La figura de este arquitecto vasco ha sido revalorizada en los últimos años dentro del contexto del florecimiento de la arquitectura sevillana del Renacimiento pleno, como integrante de esa tríada que inicia Diego de Riaño, continua Gaínza y cierra Hernán Ruiz II. Si bien su nombre comenzó a ser conocido gracias a la labor documentalista generada por el Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla, su vida y obra han sido objeto de revisión y nuevas aportaciones en las últimas décadas, especialmente gracias a los trabajos de Alfredo Morales Martínez y Juan Clemente Rodríguez Estévez.

En contra de la suposición formulada por Ceán Bermúdez sobre el origen navarro de Gaínza, se evidencia que nació en Vizcaya hacia 1505, según puede colegirse de declaraciones del propio artista. Su actividad se inició en Sevilla a finales de la década de 1520, en colaboración con Diego de Riaño, quien tuvo que ejercer un papel decisivo en su formación. En la capital hispalense fijo su residencia y lugar de trabajo, si bien su actividad se extendió a diversos puntos de la Baja Andalucía en razón de sus responsabilidades edilicias al servicio del Arzobispado sevillano.

Los comienzos de su actividad están vinculados a su participación entre 1527 y 1528 en las obras del nuevo Ayuntamiento de Sevilla, dirigidas como es sabido por Riaño. En diciembre de 1529 figura como aparejador en las obras en curso en la catedral sevillana, donde comenzó ocupándose de la supervisión de los materiales, visitando a tal efecto las canteras de donde se extraían. Los vínculos entre Riaño y Gaínza debieron ser muy estrechos, hasta el punto de que tras la muerte del primero, ocurrida el 30 de noviembre de 1534, el segundo se convirtió en el máximo responsable de las obras de la catedral, al ser nombrado el 16 de abril de 1535 maestro mayor, con un salario anual de 25.000 maravedís, elevados a treinta mil dos años después. En estos momentos las obras estaban centradas en la prosecución del innovador conjunto de las sacristías y estancias capitulares emplazadas en el ángulo sureste del templo. Así en 1537 cerraba la cubierta de la sacristía de los Cálices con una bóveda de nervios combados que funcionaba casi como una bóveda vaída. La otra sacristía, denominada Mayor, se cerraba a finales de 1543 con un complejo conjunto abovedado que, si bien se vinculó con la visita realizada a las obras por Diego de Siloe, cabe atribuir a Gaínza, según ha puesto de manifiesto Francisco Pinto. Este recinto, de planta de cruz griega, cierra sus brazos cortos con bóvedas de abanico, en tanto que en la cabecera se dispone un espacio independiente de cinco tramos, cubierto el central con una bóveda pseudovalada y el resto con bóvedas artesonadas por cruceros, en tanto que el espacio central lo hace con una gran cúpula sobre pechinas. Sin embargo, quedaron por concluir las estancias capitulares, que se encomendarían a Hernán Ruiz II.

Esta interrupción quizás viniese motivada por la prioridad en retomar otro de los proyectos inconclusos en el recinto catedralicio: la Capilla Real. A la necesidad de acomodar los restos de Fernando III el Santo, Beatriz de Suabia y Alfonso X, procedente del primitivo panteón medieval adaptado en la derruida mezquita almohade que sirvió de catedral hasta la erección del nuevo templo gótico, se le quiso dar respuesta con varios proyectos góticos nunca realizados. Pero ya entrado el siglo XVI, la insistencia de la Corona en dar un digno lugar de descanso a tan ilustres miembros del linaje real, consiguió que tras diversos tanteos, en 1550 se diese el impulso definitivo a la nueva Capilla Real. A tal efecto se convocó un concurso, que dio como resultado el que el 4 de abril de 1551 se decidiese otorgar la obra a Martín de Gaínza, quien la dirigió hasta su fallecimiento cinco años después. La nueva construcción se plantea como un espacio centralizado de planta cuadrada, flanqueado por dos capillas con sus correspondientes sacristías y rematado, en la cabecera, por un ábside semicircular. Los alzados del interior de este espacio se articulan con pilastras a las que se adosan columnas abalaustradas con decoración de grutescos. Esta definición plástica de los paramentos interiores es expresiva del estilo de Gaínza, quien a su muerte había dejado la obra muy avanzada, aunque la gran cúpula de intradós casetonado se debe ya a la intervención de su sucesor en el cargo, Hernán Ruiz II.

Como fruto del desempeño de su maestría mayor catedralicia cabe citar otras intervenciones, como la finalización hacia 1537 de la portada lateral de la capilla de la Antigua, que había iniciado Riaño y algunas obras menores en diversas capillas del templo. En definitiva, el paso de Gaínza por la catedral fue notorio, al haber logrado completar y ampliar el proyecto renacentista ideado por Riaño, al tiempo que el taller catedralicio se sometió a un proceso de control y estricta regulación para conseguir llevar a cabo tan ambiciosas empresas constructivas.

El ejercicio del cargo de Maestro Mayor de la Catedral le confirió un notorio prestigio que le abrió las puertas a otros importantes proyectos en la ciudad, como la reforma de la primitiva iglesia del convento dominico de San Pablo el Real (1542) y la construcción del Hospital de las Cinco Llagas. Este, fundado por doña Catalina de Ribera en 1500 en la calle de Santiago, sería trasladado en la década de 1540 a un nuevo edificio para el que se eligió una amplia explanada delante de la puerta de las murallas de la Macarena. A tal efecto se convocó en 1545 un concurso, que otorgó a Gaínza el cargo de maestro mayor de la obra del futuro centro sanitario, cuyas obras se iniciaron al año siguiente. Siguiendo la tipología hospitalaria definida en Milán por Filarete, el hospital sevillano responde a una traza que consiste, en esencia, en un gran cuadrilátero, dotado de una torre en cada ángulo, que alberga en su interior diez patios porticados. En el primero de los patios centrales habría de levantarse, aislada, la iglesia, que sería finalmente construida por Hernán Ruiz II. La envergadura de las obras determinó que la intervención de Gaínza se centrase en el levantamiento de las fachadas desplegadas al sur y al oeste, en las que el piso inferior se articuló a base de pilastras toscanas cajeadas y el superior con semicolumnas jónicas que encuadran a su vez ventanas entre balaustres y rematadas por frontones. Tras la muerte del maestro en 1556, la dirección pasaría a Hernán Ruiz II, sufriendo posteriormente diversas vicisitudes que impidieron concluir el edificio en su totalidad.

La actividad de Gaínza se extendió también al antiguo Reino de Sevilla, es decir, las actuales provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz, en virtud de sus contactos con la alta nobleza y especialmente por su condición de arquitecto del Arzobispado hispalense, cargo que iba asociado a la maestría mayor de la catedral. En este sentido su participación se registra en varios templos de la diócesis que se arrastran un lento proceso constructivo iniciado en algunos casos en la Baja Edad Media. En este sentido, destaca la participación del maestro en Morón de la Frontera en las obras de la parroquia de San Miguel, donde ya había intervenido con anterioridad de la mano de Riaño. Ahora debió diseñar y ejecutar la capilla de la Antigua, dotada en 1538, cubierta con bóveda casetonada y abierta por una monumental portada con semicolumnas corintias y severo frontón. En 1550 se compromete a realizar el proyecto para la conclusión del templo, iniciado por Diego de Riaño y que sería continuado por Hernán Ruiz II. Su intervención no es fácil de delimitar, pero se le ha atribuido la bóveda artesonada del cuarto tramo de la nave central y el trazado del crucero y capilla mayor.

Junto a esta obra documentada, se han vinculado a Martín de Gaínza la intervención en elementos representativos de varios templos de Andalucía Occidental, especialmente fachadas monumentales, capillas mayores, sacristías y torres. Entre las primeras se cuentan la puerta del Sol de la iglesia prioral de El Puerto de Santa María (Cádiz), la fachada de los pies de la parroquia de Santa María de la Encarnación de Constantina (Sevilla), la portada de igual emplazamiento en la iglesia de Santa María de la Mesa de Utrera (Sevilla) y la portada lateral del lado de la Epístola de la parroquia de San Andrés de Encinasola (Huelva). En Arcos de la Frontera se le atribuye la construcción de la capilla mayor y sacristía de la parroquia de Santa María de la Asunción. En Jerez de la Frontera se vincula con la sacristía de la parroquia de San Miguel. Y en la vecina Lebrija, en la parroquia de Nuestra Señora de la Oliva habría intervenido en la Capilla de la Vela y en la bóveda de la capilla mayor. Dentro de este periplo edilicio, falleció el 6 de junio de 1556 en Marchena, donde quizás estuviese implicado en los preparativos de la obra del Colegio de la Compañía de Jesús. Aunque estuvo casado en primeras nupcias con Leonor Rodríguez, dejó viuda a su segunda esposa, Isabel Núñez, con la que compartió vivienda en sus últimos años en la sevillana collación de San Martín. Aunque no parece que dejase descendencia, su legado arquitectónico fue fecundo, a pesar del discreto papel que le ha asignado la historiografía tradicional, como lo vienen a reivindicar las últimas investigaciones, que subrayan su categoría como constructor y la implantación de modelos tipológicos de gran novedad, como la adaptación de las torres-fachadas de ascendencia medieval o las sacristías de planta centralizada, sin olvidar sus experiencias en los abovedamientos y la utilización del repertorio decorativo renacentista.

Autor: Salvador Hernández González

Bibliografía

JIMÉNEZ, Alfredo et al., El Parlamento de Andalucía, Sevilla, Parlamento de Andalucía, 1997.

MORALES MARTÍNEZ, Alfredo José, La Capilla Real de Sevilla, Sevilla, Diputación Provincial, 1979.

MORALES MARTÍNEZ, Alfredo José, “La arquitectura de la Catedral de Sevilla en los siglos XVI, XVII y XVIII”, en La Catedral de Sevilla, Sevilla, Ediciones Guadalquivir, 1984.

MORÓN DE CASTRO, María Fernanda, La iglesia de San Miguel. Cinco siglos en la historia de Morón de la Frontera (XIV-XVIII), Sevilla, Universidad de Sevilla, 1995.

RODRÍGUEZ ESTÉVEZ, Juan Clemente, “Martín de Gaínza (ca. 1505-1556)”, en RUBIO LAPAZ, Jesús (coord.), Artistas andaluces y artífices del arte andaluz. El ciclo humanista desde el último gótico al fin del barroco. Arquitectos I, tomo XXXV de “Proyecto Andalucía”, Sevilla, Publicaciones Comunitarias, 2011.