Nacido en Florencia el 22 de Noviembre de 1472, fue el tercer hijo de los ocho del matrimonio entre Torrigiano d’Antonio y Dionora Tocci, con casa junto a la chiesa di Santa Felicita en el borgo di San Jacopo, una collación de artesanos al otro lado del ponte Vecchio. Su padre era un vendedor de seda, con un comercio anejo a Orsanmichele, y había heredado algunas propiedades agrícolas con viñedos y olivares en la cercana localidad de Signa, lo que debió ofrecerles cierta prosperidad. En 1483 el tribunal de la Mercanzia se vio representado en la fachada de Orsanmichele con el resto de corporaciones gremiales de la ciudad, situando en su hornacina al afamado bronce de la Incredulidad de santo Tomás, obra del escultor Andrea del Verrocchio (h. 1435-88). Torrigiano era un niño de 10 años y no cabe duda que esta obra que vería a diario cinceló su senda. No obstante, nada se sabe con certeza sobre su educación artística, tradicionalmente vinculada al Giardino di San Marco; una supuesta escuela propiciada por Lorenzo el Magnífico y en la que Bertoldo di Giovanni (h. 1440-91) tuvo el papel de maestro. La realidad consistió en una colección de antigüedades que tutelaba Bertoldo y pertenecía a los Médici, adonde los jóvenes -ya formados previamente en un obrador- acudían para imbuirse en el espíritu clásico. Sin poder constatarse la presencia del joven Torrigiano en la bottega de Verrocchio, su impronta de acento naturalista y afinidad técnica roza la continuidad del viejo maestro, quien pudo instruirle hasta su partida a Venecia en 1486; heredando el taller, proyectos y colaboradores Lorenzo di Credi (1459-1537). En estas fechas tempranas se atribuye a Torrigiano un retrato en terracota de Lorenzo de Médici (d. 1492), que parte de una mascarilla funeraria en estuco de Orsino Benintendi (1440-98), colaborador ceroplástico de Verrocchio.

Torrigiano abandonó Florencia en torno a 1491 tras propinar un puñetazo a Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) por burlarse de él, mientras ambos estudiaban la obra de Masaccio en la cappella Brancacci, pasaje por el que desgraciadamente se hizo famoso. Así comenzó una hégira de sucesivas estancias efímeras, estando en Bolonia y Roma en 1492. En la Ciudad Eterna trabajó para la alta curia pontificia, modelando estucos en la residencia de Nicolás V y ejerciendo posteriormente la misma labor en el Apartamento Borgia; ambos cometidos dirigidos por il Pinturicchio (1454-1513) de 1492 a 1494 en colaboración con Andrea Bregno (1418-1506). Se ha querido ver su relación con el desconocido “Magistro Petro scarpelino florentino” que contrata el secretario papal Adriano Castellesi entre 1496 y 1502 en la chiesa di san Giacomo degli Spagnoli, donde esculpe en mármol sepulcros, lápidas, una cantoría y otros elementos ornamentales de la fachada exterior y la sacristía. En 1498 muy enfermo y en casa del clérigo Stefano Coppi, declara en testamento una deuda del papa Alejandro VI por un retrato, lo que resalta su cercanía al entorno del pontífice. Coppi fue además su ejecutor testamentario y quizás quien intermedió para que Torrigiano hiciera los bustos de santa Fina, san Gregorio y Cristo Salvador (h. 1496) de su localidad natal, San Gimignano. La filiación al taller de Bregno se recalca al contratar el programa escultórico del altar del cardenal Francesco Piccolomini del duomo de Siena, enviando sólo la efigie en mármol de san Francisco (h. 1498); quizás motivado por la enfermedad, o ya tras su mejoría, su preferencia por la vida militar -tal vez como ingeniero- sirviendo al condottiero Paolo Vitelli en la guerra contra Pisa (1498-99), a César Borgia en la Romaña (1500) y a Piero de Médici en la batalla de Garigliano frente a Nápoles (1503).

Intercalado en este período se encuentra el contrato de un altar para la chiesa de la Annunziata de Fossombrone del que sólo se conserva una Madonna (1500). El mismo año concierta en Camerino la destruida Anunciación en terracota que presidió el altar mayor de la catedral hasta el terremoto de 1799; e igualmente se le atribuyen algunos trabajos ornamentales en las portadas de las iglesias de San Agostino y San Domenico de Recanati, en colaboración con Giuliano da Maiano, incluyendo la factura de un san Sebastián preservado en la última. En 1503 regresa a Florencia, donde casa con Felice di Francesco Mori con la que llegó a tener un hijo; y un año más tarde aparece en Aviñón, comisionado por el mercader Giovanni Baroncelli para realizar un calvario en la desaparecida iglesia de les Cordeliers. De su corta estancia en la Provenza, sólo se conserva un retrato broncíneo de Cristo en el Museo Calvet de Aviñón; estando presente de nuevo en Roma en 1506 para adquirir dos bloques de mármol a Miguel Ángel.

Hasta 1510 se desconoce el paradero de Torrigiano, fecha en la que ya estaba en Inglaterra, quizás llamado por los mercaderes florentinos Leonardo Frescobaldi, Pierfrancesco de’ Bardi y Giovanni Cavalcanti; quienes verían un probable negocio en atraer al compatriota a la corte de Enrique VII y el abastecimiento de materiales de las consecuentes empresas artísticas. Quizás acompañó en 1507 a Baldassare Castiglione en la embajada enviada por el Duque de Urbino, Guidobaldo de Montefeltro, con motivo de su nombramiento como miembro de la Orden de la Jarretera; lo que explica la medalla conmemorativa con el retrato de Federico II de Montefeltro (1507) que fundió Torrigiano como agasajo diplomático. Allí realiza el retrato en terracota del difunto Enrique VII del Victoria and Albert Museum, extraído de la mascarilla mortuoria; y los de su heredero Enrique VIII y el obispo John Fisher, conservados en el Metropolitan Museum de Nueva York. Sorpresivamente en 1510 aparece en Brujas en la corte de Margarita de Austria, arreglando un retrato suyo de María Tudor, hermana de Enrique VIII; viaje en el que se le consultó sobre el proyecto funerario que la tutora de Carlos V quería erigir en el monasterio de Brou. La única obra de su estancia en Flandes conservada, es el supuesto busto en terracota de una Dolorosa del Rijksmusem de Amsterdam. En 1511 de nuevo se encuentra en Londres, modelando un perdido Hércules para el rey y contratando la tumba de la abuela paterna Margarita Beaufort con el que el florentino se confirmaba como artista predilecto del monarca. El segundo gran concierto que firmó fue el túmulo funerario de Enrique VII e Isabel de York (1512-1518), obra de concepto humanista por la que percibió 1500 libras, y que debió suponerle serias dificultades al presentarse en Brujas en 1514 para buscar un dorador que pudiera ayudarle en sendas obras fundidas en bronce de la abadía de Westminster. En 1516 contrataba el desaparecido altar de dicha capilla funeraria y en 1519 proyectaba el megalómano monumento funerario de Enrique VIII y Catalina de Aragón, con un plazo de ejecución de 4 años y por el que recibiría 2000 libras. A mediados de 1519 se encontraba en Florencia para llevarse consigo algunos colaboradores como Benedetto da Rovezzano (1474-1552), momento en que el maestro con 47 años conoció al joven Benvenuto Cellini (1500-71) a quien narra su desventura juvenil con Miguel Ángel. A finales del mismo año completaba el altar de Westminster, que utilizaba mármoles polícromos, bronce dorado y terracota vidriada al estilo de los Della Robbia. Paralelamente se suceden los encargos de la corte londinense como el arcosolio del consejero del rey, el Dr. John Yonge (d. 1516), hoy en la Public Record Office; el desaparecido monumento para el decano John Colet (d. 1519); el retrato en tondo de sir Thomas Lovell, intendente de Westminster (h. 1516-20); o el retrato del embajador sir Gilbert Talbot (h. 1515) del Victoria and Albert Museum, a quien de algún modo se encontraba agradecido tras venir de Urbino. También se deben incluir en estas fechas algunas obras de índole devocional como los retratos de Cristo Salvador en mármol de la Burghley Collection de Stamford, la Fondazione Zeri de Bolonia o la Wallace Collection de Londres; todos de grandes paralelismos al Cristo del monumento Forteguerri de Verrocchio del duomo de Pistoia (h. 1474).

A pesar de encontrarse en su momento de vida más productivo, Torrigiano abandona Inglaterra en 1522 por causas que todavía se desconocen y quizás tras la visita imperial de Carlos V a Londres. Según las fuentes, Torrigiano al llegar a España modeló en barro un desaparecido retrato de Isabel de Portugal lo que le haría pasar por Lisboa, y a pesar de haberse indicado la presencia del escultor en Granada y Córdoba, no existe un indicio artístico que pruebe su paso por ambas ciudades. En Sevilla modeló para el desamortizado monasterio de San Jerónimo de Buenavista la Virgen de Belén y el célebre san Jerónimo penitente (h. 1525); ambos hoy día en el Museo de Bellas Artes de la ciudad hispalense, y una segunda versión de san Jerónimo (h. 1526) enviada al Monasterio de Guadalupe. El anciano penitente, según se narra, era un retrato de un despensero de la familia Botti, una saga de comerciantes florentinos que se habían establecido en 1519 en Cádiz con compañías comerciales ramificadas por Europa, interesando particularmente la fijada con los citados Bardi y Cavalcanti en Londres, como uno de los argumentos de su llegada a Sevilla. Fue el duque de Arcos su último comitente, quien tras haber quedado prendado de la belleza de la Madonna del monasterio jerónimo, pidió al escultor una copia prometiéndole grandes ganancias. Cuando fue satisfecho, el duque envió bolsas llenas de maravedíes; monedas que al cambio eran sólo 30 ducados. Al florentino debió parecerle una ridiculización tras haber estado al servicio de grandes personajes de la política europea, presentándose en la casa del duque y destrozando su obra con una maza; con la consecuente denuncia ante el tribunal de la Inquisición por parte del noble como un acto herético, más dolido por su arrogante actitud que por el hecho de haber atentado contra una imagen devocional.

Los días finales de Pietro Torrigiano transcurren dentro de una celda del castillo de San Jorge de Triana. Allí dejó de comer antes que verse sometido a una pena pública, muriendo en Agosto de 1528, tal y como 3 meses después su viuda explicaba reclamando su dote, en un documento conservado en Florencia. Torrigiano, a través de una vida azarosa, divulgó el lenguaje renacentista más allá de los Alpes, y quizás esa semilla que sembró, germinó en otros artistas posteriores de aquellas tierras por las que caminó y de las que modeló.

Autor: Ricardo García Jurado

Bibliografía

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