El siglo XVIII cuenta con una fuente documental de extraordinaria importancia que proporciona información sobre numerosos aspectos de la sociedad y la economía del territorio castellano. Se trata del catastro de Ensenada, realizado a mediados de siglo.  Los datos sobre los sistemas de cultivo han sido estudiados de diversas formas en muchos municipios de Andalucía. Según esta averiguación, la superficie productiva representaba el 68% de la extensión total de la región, que tenía por tanto un 32% de superficie inculta o yerma. De la superficie productiva, considerada como las tierras cultivadas, dehesas, prados, pastizales, etc.), las tierras plantadas suponían el 55%, aunque estaban distribuidas de forma irregular. Las tierras incultas predominaban en Jaén, mientras que en la Andalucía occidental alcanzaban el más alto porcentaje las productivas, con un 60% en Córdoba y un 57% en Sevilla. En cambio, en las tierras del reino de Granada, la media provincial presentaba valores bastante elevados para las tierras improductivas, aunque había comarcas concretas donde la superficie dedicada al cultivo era muy elevada (tabla 1).

Una característica fundamental de la agricultura a lo largo de la centuria, común a todas las comarcas, fue la progresiva ampliación de la superficie cultivada. El agro se extendió en regadío donde la disponibilidad hídrica lo permitía, y sobre todo en secano. Con una consecuencia importante: la pérdida de productividad media al ir roturándose terrenos cada vez menos fértiles. También se produjo una progresiva expansión del cultivo del olivo en los secanos menos productivos del Aljarafe sevillano y del reino de Jaén.

El regadío estaba localizado, sobre todo, en las llanuras aluviales de los ríos de la cuenca del Guadalquivir, de sus principales afluentes como el Genil, las del Tinto y el Odiel, las vegas de los ríos mediterráneos, así como en algunos municipios de la comarca del Condado de Huelva. En estas comarcas era donde se daban las proporciones más elevadas de tierras irrigadas: la vega de Granada, junto con el término de la propia ciudad, donde superaba el 80%; Santafé, donde suponía más de la mitad; y Almuñécar, con algo más del 30%. También presentaba cifras importantes en las hoyas interiores, como la de Baza, y en el término de Huéscar, con más del 20%. En el Aljarafe sevillano y en Valdepeñas de Jaén, Válor y Frigiliana se regaba cerca del 15% de la superficie. Cifras más modestas presentaban Guadix, Vélez-Málaga, Marbella, Trevelez y los valles de Lecrín, Andarax y Almanzora, entre un 5 y 8%. En el resto de las pequeñas vegas costeras (Adra, la Axarquía, la jurisdicción de Málaga), en Las Alpujarras (Berja) y en las tierras altas del interior del reino de Granada (la comarca de Los Vélez, Colomera, Íllora, el marquesado del Cenete, la tierra de Alhama, Montefrío) no llegaba al 5%.

Precisamente las comarcas que presentaban más problemas de aportes hídricos eran las más orientales, en las que el régimen pluviométrico había generado paisajes de tipo subdesértico en los que las elevadas temperaturas y las escasas precipitaciones condicionaban la ocupación humana. En estas zonas, la búsqueda de nuevos caudales de agua se hizo perentoria, fuese para aumentar la superficie regada y mejorar la productividad o para paliar los déficits crónicos en años secos. En cualquier caso, según las disponibilidades de capital y las necesidades del mercado, a lo largo del Setecientos, se produjo un ligero aumento de la superficie regada. Buen ejemplo de ello son la construcción de las fuentes subálveas en los municipios del bajo Andarax y la búsqueda de veneros en la cuenca del bajo Almanzora, en el término de Cuevas.

En proporción inversa al regadío, el secano se extendía sobre todo por las comarcas del interior andaluz (al sur del cauce del río Guadalquivir y sus afluentes, el Aljarafe sevillano, la tierra de Alhama, Baza, Huéscar, la comarca de los Montes orientales, el marquesado de Los Vélez, o el Cenete), las zonas de pendientes escarpadas (Las Alpujarras, la serranía de Ronda, la Axarquía y la jurisdicción de Málaga) y las comarcas costeras (Adra). Es importante señalar la presencia de importantes zonas de secano plantadas de viña en los términos de la costa, como Almuñécar, Marbella, Vélez-Málaga, Frigiliana, Cómpeta o la jurisdicción de Málaga y la Axarquía, donde una parte importante de las recogidas como de secano en la tabla 1 estaban plantadas de vides. Las tierras de secano fueron creciendo a costa de los comunales y de los pastizales, ya fuese para dedicarlas a los cereales o a la viña. Es importante señalar la importancia relativa que fue adquiriendo el olivar de secano tanto en el Aljarafe sevillano como en el término de Baena, así como, en general, en todo el reino de Jaén, donde representaba más del 8% de la superficie cultivada a mediados del siglo.

En todo el territorio andaluz, únicamente las parcelas con suelos más potentes y con posibilidades de tener un riego suficiente eran cultivadas anualmente. Se encontraban entre las casas, muy cercanas a los núcleos urbanos, en las márgenes de los ríos o contiguas a las fuentes. En el resto de las parcelas se imponía el descanso, de diferente duración y modo de gestionarlo dependiendo de las posibilidades de riego. Podía ser de año y vez (la mitad cultivada y la otra de barbecho), aunque el sistema más común era al tercio, dedicando una parte al cereal más exigente que pudiese sembrarse sin riesgo de perderse (trigo o cebada), otra al que tuviese menor rendimiento, y la tercera a la recuperación de la fertilidad. Este esquema general, simple, se manifestaba en las comarcas andaluzas de múltiples y diversas formas con tal variedad que cualquier intento de sistematización resulta poco menos que imposible. Desde aquellas parcelas en las que incluso se podían permitir los agricultores una cosecha de algún producto de rápido desarrollo entre una y otra de trigo en los valles más feraces de los ríos Genil o Guadalquivir; hasta las situadas en las laderas orientales de las sierras de Filabres o Alhamilla en donde era preciso dejar la tierra descansar hasta siete años para recoger una menguada cosecha de cebada o de centeno. En estas comarcas aún era práctica común todavía la realización de rozas para poner en cultivo de forma permanente o como único aporte de nutrientes. Se quemaba el arbolado y el matorral originando a veces incendios en las zonas boscosas colindantes, en ocasiones intencionados, como prueban las denuncias a los propietarios. Ejemplo de ello es la condena impuesta en 1756 a Marcos Sánchez Alonso, vecino de La Puebla de Don Fadrique, por incendiar el monte para ampliar la superficie cultivada a costa de sus vecinos.

Autor: Julián Pablo Díaz López

Bibliografía

BERNAL RODRÍGUEZ, Antonio Miguel, “Andalucía occidental: economía rural, 1590-1765”, en A. Domínguez Ortiz (dir.), Historia de Andalucía, vol. VI: Los inicios del capitalismo (1621-1778),  1981, p. 237.

DÍAZ LÓPEZ, Julián Pablo, “Quemar, ocupar, usurpar y obtener mercedes de tierras, formas de acceso a la propiedad en el siglo XVIII. Un ejemplo de Huéscar”, Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 12, 1998, pp. 159-173.

DÍAZ LÓPEZ, Julián Pablo, “La economía (I): agricultura, ganadería y pesca”, en F. Andújar Castillo (coord.), Historia del reino de Granada. Vol. 3: Del siglo de la crisis al fin del Antiguo Régimen (1630-1833), Granada, 2000, pp. 363-392.

SÁNCHEZ SALAZAR, Felipa, “El olivo y su expansión en el reino de Jaén durante el siglo XVIII”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 138, 1989, pp. 83-98.

Tabla 1: Sistemas de cultivo a mediados del siglo XVIII según el catastro de Ensenada (%)

Regadío Secano Viña Olivar No cultivado
V. Andarax 5,5 16,5 78
V. Almanzora 6 56 38
Los Vélez 2,5 75,3 23,3
Adra 3,9 23,6 1,4 70,9
Berja 4 18,4 1,5 75,9
Baza 20,1 26,7 53
Huéscar 20,2 61,3 5,1 15,6
Colomera 1,9 98,1
Íllora 4,4 95,6
Montefrío 0,4 85,4 14,1
Santafé 53,8 38,7 7,2
Granada 84 11,6 1,3 2,4
Guadix 8,7 7,3 84
M. Cenete 2,1 15,4 82,4
T. Alhama 1,1 29,9 69
V. Lecrín 8,5 21 70,3
Válor 15,7 17,7 67,5
Almuñécar 30,8 49,4 19,8
Marbella 5 6,5 30 64,8
Vélez-Málaga 7,2 61,4 31,4 26,3
Frigiliana 14,3 21,4 64,3 42,7
Cómpeta 2,9 17,8 79,3
Axarquía 3 97
Jur. Málaga 0,4 40,5 42,4 16,7
Valdepeñas de Jaén 14 26 60
Trevelez 5,4 94,6
Aljarafe 13,5 36,8 2 49,7
Bollullos del C. 47 (Regadío+Secano) 18 2
Rociana 38 (Regadío+Secano) 7 2
La Palma del C. 76 (Regadío+Secano) 7 8
Manzanilla 86 (Regadío+Secano) 23 9
Villalba 63 (Regadío+Secano) 8 8
Villarrasa 55 (Regadío+Secano) 4
Almonte 12 (Regadío+Secano) 6 30
Hinojos 9,5 (Regadío+Secano) 0,5 30
Chucena 84 (Regadío+Secano) 10 0,5
Beas del C. 25 (Regadío+Secano) 9
Trigueros 73 (Regadío+Secano) 1,2 1
Niebla 28 (Regadío+Secano) 3
San Juan 78,5 (Regadío+Secano) 2
Bonares 40 (Regadío+Secano) 7 1,5
Lucena 34 (Regadío+Secano) 3 3,5
Moguer 38 (Regadío+Secano) 37 8
Palos 8 (Regadío+Secano) 15
Baena 68,8 (Regadío+Secano) 12,9 4,8
Reino de Jaén 8,5