Se ubica en el lienzo de muralla que enlazaba la Alcazaba de la colina de la Sabika con Torres Bermejas, concibiéndose, por ello, como recia entrada monumental —de tradición romana— a la antigua jurisdicción de la Alhambra donde se estaba programando una “Casa Real Nueva” (s. XVI). A dicho frontis nos acercamos, desde Plaza Nueva, a través de una vía en pendiente denominada “Cuesta de Gomérez” que enlazaba, real y simbólicamente, la Chancillería Real con el Palacio de Carlos V. Su desnivel orográfico deviene de ser, en origen, un foso defensivo natural —barranco— que, ya en época cristiana, se habilitará, por los Reyes Católicos, como medio de acceso a los palacios nazaríes, tanto del transitar humano como animal que han de transportar los materiales que han de emplearse en las construcciones representativas de la nueva “Alhambra cristiana”. En esta calle, ya secular, se instalaron los fabricantes —aún hoy, pero en muy reducido número— que construían, artesanalmente, la guitarra tradicional española. Al final del empinado trayecto se erige como arco triunfal de sobrio alzado renacentista, diseñado por el Maestro Mayor Pedro Machuca (1536), a través del programa ideado por el Capitán General del Reino y Alcaide de la Alhambra, D. Luis Hurtado de Mendoza (III Conde de Tendilla y II Marqués de Mondéjar) —y ejecutado por su hijo D. Iñigo, III Marqués—, para el Emperador —y con su beneplácito—, sustituyendo a la antigua  “puerta del foso” musulmana —Bab al-Jandaq—, parte de cuyos restos se ven a su derecha. En su fábrica de sillares de piedra de Escúzar —almohadillados a la rústica, posiblemente ejecutado en el último tercio de ese siglo— se abren tres vanos de desigual tamaño —mayor el central que los laterales— para cumplir con sus funciones peatonales, a los lados, y del transitar de carruajes en su calzada. Los definen, en su trazado tripartito, arcos de medio punto —o semicirculares—, con el despiece característico de sus dovelas que, en su luz central, se corteja por semicolumnas fajadas de orden toscano asentadas en altos pedestales, sobre cuyos capiteles descansa un entablamento sin labrar. Eso sí, se levanta en su cornisa un airoso frontón angular cuyo tímpano, desbordado por el águila bicéfala de los Habsburgo, se identifica con la heráldica del Emperador “Carolus” labrada por Juan de Orea (1552). En sus vertientes aparecen dos figuras aladas recostadas como ángeles mancebos o, comúnmente aceptado, alegorías —hoy acéfalas y sólo su torso—que simbolizan  la “paz” y la “abundancia”, promesas del gobernante para sus extensos dominios que sostienen su corona mitral y, cómo no, la fruta de la granada que, en número de tres sobre acroterias o pedestales, sobresalen —entreabiertas— en los vértices —reforzando la simetría del alzado y dibujando un triángulo imaginario— que justifica el nombre con el que hoy conocemos a la mencionada puerta ―hasta el siglo XVIII conocida como “Cuesta de los Gomérez”― y que quiere simbolizar la imagen consolidada e invencible del Emperador. Las comparaciones y correspondencias con el proyecto de Giulio Romano para la “Puerta del Te” (Mantua, 1530-1536), siguen vigentes. Reseñable es, sin lugar a dudas, que el reverso del alzado, de espaldas a la ciudad moderna, muestra una asepsia decorativa absoluta, remarcando, solamente, la disposición ortogonal de los sillares aplanados de su fábrica, las marcas radiales de sus dovelas y una línea de imposta, donde voltea la arcada central, que separa una hipotética segunda planta en sus extremos. A principios del presente siglo, concretamente en el año 2010, concluye el proyecto de restauración firmado por Miguel Ángel Martín Céspedes y Alberto Humanes Bustamante.

Autor: Salvador Gallego Aranda

Bibliografía

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