Nicolás de Omazur nacido en Amberes, fue un comerciante flamenco que se afincó en la ciudad de Sevilla hacia el año 1669, estableciendo negocios con distintos puertos del norte de Europa y otras “partes remotas”. Formó parte de la colonia comercial flamenca que tuvo como epicentro la collación de San Isidoro. Se casaría con Isabel de Malcampo y posteriormente con Luisa Keyser.

La nómina de personajes relacionados con Bartolomé Esteban Murillo es larga y extensa. En ella se incluiría parientes, clientes, amigos, conocidos, etc., pero por distintos motivos sobresalen los del Canónigo Justino Neve, el Hermano Mayor de la Santa Caridad, Miguel de Mañara, el asentista Juan Francisco Eminente y como no, el de Nicolás.

Omazur amasó una importante colección pictórica, en la cual contaba con una treintenta de cuadros de Bartolomé Murillo hoy repartidos por toda Europa. Hay varios hechos que vinculan a ambos. Aparece reseñado en el testamento del pintor y en su almoneda de bienes (junio de 1682), en la cual adquirió algunas de sus pertenencias. Igualmente es conocida su presencia en la almoneda de bienes del Canónigo Justino de Neve (1685), en la cual adquirió varias obras del pintor sevillano.

Contó con una colección pictórica compuesta por 228 cuadros, que fue de las principales de la Sevilla de la época, en la cual se integraba una treintena de cuadros de Murillo. En ellos sobresalen los dos espléndidos retratos que el pintor sevillano ejecutó hacia el año 1672, tanto de él como de su primera esposa, Isabel de Malcampo.

Los biógrafos de Murillo cuentan que Omazur era un hombre culto, y que entre sus aficiones se hallaba la poesía, la música y la pintura. Si no hubiera tenido relación con el insigne pintor sevillano, su figura hubiera pasado a un discreto segundo plano, quedando circunscrita únicamente a la historiografía relacionada con la colonia mercantil flamenca, asentada en la Sevilla del siglo XVII.  Sin duda tuvo que ser una persona allegada a él, no sólo por contarse entre su clientela, sino por la amistad que ambos se profesaron. Se llevaban algo más de 20 años de diferencia de edad, y aunque no parece que su amistad fuera muy prolongada en el tiempo, sí tuvo que ser intensa. Nicolás se afincó en Sevilla hacia el año 1669 y nuestro pintor fallecía en 1682. Muestra de la amistad y admiración que sentía por Murillo, es que contaba con un autorretrato suyo, que fue el que dio a la estampa para que Richard Collin lo pasara a grabado.

Sus hijos y nietos tuvieron que heredar todo ese patrimonio pictórico, acumulado por el patriarca de este linaje flamenco afincado en Sevilla en los albores del reinado de Carlos II. Nicolás, nuestro protagonista, fue bautizado en la parroquia de Santa Walburga o Walpurgis, (Amberes), el 27 de noviembre de 1641.

Al menos en julio de 1669, parece estar ya establecido en Sevilla, vinculándose con el comercio de la seda. Al poco tiempo de residir en la urbe hispalense, el 30 de junio de 1672 acordaba su casamiento con Isabel Maelcamp, apellido castellanizado como Malcampo. La ceremonia tuvo lugar el 2 de agosto de 1672, en la parroquia de San Isidoro. No extraña que ésta fuera la parroquia elegida, pues como ya comentamos con anterioridad, la colonia comercial flamenca afincada en Sevilla tuvo una clara preferencia por concentrarse en esta collación.

Isabel era hija de Pedro Maelcamp y Bárbara (Barbe) Heubens, y como ellos era natural de Gante, siendo bautizada el 1 de diciembre de 1647, en la parroquia de Santa Pharaildis. Ella también emigró a Sevilla, y ya huérfana de madre, vivía en casa de Juan Bautista Malcampo de Cepeda (1635-1707) primo hermano de su padre.

Se especula que para celebrar este matrimonio, Nicolás encargaría a Murillo, el lienzo de las Bodas de Caná, fechado entre los años 1670 y 1675; el cual se suele identificar (aunque con ciertas modificaciones), con el lienzo conservado en la actualidad en el The Barber Institute, de Birmingham. La crítica incluso mantiene que Nicolás e Isabel aparecen retratados en el centro de la composición.

El joven matrimonio se afincó inicialmente en la collación de Santa María. Otorgaría su primer testamento mancomunado el 6 de octubre de ese año de 1672. Su deseo era enterrarse en su parroquia de El Sagrario, y que se dijeran 500 misas por cada uno de ellos. Se trata de un documento muy escueto en información. Ambos firman con una caligrafía impecable, lo que nos permite intuir una excelente preparación y formación, que trascendería más allá de la lectura y escritura.

El 24 de marzo de 1679 volvían a otorgar un nuevo testamento mancomunado, esta vez siendo ya vecinos de la collación de San Isidoro. Ya muestran una integración plena integración en la colonia comercial flamenca, al designar como su lugar de enterramiento, la Capilla de San Andrés de la nación flamenca y alemana, ubicada en el colegio dominico de Santo Tomás.

Isabel Malcampo fallecería el 21 de diciembre de 1689, siendo enterrada en su parroquia de San Isidoro. Del matrimonio Omazur – Malcampo sólo sobrevivían 5 hijos: Nicolás Francisco, Pedro Francisco, Isabel, Ignacia Petronila y María Antonia. Nicolás le guardaría poco luto, pues a los pocos meses, a mediados del año 1690 contraía un nuevo matrimonio, esta vez con Luisa Keyser, el 14 de mayo de 1690 en la iglesia parroquial de la Magdalena. Ella era hija de D. Pedro de Keyser y de Dª Magdalena Snoeck, naturales de Bruselas. Del matrimonio Omazur – Keyser, nacerían dos hijas: Luisa y Josefa.

Nicolás contó con toda una red de contactos en el mundo mercantil de Sevilla y y el norte europeo (Flandes y Países Bajos), de los que hay constancia gracias a los poderes, cargas de pago y escrituras de compañía registradas en los Protocolos Notariales de Sevilla. Los productos traídos desde el norte, los redistribuiría al interior peninsular, y como ya hemos comentado gracias a mediadores, bien pudo embarcarlos camino de las Indias.

Estableció negocios puntuales con distintos comerciantes flamencos, neerlandeses y de otras nacionalidades. Además, en Cádiz contó con D. Juan Pinquet como apoderado. Como casi la totalidad de los comerciantes y la nobleza sevillana tuvo depósitos en las compañías bancarias de José y Gabriel de Morales (1688 y 1698).

En los primeros años de Nicolás Omazur en Sevilla, conocemos que al menos estableció compañía con Jácome Rol (1671) y Pedro Malcampo (1676-1679). En su testamento de 1679, le pedía a Isabel que en caso de fallecer, ella misma continuara la administración de sus bienes y hacienda, siendo aconsejada por su “compadre” Jácome Rol, y en ausencia de éste, de Pedro Malcampo (hermano de Isabel y cuñado de Nicolás). Le pedía que a ambos les encargara el cobro de los efectos y dependencias que tenía en la ciudad de Sevilla, “en el norte y otras partes remotas”. Con esa referencia a tierras remotas creemos que debe referirse a lugares de Asia o África, porque no tenemos constancia que comerciara al menos directamente con América, aunque bien pudo hacerlo a través de intermediarios.

En los últimos años de su vida, Nicolás tuvo compañía con otro flamenco, Miguel Lescart, al que nombró uno de sus albaceas en 1698. Tuvo que ser bastante más joven que Nicolás, porque mantuvo su actividad mercantil relacionándose con comerciantes flamencos y franceses a lo largo de todo el primer tercio del siglo XVIII, de la cual hay constancia en los Protocolos notariales de Sevilla.

La presencia flamenca en Sevilla se remontaba a siglos anteriores, eran “(…), herederos de su antigua condición de súbditos más septentrionales de la monarquía católica, los flamencos fueron uno de los grupos extranjeros mejor aclimatados a los usos y formas de vida castellanas, y tras la pérdida de los Países Bajos, fueron capaces de realizar una importante maniobra de naturalización y “mimetización” con el paisaje social y cultural hispalense, sin renunciar a sus propias tradiciones familiares” (Fernández Chaves – Gamero Rojas, Universidad de Sevilla).

Que no haya evidencias que Omazur comerciara con las Indias Occidentales, no significa que no lo hiciera, pues como otros muchos flamencos, “ya fuera a través de acuerdos puntuales, en solitario o bajo la protección de sociedades, (…), se aprovechaban de las posibilidades ofrecidas por el comercio americano, sin que por ello llegasen a hacerse con una licencia para comerciar (…)”.

San Isidoro fue una de las collaciones preferidas por los linajes mercantiles flamencos. En su parroquia se enterraron los descendientes de Diego Maestter o Maestre (Maestres Mahuis), y algunos hijos de su sobrino Diego del Campo (Vandevelde) Maestre. La descendencia de Omazur, siguió mostrando un gran apego por esta collación, donde desarrollaba todo su ciclo vital: nacimiento, matrimonio y fallecimiento.

La familia Omazur siguió la estrategia de otras muchas familias flamencas, emparentar entre sí. Tres de los cuatro yernos de Nicolás fueron flamencos o de ascendencia flamenca, y todos estuvieron vinculados al mundo mercantil: Pedro Lucas Pieters, Juan Bautista Francisco Malcampo el joven y Juan Bautista Steyarte. Y lo mismo ocurrió con algunos de los hijos de sus nietas: Francisco Craywinckel y Carlos José Huneus. Otras de sus nietas enlazaron con importantes familias como las de Francisco Javier Zuleta y Reales (Veinticuatro de Sevilla) y José Piedrola Narváez (Fiscal de la Real Audiencia de Barcelona).

Juan Bautista Malcampo “el joven”, pudo haber sido el sucesor al frente del linaje, pero  falleció tan sólo una década después de su suegro, lo hacía en el año 1708, dejando poder para testar en favor de su esposa. El matrimonio Malcampo Omazur vivía en la colación de San Isidoro, “frontero del colegio de San Alberto”.

Nicolás Omazur llegó a contar con una importante colección pictórica, cotejada a través de dos inventarios, fechados en 1690 y 1698. Ostentó obras de pintores españoles de primer nivel como Alonso Cano, Ribera, Valdés Leal, Herrera el Joven, y el propio Diego Velázquez (“La vieja friendo huevos”). También contó con cuadros de pintores flamencos y holandeses como Pedro Pablo Rubens, Antoon Van Dyck, Pedro Camprobín, Jan Brueghel, Abraham Blomaert, e italianos como Mattia Preti, Giorgio Bassano, Mario dei Fiori, etc.

Pero entre esta pléyade de nombres, sobresale en cantidad, como ya dijimos la treintena de obras de Murillo, repartidas entre originales y algunas copias, que lograría captar a través de distintas fórmulas: encargos directos al pintor y compras en almonedas públicas. Sus tamaños y soportes varían en el caso de los originales: lienzos o cuadros (17), en piedras de jaspe negro (2), “cuadritos” (7) y “láminas” (5).

Cuadros que se hayan hoy repartidos por toda Europa: Bodas de Caná (The Barbe Institute, Birmingham), posiblemente la Inmaculada de Esquilache (Ermitage), La Primavera (Dulwich Picture Gallery, Gran Londres), El Verano (National Gallery of Scotland), Vieja con gallo (Pinakothek, Munich), Magdalena Penitente (Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid), etc.

Si Nicolás de Omazur e Isabel de Malcampo han pasado al orbe murillesco, ha sido por los dos espléndidos retratos que el pintor les hizo hacia el año 1672, ambos de forma ovalada. El de él actualmente en el Museo del Prado (Madrid) y el de ella conocido por una copia del Pollok House (Glasgow). El retrato de Nicolás iba acompañado de las inscripciones hoy perdidas, «Todo en Dios uno y Trino»  y «Así todo perece con la sola presencia de la muerte». Siguiendo el modelo de las llamadas Vanitas, él sostiene una calavera en la mano, y ella una rosa, símbolos de la fugacidad de la vida y la belleza. Quizás Murillo ya conociera el Discurso de la Verdad, que ese mismo año publicó Miguel de Mañara, alma mater del resurgimiento del Hospital de la Caridad y que revolucionó la religiosidad barroca de la Sevilla finisecular del setecientos.

Sin duda el retrato constituía uno de los géneros pictóricos más apreciados por la clase mercantil flamenca, consumidora de éste género ya en su mismo país. Precisaba “acreditarse públicamente”, buscando notoriedad pública y social. De la factoría murillesca saldrían retratados otros muchos personajes de la sociedad sevillana y gaditana, como el comerciante Josua van Belle, D. Ambrosio Hurtado de Salcedo, D. Andrés de Andrade y la Cal, D. Diego Félix de Esquivel, D. Juan Francisco Eminente, los Canónigos Justino Neve y Juan Jacinto Miranda.

Cambió hasta en 3 ocasiones la elección de su lugar de enterramiento: la parroquia de El Sagrario (1672), la Capilla de San Andrés de las naciones flamenca y alemana (1679) y por último la iglesia de la Casa del Espíritu de los Clérigos Menores (1698). Finalmente se enterró en esta última iglesia un 2 de junio de 1698, y por su expreso deseo se dijo un novenario de misas cantadas en su querida parroquia de San Isidro. Un templo que hoy en día es sede de la parroquia de Santa Cruz, cuyo primitivo edificio fue derribado en el año 1810 durante la ocupación francesa.

Autor: Francisco Javier Gutiérrez Núñez

Bibliografía

BELTRÁN MARTÍNEZ, Lidia; QUILES GARCÍA, Fernando (editores): Cartografía murillesca. Año de Murillo MMXVII. Los pasos contados, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla 2017.

FERNÁNDEZ CHAVES, Manuel F.; GAMERO ROJAS, Mercedes: «Flamencos en la Sevilla del siglo XVIII: entre el norte de Europa y América», en NAVARRO ANTOLÍN, Fernando (coord.): Orbis incognitvs: avisos y legajos del Nuevo Mundo: homenaje al profesor Luis Navarro García, Huelva, Universidad, Huelva 2007, pp. 211-220.

GUTIÉRREZ NÚÑEZ, Francisco Javier: “Nicolás de Omazur Ullens, de Amberes a Sevilla (1641-1698). El primer coleccionista de Murillo”, en  NÚÑEZ BELTRÁN, Miguel Ángel (coord.): Anuario de Hespérides vol. XXIII-XXIV (2015-2016), Hespérides – Asociación de Profesores e Investigadores de Geografía e Historia, Ciencias Sociales y Humanidades, Sevilla 2017.

HEREZA, Pablo: Corpus Murillo. Biografía y documentos. Vol. 1, Ayto. de Sevilla, Sevilla 2017.

KINKEAD, Duncan: “The Picture Collection of Don Nicolas Omazur”, en Source: The Burlington Magazine, 128, No. 995 (Feb., 1986), pp. 132-144.