Pintor nacido probablemente en Sevilla, es considerado uno de los artistas con mayor reputación en su época. Durante su vida tuvo importantes cargos como el nombramiento de Alcalde del Gremio de Pintores de Sevilla o ser miembro fundador de la Academia de Arte de la Pintura creada por Murillo. En esta institución fue presidente, tras competir con su contemporáneo Cornelio Schut, a quien ganó al obtener el mayor número de votos. Si bien su trayectoria dentro de la institución se desarrolló en primera instancia como cónsul después pasó a ser presidente en distintos mandatos. Como refleja Ceán Bermúdez fue el pintor que más tiempo estuvo dirigiendo la academia de la Casa Lonja, así como destacó su labor docente para los jóvenes que buscaban otras vías de aprendizaje. También es importante referir a su compromiso con la institución no sólo como docente, cónsul o presidente, sino también en los aspectos financieros, granjeando recursos económicos para ayudar a la subsistencia académica que se fraguaba en aquellos años en la ciudad del Betis.

De sus primeros años sabemos que se formó con Francisco Herrera el Viejo hasta 1630, para tres años después pasar a tener su propio taller con cuatro aprendices. En cuanto a su vida personal conocemos que se casó en tres ocasiones, aunque solamente tuvo un hijo, fray José de Valdés, religioso sacerdote de la orden de Predicadores. Respecto a las relaciones con sus compañeros de oficio, su vida estuvo marcada por un altercado con Alonso Cano, como atestiguan las crónicas. Sin embargo, parecería que Llanos fue víctima del fuerte genio del artista granadino, si tenemos en cuenta las palabras de Antonio Palomino. Por las fuentes que se conservan en torno a la academia creemos que su personalidad era amable y colaborativa. En cualquier caso, verse envuelto en un conflicto de esta naturaleza era usual en el siglo de oro español, donde la fama y la competencia eran las claves para obtener éxito en la profesión y con ello la obtención de encargos por los mecenas, ávidos de nuevas obras para sus templos y palacios.

Pese a la importancia y popularidad de este artista en Sevilla, son pocas las fuentes documentales que identifican las obras que realizó durante el segundo tercio del siglo XVII. Gracias a Ceán Bermúdez sabemos de la existencia de dos pinturas públicas al alcance de los fieles,  la Virgen del Rosario con escolares arrodillados a sus pies en el colegio de Santo Tomás de Sevilla y una Magdalena en la sacristía de la capilla de Copacabana de los agustinos recoletos de Madrid. Al respecto, es significativo destacar que esta última capilla, dedicada a una advocación americana, era una de las más exitosas en la capital, circunstancia que da aún mayor rango a nuestro artista. No obstante, no debemos desestimar el envío de pinturas al Nuevo Mundo como era usual en la época por la constante demanda de los conventos y templos de los virreinatos. También sabemos que disfrutó de fama entre los particulares que buscaban obras para sus casas sevillanas, en palabras de Céan: “Todas dicen su inteligencia en el dibuxo, su buen gusto en el colorido, pero no carecen de manera y pesadez en el estilo”.

Se han identificado sus lienzos en colecciones privadas, concretamente la Aparición del Niño Jesús a Santa Teresa en Navarra o los Desposorios místicos de Santa Catalina de Siena en Jerez de la Frontera, imagen donde se desprende la impronta murillesca en Llanos Valdés. Por fortuna, se conservan varias imágenes firmadas por nuestro artista, hecho que ha facilitado el reconocimiento de la producción pictórica. El investigador José Fernández López dio a conocer un San Juan Bautista y un San Juan Evangelista conservados en la parroquia de Nuestra Señora de la Victoria en Conil de la Frontera (Cádiz). De las obras identificadas y firmadas destacan también la Piedad que se conserva en la capilla de Scalas, el Crucificado, fechadas en 1666, el San Juan Bautista ante el Sanedrín, de 1668, en la Catedral de Sevilla, o una Inmaculada en una colección particular sevillana. A esta nómina de obras se suman las cabezas degolladas de San Pablo y San Juan Bautista o el Sacrificio de Isaac en la iglesia del Salvador de Sevilla, u otras que se han identificado con su paleta como el San Millán del Salvador o el lienzo de la Anunciación de la Real Capilla de Nuestra Señora del Pópulo de Cádiz. También localizamos la Cabeza de San Dionisio en el Museo del Greco o una serie compuesta por seis pinturas, los cuatro evangelistas –San Marcos, San Lucas, San Mateo y San Juan-, María Magdalena y María Egipcíaca, en la colección Medinaceli. Sin embargo, encontramos que sus pinturas no sólo se registran en Andalucía sino que traspasaron la península hasta llegar su San Jerónimo al Chrysler Museum de Norfolk en Virginia, la Cabeza cortada de un santo mártir al Museo del Louvre en París, o la Virgen del Rosario de la Galería Nacional de Dublín.

Su paleta estuvo influenciada por su maestro y los artistas más reputados de la capital hispalense, Zurbarán, Valdés Leal y Murillo. Nos encontramos en un momento de eclosión para la pintura sevillana por la calidad artística y la elevada demanda al concentrarse un alto número de talleres en busca de encargos más allá de la capital hispalense. Las transferencias eran múltiples, por un lado el aprendizaje en base a los pintores que le precedieron, así como las obras y grabados llegados de otros centros europeos, además de la maestría de sus contemporáneos. Las investigaciones han destacado la fijación que tuvo por la obra de Zurbarán y cómo supo dar su propia impronta, creando imágenes eclécticas tras absorber las novedades del momento. De esta forma, se dejó influenciar por los cuadros que fue viendo a lo largo de su vida, de compañeros e incluso de los artistas más jóvenes. Este será uno de los aspectos más destacados de su obra, la versatilidad y el constante aprendizaje en un espacio fructífero para incorporar nuevas formas y composiciones. Si bien las primeras investigaciones referían a un pintor de segunda fila, en parte por el desconocimiento de su obra, las últimas investigaciones realzan su nombre dentro de la pintura barroca. A todo ello se suma su importante papel en la formación de los jóvenes que buscaban otros parámetros en la Sevilla del seiscientos.

Finalmente su vida se apagó el 10 de octubre de 1677 para ser enterrado en el convento dominico de San Pablo de Sevilla. Nuevas obras allende los mares seguirán dando luz a este artista andaluz.

Autora: María de los Ángeles Fernández Valle

Bibliografía

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