglas del desorden. Habitar la metrópoli (México: UAM, Siglo XXI, 2008), 569.
Gehl, Jan, Ciudades para la gente (Buenos Aires: Ediciones Infinito, 2014), 260.
Krieger, Peter, «¿Incomprensibilidad paradigmática? La megalópolis latinoamericana en la mira de la vieja Europa» en Díaz, Patricia et. al., Nombrar y explicar (México: Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 2012): 355-373.
SITAC, Arte y Ciudad. Estéticas Urbanas. Espacios públicos. ¿Políticas para el arte público? (México: CONACULTA, INBA, 2003), 200.