Obispo de Cádiz, diócesis a la que fue promovido el 26 de mayo de 1715, cuya sede siguió gobernando hasta su muerte el 15 de mayo de 1730. Nació en Málaga en 1663, y desde el principio fue protegido por el canónigo Antonio Ibáñez de la Riva Herrera, y la vinculación a su persona le permitió asegurar una rápida ascensión, acompañándole cuando en 1685 era nombrado obispo de Ceuta y en 1687 arzobispo de Zaragoza, en la que permaneció hasta su muerte en 1710. Armengual estudiaría durante este tiempo filosofía, teología y ambos derechos, siendo ordenado sacerdote en Zaragoza y doctorándose en Derecho Canónico en 1694. Durante los primeros años del reinado de Felipe V gozará de altos cargos, siendo en 1707 consejero de Castilla. A su llegada a Cádiz desarrolló una notable labor legislativa y pastoral, aunque se trata de una coyuntura generalizada a todo el país, por cuanto finalizada la Guerra de Sucesión los obispos y el gobierno de Madrid intentaron reformar los abusos más visibles existentes en el seno de la Iglesia española, culminando todo ello con la promulgación de la bula Apostolici Ministerii en 1723. La visita que entre 1717 y 1718 realizara a su diócesis, debió ponerle en contacto con la situación real del obispado, lo que le permitiría promulgar numerosas medidas de gobierno.

Intentará, en primer lugar, controlar de una manera más estricta el acceso al estamento eclesiástico, para lo cual en 1715 regula el interrogatorio al que debían someterse los pretendientes a las sagradas órdenes añadiendo una serie de normas complementarias en 1717. A él se le debe además la promulgación del Edicto y comisión para los que se han de ordenar de corona y grados, que sistematiza el interrogatorio y actualiza el importe de la congrua anual necesaria. Todo ello va sin duda alguna encaminado a limitar el número de individuos que pretendieran ingresar en el estamento eclesiástico, si bien estas medidas se quedaron tan sólo en buenas intenciones.

Se pretende además asegurar un control  más estricto en el nombramiento de los capellanes, a fin de evitar los numerosos abusos con que se había enfrentado durante su visita pastoral: un edicto promulgado en 1719 exigía a los patronos que nombraran personas dignas para este oficio, denunciando además cómo “ocurriendo vacantes de capellanías eclesiásticas colativas de sangre no habiendo persona eclesiástica de la familia y aunque la haya habiendo otra en mejor grado, siendo labrador o teniendo otro ejercicio secular y sin haber precedido estudiar ni tener ánimo de ser eclesiástico”, por lo que ordenaba en consecuencia que los futuros capellanes debían tener al menos recibida la primera tonsura y una edad de catorce años.

Su acción va encaminada por último a controlar en mayor medida la vida religiosa de los fieles, empleando para ello un medio típicamente postridentino como es una reglamentación más severa de la práctica sacramental: en 1717 promulgaba un edicto en el que se ordenaba se hiciera constar la legitimidad de los bautizados, y dos años más tarde daba una serie de normas de buen gobierno de la diócesis en las que insertaba algunas instrucciones concretas para la celebración de los matrimonios.

A partir de 1719 Armengual abandona casi por completo esta labor legislativa y es aquejado por el “mal de la piedra”: desde este momento sus preocupaciones se centrarán en la fábrica de la iglesia auxiliar de san Lorenzo, construida para subvenir las necesidades espirituales de los fieles residentes en el gaditano barrio de la Viña, y cuya erección absorbería gran parte no sólo de su tiempo, sino también de sus rentas: entre 1722 y 1729 se recogieron un total de 976.278 reales destinados a la fábrica de dicho templo, de los que el prelado proporcionó 519.700, frente a los tan sólo 3.000 aportados por el cabildo catedralicio, 43.875 el ayuntamiento gaditano y 316.195 limosnas particulares, figurando entre ellos 30.000 donados por el negociante Francisco Reyna. A su muerte en 1730 Armengual era enterrado en su amada iglesia, en justa recompensa por su continua dedicación hacia ella. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que, según su panegirista Pedro Calderón, pocos días antes de morir manifestaba “en este sitio estará mi tumba, por allí vendrá mi entierro, por esta puerta entrará mi cadáver”. Lorenzo Armengual de la Mota constituye un magnífico ejemplo de individuo de origen relativamente humilde que ascendió socialmente gracias a sus méritos en el seno de la única institución que por entonces podía asegurar dicha promoción como era la Iglesia, y que una vez llegado a la cumbre participa por completo de la mentalidad del grupo social dominante. Buena muestra de ello es la fundación que hiciera en 1719 de un mayorazgo a favor de su hermana Jacinta Armengual de la Mota, marquesa de Campoalegre, a quien le sucedería como beneficiario su sobrino Bruno Armengual de la Mota, hijo de ésta. Se disponía asimismo que a la muerte de los titulares del mayorazgo se fundarían cinco capellanías y un patronato de obras pías, administrado este último por el deán y los canónigos doctoral, magistral y lectoral de la sede malagueña, cuyas rentas se destinarían a comprar cera y ornamentos para la iglesia de San Pedro de Málaga, dotar tres fiestas anuales a los santos apóstoles Pedro y Pablo, al Santísimo Cristo de las Penas y a san Lorenzo; la compra de ropa para las viudas y huérfanos del malagueño barrio de los Percheles (en el cual había nacido), la redención de cautivos cristianos en manos musulmanas, y la dote de doncellas pobres naturales asimismo de Málaga. Cuando hizo donación de todos sus bienes a su hermana, con la clara finalidad de evitar el expolio de los mismos a su muerte, su riqueza fue valorada en un total de 1.367.618 reales.

Autor: Arturo Morgado García

Bibliografía

BARRIO GOZALO, Maximiliano, El Real Patronato y los obispos españoles del Antiguo Régimen (1556-1834), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2004, pp. 117-118.

MORGADO GARCÍA, Arturo, La diócesis de Cádiz de Trento a la Desamortización, Cádiz, Universidad de Cádiz, 2009.

CALDERÓN, Pedro Francisco, Funeral Parenthación en las honras que por muerte de…Lorenzo Armengual de la Mota…, Sevilla, 1730.